Disclaimer: Ningún personaje de Shaman king me pertenece. Sólo me pertenece los personajes creados para este fic.


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Capítulo 1: Camino

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El terreno estaba cubierto por interminables áreas verdes. Eran incontables kilómetros que existían desde el castillo feudal donde residía el honorable 'Daimyo', hasta las fronteras donde se vislumbraba la densa vegetación. Todo estaba muy bien resguardado por Samuráis y oficiales que se encargaban de la tarea de protección en contra de cualquier problema o revuelta, lo cual no era muy extraño de presenciar en épocas de inestabilidad política.

Habían pasado muchos años desde que las sangrientas revoluciones tomaran incalculables vidas, a causa de la luchas por el poder de sus líderes, y es que el Shogun Yoshimitsu establecía su mandato. A pesar que muchas casas principales de Japón buscaban la unificación, existían otros clanes que se oponían al régimen, generando guerras civiles.

Con más de 20 años de historia y bajo este contexto, el 'Daimyo' generaba mayores ganancias y se hacía poseedor de grandes áreas de terreno. Se había convertido en el señor feudal a causa de las guerras y de los favores políticos. Tales acciones eran bien visto por sus aliados que se beneficiaban, pero al mismo tiempo, generaba muchos enemigos.

—¡Mosuke! Tenemos buenas noticias.

El hombre tomó atención al camino que se abría entre la vegetación y el área de cultivo donde se encontraba. El sol brillaba con fuerza a esas horas de la mañana, así que colocó la mano en forma de visera sobre la frente, y aunque no logró identificar de quién se trataba, decidió levantarse. Acomodó su Haori marrón, se deshizo del polvo, y se dispuso a saludar a los visitantes. Sin querer un bostezo escapó de la boca.

—Así te queríamos encontrar.

—¿Ah? —siseó. Al notar que no era nadie de rango, continuó con su actitud desinteresada—: ¿Ahora qué pasa?

—Es lo que deberíamos preguntarte. ¿Cuántas veces has estado sentado sin hacer nada? —preguntó uno de los hombres—. Eres un holgazán. Avisaremos a los oficiales que te faciliten un espía para que hagas tu trabajo.

—No me hagas reír —contestó, irónico—. Puedo hacer lo mismo, y no te agradará.

—No te quieras pasar de listo, tienes más deudas que yo.

—¿Qué dijiste, Urashima? —desafió. Cogió al hombre de las solapas de su haori, y continuó—: Este herrero te mostrará sus trucos la próxima vez que tengamos un oficial a la vista.

—Eso quiero verlo —increpó. Hizo la misma acción que Mosuke y emitió un gruñido de molestia.

—¡Mosuke, Urashima! —rió, un tercer hombre. Los separó para que dejaran de pelear—. No es momento para ponerse a gruñir como bestias.

—¡Él comenzó!

Los dos hombres se apuntaron al mismo tiempo sin quitarse la mirada amenazante de encima. Posteriormente dejaron de lado su riña cuando sintieron un golpe en la cabeza, producto de la impaciencia de su amigo.

—¡No tenías por qué hacer eso, Junsuke! —se quejó, Mosuke.

—Entonces dejen sus niñerías para después.

—¡Mejor díganme a qué vinieron! —Se frotó la cabeza a causa del golpe—. No veo la buena noticia el molestarme de mis quehaceres.

—Yo opino totalmente lo contrario —agregó, Urashima, con ironía.

—Basta Urashima —rezongó, Junsuke. Se dirigió a Mosuke y le dijo—: Ese es el objetivo de nuestra visita, mi amigo. ¿Qué te dice la palabra frontera?

—¿Frontera? —se preguntó—. ¿La buena noticia es alguna revuelta o…?

—¡Que mala memoria tienes! —exclamó, molesto—. Tal vez si lo relacionas con la palabra sake, lo recuerdes.

Mosuke se mostró pensativo, tratando de descifrar la pregunta de su compañero. Si se refería a una revuelta o algo parecido, él no era la persona adecuada para ir hacia la frontera y proteger las tierras del Daimyo, porque era un simple herrero y no un samurái. La tierra y la herrería se habían vuelto una forma de trabajo para pagar la hospitalidad del terrateniente.

