Disclaimer: Los personajes pertenecen a JK. Sobre la portada, Abraxas es Polymachaeroplagides y Scorpius AlinelLeeOxymoron (ambos en deviantArt).

Notas: Este fic participa en el reto "Hogwarts a través de los años" para el foro de "La noble y ancestral casa de los Black". Mis personajes fueron: Abraxas, Lucius, Draco y Scorpius Malfoy. Muchas gracias a Maia Sharairam y a Lilith Evans Black por betearlo.

EDITO: Este fic ganó el primer puesto en el reto Hogwarts a través de los años. Gracias a los que lo votaron.


Un Malfoy nunca demuestra su afecto en público

(no importa lo mal que te mire la señora Malfoy)

Abraxas Malfoy es un respetable mago que ya ha pasado los cincuenta. Tiene el cabello largo, rubio platino y un porte que más de uno quisiera tener con diez años menos. Fue a Slytherin, como cualquier mago que se precie, y cuando terminó su educación en el castillo se ocupó de los negocios de su padre. Se había casado con una hermosa bruja sangre pura y habían tenido un único heredero, como manda la tradición (por eso de que el patrimonio familiar no se dividiera). En definitiva, Abraxas ha tenido la vida larga y próspera que se esperaba de él.

Pero, sin lugar a dudas, de lo más orgulloso que está Abraxas Malfoy es de haber seguido al dedillo todas y cada una de las normas del código que heredó de su padre.

Hasta ese mismo momento.

Nada, en toda su vida, le ha preparado para aquello.

Se puede decir que había sido un buen padre, quizá no uno especialmente cariñoso, pero sí entregado. Quiere a Lucius, su único hijo, y siempre se ha desvelado por él. Lo ha llevado con él cuando iba a visitar a sus contactos y solo era un crío y le ha comprado más escobas de la que podía desear (y volar).

Pero no es lo mismo.

Todo ocurre un tranquilo viernes de junio. Hace un calor desagradable, agobiante, de este que se te pega al cuerpo, y Abraxas ha decidido pasar el día fuera. Hará un par de compras y comerá en casa de su viejo amigo Rosier. Probablemente se dejará caer por el Ministerio de Magia y saludará a la recién nombrada Primer Ministro Millicent Bagnold.

Mientras pasea por el Callejón Diagon decide comprarle un detalle a su nuera. La pobre está embarazadísima y tiene que estar pasando un tormento con el calor que hace aquel verano. Así que se para en una joyería dispuesto a dejarse un buen puñado de galeones en una joya bonita e inútil.

Es entonces cuando uno de los búhos reales de la familia aparece volando por el horizonte y se cuela por la ventana de la tienda con un movimiento elegante. La carta que lleva en su pata no está lacrada y tiene una caligrafía algo desigual.

Abraxas ha arrugado el ceño mientras desenrolla la carta. Con desagrado reconoce la letra de su hijo y no le da tiempo a preguntarse a que se debe su descuido. La nota es breve, pero concisa:

Padre, reza, Narcissa se ha puesto de parto. Venga cuando pueda.

Aunque nunca lo reconocerá, aquel anuncio pone a Abraxas realmente nervioso. Se obliga a serenarse, puesto que sabe que en su casa no podrá hacer nada de utilidad, compra unos pendientes con diamantes incrustados para Narcissa, el peluche con forma de serpiente más grande que encuentra y escribe a su amigo Rosier excusándose de no poder asistir a su reunión. Y entonces, y sólo entonces, vuelve a casa.

Al llegar se encuentra el salón de la mansión en el más absoluto silencio. Algo preocupado –porque el silencio nunca trae buenas noticias, sube rápidamente las escaleras hasta el primer piso y se dirige con paso seguro a la habitación de su nuera.

― Padre― la voz de Lucius le saca de sus preocupaciones. Está teñida de orgullo. Lleva entre sus brazos un bulto con un cuidado inmenso, como si pudiera rompérsele entre los dedos.

Es amor a primera vista.

Abraxas nunca ha visto un bebé tan bonito como aquel. Diminuto, rosado, arrugado, con una pequeña mata de pelo rubio platino y unos enormes ojos grisáceos. Apenas escucha a su hijo decirle que Narcissa está bien, que está descansando. Simplemente alarga sus brazos, con aspecto bobalicón, y coge por primera vez a su nieto.

El pequeño Draco se acurruca a su abrazo, escondiendo su diminuta cabeza contra su pecho, y se queda allí, quietecito, respirando débilmente.

Desde ese día, Abraxas aprovecha cada ocasión que tiene para sacar a su nieto a pasear y demostrarle al mundo lo orgulloso que está de él. Se lo presenta a Rosier, que gruñe y dice que ya es hora de que su hijo le dé también nietos, y no para de hacerle monerías en toda la visita, ante la mirada incrédula de su amigo. Se lo lleva al Callejón Diagon y lo pasea orgulloso por todas las tiendas.

Su mujer se queja de que jamás fue tan cariñoso con su propio hijo, Lucius le mira avergonzado cada vez que ve cómo monta al pequeño Draco en su diminuto carrito para llevárselo a pasear, como preguntándose si realmente es su padre y no un impostor.

Pero a Abraxas no puede darle más igual: Draco es su primer nieto (y el único, según manda la tradición) y lo mimará todo lo que le venga en gana y más, que para algo es el patriarca de la familia Malfoy. Y nada ni nadie, ni siquiera las viejas reglas de su difunto padre, van a lograr impedírselo.

~X~

Continuará.