Capítulo I: Tori y Alphonse Lyson.
Tori's PoV
- Y ésta, es la última caja… – hablé para mí misma. El cambio desde Hollywood Hills hasta el centro de la ciudad me había tomado cerca de dos semanas en empacar y desempacar todo. Además adhiriendo el calor sofocante de Julio y el tener que ir a trabajar, hacían de mi labor algo más extenuante.
Pero ya, está todo listo. Por fin soy independiente y podré realizar mis cosas como yo quiera. Todo el departamento está decorado por mí, desde el insignificante reloj de pared con forma de nido hasta las cortinas con diseños asiáticos, pasando incluso por el respaldar de mi cama de dos plazas.
Me tiré a mi lecho, totalmente exhausta. Cerré los ojos un instante, tratando de mitigar en algo el intenso dolor de cabeza y espalda que amenazaba con atacarme. Suspiré y me giré. La pantalla de mi celular se encendió y me interrumpió cuando comenzó a sonar el tono de llamada entrante.
- ¡Hey! – saludé con voz somnolienta. Oí una risa juguetona.
- Creo que interrumpo algo.
- No, no te preocupes, es sólo que recién terminé de desempacar todo, tú sabes.
- ¿De verdad? Entonces debemos celebrarlo. Son las ocho, ¿Puedo pasar por ti a las diez? El otro día comentaste que había un lugar que no has ido jamás, y digamos que me ha picado la curiosidad por ir.
- ¿Dónde vamos?
- Que la curiosidad no mate a Tori. Nos vemos a las diez.
Me cortó sin mayor explicación, que esa. Alphonse Lyson es un chico que conocí gracias a Trina, cierto día que dijo que me acompañaría a buscar apartamentos y jamás llegó. Él y yo coincidimos en varias agencias y edificios. Me invitó a salir después de la cuarta visita al mismo lugar.
Es inglés, y me contó que 'escapó' del viejo continente hace tres años, luego de la crisis económica y social. No hallaba ningún lugar para trabajar, así que, mediante unos contactos en California, terminó trabajando como asistente de Annie Leibovitz. Sí, justamente aquella legendaria fotógrafa de Rolling Stone. Siempre se queja de 'la tacaña y judía' jefa que le tocó, pero se conforma con que le servirá para su currículo. Y bastante.
Nuestra primera cita fue extraña, por decirlo menos. No sé en qué instante, pero comenzamos comiendo en Hard Rock, y luego en un concierto Punk donde terminamos corriendo de la policía. Me juró que nunca más me llevaría a ese tipo de cosas.
Y a pesar de eso, nos llevamos bastante bien. Frío, calculador, caballero, protector, celoso, amable, sorprendente, perspicaz, e improvisador. Casi el prototipo de chico perfecto. Sólo que jamás habla de su pasada vida en Inglaterra.
Es buenísimo sacando fotografías, por eso siempre carga con su cámara profesional. Además continuamente habla de que quiere una vida de aventuras, incluso, contrariamente a que ninguna vez le he visto tomar un riesgo, siquiera conmigo ¡En tres meses no me ha pedido ser su novia!
Me dieron las 10 cambiándome una y otra vez. Pocos segundos después de ver el reloj escuché el claxon pitar. Era el escarabajo rojo intenso de Alphonse. Bajé de prisa las escaleras, cuidando de no tropezar o estropear mi ropa.
Y justo como lo esperé, allí estaba él, parado a un lado del auto. Con unas zapatillas converse negras, pantalones ajustados negros, una playera de Ramones oculta bajo una chaqueta de cuero. Su pelo cobrizo peinado perfectamente en un copete. Los aros en sus orejas y en su mentón brillaban, incluso en la noche. Su sonrisa y sus ojos tan oscuros como la noche, hacían de su rostro algo único.
Bajo esa facha de tipo duro, estaba el chico dulce que me encanta. Temblé ligeramente cuando me tomó de la cintura.
- ¿Qué tal preciosa? – comentó cuando juntaba su frente a la mía. Sus labios tocaron ligeramente los míos y noté que mis piernas fallaron un poco.
- Todo… todo bien ¿Tú? - susurré, sintiendo que no podía vocalizar algún tono más alto aunque lo deseara. Me debilitaba con un solo gesto.
