Hola a todos, tengo una historia de esas raras que se me ocurren de vez en cuando, ya esta terminada y estaré subiendo un capítulo por semana aproximadamente. Ojalá que les guste.

DISCLAMER.- Todo lo que puedan reconocer le pertenece a J.K. Rowling, la Warner y no sé a quien más, yo solo escribo por diversión y sin ánimo de lucro. La estrofa del principio de la historia le pertenece al grupo Sylvania y se llama No Sé Que Será De Mi.

Este trabajo está dedicado a Violette Moore por ser el ánimo de todas mis historias, aun y cuando no le gusten XD.


OTRO LUGAR

por

Adrel Black


SAN MUNGO

Hoy de nuevo desperté

y tú no estabas ahí.

Hoy volví a comprender

que esta vez te perdí,

que no tengo a dónde ir.

(No Sé Qué Será De Mi, Sylvania)

Cuando vimos a Voldemort caer el tiempo pareció detenerse, de pronto en mi cabeza algo hizo un click y tomaron lugar todos los sucesos que habían ocurrido. La muerte de tantos conocidos y desconocidos, anónimos a los que olvidaríamos y héroes a los que recordaríamos.

Cuando Voldemort cayó fue como si también cayera el peso de todo lo visto y vivido en los últimos meses. Cuando Voldemort cayó, lo único que pude hacer fue salir corriendo a la casa de los gritos en búsqueda de él. Ron me seguía de cerca aun sin entender por qué corría, sin comprender por qué lo había rechazado, Luna nos alcanzó después.

El Profesor Snape respiraba quedamente, en medio de un charco de sangre, su cuerpo por momentos se convulsionaba, yo lloraba sin que mi cerebro tuviera la gracia de tomar una decisión, solo acariciaba su pelo intentando confortarlo.

Luna, luciendo como siempre fuera de lugar, fue quien invocó una camilla. Lo acomodé lo mejor que pude y luego de hechizarla para que flotara salimos de ahí con rumbo al castillo.

—De prisa, de prisa —les decía yo, sin parar de llorar, era consciente de la forma en que Luna y Ron me miraban pero no podía detenerme, cómo podría parar si el hombre al que amaba estaba a punto de morir. Iban a quitármelo sin que yo nunca hubiera tenido agallas de decírselo.

Nadie de los medimagos que estaban en Hogwarts lo atendió, al ver sus ropas bañadas en sangre y la enorme mordida que Nagini había dejado en su cuello, todos negaban con la cabeza y se iban a buscar a otros heridos que atender, a buscar heridos a los que aun se pudiera salvar. Hubo incluso uno que se atrevió a sugerir que lo mejor era que termináramos con el sufrimiento que Snape estaba sintiendo.

— ¿Matarlo? —grité, no estoy segura, creo que lo hechicé, pero estaba tan aturdida que no podría asegurarlo.

Lo miré de nuevo, su cuello era un amasijo de piel rota e hilos de sangre. Intenté pensar con claridad, que la histeria no me dominara. No podía rendirme, sin saber muy bien como, pues era la primera vez que intentaba aparecer con algún objeto, aparecí en San Mungo, herido y camilla incluidos. Aun cegada por la adrenalina, pedía con voz trémula a cualquiera que se cruzara conmigo en el vestíbulo de San Mungo.

—Por favor —pero los medimagos atareados, iban y venían sin tomar en cuenta a una joven llena de tierra y sangre y a un casi-muerto que la acompañaba. A situaciones desesperadas, me dije, medidas tremendamente desesperadas. Saqué la varita, haciendo que brotaran chispas rojas, todos en el vestíbulo de San Mungo me miraron, algunos hicieron amague de sacar sus varitas, mientras yo apuntaba a un medimago —escuche —le hablé al hombre que me miraba con los ojos como platones traté de sonar razonable y no como una loca —soy Hermione Granger —los que miraban hicieron gestos de reconocimiento, claro, mi cara estaba entre los más buscados, justo al lado de la del famoso Harry Potter —necesito que ayude al Profesor Snape.

Bajé la varita un poco, en señal de paz, pero preparada por si alguien intentaba atacarme, el medimago asintió aun azorado y se llevó al Profesor Snape, empujando la camilla con la magia surgida de su propia varita, hacia una habitación mientras yo lo seguía. Una enfermera se nos unió en el camino. Cuando cruzaron la puerta de la habitación, la mujer casi me la cerró en la cara.

—Espere —le dije.

—Usted no puede entrar —me respondió ella.

—Pero…

—No puede entrar —insistió desde la puerta entreabierta y me dejó afuera.

Me abracé el torso, como si con ello pudiera mantenerme entera. El tiempo pasó, mientras yo seguía parada en el pasillo, medimagos entraban y salían, pero nadie me decía nada, intenté pensar en la victoria, en la caída de Voldemort, pero el rostro de Snape, pálido y moribundo se cruzaba en mis pensamientos.

