Había tantos problemas con aquello, a Tony no le alcanzarían los dedos de la mano, para contar cada uno de los inconvenientes de lo que estaba ocurriendo. Estaba sospechando incluso, que podía considerarse traición, ya que no conocía bien las leyes de ese pueblo aún. Pero estaba seguro, que allí, en Nueva York y en China, lo que ocurría, no era el mejor ni el más apto de los escenarios.
Era una basura, o al menos así se sentía. Porque alguien con un mínimo de conciencia moral, no llevaba a cabo actos como esos. No llevaba a la gente a cometer locuras de ese tipo, muchos menos participaba activamente en ellas. Pero allí estaba, y en ningún momento se negó, en ningún momento se dijo –hey Tony, esto no está bien- por el contrario, sólo se dedicó a sentir, a dejarse llevar por algo que seguramente no debió pasar.
Ahora lo sabía, contemplando la ropa en el suelo, con el ardor en su cuerpo, y la respiración en su cuello. Con su vista puesta en el reloj que le decía que no le quedaba tiempo. Que cada minuto que pasaba, él se volvía más y más, y más desgraciado. No sabía qué hacer; si moverse, si fingir demencia, si mentir. No sabía que consecuencias traería, o lo que el otro pensaría. Podría despertarlo y preguntarle. Pero despertarlo implicaría charlas, actos, problemas y responsabilidades que en esos momentos no se sentía con la capacidad de enfrentar.
Tony Stark se maldijo, por millonésima vez en su vida.
T'challa era un amigo, uno de los amigos con más temple y cordura que tenía. Uno que en los últimos años había madurado de una manera increíble. Que se había convertido en un rey excepcional para su pueblo, en un gran dignatario, y cuya forma de gobierno, se convertía en ejemplo para muchas naciones. Era además de todo, miembro de los vengadores. Un héroe real, y un acérrimo combatiente, que había aportado puntos de vista bastante interesantes a la perspectiva de Tony. Quien lo veía como un consejero y amigo querido.
Teniendo en cuenta todos estos factores, fue que por supuesto, todos se sintieron sumamente halagados cuando T'challa los invitó a su boda en Wakanda.
Nakia por fin había aceptado convertirse en la reina y soberana de aquel país, y por consiguiente, unir su vida al hombre que había sido su pareja, aunque de manera intermitente, por un largo período. Había felicidad entre los Wakandianos, por la unión. Nakia, no sólo era el ejemplo de una mujer fuerte, inteligente y respetable. Era símbolo de admiración, y salvación. Era la elección perfecta para una consorte real.
El festejo duraría varios días, desde la preparación, la ceremonia, y la continuación de la celebración. Había una gran cantidad de tradiciones y rituales para llevar a cabo la unión. Los vengadores veían todo con un profundo respeto, y otros con gran curiosidad. Pero por supuesto, alegrándose de que su amigo estuviera tan feliz, con la mujer que amaba.
Tony, cómo amigo que era, y con la prudencia que a veces le faltaba. No pudo dejar de insistirle a T'challa, sobre una despedida de soltero, al estilo americano; menos rituales, y más chicas con poca ropa. Este se negó varias veces, hasta que en medio de negociaciones, llegaron a un intermedio, que Tony llamó aburrido, pero que pensó que era mejor que nada.
Los vengadores, así como varios amigos del novio, tuvieron una celebración privada. Algo más al estilo americano, y con bastante alcohol de por medio. Con bromas, y estupideces, propias de alguien cuyo juicio es enceguecido por el alcohol.
Fue allí que Tony escuchó la historia.
—Nada de cansancio, y una gran potencia. Es como si transformara tu cuerpo, en una bestia salvaje deseosa de una sola cosa—había comenzado uno de los amigos del rey.
—En América le llamamos viagra—había comentado Clint desde su lugar.
—No, no, no… —negó el hombre efusivo, presa de un alcohol extranjero que jamás había cruzado su sistema. —Es un afrodisiaco, con propiedades increíbles, mayormente prohibidas para el pueblo, por sus efectos en los que inhiben la razón de los buenos hombres.
Aquello fue todo lo que Tony necesitó para decidir que quería probar esa fruta. O al menos conocerla.
—Todo lo que se niega al pueblo, muchas veces se otorga a la realeza, es una verdad universal, incluso aquí, estoy seguro—había comentado Tony, al quedarse a solas con el rey de Wakanda.
—¿De que hablas? —T'challa le veía con una ceja enarcada, ya que no había estado presente en el relato.
—La fruta afrodisiaca, prohibida para los Wakandianos, pero el rey debe saber dónde está.
Una risa divertida salió de la garganta del monarca, quien miró el gesto de invitación de Stark.
—Sólo quiero analizarla, un poco.
