Hola, hola! Sip, otra vez yo. Las saludo desde el más acá, jajajajajaja. Pues en realidad no recordaba qué más tenía que publicar, pero recordé quee habían pedido, y yo había prometido publicar también aquí este fic. Espero que lo vuelvan a disfrutar así como yo disfruté muchísimo al escribirlo. Aún no está terminado, me ha tomado más tiempo del que planeaba, pero mi vida a tenido algunos cambios que solo me permiten escribir muy poco cada día. Pero como siempre he dicho: si Dios me permite la vida no lo dejaré incompleta. Así sin más...
La voz de mi corazón.
Por Lu de Andrew
Capítulo 1
OoOoOoOoOoO
"William Albert Andrew, excéntrico multimillonario con intereses financieros, en diversos negocios. Desde que se presentó en sociedad, hace algunos años, ha puesto el apellido de su familia en lo más alto en el entorno financiero. Un hombre que se ha hecho a sí mismo. Vive en el exclusivo barrio residencial de Chicago. Soltero con 32 años, mide un metro noventa y dos, le gusta practicar ejercicio al aire libre, se ha convertido inevitablemente en el "soltero de oro". El casi viudo..."
Al llegar a esa parte, Candy dejó de leer el periódico. No podía creer que algunos periodistas tuvieran tan poca ética profesional, y tuvieran que hacer esa clase de comentarios para vender.
-Bueno, en vez de periódico parece una revista de citas, ¿No crees soltero de oro?-Bromeó ella. Quería relajar el ambiente, que de pronto se había tornado pesado.
Era sábado y como cada mes, estaban en el lujoso restaurant, donde se reunían desde hace algunos años. Costumbre que había adoptado Joselyn Rogers, prometida de Albert. Ella y Candy se habían hecho muy buenas amigas, al menos Joselyn no era como las típicas señoritas estiradas que asistían a las reuniones y fiestas que tenían como único objetivo cazar a William Andrew.
Sin embargo, Joss, como le decía cariñosamente Albert, era totalmente diferente a todas ellas. Incluso era muy diferente a Candy misma. Alta, castaña, ojos color miel, con el pelo lacio y brillante. Compartía los mismos intereses con Albert, amaba la naturaleza y a los animales. Pero además era una mujer culta y refinada, educada en las mejores escuelas americanas. Para Candy no había sido difícil descifrar el por qué su gran amigo había puesto sus ojos en ella. A tal grado de pedirle matrimonio.
Matrimonio que no se llevó a cabo. Lamentablemente, dos semanas antes de la boda, ella perdió la vida en un accidente. De ahí el otro sobrenombre por demás odioso: " el casi viudo". Su muerte, dejó a Albert sumido en una terrible tristeza. Candy había estado con él todo ese tiempo, y cuando llegó el momento de que ella regresara a la universidad, en Nueva York, Albert le propuso seguir la costumbre de Joss. Mientras ella continuaba sus estudios, él viajaría hasta la ciudad, y cuando ella se recibió como doctora, y aceptar el empleo que le ofreció el hospital Mercy, se turnarían un mes y un mes. Este mes le tocó viajar a ella.
-Candy, será mejor que no vuelvas a llamarme así. De haber sabido ibas que traer esa basura no hubiera venido- Le dijo con una sonrisa, no podía enojarse con ella.
-Pues me alegro que hayas venido. Así me dejas saber cómo has estado- Albert sabía que no se refería a su vida en general. En realidad lo que ella quería saber era, como estaba después de la muerte de Joss acaecida dos años antes. Era la misma pregunta de siempre, se daba cuenta que su amiga se preocupaba por él, y se lo agradecía. Pero en esa ocasión él no quería tocar ese tema. Por eso prefirió cambiar radicalmente de tema.
-Mejor cuéntame como va todo con Edward- Y tal parecía que los rubios estaban tocando temas de los cuales no querían hablar. Al menos de eso se dio cuenta Albert, al ver la cara de Candy. Y entonces supo que ella tenía algo que decirle, pero no lo haría hasta que se relajara. La conocía como a la palma de su mano. No en balde habían vivido juntos por casi un año.
