Hola ha todos! Es un inmenso placer presentarles mi historia. Este prólogo está escrito en POV de Bella. Poco a poco iré subiendo los capítulos. Serán unos 30 aproximandamente. No habrá apenas excenas de sexo. Y bueno no sé que mas deciros así que lo típico.

Los nombres de los personajes le pertenecen a Meyer mientras que todo lo demás es producto de mi imaginación.

Espero que sea de vuestro agrado y espero recibir vuestro reviews. Un beso y gracias.

Si queréis seguir la historia original en mi perfil está la pagina de mi blog.


Prólogo.

Chocolate, necesito chocolate.

Alice y yo íbamos andando en busca de una heladería que le habían comentado que estaba muy bien, a la que la gente del campus solía ir.

El examen de bioquímica me había salido horriblemente mal.

Raymond seguro que me suspende. Vaya mierda de comienzo de curso, y Alice no se calla, no para de hablar, ¿qué me está diciendo? Ah! Claro, algo sobre un chico, como no.

¡Por fin llegamos!

Después de ver una serie de escaparates de tiendas de ropa y accesorios llegamos a The Bent Spoon la famosa heladería de Palmer Square. La fachada era de madera blanca y se encontraba entre dos columnas de piedra. La puerta y la ventana se fundían en una gran cristalera dividida en simétricos rectángulos. Delante del gran mirador había un banco de madera con dos chicas comiendo un par de helados que tenían una pinta deliciosa. A través del gran escaparate pudimos observar que el lugar estaba repleto de gente, así que nos dimos prisa en entrar.

No sabía que un lugar tan acogedor podía estar tan abarrotado de gente. Conseguí, por los pelos, una mesa junto a la cristalera.

El suelo era de madera cedro y en el techo había una lámpara de araña muy elegante. Las paredes eran de color verde pastel. En la pared de la izquierda se encontraba una enorme cuchara negra con un cartel de letras naranjas que decía: New Jersey Terroir. La pared estaba casi empapelada de fotos, carteles, numerosas camisetas con el logo del local y con otras de I Love NJ (Nueva Jersey).

Detrás de la muchedumbre, justo al fondo del local se encontraba el mostrador divido en tres partes. La primera era la sección de helados. Se trataba de un voluminoso frigorífico con los distintos tipos de helados.

En la segunda había un enorme cartel verde con el nombre del local en negro. En esta parte estaba la caja registradora, donde una chica morena con una camiseta de tirantas roja, cobraba los pedidos a una velocidad casi supersónica.

La tercera parte era la de bollería. Tenían magdalenas de diferentes colores y variados bizcochos y tartas.

En la bisagra de encima del mostrador, había distintos carteles con las especialidades de la casa y las ofertas de la semana. Tenían desde cucuruchos básicos hasta sándwiches de helados. Se me estaba haciendo la boca agua solo de pensarlo.

Detrás del mostrador se encontraban, junto con los camareros, una serie de cámaras frigoríficas, hornos y maquinas de café.

En la pared de la derecha, había distintas estanterías de madera con productos del lugar y un fabuloso espejo rodeado de artículos de revistas enmarcados.

Las mesas eran de madera y redondas, junto con sillas de plástico naranjas.

Por dios que agobio, pero da igual, lo importante es el chocolate.

Pues el sitio me gusta, no está nada mal, es acogedor, un momento ¿y Alice? ¡Ya me ha vuelto a dejar sola! ¡Seguro que ya se ha encontrado con alguien y está parloteando sin parar, pero mientras, la tengo que esperar aquí sola, con una mesa para dos, la gente mirándome con los ojos sedientos por sentarse, y yo ocupando un precioso sitio sin tomar nada!

Mientras la buscaba con la mirada, no me percaté de que el camarero estaba esperando a que hiciese el pedido. Era un chico de unos 22 o 23 años no más, de un metro setenta y pico, o al menos desde mi perspectiva así me lo parecía. Era rubio con el pelo corto y tenía una sonrisa cautivadora.

Seguro que a Alice le encantaría este chico – pensé.

Cogí la carta de encima de la mesa, busqué con ansias, y pedí un doble bola de chocolate con sirope de vainilla.

Antes de marcharse le pregunté:

- ¿Cómo te llamas? – dije con voz inocente.

- Dylan.

- Bonito nombre Dylan. Yo soy Bella, ¿va a tardar mucho mi helado? Es que hoy he tenido un día duro y lo necesito con urgencia.

- No te preocupes, te lo traeré lo antes posible – dijo con voz tranquilizadora.

- ¡Muchas gracias! – le dije sonriente. Alice embobada con el camarero que se acababa de marchar se sentó enfrente de mí.

- Ya sabía yo que tenia que haber venido antes a este sitio, ¿has visto al camero? Está buenísimo, como los helados de aquí – dijo Alice abriendo la carta de helados – Creo que me pediré un pasión por la fresa con sorbete de mango.