—La razón de que seamos tan celosos con lo que poseemos, es que los extranjeros, pocas veces tienen el criterio adecuado, para manejar este tipo de materiales.
—Ahora deja de hablar como el rey, y empieza a hablar como mi amigo. ¿Tienes esa fruta o no? Sólo quiero echarle un vistazo.
T'challa miró a todos lados, la gente se divertía, sus amigos estaban conviviendo bastante bien con los vengadores. Las cosas no se estaban saliendo de control, y el ambiente era más bien ameno, no había mucha necesidad de que se mantuviera vigilando esa paz, y desviarse a mostrarle a Tony, algo pequeño como aquella curiosidad, no significaría la gran cosa.
—Sólo para que puedas… ¿analizarla?
—Es puro interés científico—juró con la cara más inocente que pudo. Algo que no le salía muy bien, pero lo intentó.
El rey salió seguido del hombre de hierro, avanzaron por los pasillos del moderno palacio, hasta llegar a unas enormes habitaciones.
—¿Es tu cuarto?
—El de los gobernantes de Wakanda, sólo se comparte cuando el soberano ya está casado—Explicó, caminando a una repisa, dónde habían varios objetos, que llamaron la atención de los ojos inquietos de Tony. Siembre ávido de buscar ideas, cosas nuevas, soluciones y problemas a la par.
—¿Es la habitación de bodas real entonces? —continuó, moviéndose por el lugar, admirando todo ese sitio. Pensando lo interesante que era un país, regido por las ceremonias y tradiciones, que a la vez se combinaba con la tecnología y el magnífico avance que le pueblo poseía.
—Puedes llamarla así—T'challa se giró, llevando una fruta en la mano. Era bastante simple, a decir verdad. Color azul brillante, redonda, con el aspecto de una mora azul y un durazno teniendo un bebé.
—¿Es esa? —Tony se acercó y la intentó tomar, pero T'challa la movió de su alcance.
—Sólo análisis.
—Sólo análisis—confirmó, apartándola de la mano del rey. La puso delante de sí, haciéndola rotar entre sus manos.
—Debes saber Stark, que esto de las frutas es solo un mito. Leyendas. El árbol está en un lugar casi inaccesible. En un sitio dónde está prohibido ir.
—Pero tienes una aquí.
—Desde hace mucho tiempo. Años en realidad, no sé cuantos.
—Parece recién cortada.
—El vibranium dotó de cierto poder a las frutas del sitio. Pero eso no quiere decir que este en buen estado.
Tony caminaba con ella, escuchando a T'challa y miraba la fruta brillando entre sus manos. Si no hubiera visto lo fantástico que ofrecía aquel lugar, desconfiaría seriamente de sus palabras. Pues la fruta lucía apetitosa en realidad, y al acercarla un poco más a su rostro, pudo percibir un olor exquisito, exótico.
—Entonces está podrida, guardas una fruta podrida en tu suite de bodas.
—Es por una vieja tradición, que se extinguió hace siglos, era una prueba para el matrimonio. Pero no recuerdo en que consiste. Leyendas de amor y cosas románticas. Sólo eso.
—Entiendo—Tony la apretó un poco más entre sus dedos, y luego sin más, la llevó a su boca, clavando sus dientes, dando una mordida al jugoso fruto, que le llenó el paladar. El jugo recorrió su boca y fue como una explosión de sabores; dulce, acida, ligeramente picante. Era todo un manjar.
—¿Por qué hiciste eso? —reclamó el rey.
—Es una fruta en mal estado. ¿Qué más da si la mordía? —se encogió de hombros, y T'challa avanzó, arrancándola de sus manos.
—¿No sientes nada? —le miró, interrogándole mientras analizaba sus reacciones de pies a cabeza.
—No—se encogió de hombros Tony. —Quizá los efectos se pierden con el tiempo.
—Quizá…
—Pero tiene un sabor delicioso, podrían hacer comida genial con ella. Si la dejan madurar para que pierda sus efectos.
—Está prohibido cocinar con ella. No sé por qué.
—Para ser rey, no sabes muchas cosas. Ni si quiera habías probado una fruta que es tuya. Deberías hacerlo.
—¿Hacer qué?
—Comerla. De cualquier manera yo ya la mordí. O si quieres puedo terminarla—hizo por sostener la fruta, pero este volvió a alejarla de su alcance.
—¿Sabe bien?
—De lo mejor que he probado.
T'challa tomó la fruta, la giró un poco meditando las cosas, y quizá fuera que ambos estaban algo más juguetones, cual niños, por el alcohol, pero le dio una poderosa mordida, mascando despacio. Aunque lo que pasó fue totalmente diferente; el rey dibujó una mueca de disgusto, luego de asco, era un sabor horrible, que no tardó en querer escupirla, aunque ya había tragado gran parte.