Candy no quería tocar ese tema, aún. Y afortunadamente, fue salvada por el camarero. Albert pidió dos emparedados de langosta. Mientras se los servían charlaban acerca del trabajo en el hospital. Ya tenía casi un año de que se había graduado de médico, y Albert podía ver como al hablar sobre esta nueva etapa en su vida, a Candy se le iluminaba el rostro.
Minutos más tarde una sombra se proyectó sobre la mesa. Albert levantó la vista pensando que era el camarero, pero en su lugar apareció una pelirroja de unos veinte años.
-¿William Andrew?- Preguntó con un tono sensual en la voz, ante la mirada atónita de Candy. ¿Es que ni siquiera los iban a dejar comer a gusto?
-Así es, y ella es la doctora Candice White- Contestó haciendo un ademán con la mano señalando a Candy. Candy quiso estrecharle la mano, pero la pelirroja, viéndola despectivamente de arriba a abajo, dirigió su vista a Albert.
-Hola soy Deborah Sanders, de los Sanders de Nueva York. ¿Te gustaría cenar en mi casa? Esta noche de preferencia, o la noche que tú quieras. Yo estoy disponible.
-Mire señorita Sanders, de los Sanders de Nueva York. Le agradezco su invitación, pero voy a tener que declinarla- Contestó hastiado y viendo significativamente a Candy.
-Está bien- Le dijo, mientras valoraba con la mirada a Candy.-Pero aquí está mi dirección, por sí cambias de opinión.-He inclinándose, le puso la tarjeta en el bolsillo de la chaqueta, dándole una vista panorámica de su escote que no era muy recatado para la época. ¡Dios santo! Pensó Candy, si la tía abuela viera a esa chica actuando así, de seguro la mandaba directito a la Antártida, para bajarle el calor.
Tuvo que sofocar una carcajada ante esa idea, Albert la vio frunciendo el ceño. Una cosa es que no le interesaran ese tipo de mujeres, pero no era de piedra.
-No se te ocurra decir nada- le dijo una vez que la pelirroja se fue.
-Yo no pienso decir nada... solo que yo no tengo la culpa que seas el "soltero de oro"-Le aseguró con una sonrisa burlona en el rostro.
-Candy...
-Es la verdad.
-Candy, si me sigues diciendo así...- se detuvo por unos segundos, para meditar bien con qué la amenazaría- le diré a la tía que te mueres por pasar unos días con ella, y acompañarla a sus fiestas y reuniones, con sus amigas las estiradas.- Ahora era él quien se burlaba.
Candy puso una cara de horror. La tía abuela había cambiado con ella para bien, después que se enterara que ella lo cuido tanto tiempo, mientras sufría de amnesia. Y sin la presencia de los Leagan, que ahora lo único que los unía con los Andrew era el parentesco, la relación entre Candy y Elroy se había estrechado más. Sin mencionar que, hasta cierto punto Elroy se sentía orgullosa de Candy por haberse graduado con honores, y ahora ser una excelente doctora. Además de que se le conociera como la doctora Andrew. El apellido ante todo.
Aunque Candy seguí evitando las fiestas. Una cosa era que fuera una doctora, viviera sola y con dependencia económica, y otra muy distinta que no siguiera siendo atolondrada hasta cierto punto, y que le siguiera gustando trepar a los árboles, visitar el hogar de Ponny y competir con Tom para ver quien era mejor lazando. Así que lo que significaba para ella el pasar tiempo con la tía abuela, era sinónimo de aburrición, comportarse en todo momento, sonreír no carcajearse, ser refinada y de buenos modos. Y eso le costaba un montón de trabajo. Sin pasar por alto, el interés excesivo de ciertos caballeros, en edad casamentera, que no la dejan ni a sol ni a sombra. A lo cual la tía, la instaba a tratarlos, pues ya estaba en edad de casarse.
-No te atreverías-Contestó un siglo después de meditación.
-Jajaja- río Albert- sígueme diciendo soltero de oro-Y se encogió de hombros.
