Capítulo I

El peso de ella recaía sobre su hombro y un cosquilleo seguido de una pesadez recorría todo el brazo derecho, permaneció inmóvil para evitar que ella se alejara de él. Le gustaba estar tan cerca de ella, sentir su calor y oler su cabello. Aspiró fuertemente. Alzó su vista, el cielo completamente teñido de un azul claro que parecía estar en contra con lo que sentía en ese mismo momento en su interior. Tristeza, angustia, su corazón roto en pequeños pedazos, mismos pedazos como si fuesen de un jarrón de porcelana arrojado de la torre más alta del castillo, rompiéndose en mil pedazos, imposibles de reconstruir.

- Es increíble lo que siento – continuaba diciendo la castaña, recargada en Harry – Nunca antes me había sentido tan feliz

Hermione lo miró y sonrió ampliamente, Harry no pudo más que sonreírle de regreso con los brazos cruzados en su pecho, empuñando fuertemente sus manos hasta que sus nudillos se volvieron blancos.

- Prométeme que no se lo dirás a Ron, por ahora...

- Yo…

- Prométemelo – le obligó a mirarle fijamente, pero sintiendo como si su mirada quemara, retiró su vista de ella para fijarla en un par de lechuzas que trasladaban un pesado cargamento.

- Confía en mí

- Te lo agradezco – se acercó a él y le besó la mejilla cariñosamente - eventualmente se lo diré, pero no ahora. Sabes como es él, comenzaría a burlarse.

- Es lo menos que puedo hacer, ya era hora de devolverte el favor

- ¿Quiere decir que sólo porque te ayudé antes me ayudarás esta vez, Potter? - dijo, enjarrando sus manos a la cintura al tiempo que sonreía sarcásticamente y alzaba una ceja.

Harry lo pensó por varios segundos, ¡Por supuesto que no la ayudaría! ¿Qué loco ayudaría a la chica que quiere para estar con otro? Absolutamente no. Pero él no podía decirle que no, todo lo que quería para ella era verla feliz y si eso la haría feliz pues entonces que fuera así.

Forzó una tímida sonrisa mirando fijamente una flor.

- Por supuesto… eres mi mejor amiga – alzó su vista hacia los bellos ojos de la castaña y haciendo un esfuerzo por no retirarlos, sonrió ampliamente – y deseo lo mejor para ti.

Harry regresaba de los terrenos hacia el castillo con la mirada baja y pateando distraídamente una piedra. ¿En qué demonios se había metido? Guardar un secreto como ese le dolía en lo más profundo. El verano había sido un tormento para él, debió habérselo dicho al término del sexto curso pero cuando notó que Edward Konner estaba rondando a Hermione y que ella platicaba tímidamente con él todo sus ánimos se fueron al carajo. Ella nunca podría fijarse en alguien como él, seguramente alguien inteligente como Konner era el indicado para su amiga.

- ¡Te he estado buscando! Recuerda que Neville nos ayudaría con Herbología, por suerte accedió a que nos ayudaría más tarde ¿Pero dónde has estado? – dijo el pelirrojo al ver entrar a su amigo por el cuadro.

- Tranquilo – sonrió débilmente – no lo olvidé, sólo que encontré a Hermione cuando regresaba de con Hagrid y…

- ¡Uh, Hermione! – exclamó Ron golpeando levemente el brazo al ojiverde.

- Nada de eso, Ron, sólo platicamos… sólo platicamos.

- Eres un cobarde ¿Cuándo se lo dirás?.

- No lo haré, Ron – dijo Harry avanzando hacia las escaleras de los chicos con la intención de ir a darse una buena ducha, poder dormir por largo tiempo y tratar de olvidarse un poco de todo aquel asunto.

Ron lo detuvo tomándolo por el brazo y le hizo girar.

- No podrás guardarlo para siempre, tendrás que decírselo algún día.

- Y ese día nunca llegará, tenlo por seguro.

- Bien parece que no eres un Gryffindor – le miró burlonamente dándole unas palmadas en la espalda y conduciéndolo a las escaleras – yo podría ayudarte.

- No necesito tu ayuda, porque definitivamente no lo haré – y antes de que Ron se atreviera a decir algo más, agregó – y es mi última palabra.

- La mía también, y es mi palabra contra la tuya.

