Antes que nada he de decir que este es mi primer fanfic amo esta parejita y espero que les guste tanto como a mi.

Los personajes son propiedad de JK Rowling, yo solo aporto esta pequeña historia.

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Luna caminaba en dirección al lago, era de noche, ya casi era hora de cenar, pero quería caminar un rato, eso le servía a menudo para aclarar su mente y de paso ver si podía encontrar algún bowtruckle. Llevaba la camisa del uniforme arremangada y su corbata aflojada, no llevaba su capa pues la decisión de salir a caminar fue un poco repentina, incluso olvidó su bolso donde siempre tenía un poco de comida por si se llegaba a encontrar un animal indefenso.

La luna se veía enorme en el cielo y brillaba iluminando con su reflejo el agua. La joven respiró hondo mientras se acercaba, tratando de captar un poco de la brisa fresca que cubría su rostro delicadamente cuando notó que no estaba sola.

Frente a ella al final del viejo desembarcadero echo de madera se encontraba sentado un chico de cabello negro que llevaba el uniforme al igual que ella, y que a juzgar por su capa pertenecía a Slytherin. Rodeaba sus piernas con los brazos, miraba hacia el cielo como si tratara de ver algo. Daba la impresión de estar llorando, aunque no se escuchaba ningún sollozo o lamento, de echo estaba muy callado.

– Es muy bonito este lugar – dijo casualmente la rubia sentándose junto a él. – a veces vengo aquí cuando me siento triste, me ayuda a pensar. – el pelinegro se giró hacia ella sorprendió, pues no se había percatado de su presencia. Sus ojos azules irritados como si estuviera conteniendo las ganas llorar brillaban curiosamente con la luz de la luna. Al ver que no respondía continuó. – ¿estás afligido?

– Yo… – alcanzó a pronunciar, pero cuando se disponía a negarlo ella lo interrumpió.

– No es malo sentirse así a veces ¿sabes? – dijo mirándolo a los ojos, luego fijo su mirada al frente. – yo también lo he sentido, cuando pienso en mi madre, en el día que se fue… pero tengo a mi padre, y a mis amigos, ellos me hacen muy feliz.

– Mi padre jamás será un consuelo para mí. – rio sarcásticamente. – y no tengo amigos, no realmente… no tengo nadie a quien le importe.

– ¡Claro que lo tienes! Todos tenemos alguien a que nos quiere, alguien que nos escuche.– contestó Luna con una sonrisa.

– Pues yo no. – contestó fríamente.

– Bueno, yo puedo escucharte… si tienes algo que decirme, puedes hablarme de lo que te aflige si quieres. – le propuso sentándose como flor de loto para poder mirarlo mejor.

El pelinegro estaba realmente confundido, no sabía por que ella de repente se aparecía y le proponía ser su confidente, la conocía, la había visto cientos de veces en el castillo, jamás se habían dirigido ni una palabra, pero ahí estaba, perdiendo el tiempo esperando a que por algún motivo él decidiera desahogarse con ella, algo que por nada del mundo haría con Draco, con Blaise o Pansy, mucho menos con su padre.

Pero para su propia sorpresa estaba dispuesto a hacerlo en ese momento. Sus palabras dieron resultado, el chico decidió hablarle por primera vez a alguien de sus sentimientos. Giró su cuerpo y cruzó sus piernas al igual que ella. Estaban frente a frente.

– Hoy es el aniversario de la muerte de mi madre. – comenzó a hablar rascando la madera bajo él con su dedo índice sin atreverse a mirarla a los ojos. – Murió cuando yo era un niño, fue culpa de los mortífagos, mi padre, le es fiel a quien tu sabes, y ella pagó el precio de ese error. – soltó una risa triste. – aún así no le importó y sigue con esas estupideces de la sangre. – se detuvo un momento para respirar hondo. – tengo muy pocos recuerdos de ella, se fue cuando tenía cinco años. Desde entonces estoy solo – levantó su rostro y miró fijamente los tiernos ojos de la chica que lo miraba atenta.– pero si alguna vez hubo alguien que me amara… sé que fue ella. –

Volvió a agachar la cabeza, y no se percató de la manera en que Luna comenzó a verlo, lo hacía con una tímida sonrisa, agradecida por la confianza, sabía que él no era como los demás chicos de su casa, aunque fuera mayor y por ende no compartiera ninguna clase con ella lo conocía mejor de lo que los demás lo hacían.

Entonces decidió hacer algo.

Lentamente la pequeña mano de Luna se posó sobre la suya que aún seguía jugando con la madera. Fue a penas una leve presión sobre sus nudillos, pero para el moreno significó mucho más, nadie jamás había tenido ese gesto con él, nadie se había interesado por lo que sintiera, excepto su madre… y ahora ella.

– No estás solo Theodore. – le dijo sonriendo.

La repentina mención de su nombre le hizo levantar la mirada, no esperaba que lo conociera, mucho menos que supiera su nombre.

– Tu… ¿me conoces? – Preguntó.

– Claro. Eres Theodore Nott. – Contestó la rubia. – Eres de Slytherin, y vas un curso delante del mío, eres amigo de Draco Malfoy y de Blaise, pero casi siempre prefieres estar solo, también eres muy bueno en pociones. – terminó con una tierna sonrisa.

– ¿Cómo sabes todo eso? – cuestionó realmente confundido, pero también esperanzado. Ella se limitó a contestar

– Siempre habrá alguien que te cuida… aunque tu no puedas notarlo. – Entonces, algo conectó dentro del pecho del Slytherin, sentía entre una especie de felicidad pero también duda. Sabía que aquella frase no eran simples palabras de aliento, era una confesión… al estilo Lovegood pero sincera.

