Este es mi primer fanfiction juego de tronos, espero que os guste. espero no os decepcione. Por desgracia no poseo los derechos de Canción de hielo y fuego ni de los personajes. Espero que disfruten de esta historia.
NADIE
Recorría el sucio laberinto de casas, los gritos y llantos abundaban por esta zona de Desembarco del Rey, me encuentro en el lecho de pulgas, cada rincón apesta, a pocilgas establos y curtidurías. Buscaba entre las viejas tabernas y burdeles a la persona que había preguntado por mis servicios. Debía ser un noble por la gran suma de dinero que ofreció a la Casa de Blanco y Negro. Aunque aún no se cual es mi misión el Dios de Muchos Rostros proveerá.
Cuando entre en la taberna aun no había llegado el contratista, me senté en un lado de la barra y me quede hablando con la camarera como un buen galán, el joven y apuesto Adrian así trata a las mujeres para conseguir todo lo que necesita. Una vez que estuve servido empecé a observar con detenimiento el bar. Era un antro sin nada destacable. Un fuerte olor a alcohol, sudor y carne quemada abunda en la sala. La comida era devorada por un par de comensales en el centro de la sala. Por sus vestimentas no creo que hayan probado nunca una mejor, debido a sus posturas, el hollín en el pelo y callos en sus manos debían de ser herreros o aprendices.
El tren de pensamiento de nadie fue interrumpido con la llegada de un fuerte y corpulento hombre a la taberna. Se notaba a leguas que este caballero no pertenecía aquí, aunque se aprecia el intento. Vestía ropas raídas y una capa cubría parte de su rostro, pero el olor a limpio y sus pasos decididos, lo delataban como un caballero honrado o incluso un noble. Se sentó en una de las mesas de la esquina. Mirando a todos como si buscara a alguien. Este hombre debía de ser el noble más rígido de los siete reinos. Se notaba que no había hecho nada igual en su vida.
Adrian le pidió a la camarera con una sonrisa, si le podía llevar una cerveza al hombre solitario que se sentaba en la esquina del bar. Con un fuerte sonrojo dejo de hacer todo lo que estaba haciendo, para servir al caballero.
Observé su reacción desde la distancia, el primer sentimiento que expreso fue la confusión, pero el gesto fue rápidamente sustituido por una expresión de desconfianza. Hombre listo. Me quedo estudiándolo detenidamente. Minutos más tarde, cuando aprendí todo los secretos del hombre decidí hacer mi aparición.
- ¿Que desea la noble mano del rey de un humilde siervo del Dios de los Muchos Rostros? - pregunto en una voz llana. Si estaba desconcertado lo oculto muy bien bajo una estoica cara, pero yo lo leí cual libro abierto. Sutilmente el norteño dejó una bolsa de dinero al lado de la cerveza.
- No deseo sus servicios de asesino, solo quiero la protección de mi hija.- ahora fue el turno de nadie para arquear una ceja.
- Normalmente ayudamos a otorgar el don a la gente, no ayuda a conservar la vida.- Respondió el Hombre sin rostro.
Nadie observo más detenidamente al hombre sentado en frente suya, parecía preocupado, y mayor. Este señor no estaba hecho para bailar al son del juego que estaba a punto de comenzar. Se sentía intrigado en porque el hombre pide ayuda de nadie en la protección de su hija y no confía en sus propios caballeros.
- ¿Por qué yo? ¿Por qué confiarías la seguridad de su señora en un asesino y no en un caballero?- Pregunto intrigado, sin esperarse la reacción del noble.
- Jajajajaja! No es una dama, ella se empeña en recordármelo constantemente. Es una guerrera. Es una joven lobo- esto último lo susurro como si estuviera hablando para si mismo.
No sabe porque pero el hombre sin rostro sintió curiosidad. No está bien, nadie lo sabía. Pero este noble no es normal, este hombre en frente suya era interesante. Encontraba una nobleza salvaje rara de ver en las persona. Y la hija de este debía ser incluso más excepcional. La curiosidad pudo con el asesino.
- Si hipotéticamente acepo ¿cómo voy a acercarme a ella para protegerla?- preguntó el hombre sin rostro bebiendo de la cerveza aun intacta sobre la mesa.
- Serás su profesor de Danza. – dijo Ned simplemente con una sonrisa sarcástica.
Nadie no podía sorprenderse aun más, ¿danza? Empezaba a cuestionarse la cordura del hombre. Pero una vez que el norteño empezó a explicar su plan, una sonrisa se dibujo en su rostro sin el consentimiento de nadie. Volvía a sentirse como un niño planeando una travesura.
Espero que les haya gustado, se agradecen las críticas y hasta mi próxima publicación.