Al darse la vuelta sonrió sin que Harry se diera cuenta. Cuando el ojiverde fue a pasar el verano en La Madriguera se dio cuenta que algo raro pasaba con su amigo, y las dudas se esclarecieron al percatarse del nerviosismo y la atenta manera con la que trataba a Hermione; y era exactamente como Ginny solía comportarse con él. Le asombró que una noche Harry se lo confesara, se veía tan ansioso y desesperado, que era difícil entender que se tratara del mago que derrotó al mago más tenebroso de todos los tiempos quien se viera tan indefenso ante esa situación. Él era Ron Weasley, su mejor amigo, y haría todo lo que estuviera en sus manos para ayudar a ese cabeza hueca.

-Nos vemos más tarde, chicos.

Ambos observaron a la castaña abandonar el Gran Comedor y con gran prisa desapareció por las grandes puertas que custodian su entrada.

- ¿Y ahora qué se trae? No crees que últimamente ha estado…

- No – le interrumpió Harry mirando su desayuno.

- ¿Cómo estás tan seguro? ¿Cómo sabes que a Hermione no le sucede nada?

- Vamos, Ron. Soy su amigo, y sé que no le ocurre nada.

- Yo también soy su amigo – dijo Ron después de beberse por completo el jugo de calabaza, y agregó tornando los ojos – o hay algo que tú sabes y que yo deba saber, pero que Hermione no quiere que yo lo sepa, porque sabe que si yo sé lo que tú sabes yo…

- Basta, me mareas - dijo, sin poder contener una risa.

Ron comenzó a reír al ver la expresión de confusión en el rostro de su mejor amigo.

-Lo siento, Fred y George inventaron una nueva golosina – explicó el pelirrojo – mientras los masticas, dices cosas que en verdad son innecesarias, lo complicas todo. Lo probaron tantas veces en Percy y en Ginny, que creo terminó por contagiármelo aún sin probarlas.

-Supongo que debo andarme con cuidado – dijo Harry, con intención de dar por terminado el tema de Hermione, y lo logró.

-No te preocupes por ello, desde que ese par se graduó, todo el colegio ha estado más seguro, nadie quería ser su conejillo de indias.

-Ni que lo digas.

-Pero ten cuidado – le advirtió Ron, bajando la voz al mismo tiempo que tomaba sus libros para levantarse de la mesa – ese nuevo invento viene en dos presentaciones: Golosinas y Polvo, dicen que será un éxito.

-Ya lo creo que sí.

A pocos metros de abandonar el Gran Comedor una hermosa chica rubia, se acercaba a ellos junto con una chica pelirroja, platicaban amenamente, Ginny parecía ser no menos de cinco centímetros más alta que aquella chica rubia, no se notaba la diferencia.

A Harry le parecía extrañamente familiar su sonrisa y su mirada, se sorprendió enormemente al darse cuenta que la chica lo saludaba.

- ¿Qué tal el verano, Harry?

La reconoció al instante, Luna Lovegood, la excéntrica Ravenclaw había dado un cambio de trescientos sesenta grados. No podía negarlo, ahora se encontraba mucho más linda y con los pies en la tierra, por así decirlo.

- Te ves muy linda, Luna – Hasta el propio Harry se sorprendió de tal atrevimiento, pero pensó que fue bien el haberlo dicho, pues causó una gran satisfacción a la rubia.

- Bueno, quise darme un pequeño cambio, nada drástico – lo dijo con gran naturalidad que Harry creyó que de verdad a esa chica no era nada vanidosa - ¿De verdad me veo bien? – preguntó en tono confidencial acercándose a Harry.

- ¡Por supuesto!

La sonrisa de Luna se amplió aún más.

- Todo gracias a mi pequeña zanahoria – giró hacia Ginny que platicaba con un chico de su mismo curso de Hufflepuff y la atrajo hacia ella tomándola por el brazo- fue ella quien propuso un pequeño cambio. Bueno, Harry, siento dejarte aquí pero debo ir a con Hagrid a preguntarle sobre unas criaturas mágicas que se rumora han visto al sur de Francia, en un bosque lleno de criaturas salvajes.

Al decir aquello salió disparada hacia Hagrid entusiasmada, quizá se había equivocado, seguía siendo la misa Luna Lovegood que había conocido. Salió del Gran Comedor luego de despedirse de Ginny para encontrarse a un Rojo bastante sonrojado en los pasillos.

- ¿Qué te sucede? ¿Por qué has desaparecido así del Gran Comedor?

- Vamos, llegamos tarde a Adivinación- le evitó Ron aún con sus mejillas de un tono rosa.

