Bueno, tenía que ser algo doméstico. Había pensado en hacer que Simon y Baz hornearan mugcakes o algo así… pero esta idea me sedujo más.

Se me antoja tomar whisky. IDK why.

Para el pobre Alberto, hoy fue su cumpleaños. Y de verdad espero que tu día no haya valido verga.

Lo que hizo que Fiona se despertara fue el suave aroma del Earl Gray. Debe ser cerca del mediodía. Eso es lo que deduce por la forma en que la habitación esta iluminada. Pero no mira el reloj. No tiene nada planeado hoy. Y aún si lo tuviera seguramente terminaría por olvidarlo. Como adulta es un asco y lo sabe.

Podría seguir allí acostada y en pijama todo el día. Pero tiene hambre y necesidad de orinar. La mujer se levanta y se estira. Sus movimientos y su ropa la hacen parecer la mismísima pereza encarnada. Más por costumbre que por necesidad se pone el sostén. La bata también. Son los últimos días de noviembre y el departamento es frio.

Entra a la sala. Sobre la sucia mesita hay dos tazas desiguales. Y un hombre rubio sentado desgarbadamente en el sillón.

—Buenos días, Fi.

Fiona no puede evitar dar un respingo al escuchar esa voz. Su voz. Logra recomponerse y responde.

—Buenos días Nicky.

Sí, sabe que él se quedó aquí a pasar la noche. Que se quedó dormido en el sillón y no tuvo corazón para sacarlo. Siempre es muy consiente de a quien deja entrar a su hogar. Lo que pasa es que aún le cuesta entender que Nicodemus de verdad está allí. Con ella después de tantos años. No es sólo un recuerdo. Ni un fantasma.

De verdad está allí. Como si no hubiesen pasado los años.

Comenzaron a hablarse otra vez cuando el hechicero murió y a ella la nombraron Cazadora de vampiros. Aún hay varias cosas que arreglar y perdonar entre ellos.

—Preparé te para ambos. —Dice.

—Gracias.

Va a sentarse en el mismo sillón. No tan juntos e igual sus rodillas se tocan. Puto sillón pequeño. Junto a las tazas hay un platito con galletas humeantes. Fiona mira al vampiro con una ceja levantada. Es una pregunta sin palabras. Él gira la cara lejos de ella antes de responder.

—Las calenté en el horno de microondas. No re rías de mí.

No le contesta. Fiona toma una y se la lleva a la boca. El chocolate calentito tiene un sabor especial. Nicky también coge una galleta y ambos se sonríen. Se sienten algo patéticos de hacer esa escenita; pero también es bastante cómoda.

El silencio entre ellos no es incómodo. Igual encienden la tele buscando tener algún sonido de fondo que los acompañe en su poco nutritivo desayuno. Nicodemus tiene el brazo izquierdo sobre el sillón casi rodeando a la mujer. Fiona piensa en cómo se ve la escena completa.

Y sigue pensando. E incluso deja volar un poco su imaginación. Nicky y ella, y un par de chamacos. Si hubiesen sentado cabeza así serían las cosas. Todo muy tierno a su manera. Pero Fiona no es de las que piensan en eso

Ella es un desastre a quien no se la da bien abrirse camino en el mundo; por suerte él también lo es así.

Gracias por leer c: