Todos los personajes pertenecen a Hidekazu Himaruya, sin ánimos de lucro.
Advertencia: Contenido explícito.
Capítulo único: Mi pequeño y oscuro secreto.
Parecía ser un día como cualquier otro para cierto holandés. Éste estaba observando el paisaje aledaño a su casa, mientras fumaba de su pipa. Por una vez, todo estaba en silencio, lo cual era algo que agradecía, pues normalmente siempre había alguien haciendo un desastre.
—Me gusta así… —se dijo a sí mismo mientras que veía las nubes en el cielo azul.
Lamentablemente, aquella paz estaba a punto de ser interrumpida. Cerró sus ojos por un breve minuto e inspiró el aire. Luego, los volvió a abrir y pudo darse cuenta de que una peligrosa silueta estaba acercándose a su casa. No era difícil de saber quién se trataba, ya que llamaba ponderosamente la atención gracias a su cabello y su sobretodo negro.
—Espero que se haya equivocado —suplicó Holanda. Tan tranquilo estaba el día, como para tener que escuchar el griterío de aquel hombre.
No era que le desagradaba pero había momentos en los que se entusiasmaba demasiado para su gusto. Además, hubiera preferido pasar el resto del día sin tener que hablar con alguien más.
—¡Oye, Holanda! —exclamó el danés a una distancia prudencial mientras que agitaba su mano.
—Vaya, qué si está de buen humor —comentó el dueño de casa a la vez que aguardaba por aquel hombre a llegar a su casa.
Después de que Dinamarca abrió la cerca, no dudó en aproximarse al rubio y pasarle el brazo por el hombro, mientras que sonreía ampliamente. El holandés se limitó a bufar en tanto se sacaba la pipa de la boca.
—¿A qué se debe tu visita? —indagó éste, a pesar de que tenía un ligero presentimiento al respecto.
—¿No puedo venir a visitarte y ya? —preguntó el antiguo Rey de Escandinavia pretendiendo estar ofendido. La verdad era que prácticamente todo lo que el otro le decía, se lo tomaba como broma.
—Déjame adivinar —Holanda se puso pensativo y luego se separó del danés —. ¿Noruega no estaba haciendo caso? ¿O te echó de su casa?
—¿Qué te hace pensar eso? —Éste intentó disimular que nada había pasado pero después de mirar la cara del holandés, finalmente lo admitió —. Estaba demasiado ocupado o algo así. Entonces, decidí que tal vez tú quieras mi grandiosa compañía —Le brillaron los ojos azules al decir esto pero enseguida fue golpeado con la pipa del otro.
Después de un breve minuto de silencio, mientras que Dinamarca se recuperaba del golpe recibido, Holanda sonrió brevemente. Tal vez la visita del danés no era tan mala, pensó.
—Puedes quedarte, si es así —contestó el dueño de casa —. A veces, es bueno separarse del grupo de amigos. O lo que sea…
—Aunque no lo quisieras, me iba a quedar. Sé que te agrada mi visita, aunque no lo quieras admitir —respondió con todo el orgullo el danés. Sonrió ampliamente, pues sabía que tenía razón.
El otro sólo le lanzó una mirada terrible. Detestaba que dijera tales disparates. Aunque, por dentro, admitía que podía ser algo simpático. Al menos, mucho más gracioso que cierta persona de su círculo de amistades.
De repente, sintió la mano del danés, quien lo agarró firmemente. De inmediato, se dio la vuelta. Miró a su visita, de pies a cabeza.
—Bueno, esto explica más tus motivos —comentó el holandés.
—¡Oye! Esto es un acuerdo al que tú accediste, si mal no recuerdo —explicó el escandinavo, quién se iba acercando cada vez más al dueño de casa. Ni siquiera le importaba que alguien les pudiera ver. Simplemente andaba detrás del beso del holandés.
Sin embargo, al otro sí que le interesaba quién pudiera pasar por allí. Prefería mantener todo lo que tuviera que ver con Dinamarca, en secreto.
—No aquí —le respondió y de inmediato pasaron a la sala de estar de éste.