—Han traído a Harry Potter —dijo uno de los medimagos, desde la entrada del pasillo, lancé una mirada, mi amigo entraba caminando apoyado en Ron, me dirigió una sonrisa dolorida y se dejó llevar hasta una habitación un poco más allá.

Quise sentirme culpable por haberlo abandonado en Hogwarts, pero la verdad es que no lo sentía, demonios, todo lo que quería era poder decirle a Severus Snape que estaba enamorada de él.

Me derrumbé en unas sillas que había en el pasillo, entonces… la oscuridad me engulló.

.o.O.o.

Desperté de golpe cuando un par de medimagos salieron de la habitación en que permanecía el Profesor Snape, luego la enfermera, todos bajaron la mirada cuando se cruzaron conmigo, ninguno hablaba y obviamente, ninguno me dijo qué había sucedido. Fui hasta la puerta y entré, el medimago al que había amenazado con mi varita me miró, por primera vez noté lo joven que era, negó con la cabeza, estaba cubriendo a Severus Snape en ese momento con una sábana blanca.

Su propio uniforme de San Mungo estaba salpicado de sangre, no quise mirar la camilla donde sabía estaba el cuerpo de mi Profesor.

—No había nada que hacer, —murmuró muy despacio.

En silencio las lágrimas rodaban por mis mejillas, de pronto de mi boca salieron las palabras antes de que pudiera contenerlas.

—Pero yo tenía… —dije en un susurró luego me mordí la lengua tragándome de nuevo lo que me carcomía el alma, ahora ya no tenía sentido, —… algo que decirle —lo dije como si aquellas palabras pudieran dar marcha atrás a todos los acontecimientos.

—No hay nada que ver aquí —me respondió el joven medimago tomándome por el codo, invitándome a que me retirara.

— ¿Podría permitirme un momento? —Él parecía indeciso —solo un minuto —insistí, asintió en silencio y abandonó la habitación, dejándome sola con mis remordimientos, con todas mis culpas, con las palabras que ahora tendría que tragarme.

Descorrí la sábana blanca para ver su rostro, lo miré, de algún modo yo sabía desde el principio, que no había magia capaz de salvar al mago que yacía roto en aquella habitación de San Mungo, pero debía intentarlo, se lo debía, ahora, estaba ahí inmóvil, inerte, con los ojos negros aun abiertos y la vista fija en un punto indefinido del techo. ¿Por qué ni siquiera se habían tomado la molestia de cerrar sus ojos? Sus ropas siempre pulcras se veían cubiertas de tierra y su camisa blanca e impoluta estaba ahora manchada del rojo de su sangre, su cuello aun desgarrado, lo sacudí, lo acuné, pero no había manera de que él volviera. Luego simplemente cerré sus ojos y me puse a llorar.

—Hermione —Ron estaba parado en la puerta mirando como lloraba sobre el cuerpo de Snape.

Pero no dijo nada, no había nada que decir, sé que Ron esperaba que estuviéramos juntos, sé que era lo que él deseaba, pero en mi no había nada para mi pelirrojo amigo. ¿Que podría ser importante decir?, era obvio donde estaban mis prioridades, había abandonado a mis amigos en Hogwarts para correr hacia San Mungo con Snape herido de muerte. Incluso ahora mientras Harry estaba convaleciendo en alguna otra habitación yo a quien acompañaba era al cadáver de mi Profesor.

Ron bajó la mirada sin decir otra palabra y se retiró del portal. Agradecí en silencio que se fuera, aquel momento era tan íntimo, no deseaba que nadie fuera testigo de mi dolor punzante.

Miré de nuevo a Severus. En su entrecejo una arruga había quedado marcada de tanto fruncir el ceño, a pesar de eso, tenía un aire de tranquilidad que le quedaba extraño. Ya no parecía esa alma atribulada que yo siempre había asociado con él. Quizás fuera que su alma ya no estaba ahí, ¿dónde estaría ahora?, en el paraíso, el infierno, el purgatorio.

Acaricié su mejilla que se enfriaba sin remedio, se había ido y ahora ya no había marcha atrás, cerré los ojos muy apretados, parte de lo que me ataba a desear terminar la guerra era poder decirle lo que sentía, confiaba en él, confié en él hasta el último momento.

No sabía cómo me había enamorado de él, fue algo que comenzó con la llegada de mi carta de Hogwarts, no sabía en qué momento había ocurrido, siempre supe que había algo especial, algo esencial, pero no logré entender hasta que punto era aquello profundo sino hasta que asesinó a Dumbledore. Fue entonces cuando lo supe, supe que había algo más, que solo la admiración que yo pensé de principio.

Y ahora ya no habría momento de decirlo porque él se había ido.

Porque él me ha dejado.


De verdad creen que soy capaz de asesinar a mi querido Snape.

Ya lo verán.

Adrel