– Y tu eres Luna Lovegood. – dijo al fin y esta vez fue ella quien se sorprendió, no era nuevo que conociera el nombre de muchos a su alrededor, pero casi nadie se molestaba en recordar el suyo, sobretodo cuando la mayoría se dirigía a ella como lunática.

– Eres de Ravenclaw, ya sabía que vas un curso antes que el mío. – de nuevo se sorprendió, aunque cualquiera que viera su corbata sabría enseguida cual era su casa, era un poco extraño que supiera el curso en el que estaba.

– Te la pasas leyendo el quisquilloso al revés, y llevas ese collar de corchos para protegerte de los nargles. – apuntó con su índice izquierdo al pecho de la chica

– Así es. – contestó feliz, esbozando su ya típica y enigmática sonrisa, le alegraba saber que alguien en la escuela la notara sin el propósito de burlarse o insultarla y mucho mas que fuera él, era muy curioso de echo, tanto que no pudo evitar preguntar. – pero… ¿cómo es que lo sabes? – El chico sonrió de lado, y respondió.

– Siempre habrá alguien que te cuide aunque tu no puedas notarlo.

– Oh. – Soltó anonadada. Solo Oh pensó él, mientras se miraban en silencio únicamente interrumpido por el sonido de las pequeñas olas del lago y los grillos de los árboles cercanos.

En ese instante Theodore Nott supo que era su momento, el momento de tomar una decisión, y no tardó mucho en decidirlo.

Posó la vista en el lugar donde sus manos se unían y entrelazó sus dedos con los de ella. Luego miró sus bellos ojos azules, Luna pudo notar el dolor que había en ellos, pero también tenían cierto brillo esperanzador. Llevó su mano izquierda hacia la pálida mejilla de la rubia que miraba atónita sospechando lo que estaba por pasar, acariciándola con el pulgar poco a poco fue acortando la distancia que había entre los dos, hasta que sus labios se posaron cálidamente sobre los de ella.

Al instante como si el entorno estuviera de acuerdo cientos de luciérnagas aparecieron alrededor, iluminando y dándole un toque bastante romántico al lugar, cualquiera que viera la escena quedaría encantado, dos jóvenes besándose dulcemente bajo la luz de la luna.

Theodore acariciaba los labios de Luna con ternura y devoción, tratando de captar cada sensación que había en ello, jamás había sentido algo así por nadie, poder al fin estar con ella de esa manera después de tanto tiempo, de mirarla escondido tras una columna o un árbol, como lo hacía cada día desde que la vio por vez primera, era glorioso.

Ella le correspondía de una manera en que solo Luna Lovegood lo haría, cerrando los ojos y dejándose llevar, presionando suavemente la mano del chico tratando de suspirar de la emoción que sentía por aquel momento tan anhelado, aquel que nunca creyó que llegaría, por ese beso que tantas veces trató de imaginar, y que sabía exactamente como pensaba, sabía a magia, y a fuegos artificiales, a menta fresca con un ligero toque de pudín de chocolate.

Después de un tiempo considerable se separaron, la mano de Theo seguía sobre su mejilla que ahora estaba colorada, al igual que todo el rostro de la chica, él sonrió conmovido por ese gesto tan inocente, la rubia soltó una risita avergonzada contagiándolo al instante, primero nerviosos y luego felices, alegres de que ambos correspondían los sentimientos del otro.

– Tenemos que irnos, es la hora de cenar. – le recordó el chico poniéndose de pie y ayudándole a levantarse. – Aunque creo que comenzaron sin nosotros. Vamos, no quiero que tus amigos vean que no estas en tu mesa.

– Esta bien. – respondió mirándolo sin quitar su cara de felicidad. – Si quieres puedes sentarte conmigo mañana en el desayuno. – propuso. Theodore sonrió.

– Nada me gustaría mas señorita Lovegood. – dijo ofreciéndole su brazo para dirigirse juntos hasta el castillo, cosa a la que ella accedió de inmediato.

Nadie en el comedor se imaginaba lo que estaba sucediendo afuera en ese momento, tampoco esperaban ver a la mañana siguiente al Slytherin mas taciturno y solitario conversando alegremente en la mesa de Ravenclaw con la chica mas extraña del colegio, ni mucho menos que éste le robara un beso frente a todos. La sorpresa que se llevaron Draco y sus amigos cuando intentaron molestar a Luna, siendo atacados por un expelliarmus tan potente que los arrojó a tres metros de distancia cortesía de Theodore Nott.

Lo que si sorprendió a todos fue lo felices que se veían juntos, en el pasado nadie podría Creer que Nott fuera capaz de sonreír, mucho menos de amar, pero cuando estaba con Lovegood era el sujeto mas sonriente del planeta, y también el mas encantador, la sorprendía entre clases, abrazándola por la espalda al tiempo que besaba su coronilla, bailaba con ella bajo los árboles, la acompañaba a buscar sus extraños animales a cualquier hora del día e inclusive semanas después de su primer beso Draco se burlaba de Theodore durante la cena al ver que llevaba un collar de corchos idéntico al de Luna que por supuesto portaba con orgullo.

Pero a ambos les daba igual lo que los demás dijeran, porque se tenían el uno al otro y nada más importaba. En un mundo de luciérnagas y nargles no se necesitaba nada mas para ser feliz.

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Y bueno, este es mi primer fic, espero que les haya gustado porque disfruté muco haciendolo, por favor sean tan amables de decirme si les gustó o no en los comentarios,