Sin embargo, si hacía lo que su amigo aconsejaba, y ponía la palabra frontera junto a Sake…

Se le hizo agua la boca. Recordar aquel líquido elemento, tenía poderes mágicos, ya que abrió su mente para entender a lo que se refería. El mejor Sake que haya podido probar hasta ahora se encontraba en un solo lugar: la frontera. Le habían alegrado un arduo día de trabajo.

—No dirigiremos a la frontera cuando terminemos nuestras labores —mencionó, Urashima—. Si tienes algún inconveniente, lo entenderemos…

—¡Claro que iremos! —exclamó, Mosuke, en extrema felicidad.

—Al llegar, notamos que estabas a punto de quedarte dormido, y hasta la tarde, tendrás mucho trabajo pendiente. No queremos entretenerte"

—¡¿Estás desquiciado?! ¡¿Creen que soy capaz de perderme una reunión tan importante como esta?! —Su mente se trasladó a otro lugar y comenzó a soñar despierto—. Es el mejor Sake que he probado en toda mi vida para dejar pasar la oportunidad. Además… hay mujeres hermosas esperando un poco de atención. Un oasis en pleno desierto. ¡Claro que iré!

—Nuestra atención querrás decir.

—Disculpa que lo pregunte, pero ¿no eres casado? —Se burló.

—¡Junsuke mencionó Sake! —Se defendió Urashima de manera nerviosa y repasando la mano por el negro cabello—. Tú incluiste las mujeres.

—Urashima… yo que tú, no volteaba.

El susodicho viró la mirada lentamente. Sudó frío al imaginarse que vería a su esposa parada detrás de él, y peor aún, con el peor de los castigos en mente. Sin embargo, el alma le volvió cuerpo al no ver a nadie.

—¡Mosuke! ¡Esta me las cobraré caro!

Los dos hombres se rieron por su expresión de espanto y se cubrieron la cabeza como gesto de protección ante el puño al aire de su compañero. Mosuke se sintió más relajado. Era muy gracioso conversar con ellos en un día que pensó sería aburrido.

—No hagas hígado amigo —interrumpió, Mosuke—. Ahora que mencionas la frontera, le avisaré a Amidamaru. Recuerda que las mujeres se acercan a hombres armados —bromeó inocente al rascarse la nuca.

—Mmm, no creo que sea buena idea —intervino, Junsuke.

—¿Por qué no? La última vez funcionó.

—Después de horas de consumo que eliminó todo rastro de mi dinero.

—Claro Mosuke —agregó Urashima—. Deja al Samurái hacer su trabajo, nosotros nos ocuparemos de los nuestros.

—Sé que es un poco aguafiestas, pero lo haré cambiar de parecer —insistió—. Sabes que la frontera es un lugar que no debemos tomar con ligereza.

—¿Acaso tienes miedo?

—¡Claro que no! Pero es mejor prevenir.

—Mejor no peleemos nuevamente —suspiró, Urashima—. Si intentas que no parezca nuestra madre podríamos cambiar de opinión.

—Ustedes descuiden, yo me ocupo —aseguró, Mosuke—. Terminaré mis obligaciones y hablaré con él.

—Muy bien, entonces nos veremos a la salida principal.

—¡Cuenten con ello!

Se despidió de sus amigos, y se dispuso a continuar con sus quehaceres. Si los supervisores y oficiales optaran por hacerles regalos como ir a la frontera, todos los trabajadores estarían motivados diariamente. El pagar la deuda que tenía con el Daimyo por mantenerlos en sus tierras muchas veces no era suficiente, y también necesitaba un tiempo para divertirse.

Sabía que no eran tiempos para estar de imprudentes, como bien refería su amigo de infancia, pero si mantenían una actitud vigilante a cada momento, la vida se les iría en un abrir y cerrar de ojos. Por lo menos él si quería casarse algún día, y aunque el lugar en la frontera no era un buen lugar para obtener esposa, ayudaba a refrescar su vista con las féminas hermosas. Así que tendría que convencer a su amigo para que los acompañara.

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Los pétalos de las flores de cerezo caían libremente desde el árbol en dirección hacia la hierba. Todavía no estaban en época de otoño para que sucediera aquello, pero al parecer un viento fuerte había golpeado las graciosas flores de color rosado, que se precipitaron hacia la superficie. Faltaba centímetros para que los pétalos tocaran la tierra, cuando inesperadamente, una hoja filosa comenzó su viaje por las delicada formas, haciendo que terminaran cortadas exactamente por la mitad. Eran muchas para que ser contadas con la vista.

La silueta de una persona al lado del árbol, se movió ágilmente entre la hierba hasta que terminó su estrepitoso recorrido. Le bastó segundos guardar la espada en su funda, para distraerse con la caída de aquellos pétalos que se habían multiplicado en número. Parecía como una cortina que se abría paso en el viento. No muchas veces le admiraba tal imagen, pero por alguna razón, quería darse el tiempo necesario y observarlas con más detenimiento.

—Vaya, fue un buen movimiento de tu parte.

Su atención fue captada por una voz a sus espaldas que se le hacía familiar. En una acción rápida, volteó el cuerpo para verificar de quien se trataba. Un hombre de estatura media, cabello canoso y de pronunciadas entradas que hacían develar su edad. Estaba vestido con un haori negro y elegante, que demostraban su rango.

—Espero no ser inoportuno, Amidamaru.

—Para nada oficial Isamu-dono.

—Estoy seguro que el Daimyo no se equivocó en elegirte.

—Gracias Isamu-dono.

Volvió a su estado normal después de hacer su saludo formal al hombre que se reía despreocupadamente por su presentación. Estaba muy agradecido con aquellas personas que le brindaron un lugar a donde pertenecer, y su trabajo era una manera de recompensar su amabilidad.

—Cierto, tu habilidad con la espada es algo que apreciamos y sabemos que contaremos contigo.

—No tiene por qué dudarlo, estoy aquí para cualquier solicitud del señor Daimyo.

—Eso me gusta Amidamaru. Por eso justamente estoy aquí.

—Usted dirá.

—Será mejor que vayamos al salón principal, daremos los detalles de los últimos acontecimientos en los que requerimos tu asistencia.

—Entendido.

Al aceptar las órdenes de la persona mayor, siguió el paso hacia el salón principal del Daimyo. El hombre parecía animoso en hablarle, porque no dejaba de comentar lo mucho que había cambiado el paisaje. En su época, a causa de las guerras civiles, los cadáveres de sus compañeros caídos era cuestión de todos los días y que le daban motivación para luchar. Ahora, ese mismo campo se había convertido en extensos pastizales, que posteriormente dio paso al crecimiento de nuevos árboles de cerezo, cómo en el que había estado practicando.

Amidamaru daba fe a lo referido por su oficial con respecto a sus compañeros caídos en batalla, porque era una historia conocida que había visto a lo largo de su niñez y adolescencia, y que lo invitaba a seguir mejorando su técnica. Se había preocupado en perfeccionar el arte de la espada y no dejarse vencer por las adversidades, tanto así, que ahora se encontraba en compañía de uno de los oficiales que alababa sus habilidades. Estaba seguro que eran tiempos tranquilos en comparación con las anteriores guerras civiles, pero no podía bajar la guardia.

—Ya estamos aquí. Puedes pasar, que comenzará la reunión.

—Gracias Isamu-dono.

Despidiéndose formalmente del hombre, se hizo la idea que el semblante amable del oficial desaparecería una vez que entrara al salón y conocería la verdadera personalidad de los que muchos llamaban el guardia principal del Daimyo. En un suspiro de fortaleza hizo su ingreso al lugar, desplazándose lentamente sobre los tatamis y deslizando las diferentes puertas que estaban a su paso para al fin llegar al sitio de reuniones. Algunos oficiales y Samuráis de rangos medios conversaban mientras esperaban que la puerta principal se abriera y se presentara el Daimyo. Aunque lo había visto varias veces por cuestiones de seguridad, le seguía pareciendo extraño que lo llamaran justamente a él para ese tipo de reunión.