-Eso... eso es... chantaje- chilló Candy.
-No estimada doctora Andrew, eso es ser un buen hombre de negocios.
-Sí claro, ríete. Veremos quien te atiende la próxima vez que te resfríes.
- Oh no por favor- Dijo Albert con tono dramático sin ocultar la burla- no me prives dela oportunidad de que contar con una hermosa doctora, solo para mi- Cambiando el tono de su voz y su semblante dándole a entender a Candy que estaba hablando muy en serio.
Candy no pudo evitar ponerse roja como un tomate. Siempre le pasaba eso cuando Albert le daba algún cumplido. Y últimamente era muy seguido. Algo raro, porque ni siquiera con Edward, su actual novio le sucedia. O con Terry. Y como si Albert le hubiera leído la mente le preguntó:
-¿Has visto a Terry?
-No. Tiene meses que no nos vemos. Sabes bien que nuestros horarios no ayudan mucho para que lo hagamos.
-Nunca entendí porque si te fuiste con él a Nueva York, no hayan resultado las cosas entre ustedes.
-Para empezar, yo nunca me "fui" con él. Tú mejor que nadie sabe que todo fue una coincidencia. ¿O ya se te olvido quien me instó a matricularme en la universidad? ¿Quién me ayudó con el papeleo y me ayudó a instalarme? Fuiste tú. Lo demás fue una mera coincidencia.- Contestó pensativa, mientras llegaba el mesero y les servían.
Y vinieron a su mente los recuerdos de aquellos días.
***Albert había salido de viaje, y ya pronto regresaría. Ella estaba feliz porque acababa de recibir la carta donde le informaban que había sido aceptada en el Geneva Medical College, en Geneva Nueva York.
Albert, como siempre, le había ayudado a recuperar su empleo en el hospital Santa Juana. Sus días libres los ocupaba, para viajar al hogar de Ponny, y ayudar a sus madres con los niños y los enfermitos. Mientras que Albert, ocupaba su lugar como cabeza de los Andrew, tenía que viajar, pero siempre se mantenía en comunicación con Candy. Y cuando tenía oportunidad se reunían, y disfrutaban de su mutua compañía.
En esa ocasión, estaba atendiendo a una niña con un fuerte resfriado. Era su día libre, y se encontraba en el hogar de Ponny. De pronto entró uno de los niños corriendo a la habitación.
-¡Señorita Candy, señorita Candy!
-¿Qué pasa David?-Preguntó la rubia.
-Allá afuera hay un joven que pregunta por usted.-Candy instantáneamente pensó que era Albert y salió corriendo del lugar. No sin antes preguntarle:
-¿En donde está?
-En la colina.
-Gracias, David.
Llegó corriendo a la colina, y alcanzó a ver a un hombre de espaldas, pero al irse acercando más, se dio cuenta que no era Albert. Era un hombre alto de espaldas anchas y de pelo negro. ¿Acaso era? No, no podía ser, ¿o sí?
Él poco a poco se dio la vuelta y quedó frente a ella. Candy casi se cae de espaldas, no podía ser cierto. Un viejo sentimiento que creía olvidado desde hacía dos años, volvió a renacer.
-¡Terry!- Exclamó a punto del llanto. Sus ojos ya se habían cristalizado.
Él se acercó con lentitud a ella. Y ambos se perdieron en sus miradas.
-Candy- susurró él.
-Pe...pero ¿qué haces aquí? Creí que estarías con los preparativos de tu boda- ella había leído hace algunos meses el anuncio del compromiso de Terry con Susana.
-Al parecer Susana se dio cuenta que aunque me tuviera a mí, mi corazón nunca le pertenecería. Ella terminó con el compromiso Candy, yo nunca falté a mi palabra y traté de ser feliz pero, no podía serlo si no estabas a mi lado.- Terry no podía dejar de admirarla, los años habían sido muy benévolos con su pecosa, estaba muy hermosa.
-¿Quieres decir que no se casaran?
-Así es. Hace dos meses Susana rompió el compromiso, y me dejó libre. Ahora ella está viajando hacia Francia, al parecer quiere una segunda opinión médica.-
-Y tú viniste para...
