Dedicado y para mi sensei: LadySc -Maaya

Sunshine

Era un día escolar tranquilo, sin ningún indicio de algo especial. Salvo por los insistentes comentarios. Resultaba increíble. Los calurosos días de verano transformaban a cualquier enérgico jovenzuelo en un simple y debilucho espécimen excepto por alguien tan insistente como él.

—¡Te lo ruego, Yoh! —decía por quinta ocasión.

Y a pesar de recibir la misma respuesta evasiva, sus ánimos no decaían en lo más mínimo.

—Lo siento, Manta, pero no creo…

—Sí puedes— rogaba Oyamada por una simple afirmación del shaman— Sólo es cuestión de decir que sí, vamos.

—No lo sé, Anna no me va a dar permiso—contestó con duda de la situación, especialmente por la rubia.

Realmente no le gustaba la idea de dejar a su prometida y marcharse de vacaciones, aunque fuese sólo una semana.

—Es verdad, Anna siempre pone peros—meditó un poco Manta.

—¿Qué tal en otra ocasión? —trató de convencer a su testarudo amigo.

—-Vamos Yoh, no me dejes solo— intentó nuevamente, esta vez usando un arma infalible: las lágrimas.

Sus ojos se cristalizaron con la idea de pasar un verano más aburrido y olvidado. No era broma, en verdad se sentía desolado cada temporada lejos de casa.

—¿Tan desagradable es este viaje para ti? — expresó un poco confundido por los sentimientos que denotaba su pequeño amigo.

—Vacaciones en mi familia no es precisamente la vida en rosa— respondió con melancolía— Aunque sean las vacaciones mejor pagadas del mundo.

—Bueno… yo nunca he salido de vacaciones con mi familia — contestó en un tono similar a la suyo.

Manta no pudo evitar notar esa reacción en su amigo. Sabía de antemano la distancia entre su familia y él, especialmente por cómo se había criado Yoh: solo y sin amigos que le hicieran compañía. Sin embargo, eso no lo detuvo a indagar algo más en su semblante pensativo y el porqué de su renuente negativa.

Todo tenía que ver. Anna era lo más cercano que Yoh tenía por la palabra familia, y aunque no estuvieran casados, sabía que entre ellos había una unión más fuerte que un simple compromiso.

—Si lo que te preocupa es Anna, yo me encargo de convencerla y… de que ella también vaya.

Una sonrisa apareció en el rostro de Yoh casi por inercia. Y eso fue suficiente para saber que había dado justo en el clavo con esas palabras.

—Te lo advierto, Anna es difícil de convencer—dijo sonriente el castaño.

—Sí, me lo imagino—dijo riendo levemente.

Conocía a perfecto a la rubia. Pero estaba decidido a pasar unas vacaciones inolvidables, costase lo que costase.

Dos semanas después, Anna Kyouyama caminaba tranquilamente por los pasillos del aeropuerto. Nada perturbaba su andar imponente y delicado. Salvo la lentitud de las personas a su alrededor. Sin dejar ningún detalle de lado, se quitó con elegancia las gafas de sol para observar atrás a sus dos acompañantes venir cargados de maletas.

Tanto Manta como Yoh llevaban un carro con, por lo menos, tres valijas cada uno. Ninguno tenía idea por qué la rubia llevaría tanto equipaje. Sin embargo, sería un error reclamar el exceso, ya que convencerla no fue un paso fácil. Hubo que hacer sacrificios, gastos, compras de último momento, todo para complacerla.

Manta podría decir que antes de subir al avión ya estaba quebrado.

¿Pero importaba eso ahora?

—Si no se dan prisa el avión nos dejará—dictó la rubia con autoridad

Por supuesto que no.

Ambos acataron la orden con rapidez. Documentaron el equipaje y se dirigieron a la sala de espera, donde precisamente se encontraba reunida toda la familia Oyamada. Mansumi, el cabeza de la familia, fue el primero en recibirlos cálidamente.

—Manta no me avisó este cambio, pero sin duda me alegra que nos acompañen en nuestro viaje—pronunció con sinceridad el hombre.

—Al contrario, el placer es nuestro— contestó apenado el castaño por el afectuoso recibimiento.

—Ningún placer—espetó con dureza la rubia— Después de todo somos socios.

—Y cumpliré mi palabra, se lo aseguro, señorita Kyouyama—respondió Oyamada.

Manta entendía perfectamente de qué hablaba Anna, pero Yoh parecía perdido en el tema, o más bien no comprendía del todo los negocios que hacía su prometida. Sin embargo, eran sus asuntos y los respetaba. Durante los siguientes minutos, Mansumi presentó a su esposa e hija.

