Amanece.
Sobre los médanos de nieve, los caballos esperan. El viento frío de las montañas hace flamear los pendones y silba en las lanzas. Los caballos patean la nieve y miran al frente.
Las tropas de rey Baratheon a medida que se acercan a la batalla sucumben por el miedo y traicionan sus ideales, rompiendo filas, escapando hacia el bosque. Stannis empuña la espada con firmeza; ha sido educado para esto, y para esto vive. Sigue avanzando mientras sus huestes se van restando; por eso va a la cabeza del ejército que lo tendría que llevar a la victoria.
Junto a él, mudos de espanto, sus tropas lo miran. De pronto los tambores rugen, y los hombres del norte saltan sobre ellos con sus hachas y escudos.
-¡Sin misericordia!
Grita Stannis y la tierra se estremece. El aire tiembla. Los caballos se lanzan a la carga, como trombas de furor, rayos de furia. Arrollan a los soldados del ejército del corazón flameante; pisotean a sus hombres y parten sus escudos. La nieve remueve sangre entre los cuerpos destrozados.
Stannis pelea como un poseso, sabe que está falto de hombres y pelea como un demonio salido del infierno. Sus tropas fueron devastadas y solo queda un mísero grupo intentando sobrevivir. Stannis está completamente solo. No cede, ni pide auxilio. Se abre paso a espadazos, camino al bosque.
Tambaleándose, Stannis camina por el bosque. Oye los alaridos y los gritos y siente el dolor metiéndosele en el cuerpo.
-Una traición… me ha vencido una traición- su cerebro juega con su mente moribunda, proyectando la imagen de los mercenarios desertando y de sus tropas alejándose en el momento en que más las necesitaba.
Un rayo destroza el cielo súbitamente negro. La tempestad hincha sus nubes y estremece el bosque. Dos hombres del norte aún quieren tomar su vida. Stannis alza su espada y gritó con la misma fuerza que al comienza de la batalla. Y con un alarido feroz, los hombres del norte se lanzan sobre él.
Dejó caer su cuerpo contra un árbol; gruñó con dolor. Una tormenta llega desde el norte. Un viento helado se cuela entre los árboles y entonces… la ve.
Brienne vuelve la cabeza y lo ve, tratando de pararse para recibir la muerte, pero le es imposible; la vida se le escapa por cuanta herida que su cuerpo alberga. Pero aunque su cuerpo esté desecho, su frente se elevó, digna, orgullosa.
-Cumple con tu deber.
Dijo sin más el último Baratheon antes de desviar sus ojos para observar más allá. La ironía de la situación se le antojaba graciosa, pero el sabor a hierro en su boca le impedía reír.
Observó atentamente por detrás de esa mujer de cabello corto y vio una pequeña silueta parada detrás de ella, sonriendo y sosteniendo un libro viejo.
Un no sé-qué en el aroma, en la sonrisa, trae días soleados en la mente de Stannis.
-¿Papá…?
Los años se vuelven segundos: nada cambió entre ellos.
La visión duró un suspiro.