—No pensé que sería una comitiva de alerta máxima.

—Agradece el estar aquí y no resguardando la ciudad.

—Podría estar entrenando a mi equipo.

—Tal vez tengas razón, pero siempre me será sorprendente encontrar a personas que no se merecen estar aquí.

—Espero que hables por ti.

—Veremos.

Escuchaba la conversación de manera neutral porque no quería intervenir en cuestiones de rango, el cual era la única diferencia que existía entre aquellos hombres y él. Sin embargo, no negaba que sintiera molestia contenida a causa del comentario que hizo el señor de edad media, mientras lo miraba de manera despectiva. Tenía conocimiento que era una persona nueva en las tierras del Daimyo, pero hacía lo posible por acoplarse al grupo y realizar un buen trabajo durante su estancia. Tal vez no tenía la misma importancia como los nueve hombres sentados ahí, pero haría lo posible para que lo reconocieran en alguna ocasión.

—Señores. Espero que sepan respetar a su compañero.

Todos los presentes hicieron una profunda reverencia ante la voz de la persona por la cual esperaban. En lugar de aparecerse por la puerta delantera, el Daimyo comenzó su recorrido por la parte posterior del salón, y empezó su reconocimiento visual a los asistentes.

—Daimyo-dono. Todos esperan sus palabras para comenzar.

—Isamu. Sólo estoy comprobando que sean las personas adecuadas para recibir la noticia.

—Será parte de la reunión, y esperamos que cumpla con sus expectativas.

—Lo hará cuando vea resultados.

El hombre de mediana estatura tomó asiento de manera excéntrica en el amplio cojín preparado al frente de los asistentes, fue un movimiento en media vuelta que lo hizo caer sentado ahí y lo obligó a poner un rostro de fastidio. Su conjunto de vestir completamente blanco y con una pequeña gorra en forma puntiaguda, daba la imagen del terrateniente de siempre que irradiaba extrañeza entre sus seguidores.

—Si me permite la palabra —indicó, Isamu. Se dirigió verbalmente al Daimyu—, quisiera agradecer su asistencia y comenzar con la explicación por la cual están aquí.

—Adelante Isamu, me ahorras algo de tiempo para resaltar los detalles importantes.

—Si algo aflige a nuestro señor, estamos para servir en lo que necesite —intervino, un oficial. Hizo una nueva reverencia.

—Tomaremos su palabra Aoyama. Es un tema delicado, que deberán tomar con discreción.

Las murmuraciones se extendieron rápidamente entre los presentes. Las guerras civiles eran parte del pasado, y a la fecha, sólo se desarrollaban cortas batallas por la expansión de los dominios de la casa principal, pero era un tema que se mantenía en extrema cautela. En espera de una respuesta, el hombre mayor hizo referencia a la necesidad de reserva y no debían generar mayor alerta entre sus conocidos.

—En las últimas semanas, hemos recibido un indeseado visitante que ha tenido el descaro de pasearse por la casa principal en busca de información, que en su mayoría desconocemos. —Comenzó con la explicación Isamu. Vertió en sus palabras la determinación que el caso requería—. Como ustedes verán, no se alertó a nadie sobre el tema porque no hubo necesidad de generar molestias entre los Samuráis, y un ser tan insignificante, no debería causar mayores complicaciones. Sin embargo, lo ocurrido hace un par de días, nos ha hecho llamarlos y explicarles la situación que aqueja los pensamientos de nuestro señor. La situación política ha sido por muchos años favorable, pero a su vez ha generado desertores en contra del Daimyo.

—¿Quieres decir que aquel visitante está generando problemas a nuestro señor?

—No sólo problemas, sino que en cualquier momento puede esperarse un ataque directo de su parte, y no debemos permitirlo.

La sorpresa y las murmuraciones no se hicieron esperar, sobre todo por el atrevimiento de este ente desconocido que pudiera atentar contra la vida de su señor. En el tiempo que estuvo en las tierras del Daimyo, todo parecía tan tranquilo que le empezaba a generar preocupación. Que lo trajeran para escuchar aquella historia era una medida desesperada.