Mientras, Manta no pudo evitar reprimir una leve sonrisa. Éstas serían las primeras vacaciones en presencia de su padre, pero sabía que dentro de ese bello concepto, el trabajo era lo que los acompañaba y no, Mansumi a ellos.

Al poco tiempo subieron al avión privado de los Oyamada. Por lógica Yoh y Anna tomaron un asiento juntos. Hecho que no escandalizó a Keiko Oyamada, que en otras circunstancias seguro expresaría su desacuerdo al saber que ambos jóvenes estaban comprometidos. Sin embargo, aquella pareja no pasó del todo desapercibida por la compañía de Manta, es decir, su hermana.

—Se nota que te mueres de envidia—dijo en burla la niña.

—¡Qué, qué! —contestó con rudeza su hermano—Cállate, no sabes lo que dices, Manokko

—Sí. Sí sé— aumentó su molestia picándole el brazo—Esos dos te dan envidia, porque tú no tienes novia como tu amigo o si la tienes no debe ser tan linda como ella.

Se sonrojó en el acto y miró con molestia a la pequeña criatura a su costado. Mannoko, a pesar de su corta edad era de armas ó girarse para ignorar las palabras molestas de su hermana, pero no pudo evitar mirar una vez más hacia atrás.

Yoh había tomado a Anna de la mano y besaba su dorso con mucha delicadeza, como si aquello fuera una suave caricia a su piel. Nunca se había fijado en si su amigo era cariñoso o atento con la sacerdotisa, pero… ¿Sería posible que Yoh y Anna hubieran progresado tanto en su relación? Y si así fuera, ¿qué tanto?

Para su fortuna el viaje no duró tanto. ¡Por fin estaban en la playa! Y el hotel se veía aún más increíble que en las imágenes. Según podía notarlo, aquel era el hotel más lujoso de toda la isla de Hawaii. Claro era natural, después de todo, la familia Oyamada era sumamente rica.

De inmediato un hombre salió para recibirlos. No necesitaba hacer demasiado papeleo. Su asistente ya había hecho el movimiento desde el aterrizaje. Mansumi recogió la llave de su habitación y decidió marcharse a descansar casi en inmediato.

—Nos veremos durante la semana. —se despidió Keiko Oyamada; mientras se retiraba junto a su esposo y el carro de su equipaje.

—Ya veo porque la imperiosa necesidad de traer a Yoh—habló la itako, después de verlos.

—Mamá siempre se reúne con señoras de la alta sociedad en los clubes cercanos— explicó Manta con cierta naturalidad— Mi papá viaja para ver a sus amigos e ir a reuniones importantes.

—¿Y tu hermana? —preguntó Yoh, cuando la vio aparecer detrás dándole órdenes a su sirviente particular para llevarla a la sala del hotel.

—Siempre se pierde en excursiones y en la piscina, no creo que nos moleste— contestó tranquilamente.

O eso quería creer, ya que Manokko no soportaba estar mucho tiempo con él.

—Iré a ver el equipaje—dijo Anna al ver que un hombre fornido ya preparaba el carro con sus maletas.

—Yo voy por las habitaciones. ¿Puedes cuidar un momento de mi hermana, Yoh? — excusó Oyamada para ir con la recepcionista sin compañía— A veces se pelea mucho con su niñero

—Claro— contestó tranquilo el shaman, dirigiéndose a donde se encontraba la pequeña niña.

Corrió hasta la barra de recepción. La señorita aguardaba impaciente el registro de su cliente, mas no por ello dejó de ser amable, pues sabía que se encontraba con un rico heredero.

—Viene por sus habitaciones, señor Oyamada. —dijo la señorita llamando poderosamente la atención del pequeño.

—Sí… pero quisiera hacer un cambio.

—¿Qué cambio es el que desea hacer? —preguntó, mientras su información aparecía en la computadora—Tiene reservadas cuatro suites en el ala oeste del hotel, cercanas a la playa.

Leyó la información con debido orden, pues eran las características que buscaba Manta en primera instancia. Justo como lo había reservado.

—Quiero sólo tres suites— aclaró con decisión en su acto.

Probablemente se arrepentiría. Pero aún recordaba con claridad las palabras de su hermana tan sólo por hacerlo enojar. Era obvio que no tenía envidia de Yoh por tener a Anna, él podría conseguir una novia igual o inclusive mejor que la itako, o eso es lo que pensaba, pero…

—Si no te disgusta ver a una pareja contigo, pruébalo—retó la niña al verlo tan callado mirándolos.

