Disclaimer: Los derechos de autor son exclusivamente de Hiroyuki Takei
Soñarás con él
Prólogo
Durante años había soñado con una inmensa tranquilidad, con ser aceptado entre los demás y cumplir los objetivos de cada uno de mis amigos, ese era mi sueño, construir un mundo de felicidad. Pero más que nada, yo añoraba un título, deseaba con toda mi alma ser el Shaman King.
Ha pasado un mes desde aquella batalla en el continente Mu. En las lejanías de la superficie, era difícil creer que alguien más vendría a nuestro auxilio, pero que equivocados estábamos. Descansamos por poco tiempo y nos dirigimos a pelear nuevamente, sólo para encontrarnos con más oficiales dispuestos a defender hasta su muerte al Shaman King.
Kalim y Silver en principio fueron nuestros más duros contrincantes. Ellos sólo cumplían su deber, y nosotros sólo caminábamos a una muerte segura. Pasamos por arduas pruebas, el tiempo se agotaba y sólo dos personas me acompañaban en condiciones aceptables para pelear, Horo Horo y Ren, pues mi poder espiritual se había debilitado en gran parte a mi pelea con Silver.
Ambos tenían, probablemente, la mitad de su poder espiritista, pero suficiente para hacer frente a mi hermano. Luchamos incansablemente. Agotados y exhaustos vimos llegar a Anna y Manta, que junto con Anahol venían en nuestra ayuda. Hao había tomado posesión de los conocimientos de los grandes espíritus, y vencer a un Rey era arriesgar la vida en un probable intento por destituirlo.
Hao era un ser lleno de maldad y vulnerable a la vez. En su corazón existía esa fragilidad, pero había creado una dura coraza difícil de penetrar y la cual hubo de ser la principal causa de su "muerte". Mikihisa fue quien intervino en el último momento. Detecté su presencia en mi último ataque, él lo había protegido, nunca lo dejó morir. Era su amor de padre lo que le impidió abandonarlo a su suerte.
Hao Asakura, el Shaman King oficial había muerto en mi último golpe, todos lo sabían o al menos todos lo creían. Sabía que Hao había perdido con la expulsión de los grandes espíritus más de la mitad de su poder espiritista y un algo en él había cambiado radicalmente, lo cual no me sabía explicar.
Sin embargo, un título nunca sonó tan insignificante, había eliminado a Hao sólo por conseguir mis ideales, y destruir su obsesiva venganza, pero no me había dado cuenta que sólo había destruido una pequeña parte de sus ideales, pues aún le queda una simple opción.
Después de la batalla, era junto con mi padre, el único en pie. Ren y Horo Horo apenas podían mantener los abiertos; Anna estaba agotada, pero consiente de toda la situación y todos los demás habían caído en un terrible sueño. Goldva apareció detrás de mí, declarándome el único ganador, pese a eso, no estaba totalmente convencido al igual que Ren y Horo Horo, decidiéndonos el titulo en una pequeña batalla más adelante y en la cual obtuve el título que tanto añoraba.
Todo eso me traía muchos recuerdos muchas incógnitas, también muchas preocupaciones y sueños extraños. Tantas cosas habían cambiado, tantos ideales y metas, y también mi vida.
-Luce preocupado, Amo Yoh.- Me dijo Amidamaru. Su tono de voz era mucho más oscuro de lo normal, probablemente estaría preocupado por mi abstracción.
-No es nada, Amidamaru, es sólo que….
-Que aún no lo ha asimilado por completo.-Completó mi oración de manera tan natural. Conocía todos mis secretos y mis preocupaciones, de eso no cabía la menor duda.
-Supongo que debe ser eso, la idea no suena mal, pero… temo que llegó en el momento menos oportuno.
Mis palabras eran sinceras, no me sentía preparado. Tenía miedo de afrontar algo con mis padres, especialmente con mi abuela, como le diría que nosotros…
-Amo Yoh, hemos llegado
A veces suelo ser un poco distraído, sobretodo cuando mis pensamientos no me dejan tranquilo. La pelea en efecto me dio el agraciado título, pero no mi tranquilidad, para eso aún faltaba mucho por recorrer.
Dejé las bolsas de los víveres en la cocina, excepto una. Amidamaru desapareció de mi vista, él sabía muy bien el contenido de ella y he de suponer que deseaba darme cierta privacidad.