—¿Sigues avergonzado de mí? —preguntó como bromo el danés, quien a pesar del enojo del otro, seguía sosteniéndole la mano.
Después de cerrar la puerta, Holanda le miró intensamente con esos ojos verdes intensos. Respiró profundamente, mientras que el otro se acomodaba como si fuera su propia casa. ¿Cuántas veces debía explicárselo? Ya había perdido la cuenta.
—No es eso —comentó como si estuviera a punto de perder la calma —. Simplemente, es mejor que nadie lo sepa. Imagina si alguien…
—¡Sí, sí! ¡Qué terrible chisme! —dijo el danés burlándose y acto seguido, se libró de su sobretodo, dejándolo por el suelo.
—¿Has pensado en lo que Noruega diría? —le cuestionó bruscamente y enseguida se dio cuenta de que había tocado un nervio muy sensible, ya que Dinamarca de inmediato se puso serio. Respiró profundamente y se sentó a su lado —. Además, es más divertido así —Extendió sus brazos y piernas, desperezándose.
Dinamarca no respondió, simplemente se abalanzó sobre él. Estaban frente a frente, Holanda un poco sorprendido mientras que el otro estaba sonriendo. Acarició el rostro del holandés y luego lo atrajo hacia sí mismo.
Ambos se miraron, se podía ver las ansias de los dos. El juego estaba a punto de comenzar.
El danés no dudó ningún segundo en besarlo. Era como si realmente necesitaba sentir los labios del holandés sobre los suyos. Un beso apasionado, salvaje y casi llegando a la desesperación, al cual era imposible resistirse. Ni siquiera alguien con el temperamento del holandés.
Mientras que Dinamarca rozaba con la yema de sus dedos por su rostro, Holanda había metido lentamente sus manos por debajo de la camisa roja de aquel. Estaba algo sudado, pero ¿qué más daba? Era tan cálido que hasta podía llegarle a quemar.
El nórdico le arrebató la bufanda con una sonrisa picarona.
—No creo que la necesites —comentó mientras que la lanzaba al suelo.
El holandés se limitaba a dejarse jugar por el otro. Después de haber perdido la camisa y estar con el pecho desnudo, Holanda también se sacó el cinturón. Dinamarca no perdió el tiempo y con delicadeza, recorrió el cuello hasta llegar al abdomen, hasta aproximarse al límite de los pantalones del otro.
Lentamente, bajó el cierre. Holanda continuaba observando muy atento. Luego, Dinamarca se puso de rodillas y de inmediato, le miró al otro.
Si había algo que detestaba, era precisamente esa mirada que le daba. Como si le estuviera suplicando algo y lo peor de todo, era que no le podía decir que no. Claro, admitir que deseaba fervientemente al danés, sobre todo tan cerca de aquella área, no era sencillo.
—Hazlo —dijo como si no tuviera demasiada importancia.
Sin embargo, en el segundo que sintió la lengua del danés, dejó escapar un pequeño gemido. Estuvo a punto de mandarlo al demonio, pero estaba demasiado agitado para hacerlo. Dinamarca sabía cómo darle placer y no quería que se detuviera.
Era al único al que le permitía que se le acercara de ésa manera. Jaló de su cabello para que lo hiciera un poco más rápido.
El nórdico también lo disfrutaba, al ver el rostro del holandés. Por una vez, no lucía de mal humor. Por unos momentos, podía hacer lo que quería de él, podía dominarle por completo sin tener que recibir alguna objeción, incluso llevarle al paraíso en tan sólo unos instantes.
De vez en cuando, se detenía a observar la reacción de aquel. Decidió cambiar un poco y agarró su órgano sexual, el cual comenzó a agitar. Por supuesto, eso llevó al descontrol del holandés.
Éste se levantó y empujó a Dinamarca contra la pared. Alzó su rostro y le susurró al oído:
—Si esta es la única manera que puedes ser mío, entonces está bien —dijo y luego le abrió la camisa de par en par. Se acercó mucho más, tiró su cinto y le bajó el pantalón.