- Ahora que te veo, está todo mejor.
Lo besé sin aguantar más su respiración sobre mis labios. Alphonse correspondió al instante, devorándome el alma prácticamente. No tiene precio alguno el sabor de sus labios, ni la forma en que me besa. El movimiento lento y acompasado de su boca sumando su cálido aliento, y el agarre firme en mi cintura, me inventaban un mundo nuevo entre sus brazos.
- ¿Vamos? – propuse retomando un poco la respiración, sus labios tomaron lugar en mi frente.
- Será mejor.
No supe jamás dónde íbamos, porque vendó mis ojos apenas puse un pie en el vehículo. Lyson es una caja llena de sorpresas, en definitiva. Hablamos de cosas triviales, quizás en modo de distraerme.
- Y aquí estamos… - parló, apagando el motor del Volkswagen. La brisa fría me perdían aún más la noción del lugar. Me sacó del auto, y al sacar el vendaje, pude ver toda la ciudad desde uno de los puntos más altos del lugar. El fotógrafo tomó mi mano y tiró de ella – Ahora, aquí abajo.
- ¡Oh Dios, Allie! – grité. Estábamos sobre la colina del cartel que deletreaba el nombre de Hollywood. Observé arriba y abajo una vez más, asombrada.
- Busqué la ruta menos transitada y que nos podría traer hasta aquí sin problemas, así que aquí estamos…
De todo el tiempo que llevo aquí, jamás vine hasta este lugar. Y a esta hora, se ve hermoso.
Las luces en las cumbres de los postes de alumbrado eléctrico le daban forma a la urbe, donde los destellos de neón le daban un toque colorido. Las palmeras más altas competían contra los edificios más altos, y los estudios de televisión aquí instalados. Noté las divisiones de los suburbios con el centro de la ciudad y los grandes terrenos que abarcaban otras propiedades. Más todo en sí conformaba un dibujo único y luminoso.
Nos quedamos abrazados, mientras comíamos papas fritas y bebíamos cerveza, mirando la ciudad bajo nuestros pies. Cuando estábamos tocando el tema de cuando nos conocimos, un motor estruendoso nos interrumpió. El británico me abrazó más a su cuerpo, resguardando el mío.
La motocicleta en duro de un negro - verde fluorescente, se estacionó un poco más allá, donde unos árboles les impedían ver la cara. Sólo me pude enterar que eran dos personas, cuando la que venía atrás tiró el casco, en un golpe seco, al piso. Era una chica de larga cabellera. Ella salió corriendo lejos del conductor, aparentemente molesta.
- Vamos sólo será un instante, no te pongas así – gritó él yendo tras ella. Al parecer no se han percatado de nuestra presencia.
- No quiero, ¡Entiende ya eso!
Su voz se me hizo conocida… ¿Dónde la escuché antes?
- ¡Bien! Si no quieres por las buenas… será a tu manera, maldita bruja – siguió el chico alto. Cuando la alcanzó la arrastró de vuelta a la moto, montándola delante de él y partiendo al instante.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, temiendo por la chica. Alphonse se dio cuenta de mi tensión, masajeando mis hombros.
- Tranquila, quizás sea sólo una discusión, nada más. No debes por qué preocuparte por alguien que no conoces – intentó reconfortarme besando mi mejilla. Le sonreí tratando de no preocuparle – Vamos, si quieres volvemos a casa y terminamos de charlar allá.
- Sí, eso suena mejor.
Traté de no hablar mucho, para no darle a conocer mi estado real. Lo cierto era que la impotencia me estaba llenando. Pude haber hecho algo por ella, pero no sabía que yo estuve allí ¿Y si mañana aparece en las noticias, muerta? No me lo perdonaría, agregando también que su voz se me hacía conocida. Jamás me gustó ser el tipo de persona que ve algún tipo de injusticia y se queda callado. Papá siempre me enseñó a ir con la verdad por delante. Dios… me siento tan culpable.
La comodidad de los duros brazos de Alphonse me hacía sentir un poco mejor. Tal vez estoy preocupándome demasiado, y fue sólo una discusión, como él dijo. Tal vez no era nada más que una broma, o no sé.
Pero su voz… ¿Quién era ella?