Mis amigos estaban ausentes, ninguno habitaba con nosotros en la pensión, cada uno había regresado a su lugar de origen y retomar ciertas actividades, al menos hasta que fuesen llamados nuevamente a la aldea Parche. Sin embargo, lejos de extrañarlos, mis pensamientos sólo los podía ocupar una sola persona, Anna Kyouyama.
Subí por las escaleras y caminé por el pasillo de la planta alta, hasta llegar a su habitación. Toqué tres veces antes de ser invitado a pasar. Y con la misma precaución me adentré a su habitación. Todo en perfecto orden, nada fuera de su lugar, todo como ella. Esa era una cualidad que muchas veces a mí me faltaba emplear a fondo, aunque estaba seguro que ella lo encaminaría a ser un hábito.
-¿Haz comprado ya los vivieres?.-Me preguntó con neutralidad en su voz.
-Sí.- Le conteste con simpleza; mientras me acercaba a ella, que estaba sentada en la mesa de su balcón, como queriendo observar a detalle el cielo, aún llevaba puesta la yukata.
Caminé silenciosamente a ella y le di un pequeño beso en la mejilla. No observé su rostro de frente, pero estoy seguro que aquello le habrá sonrojado un poco las mejillas.
-¿Cómo estás?.- Le pregunte como si eso fuera ya un hábito, más que el de la limpieza.
Me había puesto ya enfrente de ella, para admirarla con toda franqueza. Anna tenía facciones muy delicadas en su rostro, que volverían loco a cualquier hombre si la miraran como yo lo he hecho.
-Igual que siempre.- Me dijo con evasión, sabía que mi beso en su mejilla no era lo que ella esperaría en estos momentos de nuestra relación.
Su reacción y su tenue color en sus mejillas no pasó desapercibido por mí, al menos no en estas ocasiones, ya que en el pasado poco me habría importado si se enardecían por mis actos o por mi frialdad, porque en efecto yo era más frio con ella, que ella conmigo.
-Te he traído algo, espero que te guste.- Le dije tranquilamente; mientras esbozaba una pequeña sonrisa para darle mayor importancia a mi presente.
Le entregué la pequeña bolsa que cargaba aun conmigo. Sé que esto debió tomarla un poco por sorpresa, especialmente por el detalle de la bolsa. Sin embargo, no pude evitar sentirme agradecido por ser yo quien viese en su rostro abordado de curiosidad y al mismo tiempo felicidad, pues había esbozado al igual que yo una muy tenue sonrisa, casi imperceptible, pero que igualmente pude notar.
Tomó de mis manos la bolsa y la abrió. Observé como dejaba en la mesa la bolsa para tomar el contenido de ésta. Me hubiese llevado una gran decepción de saber que no le gustaría, pero sentí que eso no ocurriría. Su rostro reflejaba curiosidad por lo que sostenía en sus manos.
-¿Te ha gustado?.- Pregunté con curiosidad de saber su respuesta, aunque el reflejo de su cara me daba a entender perfectamente la respuesta.
-No parece ser un regalo para mí.- Me contestó sin siquiera mirarme, seguía su mirada fija en ese pequeño pedazo de tela.- Aun así, es un lindo overol .- Agregó esta vez observándome a mí
Sabía bien a lo que se refería, pero no pude evitar sonrojarme al ver la intensidad de su mirada. Si alguno de mis amigos me viera, seguramente se burlarían de mí, especialmente por no saber llevar mi relación.
-Qué bueno que te guste.- Le dije con franqueza, pues me había costado elegir algo que pudiera compartir sus gustos y Amidamaru no parecía estar en la misma sintonía del siglo XXI.
El overol era pequeño, pero aun así bastante grande para una criatura recién nacida. Sin embargo, mi regalo no tenía por el objetivo ser su primera ropa, sino demostrarle que realmente me importaba el hecho, lo demás pasaba a segundo plano. Lo había comprado para sentir cerca a nuestro bebé, aun si este empezaba sus primeros meses.
-Gracias.- Me susurró tranquilamente; mientras guardaba mi obsequio en la pequeña bolsa.
Jamás me sentí enternecido al ver a una mujer, casualmente un bebé, pero nunca una mujer. Había visto a mi madre hacer cosas agradables para mí, a Tamao llorando, pero a pesar de ello no me conmovía en absoluto. En cambio, la mujer que tenía delante de mí me había desarmado por completo con una simple mirada.