—Al fin te despertaste, ¿eh? —le contestó el danés, casi impaciente. El sudor estaba comenzando a nublar su vista, pero no le importaba. La manera en que el holandés le besaba era más que suficiente.
Con ambas manos, éste recorrió cada parte, cada esquina del cuerpo danés.
—Date la vuelta —le pidió mientras se pasaba la lengua por los labios. Podría pasar horas simplemente contemplando el cuerpo del nórdico, le resultaba hasta delicioso.
Sabía que nunca iba a ser dueño del corazón del danés, que eso le pertenecía a otra persona. Así que al menos, por unos breves instantes, iba a ser quien ocupaba los pensamientos de aquel. Cada vez que escuchaba gemir al otro, era un paso más al éxtasis.
Además, había una sensación especial por estar haciéndolo con el que fuera el Rey de Escandinavia. Quizás el morbo o algo por estilo. Pero sin duda, era una experiencia completamente distinta a cualquiera.
El danés se estaba sosteniendo por la pared, mientras las gotas de sudor caían al suelo. No se arrepentía en lo más mínimo de haber ido a visitar a su amigo o de haberlo propuesto. Cada vez que le penetraba, era una mezcla entre dolor y placer, algo que no había sentido con nadie más.
Enseguida, sintió que aquel líquido caer. El holandés había cerrado sus ojos mientras terminaba dentro de él, a la vez que mordía sus labios. Fue como una especie de liberación y luego se alejó del danés.
Holanda se retiró y se sentó encima del sofá, sólo para poder respirar un poco. Había sido bastante intenso, así que decidió descansar un poco. Después de pensarlo un rato, decidió hacer un poco de conversación.
—Es la tercera vez, durante este mes —lo dijo como si lo estuviera reclamando, aunque simplemente le sorprendió.
—¡Vamos! —exclamó el danés, quien no había perdido el entusiasmo —. Sabes que lo has disfrutado. Por algo terminamos haciéndolo, ¿o no?
Holanda no dijo nada al respecto. Simplemente le miró y después volvió a cerrar sus ojos. Sí, era cierto. Lo disfrutaba, tal vez demasiado.
—Es la última vez —resolvió, aunque sabía muy bien que sería muy difícil cumplir aquella promesa. Sobre todo, cuando Dinamarca le encontraba la vuelta para hacerle cambiar de parecer.
Sin embargo, sabía que si quería olvidarse de su amigo, era la única forma. Aunque lo deseara, aunque le encantaba tenerlo para sí mismo, aunque le gustaba escuchar sus gemidos… Era algo a lo que debía renunciar. Definitivamente.
El nórdico se limitó a sonreír y alzó su ropa tirada por el suelo.
—No lo dices en serio —Dinamarca se sentó a su lado y cruzó sus piernas, mientras que mostraba sus brillantes dientes blancos.
—Lo digo muy en serio. Vete a menos que haya otro asunto —le dijo sin más y se puso de pies, para luego encender un pucho. Francamente no tenía ninguna intención de continuar hablando de ello.
—¿Por qué siempre te pones tan gruñón después de hacerlo? —indagó mientras se vestía. Había momentos en los que totalmente no entendía al holandés.
Pero aquel cerró la puerta. No le importó nada más, ya no podía seguir con el mismo juego de siempre. Y si eso era cortar con toda relación con Dinamarca, entonces eso era lo que iba a hacer, eso era a lo que estaba dispuesto a llegar.
Luego de un rato, escuchó el grito del danés.
—¡Me voy! ¡Te estaré llamando! —exclamó el nórdico. Éste, al salir, se quedó allí parado por un buen rato. ¿Estaba bien dejarlo así nada más? Estaba preocupado, pero por otro lado, conocía de memoria el carácter de aquel. Tal vez, sólo era su imaginación.
Holanda fumó por un rato más. Sí, era la mejor decisión que había tomado. No volver a hablarle, no volver a hacerlo más con él. Todo se convertiría en un recuerdo y nada más…
Es la primera vez que escribo acerca de esta pareja. Tal vez añada un segundo capítulo si es necesario.
¡Gracias por leer!
