Nota de la autora:
Escribí esto hace ahora más de un año, y debo admitir que me sentí terriblemente orgullosa de mí misma cuando lo terminé. Me sentí tan orgullosa que decidí que el mundo debía leer este fanfiction y lo publiqué aquí. No pasó mucho tiempo hasta que comencé a escribir mi segunda historia (que también publiqué a pesar de estar inacabada).
A medida que pasó el tiempo releí el presente fic y, como es natural, me di cuenta de que era una soberana mierda. Tengo entendido que es algo que suele ocurrir a los escritores y, la verdad, me parece bonito, porque en el fondo significa que he mejorado como escritora.
Bueno, a lo que iba.
Publico esta historia por segunda vez, tras haberla borrado hace unos meses, porque he decidido que le tengo demasiado cariño como para deshacerme de ella. Y, además, tal vez a alguien le guste. Supongo que algo bueno tendrá, ¿no?
Disculpad los errores de principiante e intentad disfrutar de la lectura en la medida de lo posible.
¡Un saludo!
1. Un descubrimiento y un circo
-¡Mira, Sanji! –exclamó Usopp emocionado-. Parece que hay un circo en la ciudad muy famoso…
La banda había atracado en una nueva isla sin otra razón que la de abastecerse de provisiones. Sanji y Usopp habían salido al mercado, y por el camino habían visto unos carteles muy tentadores para ambos.
-¡Aaaaah, ¿síiiiii?! –Sanji se acercó, más atraído por las fotografías de las guapas equilibristas que por el espectáculo circense en sí-. ¡Podríamos ir a verlo, seguro que todos quieren!
Usopp lo miró mal. Conocía las motivaciones de Sanji.
-Ehhh… –dijo Sanji alegremente-, llevémosles el cartel a los chicos… Tal vez se animen a ir al circo.
Una vez en el barco, mientras guardaban todo lo que habían comprado, Usopp se acordó del cartel que había guardado.
-¡Mirad todos! Casualmente hoy actúa en esta isla un circo que dicen que es muy bueno. ¡Y hoy es el último día!
-¡Ooohh! –Luffy se abalanzó sobre el anuncio-. ¡Vayamos a verlo! ¡Sí!
Nami sonrió y levantó una ceja con curiosidad. Chopper se maravilló.
-¡Un circo! ¡Nunca he ido a ningún circo! ¡Vamos, por favor!
-La verdad es que estos días han sido muy aburridos!… Un poco de diversión no haría daño a nadie, ¿no es cierto? -comentó Franky-. ¡Seguro que es superrr!
Dejando las cajas y compras en el suelo, los demás se acercaron.
-¡¿Ehh?! ¡Un momento! –se escuchó.
La mano de Zoro arrebató el cartel a Usopp. Estaba estupefacto, al igual que los demás. Sanji y Usopp se inclinaron hacia él, prestando atención; pero Zoro no pronunció una palabra. Contemplaba boquiabierto el cartel.
-¿Qué ocurre, Zoro? -preguntó Nami-.
-E…-empezó, sin saber cómo decir lo que quería decir—, ¡esta chica es mi hermana pequeña! -Y señaló a una bailarina de ballet que ocupaba gran parte del anuncio—.
Todos se quedaron callados un buen rato, pensando en si la reacción de Zoro había sido sólo sorpresa o si había algo más, como un rencor oculto, o añoranza. Ninguno conocía mucho sobre la familia de Zoro.
-Roronoa Natsumi… –leyó Franky en las letras impresas bajo los mechones de cabello verde de una de las acróbatas-.
-¿Huh? Es demasiado guapa para ser la hermana de Zoro -dijo Sanji despectivamente y por lo bajini unos metros más allá-.
-Sí, sí…-respondieron, a su lado, Chopper y Brook-.
-Hace ya muchos años que no nos vemos… -explicó el espadachín ignorándolos-.
Nami fue la que más rápidamente asimiló la noticia.
-Podrías ir a visitarla… -sugirió con prudencia.
-Y no sabía que era artista de circo… -continuaba Zoro-. Aunque, bueno, no debería sorprenderme porque de pequeña siempre le gustó la gimnasia y esas cosas…-los demás escuchaban con mucho interés-.
Zoro comenzó a recordar algunos momentos con su hermana. La recordaba vestida de rosa chillón a punto de entrar a la academia de gimnasia y baile a la que iba con todas sus amigas, y se acordaba de sí mismo burlándose de ella. Llamándola tonta porque no quería ser una espadachina como Kuina. Recordaba los días en que ambos jugaban juntos. El pequeño Zoro nunca quería que sus amigos lo viesen jugando con su hermanita, así que las pocas veces que accedía, lo hacían dentro de casa, o escondidos en algún prado lejano. Recordó aquella vez que, habiéndose peleado por algo que ya ni recordaba, había golpeado a Natsumi en la cabeza con su katana de madera y le había roto una ceja. Ella, llorando, le había tirado una rana del arroyo a la cara e inmediatamente después se había arrepentido. Preocupada por el estado de salud de la rana, la había cogido y se la había llevado a casa, olvidándose de su propia herida, que sangraba bastante. Entonces la había mantenido como mascota y la había llamado Momoko. Y la sacaba a pasear al arroyo todos los días.
Enlazando unos recuerdos con otros, Zoro se preguntó si seguiría llevando la pulserita de plata con un adorno con forma de rana que él le había regalado aquel mismo año por su cumpleaños. Le había gustado mucho.
-¡Oh! ¡Es Momoko! –había dicho sonriendo.
Zoro sonrió, recordando
-¡Era tan linda…! –dijo en voz alta.
-¡Je, je, je! ¡Y lo sigue siendo! –Sanji empezó a darle codazos a Brook y a guiñar el ojo.
-Pero Nami tiene razón: iré a verla. La echo de menos… -súbitamente se volvió hacia Sanji, que seguía armando alboroto, y con aspecto siniestro lo amenazó apuntándolo con su espada-. ¡Y tú te mantendrás lejos de ella, cocinero pervertido!
-¿Ehh? –la mirada de Sanji se apagó de pronto-. ¡Oye, oye! ¡Ni que fuera a hacerle nada malo!
Zoro le dio la espalda como última sentencia y habló al resto de la banda.
-Creo que la forma más fácil de encontrarla será ir a verla actuar. Pero no hace falta que vengáis.
-¡¿Bromeas?! –chilló Luffy-. ¡Yo quiero ir al circo y ver leones y tigres y elefantes!
-Ehh, Luffy –informó Usopp por detrás-. No es un circo con leones y esas cosas… Es más bien sólo de acrobacias.
-Sí, yo he oído hablar de él –dijo Robin-. Se llama Circo del Ave Blanca, porque comenzó haciendo unos bailes que recordaban a los de una bandada de aves volando; pero ahora también se lo conoce como El espectáculo de las maravillas o La función mágica. Eran la distracción favorita del Rey de una enorme isla en el North Blue, y los había contratado para dar una función cada mes en su palacio…
-Yo había escuchado que tiene tres acróbatas estrella… -intervino Franky echándose a reír-. Pero nunca me hubiera imaginado que uno de ellos era la hermana de Zoro.
Todos volvieron a fijar su atención en el cartel…
-Es cierto –comentó Chopper-, no me había fijado… En el cartel sólo aparecen tres artistas.
Zoro sonrió, orgulloso.