- Hoy, niños míos, trabajaremos con su libro – la gran parte de la clase bufó – ábranlo en la página 35, como dice ahí: muchos métodos adivinatorios se crearon en la antigua Mesopotamia hace más de cuatro mil años, eran practicados por sacerdotes que estudiaban el movimiento de los planetas y astros. Algunos adivinos buscaban información acerca de acontecimientos futuros entrando en estados de trance y pidiendo ayuda a los espíritus.

"En la antigua Grecia y Roma habían dos niveles de Adivinación ¿Alguien puede decirme cuáles eran? – la Profesora Trelawney buscaba alguna mano en el aire, decepcionada tuvo que escoger a algún alumno - ¿Qué tal usted, Señor Weasley?"

Ron buscó ayuda de parte de Harry, sin embargo no la encontró.

- ¿La Alta y la Baja? – la clase entera comenzó a reír, pero la Profesora no se mostraba contenta, sólo por una vez quisiera que ese chico respondiera acertadamente a sus preguntas.

- Adivinos profesionales y muy bien entrenados, que trabajaban para el gobierno, y.. adivinos corrientes, que decían la buenaventura a todo el que pudiera pagarles.

- En esa entra perfectamente la profesora – comentó Ron por lo bajo, logrando unas risas disimuladas de Harry y Neville.

- El Adivino más valorado en Grecia era el Oráculo de Delfos, deberán hacer una redacción acerca de él, aproximadamente de dos pergaminos, y medio pergamino acerca de las "Artes Mánticas" tema que veremos la próxima clase. El tiempo restante es suyo – y enseguida desapareció tras unas cortinas de seda color roja como la misma sangre.

- ¿Qué le ocurre a la Profesora? – les preguntó Neville al salir del aula.

- No lo sé, pero ha sido la clase más fascinante que he tenido desde hace mucho tiempo – dijo Ron con una sonrisa en el rostro – dos horas libres, lo que implica dos horas sin adivinación, dos horas sin Trelawney y dos horas sin ese penetrante olor a incienso.

- Estoy de acuerdo contigo – dijo Seamus quien los venía escuchando atrás de ellos – la clase hubiera sido perfecta sin esos deberes.

- Por mucho que haya sido fascinante, no les parece que… ¿La profesora se encontraba rara?

- Oh, vamos, Harry, aún parece que no terminas de conocer a la loca esa – comentó Ron dirigiéndose a los Terrenos con prisa– deja de preocuparte, quizá tuvo que hacer algo importante, como limpiar su ojo interior.

- Seguramente esta clase les encantara – dijo Hagrid delante de un gran bulto tapado por sábanas blancas. Las caras de los Gryffindor y Slytherin no eran más que de curiosidad y entusiasmo.

- No ha llegado Hermione - susurró inquieto Harry a Ron, mirando a sus alrededores en busca de la castaña.

- Tranquilo, Harry, seguramente tuvo algún percance, una lesión en su cerebro, por ejemplo.

- Ron, hoy te encuentro muy sarcástico.

- Estas criaturas que tengo detrás de mí, son unas conocidas metáforas del triunfo sobre la adversidad ¿Alguien sabe de que estoy hablando?

- Del Fénix – dijo una voz agitada – que… consigue sobreponerse a una calamidad o recuperarse de un fracaso se dice que ha "renacido de sus propias cenizas". Los Fénix arden en llamas más o menos cada quinientos años reduciéndose en sus cenizas y para después renacer de estas mismas.

- ¡Exacto, Hermione! Diez puntos, en la antigua Mitología Griega y Egipcia este ciclo de muerte y renacimiento se relacionaba con el del Sol, que "moría" cada noche y dejaba el mundo en tinieblas para "renacer" al día siguiente.

- ¿Por qué has llegado tarde? – preguntó Harry colocándose a su lado.

- ¿De dónde llegaste? No me digas que has vuelto a las andadas con ese Giratiempo - el pelirojo no pudo evitar lanzarle una mirada atónita.

- Por supuesto que no – exclamó Hermione mirándole a los ojos – tuve un contratiempo en la biblioteca.

- ¿Alguien puede decirme cuál es la habilidad principal de esta ave?- Hagrid interrumpió al trío, lo cual Harry no estuvo muy feliz de que lo hiciera. Una sensación cálida en el estómago nació en él, comenzando imaginarse terribles escenas entre Hermione y Konner.

- Vamos, Harry – le alentó Hermione.