—Si me lo permite, Isamu-dono. —Pidió la palabra, Amidamaru. Recibió un asentimiento por parte del oficial, y añadió—: Escucharemos cualquier detalle que tenga sobre esta persona.

—No veo porque el interés de saberlo Samurái —intervino un hombre.

—Información adicional nunca está de más.

—Para alguien que recién se una a…

—No tiene por qué cortar la motivación del muchacho, Takeda —interceptó, Isamu.

—Lo siento.

Era bastante notorio que no tenía el agrado de muchos de los asistentes, y lo veían como una persona que no merecía estar en la reunión o lo creían de pobres habilidades para realizar una labor así. De todas maneras, no quería quedarse callado.

—Tenemos una imagen retratada a mano en la última infiltración —aceptó, Isamu—. Sin embargo, independientemente de cómo luzca por fuera, es una amenaza latente.

—Si mi señor lo permite —añadió, nuevamente, Amidamaru—, nos gustaría contar con la menor pista posible. —Hizo una reverencia y notó como las miradas se dirigían hacia él.

—Para eso están aquí, así que no veo el inconveniente —rió el Daimyo. Hizo una seña, para que su guardia pasara las imágenes entre los asistentes, y añadió—: Escucharé voces de sorpresa, pero es una amenaza que debemos neutralizar.

En la imagen, se dejó apreciar la figura de una mujer de traje negro, cubierta de pies a cabeza. Varias palabras irónicas acerca de su género no se hicieron esperar, así como comentarios sobre la falta de seriedad de la reunión. Él no podía juzgar en base al género, sólo debía importarle que aquella mujer fuera la causante de muchos problemas en las tierras donde vivía ahora. La noticia le parecía sorprenderte igual que a muchos, pero no debiera guiarse de las apariencias.

—Espero que se empeñen en apresarla. No necesitan matarla por si lo preguntan —inquirió el Daimyo en tono aburrido.

—Si se ha infiltrado, quiere decir que tiene información importante y sería imprudente deshacerse de ella.

—Podríamos darle un buen uso si no la golpeamos mucho —comentó en tono ácido un hombre. Se rió sonoramente y guardó la imagen dentro de su haori.

—Harán lo que se les plazca cuando la capturen y cumplan con su misión.

—Isamu-dono. Por la apariencia de la imagen, ¿es un ninja de algún clan en específico? —preguntó, Amidamaru después de revisar la imagen.

—Amidamaru. Tus preguntas son interesantes —aceptó, Isamu, con una sonrisa—. Sin embargo, es muy pronto para responderlas. Tómala como una mujer ninja, que no tiene moral y no dudará en matar a cualquiera que se interponga en su camino.

—Haremos nuestro trabajo y no dejaremos que se salga con la suya —intervino uno de los hombres.

—Sé que lo harán, y por ese motivo, evitaremos que personas ajenas a esta reunión se enteren del problema. Se prohíbe que se hable de este tema con alguien —ordenó, enfático—. El Daimyo se encuentra mortificado y no queremos generar pánico entre los habitantes, así que será mejor que cuando salgan de la sala, lo hagan con cautela.

—No le veo el mayor riesgo a causa de una mujer.

—Si tiene algún inconveniente puede retirarse, pero no puedo asegurar que sea caminando.

—No señor —se disculpó el hombre de manera nerviosa—, sólo fue un comentario. —Hizo una reverencia que bien podría pasar como súplica, cuestión que hizo sonreír a muchos de forma burlesca.

—Serán cautos, y deberán comportarse como siempre lo harían. Les aconsejo socializar un poco antes de ir a sus casas, será una buena forma de olvidar lo que hablamos aquí. Supervisaré que se haga cenizas la imagen.

Aunque muchos de los presentes se quejaron porque no tendrían el recuerdo de la mujer en el papel, se levantaron de sus cojines y caminaron hacia el oficial que los esperaba en la salida. Amidamaru no estaba seguro de seguir el consejo de su superior porque el presente problema le consumía la concentración. Se preguntaba cómo debería enfrentar ese tipo de información, sino podía compartirla. Tal vez necesitaba de su amigo para que le contara un chiste malo y olvidarse por completo de esto.