-Para saber si tú aún... sientes algo por mí. Sé que ha pasado mucho tiempo, pero, yo no he dejado de pensar en ti. Dime Candy, ¿crees que todavía pueda tener una oportunidad?
Candy se quedó helada. Era cierto que al verlo, varios sentimientos volvieron a aflorar en su corazón. Pero ahora, ya tenía una vida, planes a futuro, ¿sería tan fácil intentarlo nuevamente?
-Yo... no lo sé Terry. Es decir, yo... lo que pasa, es que...- suspiró, ni siquiera podía poner sus pensamientos en orden. Además, ¿Y Albert?
-Escucha Candy- Le dijo tomándola por los hombros- sé que no es fácil. Vine aquí, de la noche a la mañana, y es lógico que tengas dudas, pero solo dime una cosa. ¿Sientes todavía algo por mí? Aunque sea un poquito.
Candy ya no contestó, Terry tomó sus labios y con dulzura deposito un beso. Un beso muy diferente a aquel beso robado. Y que al terminar, no recibió cachetadas por ninguna de las dos partes. Solo miradas llenas de esperanza.***
Candy no se decidió inmediatamente. Tenía mucho en qué pensar. Tenía que llegar Albert y darle la noticia que había sido aceptada. Tenía que tomar muchas decisiones.
Dos días después, llegó Albert y Candy le contó absolutamente todo. Él le dijo que si ella sentía algo por Terry, lo debía intentar, o tal vez después se preguntaría "¿que hubiera pasado si...?"Terry volvió a Nueva York, una semana después. Con una respuesta afirmativa de parte de Candy, ella llegaría un mes después, con Albert, pero iría directo a la universidad.
Terry estaba ensayando para una nueva puesta, así que se le haría difícil viajar hasta Geneva continuamente. Su relación seguía siendo como era al principio, por correspondencia. El tiempo no les permitía nada más, salvo las ocasiones en que podían viajar, y se veían. Ocasiones en que se trataban más como amigos que como novios. Y es que cuando Terry tenía tiempo de viajar para verla, Candy se preparaba para los exámenes. Y cuando Candy podía viajar, Terry, o estaba ensayando, o de gira.
Ninguno de los dos había podido renunciar a sus carreras, sin embargo, cuando se veían se trataban como los mejores amigos. Fue así como después de dos años de, "relación", hablaron francamente y decidieron terminar. Aunque propiamente dicho terminar era mucho decir, decidieron seguir como los buenos amigos que eran.
Fue en ese tiempo, en que Candy y Terry eran novios, cuando Albert había conocido a Joselyn.
-...Y me voy a pintar el pelo de color verde, ya no pienso usar ropa y viviré al aire libre - La voz de Albert la regresó al presente... y también le indicó que en todo ese tiempo, no le había prestado atención a lo que el rubio decía. Se ruborizó de inmediato.
-Oh Albert, lo siento mucho- Prefirió taparse la boca, porque no pudo evitar reírse.- En cuanto al color de tu pelo, lo prefiero rubio... no es la primera vez que vivirías al aire libre... y eso de no usar ropa...-¡Santo cielo! Candy se puso más roja, si aún se podía más. Se le puso la mente en blanco, tan solo de imaginarse el torso desnudo de Albert. Sí. La verdad era que su mente solo podía procesar esa imagen. ¡Gracias a Dios el mesero llegó!, ese mesero merecía una medalla del congreso. "Por salvar a una rubia con pensamientos impúdicos". Pero es que siendo completamente honesta, había visto a Albert sin camisa años atrás, cuando lo atendió como enfermera. Pero ahora era diferente, completamente diferente, aún a través de sus trajes se podía observar y sentir la musculatura del cuerpo de Albert. No sabía de donde había sacado su gran amigo esos músculos, que cada que lo abrazaba o tomaba del brazo, la hacía sentir sensaciones extrañas.
Sacudió la cabeza, ¿Cómo podía pensar así de su amigo? Y más si ella tenía novio. ¿Por qué nunca había pensado en Edward de esa manera?