- Puede curar graves heridas con sus lágrimas - dijo, malhumorado y sin ánimo alguno.

- Muy bien, Harry, cinco puntos ¿Alguna más?

Esta vez la mano de Hermione fue la que se alzó en el aire con sorprendete rapidez que por poco golpea a Neville en el rostro.

-Da poder a las varitas con las plumas de su cola.

La clase transcurrió normal, excepto por el pequeño incidente que le ocurrió a Draco al tratar de arrancarle una pluma a su Fénix ocasionando pérdida de puntos a su casa.

- ¡Pero qué bobada! Arrancarle una pluma a un Fénix… -exclamaba molesta la castaña en compañía de Harry y Ron hacia la Sala Común.

- Deja de martirizarte, no fue a ti a quien trataron de arrancarle una pluma – le dijo Ron fastidiado.

- Por suerte no tiene – bromeó Harry.

- Ya lo creo – Ron se acercó a Harry y le susurró por lo bajo – A ti te encantaría que tuviera.

Harry se volvió hacia otro lado y aparentó no haber escuchado nada.

- Por cierto, Hermione – el rostro de Ron se tornó rosado – bueno… me preguntaba si… podrías ayudarnos esta noche con la asignatura de Pociones, quiero decir…

- ¿He escuchado bien? – preguntó asombrada Hermione.

Las orejas de Ron se tornaron rojas y bufó con hastío, sabía muy bien que Hermione no dejaría pasar la oportunidad de hacer mofa de él.

- ¡Oye! Que he dicho "ayudarnos", no ayudarme. Harry también tiene problemas.

- No me inmiscuyas en tus asuntos.

- ¡Oh, Ron! Por supuesto que… - comenzaba entusiasmada, pero de pronto su rostro cambió - Lo siento, no puedo esta noche. Tengo planes.

- ¿Planes? – inquirió Harry bruscamente, tanto que Ron soltó una pequeña risa.

- Si, Hermione ¿Planes? ¿Algún galán del que no nos has platicado? – dijo intencionalmente para examinar la reacción de Harry

Ambos se sonrojaron. A Harry le hervía la sangre el simple hecho de pensarlo.

- ¿De qué hablas? ¿Quién se fijaría en alguien como yo? – el rostro de Hermione enrojeció aún más, tratando de no verse descubierta ante esa posibilidad.

- Estoy seguro que debe haber más de uno, estoy completamente seguro – el pelirrojo sonreía abiertamente - ¿No es cierto, Harry?

Mataría al pelirrojo, lo descuartizaría, lo mutilaría o por lo menos le daría una lección. Enseguida notó la atenta mirada de Hermione sobre él, su cuerpo aumentaba en calor, como si estuviera a un par de kilómetros del sol.

- Claro, Hermione. Eres muy linda… ¿P-por qué no? – al decirlo sintió sus piernas temblar y la sonrisa de Ron sólo aumentaba.

- Y mira que debes de sentirte extremadamente halagada, te lo dice un experto, el rompe-corazones de Hogwarts.

- Oh, vamos, sólo lo dicen porque son mis amigos.

- Claro que no, y permíteme corregirte pero somos tus MEJORES amigos – dijo recalcando la penúltima palabra y más serio agregó – en verdad, Hermione, Harry está en lo cierto, los veo más tarde, chicos.

Ron caminó hasta desaparecer por un pasillo al dar vuelta a la izquierda, se quedaron solos, frente al aula de Historia de la Magia. Hermione le dirigió una mirada y comenzaron a avanzar en silencio. Al llegar a la Sala Común, Hermione se disponía a subir hacia su habitación pero dio media vuelta para encararse con Harry.

-Lo que has dicho antes…

-Es únicamente la verdad – Hermione le sonrió.

- Gracias

Harry no entendía su agradecimiento, cuando iba a preguntárselo Hermione le explicó – por ayudarme, por entenderme, por creer siempre en mí, por estar junto a mí y por ser mi fiel confidente.

-Te lo he dicho antes, es lo menos que puedo hacer.

Sus rostros se acercaban lentamente y el corazón de Harry parecía apunto de explotar, sintiendo el cálido aroma que no lo dejaba pensar, sólo en sus suaves labios y nada más. Cuando parecía que ese momento por fin iba a llegar, su voz lo hizo volver a la realidad y cerca del oído la chica le susurró alegremente.

-Saldré con él, será esta noche. ¡Es una cita!

Su mente se bloqueó y su corazón se congeló sintiéndose estúpido y miserable.