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Amidamaru caminó pensativo por las calles concurridas de la ciudad. Era mediodía y hacia hambre, así que decidió seguir hasta uno de los centros de comida. Quiso buscar a Mosuke para poder conversar, no directamente lo concerniente a la reunión, pero sí de algún tema que pudiera redirigir su mente. Seguramente debía estar en sus responsabilidades en el campo y no lo varía en el resto del día.

Iba a seguir hasta una de las casas contiguas, pero una voz conocida lo detuvo. Escuchó un fuerte golpe y el nombre de su amigo retumbando desde la puerta trasera del centro de comida. Encontrarlo no había sido tan difícil después de todo.

Una mujer joven con sartén en mano salió ofuscada por la puerta trasera, dando un golpe certero a la cabeza del hombre alto y vestido con su haori marrón de siempre.

—¡Qué le pasa! ¡¿Está loca?!

—¡No vuelva a regresar a este lugar!

—¡No he hecho nada!

—Todavía tiene el descaro de negarlo. ¡Hasta nunca!

—Qué carácter.

Viendo como la mujer cerraba la puerta sin nada de tino, decidió acercarse hacía su tan conocido amigo de infancia, que parecía de lo más concentrado en frotarse la roja mejilla, seguramente del inminente golpe que recibió de la encargada de la cocina.

—A ese lugar se va a comer, no a molestar —le dijo divertido por la escena.

—¡Amidamaru! —se sorprendió Mosuke—. ¿¡Viste a la loca!?

—No creo que lo haya hecho sin razón.

—¡Cómo te atreves a desconfiar de mí! Sólo le hacía un cariño, no era para que me pegara —explicó, confiado—. ¿¡De qué te ríes!?

Una inminente carcajada salió de entre sus labios al escuchar su manera de defenderse. Estaba seguro que si la mujer se fuera a quejar ante algún oficial, su amigo pasaría el resto de la semana entre barrotes.

—¿Me dirás que no fue para menos?

—Igual no tienes por qué burlarte.

—Mejor dejémoslo así y busquemos un nuevo lugar para comer.

—Este es el mejor, y no me voy a rendir hasta entrar —dijo con mucha decisión. Empezó su camino hacia la entrada principal.

—¿Quieres que uno de los oficiales te lleve?

Mosuke se detuvo en medio del siguiente paso al escuchar la voz de su amigo. Su frase lógica lo hizo retroceder hasta su posición inicial.

—Si lo pones de esa manera —rió nervioso, y repasó la mano por la nuca—. Además, ni creas que es porque tengo miedo.

—Nunca pensaría algo semejante.

—Más te vale. Quiero comer tranquilo y llenarme lo suficiente para el pequeño paseo de más tarde. —Comenzó su camino hacia el otro lado de la calle, que fue seguido por Amidamaru.

—¿Paseo? —preguntó extrañado.

—Cierto, no te comenté —Tuvo que rascarse la mejilla preso del nerviosismo—. Más temprano me encontré con Urashima y Junsuke. Nos hicieron una propuesta que no pude rechazar.

—No tenías por qué responder por mí —dijo, en voz sarcástica.

—Sé que aceptarás sin poner peros. Lo harás porque tu gran amigo lo pide.

—¿Puedo saber de qué trata?

—Veras… —continuó— es sobre un paseo, nada del otro mundo. Sólo caminar unos kilómetros de aquí hasta encontrar una casa alojada en la tranquilidad del bosque, donde hay personal muy amable y con mucha motivación por ayudar a viajeros como nosotros, a olvidar cualquier pena que pudiera existir.

—¿En qué momento te volviste religioso? —cuestionó interesado. Tal descripción calzaba exactamente con el templo que terminaban de construir a las afueras de la ciudad.

—¡No hablo de ninguna religión!

—Si lo dices de esa manera, se me viene a la mente los trabajos que se realizan en la frontera.

—Está muy relacionado a ese lugar. Un oasis en la parte este, la más cercana al territorio. ¡Todo estamos muy animados a regresar!