- ¿Sabes lo que estás pidiendo? – le pregunte preocupada.

- No – dijo con tono de despreocupación – pero aquí está todo muy bueno.

- Si tú lo dices…

- ¡Eh tú! ¡Sí tú, el rubio guapo! ¡Tú no, ni siquiera eres guapo! – dijo Alice a un pobre chico que se dio por aludido - ¡El camarero!

- Alice por favor, para ya, nos está mirando todo el mundo – Dije sonriendo como si no pasara nada.

- Bella, con tanto ruido tengo que levantar un poco la voz para que el camarero buenorro me eche cuenta, y de esa manera pida mi helado y de camino, si cuela, su número de teléfono.

- No tienes remedio – Dije negando con la cabeza – se llama Dylan para tu información.

- ¡Dylan! ¡aquí! – Gritó con más entusiasmo aún.

No se qué es peor, si el remedio o la enfermedad.

No recuerdo bien porqué decidimos venir aquí. Yo necesitaba chocolate y en vez de ir a la heladería de siempre, hemos dado un rodeo, porque Alice me dijo algo de que tenía que ver a un chico… Bah, Alice siempre está igual, chicos por aquí y chicos por allá. Está loca, pero se le quiere.

Después de cinco minutos de gritos de Alice, el camarero Dylan llego hasta nosotras.

- Dígame señorita, ¿qué le pongo?

- Mucho… que diga, un pasión por la fresa con sorbete de mango – dijo Alice entre risas.

- Su doble bola de chocolate con sirope de vainilla ya casi está – dijo Dylan mientras se ponía colorado por las insinuaciones de Alice.

Dylan se marchó.

Pobrecito, aunque es normal que se ponga colorado. Alice es muy guapa y aunque su personalidad es un tanto extravagante, siempre surge efecto sobre los hombres.

Alice tenía el pelo negro azabache, o al menos eso ponía en la caja del tinte, pero en realidad era rubia platino. Decidió teñirse de morena, porque decía que el rubio no iba con su personalidad. Eso eran cosas típicas de Alice.

Tenía el pelo liso y muy corto. Su flequillo estaba cortado desigualmente. Me recordaba a Hayley Williams, la cantante de Paramore, solo que sin ser pelirroja.

Sus ojos eran grandes de color verde, pero no un verde normal sino, un verde agua, parecido al del mar; aunque se escondían bajo un gran telón de largas pestañas. Su nariz era pequeña y fina. Sus labios estaban perfectamente dibujados en su cara; el labio superior era mas fino con respecto al inferior, y eran de un color parecido al Burdeos. Su piel era suave y blanca mármol, con la ventaja de que apenas se le notaba el vello. Medía 1'55 aproximadamente, y aunque era muy bajita tenía un cuerpo diez. Podía tener perfectamente una noventa, y de la talla 36 no pasaba.

Dylan nos trajo los helados e intentó rehuir la mirada de Alice, pero fue en vano.

- Dylan, ¿cuánto es todo? – Preguntó Alice con una sonrisa seductora.

- Em… em… 7'50 $. (Tosió levemente intentando recuperar la voz). Son 3 $ del doble bola y 4'50 $ por el pasión por la fresa – Dijo mirándome seriamente.

- Toma, espero que estén tan buenos como… – Alice hizo una pausa y Dylan trago saliva – dicen.

- Alice, que mala eres, ¿has visto lo mal que lo ha pasado el chiquillo? – Dije preocupada observando como Dylan se marchaba.

- Bah, si él hubiese puesto más interés sí le habría dicho que esperaba que los helados estuviesen tan buenos como él, pero como no ha tenido suficiente valor he preferido no torturarlo más – Probó una cucharada de su helado y prosiguió con la conversación – Mmm… pues sí que están buenos, sí…

- Alice, ¿por qué hemos venido aquí? – Pregunté con intriga mientras probaba mi deseado helado de chocolate.

- Pues ya debe de estar al llegar… - Dijo girándose para ver la puerta.

- ¿Quién Alice? ¿A quién estás esperando? Espero que no sea otra de tus citas a ciegas, te dije que como me lo volvieses hacer no te lo perdonaba.

- ¡Hermanito! – gritó ella por encima del murmullo de la gente con toda la alegría.

- ¡Alice! – Grite enfadada.

Un momento, ha dicho hermanito. Que susto, por un momento he creído que me iba hacer lo mismo otra vez… pero ¿qué? No puedo creer lo que estoy viendo.

Hacia nosotras se acercaba el hombre más increíble que había visto hasta ahora. Su mirada penetrante junto con el dulce color miel, su sonrisa de oreja a oreja, y su cuerpo que derrochaba feromonas por cada poro de su piel, me dejaban sin respiración.

¿Qué me está pasando?