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La timba de póquer se había prolongado hasta las cuatro de la mañana. Gregory House se levantó y dejó que sus pies lo arrastrasen hasta la puerta de la caseta. Con quinientos dólares menos en el bolsillo y una borrachera de campeonato, salió al exterior. La feria comenzaba a apagar sus luces pero él aún no quería volver a casa.
Ni siquiera sabía por qué estaba allí. Había conducido más de cincuenta kilómetros para ir a una feria de pueblo a la que ni los pueblerinos querían asistir.
Los feriantes recogían sus bártulos, las casetas de tiro echaban el candado y la música se apagaba. Durante un momento, se sintió completamente desorientado. No recordaba dónde había dejado el coche. Ni siquiera era capaz de localizar el norte. La desorientación dio paso a un fuerte mareo y, en cuestión de segundos, se encontró doblado sobre sí mismo, vomitando todo lo que había bebido en las últimas horas.
-¡Tengo que dormir aquí adentro, canalla!-dijo una voz desde alguna parte.
Una nueva arcada le hizo doblarse otra vez. Sintió como su abdomen se contraía dolorosamente. Ya no había nada más que expulsar.
-¡Lárgate a otra parte!
Cuando por fin pudo alzar la cabeza, comprendió que se estaba apoyando en una especie de carpa roja. Alejándose unos pasos pudo distinguir un rótulo borroso. DORA ADIVINADORA.
-Ya me largo, Dora -dijo añadiendo un ligero tono de mofa al nombre de la mujer.
-Acabas de vomitar en la puerta de mi tienda y tengo que dormir ahí-insistió enfurruñada la mujer.
-Estoy borracho, arruinado y no sé dónde cojones tengo el coche. Me importa una mierda donde duermas "Dora". Eres una gitana de feria. Te ganas la vida con esta basura. Deberías estar acostumbrada.
-Una mujer va a cambiar tu vida en breve-dijo de repente la gitana.
-Tu madre, Nora la chupadora. Creo que me espera en aquella esquina.
-Dame treinta dólares y sabrás el resto.
-Lo siento, no me interesa.
-¿Tu vida va a dar un giro de 180 grados y no te importa? ¿No quieres saber cómo, cuándo, quién?
-Lo siento, Flora. La única mujer que puede cambiar mi vida es mi madre, construyendo una máquina del tiempo y poniéndose un DIU. Y ahora déjame en paz-girando sobre sus talones empezó a alejarse de la tienda.
-Págame algo por haber vomitado en mi puerta.
-Vete a la mierda.
-Compénsame o te arrepentirás.
-Te enviaré un cheque a tu chabola en Truñolandia.
-Te lo advierto. Dame lo que me debes o te aseguro que volverás arrastrándote.
-Si aún tuvieses dientes para morder, te daría ésta, vieja-dijo dándose la vuelta y agarrándose la entrepierna.
Empezaba a adentrarse en la explanada que había tras la tienda de Dora, cuando la escuchó chillar.
-Yo te maldigo, ahora y hasta el fin de tus días. Lo que podría haber sido un jardín de rosas, que se convierta en un zarzal de espinas.
-¿Tu madre se llamaba Cora, no? Dale recuerdos.
Wilson ni siquiera se sobresaltó cuando la puerta de su apartamento se abrió de golpe.
-¿De dónde has sacado las llaves esta vez?-preguntó sin molestarse en levantar la vista del libro que estaba leyendo.
-¿Quién dice que he abierto con unas llaves?
-House, son las seis de la mañana, ¿por qué no te vas a dormir la mona a tu casa?
-No tengo dinero y me he quedado sin gasolina.
-¿Quieres decir que el coche te ha dejado tirado justo delante de mi casa? Vaya coincidencia.
-En River Park.
-Pero eso está a más de tres kilómetros. ¿Has venido andando?
-Cojeando. Me voy a dormir.
-¡En mi cama no!
-Estás leyendo a las seis de la mañana. Eso quiere decir que no puedes dormir. Deja las camas para aquellos que pueden sacarle algún tipo de provecho.
-Desde luego, dormir es el único provecho que tú puedes sacarle a una cama.
-Que bajo, Jimmy boy, que bajo-dijo intentando disimular la sonrisa tras una mueca.
Estaba a punto de dejarse caer en la cama de Wilson cuando lo escuchó hablar desde el salón.
-Gale está planeando mandarte a Europa.
Inmediatamente, House asomó la cabeza por la puerta del pasillo.
-¿Me paga unas vacaciones?
-No sabe como librarse de ti así que te manda a dar conferencias.
-Eso lo veremos…¿Cuándo tiene pensado ejecutar la sentencia?
-No es oficial pero probablemente el mes que viene.
-¿Y si me niego?
-Es el director. No puedes negarte.
-No puedo abandonar mi departamento.
-Tienes cuatro personas competentes capaces de hacerse cargo del departamento mientras estás fuera.
-¿Qué lees?-preguntó fijándose en el libro que el oncólogo sostenía entre sus manos.
-Rio de Sombras.
-Suena a culebrón.
-Érika Sanders lo estaba leyendo antes de que le dijésemos que le quedaban unos días de vida. Ahora casi no puede ni abrir los ojos debido a la sedación. Me ha pedido que lo lea y le cuente el final.
-¿Te sientes culpable por haberla diagnosticado tarde y te lees sus cuentos de hadas?
-Tú la diagnosticaste tarde, idiota.
-El diagnóstico era cáncer. Antes y después de que yo hallase la solución. Estaba condenada de todas maneras.
-Si hubieses tardado dos días menos, le podríamos haber dado unas semanas más de vida.
-¿Unas semanas para leer Río de Sombras?-preguntó House en tono casi burlón.
-Por ejemplo. Y para despedirse de sus seres queridos. Y para dejar algunas cosas en orden. Cuando te dan un puñado de días, sólo te da tiempo de sentir compasión por ti mismo.
-Me voy a dormir. Tus pacientes moribundos te vuelven muy pesado y yo siempre pago las consecuencias. Hasta mañana.