—¿Qué?. —pronunció Oyamada sumamente sorprendido de los pensamientos de una chiquilla

—Pruébalo—repitió con demasiada confianza en su voz.

—¿Cómo? —preguntó Manta, pues no se dejaría ganar tan fácilmente por una pequeña de tan sólo seis años.

—Déjales una habitación para ellos, en lugar de las dos que les habías pagado.

¡Dios… su hermana estaba loca! ¡Qué clase de pensamientos tenía esa mocosa! ¡Y cómo se había dejado engatusar tan fácil!

Manta caminó un poco pensativo a donde se encontraba Yoh y su hermana, quien permanecía bastante calmada junto a su amigo, cuando seguro que en otras circunstancias le estaría gritando para que se apurara porque deseaba irse a ver la televisión.

—Al parecer hubo errores en las reservaciones— comenzó a hablarles Oyamada.

—¿Qué tipo de error? —preguntó confundido el castaño.

—Bueno… la señorita dijo que el hotel se saturó antes de mi reservación y pues nos hacen falta dos habitaciones.

—¿Las mismas que habías pedido con anticipación? — trató de hablar sorprendida Mannokko

—Sí, las mismas—respondió molesto por aquel fingido y exagerado tono de voz— Pero todas las suites son bastante grandes. Por fortuna tenemos una doble y la especial.

—Vaya que tenemos problemas. Iré a refrescarme un poco la cara en lo que deciden esto— dijo la niña, marchándose al tocador de la recepción, junto con su niñero.

Manta no sabía cómo tomar esa respuesta, pero lo que estaba seguro era de una cosa. Si había mentido diciendo que eran dos habitaciones, forzosamente la rubia querría dormir con su hermana, quien tenía su habitación propia.

—Tendremos que dormir tú y yo en una, supongo— dijo el castaño bastante pensativo, ya que no encontraba otra solución.

O quizá en su mente no maquilaba otra respuesta.

—¿Y si tú… duermes con Anna en una?— habló nervioso de la reacción de su amigo.

—No lo sé—parpadeó confundido— ¿Tus papás no se alarmarían por algo así?

—No lo creo, además mi papá le tiene bastante aprecio a Anna como para juzgarla— contestó aliviado por esa parte, ya que la rubia se había ganado el respeto de su padre en poco tiempo— A no ser que tengas miedo que Anna te mate durmiendo en la misma habitación.

—No tendría motivos, soy incapaz de tocarla —respondió con sinceridad el castaño, añadiendo su clásica risa.

Anna pasaba justo en ese momento junto al carro que llevaba el equipaje de ella e Yoh. No obstante, al escuchar las últimas palabras del castaño no se atrevió a moverse de ese sitio, ya que ninguno de los dos la veía desde esa posición.

—¿Tan seguro estás que no la tocarías? —cuestionó Manta con duda, pero sobretodo curiosidad por lo que respondía Yoh.

—Más que seguro.

La mente de Manta se imaginó algo en ese instante. Manokko lo había retado a no sentirse celoso ellos, pero él deseaba comprobar una sola cosa de Yoh. Y eso era con respecto a su relación con la sacerdotisa. La atracción era evidente entre los dos, ya que la pareja era bastante armónica. Yoh con un cuerpo atlético y Anna con una silueta que toda modelo desearía tener, eran un pareja envidiable. Juntos, en una habitación era jugar con fuego.

—Qué tal una apuesta— propuso Oyamada

—¿De qué tipo? —preguntó intrigado el shaman.

Anna escuchaba atentamente la conversación de ambos sin creer lo que estaba oyendo. Apretó fuertemente los puños, esperando lo que Manta pediría a Yoh. Una habitación juntos, la respuesta era más que obvia. Yoh la tendría que llevar a la cama, seguramente.

—Confías ciegamente en tus impulsos, entonces que tal una apuesta sobre eso. Compartirán habitación, pero no deberás hacer nada más— explicó vacilante de su peculiar apuesta, pero consideraba muy sencillo el experimento.

—¿Quieres decir que no deberé tocarla? — cuestionó el shaman para corroborar lo que oía de su amigo.

—Sí, bueno salvo cuestiones un poco más sencillas.

—Hablas de besos y caricias— agregó Yoh, confiado de que eso no podría faltar, si tanto deseaba poner a prueba su resistencia como hombre.

—Sí— afirmó sonrojado Manta de que Yoh tuviera muy claro esas cuestiones.