Miró pensativo a su amigo notando el entusiasmo con el que le mencionaba ese lugar como si hubieran ido antes, pero no podía recordar cual era. Trató de juntar la información mientras hablaba y lo convencía de ir nuevamente, pero no pudo conectar nada hasta que escuchó la palabra 'mujeres' que era de esperarse de alguien como Mosuke, que tenía una manía de recibir un buen golpe, así como la encargada de la cocina.

—No creo que participe.

—¿Por qué no? Cualquier momento es bueno.

—No después que… ¿No tuvieron suficiente la última vez? —Cambió de tema alarmado. Notó que estuvo a punto de soltar información de lo conversado con sus superiores. Él no era de ocultarle muchas cosas a su amigo, pero estaba indeciso si hacerlo o no, porque las órdenes fueron claras. Le recalcaron muchas veces que debía llevar una vida normal como si la reunión nunca se hubiese dado.

—Nunca será suficiente cuando se trata de pasar un buen momento y no es necesario hacerte recordar que te divertiste.

—No lo menciones. —Evitó que un sonrojo se acumulara en sus mejillas, y volteó el rostro hacia otro lado mientras tosía levemente.

—Estoy seguro que te quitaron lo aguafiestas —rió, Mosuke. Le dio unas palmadas en la espalda por su expresión sincera—. ¿O me vas a negar que no te gusta ese tipo de reuniones?

—Eso no ha cambiado —aceptó—, pero sería más sano si los demás recordaran sus nombres al día siguiente. Si sabes a lo que me refiero.

—Prometieron que esta vez sería diferente. Regresaremos enteros y sin un rasguño.

Se quedó callado ante la promesa que no parecía convincente. Recordó, la última vez, que lo animaron a que mostrara sus habilidades con la espada y así pudiera captar la atención de las féminas ahí presentes, pero se mantuvo renuente a hacerlo porque no era un juego. Posteriormente, a Mosuke no se le ocurrió mejor idea que empezar a jugar con el arma, lo que causó una pelea innecesaria con un samurái en otra mesa. Todo terminó en su demostración sin que lo quisiera, Sake por montones, y sobre todo, en una posición que mejor no recordaba; en una habitación y con una mujer que ni siquiera conocía.

—No sé por qué —rió, Mosuke, curioso—, pero algo me dice que estas recordando. —Lo miró de reojo y golpeó con su codo parte de la armadura que llevaba en ambos brazos.

—¡Claro que no! —Se sorprendió, nervioso. Tuvo que caminar más rápido hacia el establecimiento.

—Niégalo las veces que quieras, no te dejaré de molestar hasta que vayas.

—Sería más saludable elegir otro lugar.

—¿Qué tiene de malo ese? —insistió nuevamente, y le siguió el paso rápidamente—. Quien sabe, podríamos perder la oportunidad de encontrar a la mujer de ensueño.

—Ahí no la encontrarás.

—¿Y quién dijo que no podíamos probar hasta que llegara?

—Eso dile a la encargada de la cocina.

—Cómo te atreves a mencionarla, ¡Midori-chan siempre es muy injusta! —se quejó Mosuke,—¡Amidamaru! ¿Qué puedo hacer para convencerte?

—Olvídalo Mosuke, no iré.

Terminó de decir muy seguro. Había dado su palabra que se comportaría como normalmente lo hacía para no generar sospechas, pero que su amigo le sugiriera ir a ese 'pecaminoso' lugar, no era una grata opción cuando se trataba de un Samurái que daba el ejemplo. La frontera era n lugar peligroso y Mosuke insistía tanto en que fuera por ese motivo, a manera de protección. En su cabeza debería estar clara la opción de quedarse en su habitación y dejar que los demás vayan a su supuesto viaje de relajación. Tenía que ser muy cauto.


-Continuará-


N/A: Una historia nueva de lo sucedido con Amidamaru. Ligando la parte original contada por el autor, usé algunos huecos para formar este fic. Personajes nuevos e ideas lo que pudieron ocurrir.

Espero que les haya gustado mi historia.

Hasta el próximo capítulo.