—¿Cómo es posible que eso te haya gustado? Se nota enseguida que está podrida.
—Estás loco, sabe delicioso.
—Claro que no—T'challa volvió a poner la fruta en su lugar, tendría que descubrir la manera de reemplazarla luego. Antes que su madre lo notara.
Mañana a medio día era una de las ceremonias más importantes previas a la unión, dónde los pueblos mostrarían su aprobación a Nakia, para convertirse en reina. Después de eso, por la noche, su madre, junto con otras mujeres, prepararían esa habitación, que se usaría en la noche de bodas.
—No tienes buen gusto—indicó—volvamos con los chicos, le contaré que esto era una farsa.
—No, no le vas a contar de esto a nadie.
Tony volteó los ojos—Bien, no se lo contaré a nadie—aceptó, pero justo cuando estaba por dirigirse a la puerta, su cuerpo se tensó. Fue algo difícil de describir, detectó algo extraño a su alrededor, pudo percibirse perfectamente como una presa acechada. Su corazón empezó a bombear tan fuerte contra su pecho, que pensó que el reactor que usaba ahora, saldría expulsado. El calor le recorrió, al igual que el nerviosismo.
—T'challa… creo que ya me siento…
—Extraño—respondió la voz ronca a sus espaldas, inclinándose a su cuello.
Todo había sido como un golpe sorpresa, cuando vio a Tony caminando a salir de la habitación, su cuerpo se había acalorado, sus pupilas se habían extendido, y una sed tremenda le secó los labios. Había una necesidad terrible que le demandaba acercarse a ese hombre, y eso es lo que había hecho.
Los labios entreabiertos del rey contra el cuello, hicieron que se relamiera ansioso, por probar la piel del genio. Bajaron despacio hasta el músculo que no se negó a su interacción. Tony soltó un gemido ahogado, en cuanto los labios succionaron su piel, y cuando los dientes se encajaron despacio, empezó a temblar y las piernas le fallaron.
—Maldición— Tony se quejó de lo que estaba por ocurrir, porque era obvio lo que sucedería. Podría decir que se esforzaría en negarse, pero su cuerpo no tenía ninguna defensa.
T'challa rodeó la cintura de Tony, y el de menor estatura pudo sentir una erección pegándose a su cuerpo por debajo de la ropa. Un suspiro escapó de los labios del genio, y dando media vuelta enfrentó a la pantera. Sus ojos se encontraron, y ambos sabían que no había vuelta atrás, se comieron sin descanso, nada era suficiente.
El rey estaba seguro que no había probado en su vida, nada más delicioso que los labios de Tony. Quería más de él; más de su piel, de sus gemidos, de sus labios y su saliva.
La ropa empezó a sobrar, las prendas fueron apartadas como si quemaran, aunque sus pieles eran en realidad las que ardían. Se sentían desesperados por sentirse. Cayeron a la cama, desnudos, vueltos un nudo de piernas y brazos. Las manos de T'challa apretaban los firmes muslos, sus dedos y dientes eran pinceles firmes, que dejaban obras de arte en la epidermis ansiosa y suave.
Anthony se sofocaba, la pasión lo inundaba, se sentía húmedo, su erección estaba tan dura que dolía, y su interior palpitaba ansioso, cómo nunca lo había sentido, cómo si estuviera no sólo listo, sino más bien, cómo si llevara siglos esperando unirse al otro.
Sus bocas volvieron a encontrarse, se abrazaron fundiéndose, siendo uno solo. Una unidad más allá de lo que cualquiera de los dos hubiera imaginado. No perdieron tiempo en preparaciones, y el juego previo tampoco fue muy necesario, pues su biología se había visto transformada en un instrumento puramente sexual.
Sin dejar de verle a los ojos, la pantera ingresó lentamente en su presa. Se bebió despacio y con gusto, los gestos de Tony al ser poseído por él. El calor era maravilloso, el interior apretado. Había una loca idea, de no abandonar nunca esa unión.
Volvieron a besarse, los dedos de Tony apretaron los firmes glúteos del Wakandiano, invitándolo a entrar en él más profundo. Su cuerpo se arqueaba sin control, y los besos en su cuello, parecían directamente conectados a su canal nervioso, pues enviaba espasmos eléctricos a toda zona en su cuerpo.
La danza comenzó, sus corazones bailaron al unisón de sus cuerpos. Los movimientos eran veloces y certeros. Tony sollozaba masturbándose, dándole una imagen por demás sensual al hombre que le poseía. No había tiempo para tomar aire, o para detenerse. De hecho ni siquiera al terminar lo habría.
Giraron en la cama, eran un torbellino de lujuria. Sus caderas parecían sincronizadas, hechas perfectamente para encajar.
El orgasmo fue algo más allá, una experiencia que los hizo llorar, de lo increíblemente que fue. Ambos estaban de acuerdo, en que ninguna experiencia sexual se acercaba si quiera aquello. El esperma salió en increíbles cantidades de los dos cuerpos. Sus cuerpos temblaron en conjunto, y se consumieron en el éxtasis.
Pero las cosas no terminaron allí.
Su anatomía demandaba más, no estaban cansados, no necesitaban un tiempo para renovarse. Necesitaban del otro. Saciar la sed y hambre que el aroma de su amante les provocaba.
T'challa se dejó caer de espaldas a la cama, permitió que el otro se sentara sobre su bajo abdomen, que lo cabalgara en una sensual película, que el rey nunca lograría sacarse de la memoria.
Tony quedó con la mitad del cuerpo subido en la cama, una pierna era sostenida por su pareja sexual, y la otra caía laxa sobre el colchón. Las embestidas eran tan profundas, que el castaño sólo gritaba el nombre de este, sin importarle quien pudiera escucharlo.
La intensidad fue bajando, pero la pasión no. Todo se volvió más íntimo. Abrazados de lado en la cama, con la espada de Tony, contra el poderoso pecho, y su muslo apenas levantado por una mano fuerte. Se movían despacio, se tomaron su tiempo en esa ocasión, se hablaban diciendo cosas hermosas, declaraciones sobre lo maravilloso que era estar juntos de esa forma.
"De las estrellas de tus ojos, y las praderas de tu piel, del fruto de tu boca, y la música de tu risa, soy un adicto. Dependiente del calor de tu cuerpo, del tacto de tus manos, y de tu aliento contra mis labios. Te deseo y te necesito Tony, te quiero a mi lado, hasta que el mundo se reduzca a cenizas, hasta que todo se extinga, te quiero seguir sosteniendo en mis brazos"
La voz era ronca, tan apasionado. Cada palabra se metía en el torrente sanguíneo de Tony, y era bombeado de su corazón a todo su ser.
"Tan cursi, y tan solemne, pero te necesito igual. Te quiero aquí, compartiendo mi cama siempre. No quiero que se acabe este momento. No quiero que pares. Eres mi rey ahora"
Tony se sentía embriagado, pero aun así las palabras eran pronunciadas sin una pizca de insensatez. Todas eran reales, porque así las sentían. No sabían del exterior, sólo de lo maravilloso.
—Así es, soy tu rey… tú rey y tú eres el mío.
Los orgasmos les nublaban cada vez más la vista, y el cansancio fue menguando a gotas cada acto. Pero no las ganas de sostenerse. Así es que terminaron en brazos del otro hasta que el sol alcanzó las montañas de Wakanda.
Cabía decir que esa era una de las peores resacas que Tony hubiera tenido en su vida, y vaya que sabía de resacas. Pese a que su cuerpo no dolía, algo sorprendente, dado las actividades que recordaba, las consecuencias de sus actos, eran las que hacía palpitar sus ideas.
Había sido invitado en aquel país, a una boda llena de amor y ceremonias. Había comido con la madre del rey y con su prometida. Ahora estaba en la cama matrimonial de los regentes de Wakanda, con el monarca abrazándole, con su aliento en su cuello, y sin las más mínimas ganas de moverse.
Por instinto se pegó más a él, su suave cabello causó cosquillas en la nariz de T'challa, que despertó adormilado, y por inercia atrajo el cuerpo masculino más al suyo. Su mano se deslizó por el abdomen, y se sintió increíblemente cómodo, cuando el perfecto trasero del genio, se acopló a su bajo abdomen, dándole un lugar a su erección matutina para descansar.
Pese a las deliciosas sensaciones, el que llevaba el manto de pantera, se fue dando cuenta de la situación. De lo que había hecho, y dónde estaban.
—Tony…—llamó con duda.
—No sé si sirva decir lo siento ahora—el genio no se atrevía a girar y enfrentarlo.
El rostro de T'challa se hundió en el cabello castaño, cerró los ojos. Se odió por la traición, se odió por el lugar, se odió porque quería besar a ese hombre de nuevo, y porque aún no podía dejar de abrazarlo.
—Hermano, la ceremonia es en una…
Los dos giraron la cabeza, al toparse con la adolescente princesa Shuri, quien abrió los ojos sorprendida, e incluso su boca pareció desencajarse un poco de su mandíbula, al encontrar en la cama matrimonial de su hermano comprometido, a este, con el millonario extranjero Tony Stark, abrazados y desnudos.
Las cosas comenzaban a ser más interesantes en Wakanda.