—No suena mal, después de todo, dudo mucho que Anna me dejé intentar algo más con ella—habló con interés en la propuesta de su amigo, además, no dañaba en nada a la rubia, ni a él—¿Y qué ganó yo?

—Te puedo contactar a tu artista favorito—respondió Manta, pues Amidamaru le había hablado del peculiar gusto que Yoh tenía por Bob Soul.

Yoh pudo haber gritado y brincado de la emoción, de no ser que se encontraba en la entrada del hotel, aguardando sus maletas. La idea, que en principio sonó tentadora, era ahora un sueño hecho realidad. Siete días y podría obtener ese valioso premio.

—Trato hecho—dijo Yoh con emoción; mientras le estiraba la mano a Manta.

—Alto, aun no te he dicho lo que tienes que hacer si pierdes—aclaró con una sonrisa perversa.

—No importa, sé que no perderé— mencionó el castaño totalmente confiado.

Anna, que seguía la conversación detrás del vehículo, deseaba con toda su alma que Manta tuviera un excelente castigo para Yoh. No pudo evitar sorprenderse de la alegría que el simple premio le daba a su prometido, inclusive más que el hecho de poder dormir a su lado durante siete días, pero de eso ella se encargaría de hacérselo pagar.

—Veras… —comenzó Oyamada con un pequeño relato— Hace algún tiempo, cuando vine, una señora no dejaba de acosarme y pedirme una cita. Estoy seguro que cada año viene, al igual que yo, así que… si tú pierdes… tú le darás esa cita.

—¡¿Qué?! Anna va a matarme si salgo con otra mujer.

—Si tan seguro estás de esto, no creo que te cueste trabajo—dijo Manta; mientras veía precisamente entrar a la aludida—Y no saldrás con esa mujer.

Yoh dirigió una fugaz mirada hacia donde observaba su amigo. Una mujer bastante prominente y madura les sonreía a ambos, guiñándoles el ojo, mientras se perdía por el segundo elevador.

—Ese es un buen incentivo para no perder—dijo el shaman totalmente asustado.

—¿Trato hecho, Yoh? —preguntó Oyamada, está vez extendiéndole la mano.

—Por supuesto—dijo el castaño con una gran sonrisa, ilusionado por conocer a su ídolo musical.

—Bien, ¿qué habitación quieres?. —cuestionó Manta; mientras le daba a escoger las dos llaves

Anna suspiró un par de veces más antes de reprimir su furia por tal conversación, no iba a salir desprevenida. Caminó un poco alejada, fingiendo no estar en absoluto molesta y actuando una mágica entrada a donde se encontraban ellos discutiendo sobre el lugar de hospedaje.

—¿Qué tipo de habitación es? —interrogó Yoh

—La especial y una doble— dijo Manta mostrándole la llave era de cada una.

—Me quedaré en la especial—pronunció Anna con un rostro serio.

Ambos casi saltaron al verla aparecer tan de repente. Sólo esperaban que no hubiese escuchado nada, parecía que así era.

—Bien, pero… hubo un pequeño problema y tendrás que dormir con Yoh— clarificó de inmediato Oyamada, un poco temeroso de ser golpeado por tal insinuación, pero por el contrario eso no ocurrió.

—¿Y tu hermana? — cuestionó en un tono bastante golpeado la rubia

—Dormirá conmigo— contestó Manta en automático

—¡¿Qué?! —exclamó sorprendida la niña, que llegaba en ese momento.

—Manta dormirá contigo—confirmó Anna.

¡De ninguna manera! Manokko no evitó desmayarse unos segundos en los brazos de su niñero con algo de dramatismo, pues siempre había tenido una habitación para ella sola y esta ocasión no debía ser diferente, o al menos eso pensaba.

—Bien…, emmm…. entonces nosotros nos retiramos a nuestra habitación—dijo Yoh, al ver como la pequeña hermana de su amigo saltaba a gritarle muchas cosas en la cara— ¡Qué descansen!

Ambos lo ignoraron, cuando él y Anna caminaban hacia el carro de su equipaje.

—¿Habitación? — preguntó uno de los encargados; mientras se apresuraba a tomar el vehículo de la pareja.

—1982—leyó el castaño de la etiqueta.

—Oh, una suite sumamente relajante y romántica para las parejas— mencionó con picardía el hombre pulsando los botones del ascensor, con lo que el shaman se sonrojó notablemente.

