Summary: Maka siempre había querido tener una mascota pero Blair distaba mucho de ser como las demás mascotas. 【Este escrito es un reto express del foro "El abrevadero"】
Disclaimer: Soul Eater le pertenece a Atsushi Ōkubo.
N/A: ¡Aquí mi aportación para Estigia! ;)
Nunca había sabido cómo se sentía tener una mascota. Vivir con una de las técnicos más fuertes puede tener muchas ventajas, pero a la vez también muchos inconvenientes y uno de ellos era que estaban prohibidas las mascotas dentro de casa.
Maka admiraba mucho a su madre pero —si bien no lo mostraba abiertamente— ella siempre había querido una mascota. La idea de tener un pequeño animal con quién jugar le gustaba, y mucho. Sin embargo, siempre se había guardado aquel deseo infantil para sí misma, en el intento de verse más madura y parecerse más a su madre, a pesar de que quisiera acariciar a cualquier animal que se cruzara en su camino.
Aunque eso era en el pasado, cuando no tenía mascota. Ahora que tenía a Blair su opinión había cambiado radicalmente. Donde antes veía a un tierno animal haciendo monerías, ahora veía a la reencarnación del diablo en persona.
De antemano sabía que los gatos podían llegar a ser muy traviesos, pero no lo comprobó por sí misma hasta que la felina negra comenzó a vivir en su casa. Blair podía ser la gata más adorable de todo Death City si se lo proponía, pero también podía demostrar ser pariente de Satanás si estaba muy aburrida. Ya que a diferencia de otros gatos, aparte de arañar las paredes y cortinas, y robar algún que otro pescado que estuviera sobre la encimera; ella también tenía la manía de transformarse en humana y coquetear con Soul, lo cual la desquiciaba. No porque estuviera celosa de ella, sino porque tras seducirlo Soul demostraba su lado más pervertido y eso la irritaba.
Pero a pesar de todo lo anterior, Maka debía admitir que, aunque Blair fuera una carga la mayoría del tiempo, le gustaba su compañía. Acariciar su lomo mientras estudiaba la relajaba muchísimo, y era agradable sentirla a su lado cuando Soul no estaba y la soledad de la casa comenzaba a hacer hincapié en ella.
Su vida no era la misma desde que la tenía a su lado y posiblemente hubiera más ventajas no teniéndola en casa que conviviendo con ella, pero prefería tener que soportar los inconvenientes a no poder disfrutar su compañía.
