Capítulo 1: Dolor

Otro, otro, otro y otro. Ya había perdido la cuenta de cuántos iban. Sus ojos orgullosos se cerraban, sin derramar ni una sola lágrima. Iba a ser fuerte, por ellos. La espalda le ardía como si estuviera en carne viva... y quizás lo estaba. En sus brazos aquella pequeña vida se retorcía angustiada, soltando un fino llanto que no hacía más encender la furia de aquel sujeto. Otro, otro y otro. No se detenía. Y sabía bien que tampoco lo haría. Quizás debería odiar a su hermano por aquella lentitud, pero sabía que no era fácil y no podía odiarlo. Era lo único que tenía, junto con ese bebé.

Unos pasos se acercaron presurosos hacia aquel cuartucho y la puerta fue abierta de sopetón. La correa en alto y la figura agazapada debajo protegiendo algo.

— ¡Detente! —gritó el que venía entrando. Pantalones ajustados negros haciendo notar su trasero de forma obscena, y aquella pollera de red que mostrando aquel blanco pecho. Se notaba a todas luces que era un prostituto—. Ahí tienes tu dinero, déjalo —gritó lanzándose sobre el cuerpo de aquel niño.

Miró con angustia el rostro amado y besó sus párpados.

—Tranquilo, ya estoy aquí —susurró sonriéndole. El otro solo le mostró el bebé que sollozaba—. Tranquilo Kiki... —acarició la suave mejilla del bebé y recordó. Su rostro de curiosas facciones palideció—. ¿Dónde están los otros? ¿Dónde están mis hermanos? —inquirió con un hilo de voz.

—Bueno Shion, hace más de una semana que no me entregas la cuota diaria, así que alguien debía correr con los gastos, suplirte... estás viejo ya, a tus 18 ya no llamas la atención... Estás muy usado, los clientes quieren carne fresca... Si sigues fallando Mu también acompañará a Camus y a los gemelos. Más te vale que empieces a trabajar —espetó con dureza Arles, el dueño de aquellos seres que habían tenido la desgracia de nacer pobres.

Los rosados ojos del prostituto se llenaron de lágrimas, que sólo lograron excitar a aquel sujeto. Había que hacerle entender a aquellas pequeñas putas cuál era su lugar en el mundo. Tenían que saber a quién le pertenecían y qué les sucedería si no cumplían con su parte. El rubio sabía cual era su lugar y debía suponer que le esperaba un castigo, el cual no se hizo esperar. Con fuerza tomó el largo cabello del muchacho y lo comenzó a arrastrar por el suelo hacia la salida. El chico gritaba y trataba de sujetar su cabello para paliar el dolor. No valía la pena suplicar, sabía que si lo hacía solo lograría que su castigo adquiriera proporciones mayores, y debía aguantar para después ir a curar la espalda de su hermano, el cual solo veía con terror cómo el mayor iba a ser castigado. Otra vez.

Arrastró al joven hasta una habitación con un colchón. Allí lo arrojó sobre unas manchas secas de sangre. El corazón del prostituto se aceleró.

—Mira Shion, allí hice mío a los gemelos y a Camus. Deberías saber que Saga hasta lloró... y si vieras cómo apretaba Kanon —susurró, agachándose al oído del prostituto—, y los chillidos de Camus... fue tan deleitante... los perforé hasta que se acostumbraron...y Mu tuvo que verlo —agregó, mordiendo su oreja.

— ¡Maldito! ¡Son sólo niños! —gritó, tratando de soltarse y logrando que su rostro quedara enterrado en una mancha de sangre reseca.

—Si te portas bien, les daré de comer a tus hermanos. —La mano que hacía presión sobre la cabeza del joven aflojó para permitirle asentir. Se sentó en el colchón y se bajó los pantalones. Entre las piernas un miembro pequeño y gordo, adornado con abundante vello negro y rizado. El muchacho acercó la boca a aquella cosa y el olor, mezcla entre semen y orina, lo golpeó provocándole náuseas. Asco. Aún así sacó su lengua y comenzó a chupar hasta tenerlo lo suficientemente mojado; empezó a chupar golosamente mientras el sujeto gemía roncamente—. Mmmm... sí... Eres todo un goloso... desde que eras niño —gimió.

Pronto lo tuvo duro y grande, listo para la acción, y se separó. Apoyando rodillas y manos en el piso esperó a que el hombre hiciera lo suyo. Éste bajó los apretados pantalones hasta dejarle los glúteos al descubierto.

—Ábrete puta —dijo, escupiéndole en las nalgas, a lo que el chico se llevó las manos hacia atrás para separar sus glúteos. El hombre entró de golpe y comenzó a empujar. Palabras soeces y denigrantes salían de su boca.

Cuando estaba por terminar salió llamando al rubio, que se levantó y se arrodilló frente a él. Sabía lo que venía y estaba asqueado. Pero sabía bien que aquella era la forma del otro de marcarlo y así lo daban a entender mientras le eyaculaba encima manchando sus cabellos y rostro. Por fortuna, esa vez no le había caído en los ojos .

—Buen trabajo... —le entregó unos pocos billetes—. Ahí tienes para comer...

Se marchó y el joven se limpió el rostro con la mano. Oyó pasos y recordó a sus hermanos. Se levantó y se dirigió hacia la otra habitación, donde ya habían llegado un niño de largos cabellos rojos y un par de adolescentes rubios. Éstos últimos lo miraron, ojos vacíos, miradas desoladas y rostros exhaustos.

—Cumplimos la cuota... —suspiró Saga, el mayor, antes de que su voz se rompiera y bajara la mirada.

Sus inocencias rotas, ya no podrían seguir siendo niños. El mayor lo abrazó y extendió sus brazos para que los otros niños se unieran. Algún día saldrían de allí... Pero por lo pronto descansarían, y luego irían a comer.

—Vamos a dormir —susurró el mayor—, todos juntos...

Y así fueron los cinco más el bebé, a dar vuelta el colchón. Mientras los recientes prostitutos y el mayor se iban a asear, el menor improvisó una cama mientras los esperaba. Aún le ardía la espalda, pero ya no tenía miedo. Y una vez que volvieron los demás, el mayor limpió la espalda del pequeño e improvisó unas vendas.

—Listo. Ahora vamos a dormir, al rato cenaremos, ¿sí?

Los menores asintieron y se acostaron todos juntos.