La suite era imperiosa. Con sólo entrar, Yoh se había maravillado por completo. Muebles lujosos, una pequeña sala y un pequeño comedor acompañaban el panorama, sin olvidar el televisor de pantalla plana que se postraba en un gran mueble con toda la programación satelital. Nunca había tenido tantos canales en casa. La palabra especial se quedaba corta a como Yoh la veía.

—Hay un vino enfriándose en el cubo—habló el hombre con sentido del humor—Qué disfruten la velada

—Gracias—pronunció en agradecimiento el castaño, ya que la rubia seguía inmóvil junto al marco de la puerta.

El área era bonita y espaciosa, debía admitirlo, pero toda la decoración le parecía demasiado para ser un simple error.

Anna miraba hacia un costado con un gran brillo en los ojos, como si algo la hubiese atrapado. El shaman se giró a ver qué era lo que llamaba de esa forma su atención, para descubrir el enorme ventanal en la recámara principal y el enorme balcón que lo acompañaba.

¡Wow! ¡Aquello era hermoso!

La claridad de la luz de la luna penetraba a través de las delegadas cortinas. El mar se veía en todo su esplendor, pero el detalle más claro fue las múltiples rosas que había en la habitación. Todo ese ambiente había cautivado a la rubia, en primera instancia, especialmente porque esa sección era donde se encontraba la gran cama.

Saliendo un poco de su asombro por tanta belleza, se guío por el pequeño camino de pétalos para hallar la cama redonda y llena de rosas, como si de una primera noche de bodas se tratara. La fragancia de las flores y la fuente de chocolate que brotaba a su lado, le daban un toque sensual al lugar.

—Esto parece demasiado extravagante, como para ese enano—habló Anna en un tono sumamente dolido, ya que aún recordaba la conversación de ese par.

Sí, incluso él tenía que admitir que era demasiado.

—Tal vez, se quería consentir un rato— trató de excusarlo por ofrecer semejante habitación.

—¿Y para qué quería la fuente de chocolate? ¿Para bañarse en ella?. —respondió con sarcasmo en su voz.

Comenzó a reír con nerviosismo.

—Vamos, no te enojes. Después de todo fue un pequeño error en recepción. Era lógico que le dieran una de las mejores habitaciones. ¿No crees?

Anna no contestó a eso, sabía que de hacerlo le reclamaría su absurda apuesta. Aún no podía creer el lugar que ocupaba en su lista de prioridades. Preferir al tipo afro, que a ella era una burla. En la pensión, rara vez, podían estar completamente solos, si no era la presencia de sus amigos, era la de los espíritus. Pero no, el shaman lo había echado todo por la borda sólo por conocer a su artista preferido.

Yoh transportó las maletas al clóset de la habitación. Realmente estaba cansado por el viaje y deseaba con el alma una ducha antes de irse a acostar. La cama se veía bien, a pesar de todos esos pétalos sobre ella. Aunque por respeto a ella, no le quedaba más que dormir en el sillón de la sala. Y por esa parte estaba aliviado, Anna le facilitaría las cosas para no caer en la tentación. Pero cuán equivocado estaba.

—¿A dónde vas? —preguntó confundida la itako, después de verlo salir del baño totalmente fresco.

—A dormir, estoy muy cansado— dijo tranquilamente el shaman, pues llevaba bajo su brazo una almohada y una sábana, a pesar del calor que hacía.

La rubia seguía guardando su ropa en el armario, pero no por ello pasó por alto el acto de su prometido, quien sólo llevaba puesto un short holgado, mostrando su perfecta musculatura. Mordió su labio inferior al ver tan perfecta imagen, recién bañado y con unas pequeñas gotas cayendo todavía de su pecho. Dudaba seguir su plan con sensatez, ya que la tentación frente a sus ojos era muy grande.

—Un sillón no se compara a una cama, querido—dijo totalmente convencida de la reacción que aquellas palabras ocasionaban en su prometido.

—¿Segura? No quiero molestarte—pronunció nervioso de la actitud de su prometida, pues poco a poco se acercaba a él.

—Por supuesto, amor— respondió con un toque de sensualidad en cada una de sus palabras; mientras sus manos alcanzaban a tocar su pecho desnudo y acariciaban también su sedoso cabello, ahora levemente húmedo.—No sería tan insensible de dejarte dormir incómodo, cuando tenemos una gran cama para los dos.

Continuará...


N/A: Este es mi primer fic para esta sección y bueno espero que el desenlace sea lo bastante bueno como para considerarse dentro de esta categoría. Un agradecimiento muy grande a que quería que subiera este fic. Bueno... se los quiero compartir a todos ustedes. Gracias.