-Al menos tomaste atención en lo último que dije- Comentó divertido Albert- Por cierto, ¿que me ibas a decir de la ropa?
-¿Eh? Nada, solo que nadie te tomaría en serio. Si ya pagaste, porque no nos vamos- Lo mejor sería cambiar el tema.
-Si será mejor. Y dime Candy, ¿qué pasa contigo y Edward? Y no me digas que nada, porque te conozco lo suficiente para saber que quieres decirme algo.- Él la tomó del brazo y se encaminaron hacia el automóvil.
-Es solo que... -Bajó la vista y empezó a juguetear con sus dedos- me pidió matrimonio. Le dijo viéndolo a los ojos. Albert se sorprendió. Nunca pensó que sería eso lo que había mantenido tan distraída a Candy durante la comida. ¡Pero sí ni siquiera comió! Se sintió incomodo, y de pronto le empezó a molestar la corbata. ¿Acaso estaba hiperventilando?
-Y... ¿qué le contestaste?- Se pararon a un costado del auto, ni siquiera hicieron el intento de subirse a el. Albert trataba de sonar lo más normal posible.
-Que lo pensaría. Se desilusionó un poco pero no puedo tomar una decisión tan importante sin pensarlo bien. Tú sabes que mi carrera es muy importante para mí.-
-Pero en este caso es muy diferente, los dos tienen metas similares. Ambos son doctores, deberías pensarlo bien, no te vayas a arrepentir- Contestó él tratando de ser imparcial, aunque su primer pensamiento había sido decirle que no se casara.
Y ahí estaba nuevamente, Albert le estaba diciendo lo mismo que le dijo de Terry. No te vayas a arrepentir. Pero, ¿y si se casaba y se arrepentía? Y, ¿por qué de pronto sintió deseos de escuchar de los labios de Albert:" no te cases"?
-Pues de verdad lo voy a pensar. No quiero equivocarme.
En eso una voz conocida por ambos, los interrumpió.
-Buenas tardes señorita Candy. William.
-Hola George- saludó Candy.
-¿George? ¿Qué te trae por aquí?
-Lamento interrumpirlos, pero la señora Elroy necesita hablar contigo urgentemente, William.
-¿Pasa algo malo George?-preguntó Candy.
-Salió algo mal en la reunión con el concejo, ¿verdad?-Se apresuró a decir Albert. Esa mañana, su tía había sido citada de manera urgente por los miembros del concejo. No quisieron que Albert la acompañara, y por la premura de su tía por verlo, sabía que las cosas no habían salido bien.
-Lo único que sé es que a tu tía le urge verte.
-Pero aún tengo que llevar a Candy a la estación- Dijo Albert.
-No te preocupes por mi, yo puedo ir sola.
-De eso ni hablar, ¿George podrías acompañarla por favor?-Le pidió Albert.
-Claro que sí. ¿Vamos señorita?
Candy y Albert se despidieron. Mientras se dirigían a la estación, Candy tenía en su memoria la cara de preocupación de Albert. Se vio tentada a preguntarle a George, pero sabía que no le sacaría nada. Lo mejor sería esperar.
Albert llegó hasta la mansión, su tía lo estaba esperando en el estudio.
-William, hijo, me alegra que George te haya encontrado. Lamento interrumpir tu momento con Candice, pero necesito decirte algo muy importante.
-¿Qué pasa tía? ¿Qué te dijeron los miembros del concejo? No pueden tener queja alguna, sus bienes están siendo bien administrados. Es más, nunca habían tenido tantas ganancias como ahora.
-No hijo, no tienen ninguna queja en cuanto a eso, es otra cosa.
-¿Qué es tía? Por favor, ya dímelo.
-Creo que lo que te voy no te lo esperas, pero, créeme que si lo pensé así, es porque es lo más conveniente. Y déjame decirte que ha sido mí idea.
-¿Qué es?-Preguntó Albert impaciente.
-Que tú y Candice tienen que casarse.
-¿QUEEEÉ?
CONTINUARÁ...
Hasta la próxima!