-¿Quieres salir? Te haría muy bien caminar un rato.- Le dije con la esperanza de no ser rechazado en mi invitación, todo sea por el bien del bebé sabría que ella no se negaría.
Tardó en contestarme, pero aun así no hubo ninguna negativa
-Espera abajo, me voy a cambiar.- Dijo con indiferencia, pues a pesar de conocernos mutuamente, yo la respetaba profundamente.
Me dirigí a mi habitación a tomar un poco de dinero mientras ella se cambiaba, ya que por la hora, casi estaba seguro que tendría un poco de hambre. Pese a ello, no me molestaba en lo absoluto, me había impuesto por meta darle todo cuanto ella deseaba, si quería verme sufrir entrenando, la complacería a toda costa.
Suspiré hondamente, a pesar de haber compartido en dos ocasiones las habitaciones, ninguno de nosotros dormía juntos. Era un acuerdo silencioso y yo no me habría atrevido a pedirle dormir conmigo, esa era la realidad.
Cuando me había confesado su estado, no pude evitar asustarme por el hecho. Anna Kyouyama estaba embarazada con escasos 15 años. Sabía de antemano que mi abuela me mataría por el simple hecho, mi madre probablemente lo aceptaría con menos problemas, pero definitivamente enlodaría el nombre de la sacerdotisa y eso era lo que le preocupaba a Anna.
Aún así yo tenía gran parte de la culpa, una primera vez era pasable, pero una segunda, especialmente inducida por mí, había dado justo en el tiro. Sin embargo, y pese a mis culpas y contradicciones, no pude evitar sentirme realizado. El simple hecho de que dentro de Anna creciera un hijo mío, me hizo sentir un orgullo sin igual, pero tenía que ser discreto o todos lo notarían.
Bajé a la planta baja. Ahora era Anna quien me esperaba en la puerta. Llevaba su vestido negro corto y su inseparable pañoleta.
El vestido se ceñía a sus cadenas y su vientre plano. Nadie sospechaba que dentro de ese esbelto cuerpo estaba creciendo mi hijo, de hecho yo mismo no lo creía. Anna casi tenía los tres meses según me había dicho y no existían pruebas notables de su embarazo.
-Si sigues como idiota, me iré sola, entendiste.- M e espetó con rudeza, digna de ella.
No pude evitar reírme un poco, pues a pesar de todo Anna seguía siendo casi igual.
Sin embargo, últimamente había experimentado cambios de carácter muy drásticos, de enojada a melancólica. Lo cual me hacia cuestionarme si realmente era distancia lo que necesitábamos. No la había vuelto a tocar, ni siquiera por error. La última vez había sido el beso que le di cuando me entregó el oráculo virtual, la perfecta excusa para acercarme a ella.
Caminamos un rato por el parque y por los colores en el cielo diría que estaba a punto de oscurecer. Anna había permanecido en cama casi todo el día, no se había sentido nada bien desde que había despertado.
-Yo tengo la culpa.- Pensé en voz alta, lo suficiente para que ella me escuchara
-¿De qué hablas?.- M e preguntó extrañada
-El entrenamiento de mi abuela te dejó muy agotada, debe ser demasiado cansado en el estado en el que estás..- Le dije con un poco de vergüenza, pues en parte no había mucho en lo que podía ayudarla.
-Puedo resistirlo, no soy tan débil como piensas. Es el precio por ser una digna esposa del Shaman King.- Pronunció con frialdad en cada una de sus palabras.
Muy dentro de mí sentí eso como una daga profunda, era una represalia o una inusual frase para darme cuenta del verdadero significado. Matrimonio. Nos habíamos saltado al último paso de esa palabra y aun acabado el torneo nunca hubo salido de mi boca una propuesta semejante. Me molestaba un poco ese asunto, no por que me negará, sino que no se podía.
-Aún sin entrenamiento, eres la más digna para tal honor.- Le dije con orgullo, algún día la premiaría por todo eso.
-Tú abuela no me verá con buenos ojos si sigue pasando el tiempo.- Me dijo con indiferencia, mientras su mirada se perdía en la inmensidad del paisaje.
Su mensaje fue conciso y a su vez intrigante, pues yo muchas veces tenía la misma duda. Si no me casaba cuanto antes con Anna… ¿la humillaría mi familia por entregarse a mí de manera tan fácil? ¿Cómo nos verían después de saber la verdad?
Yo sabía que eso era mentira, tanto a ella como a mí nos costo dar un brinco a nuestra relación, pero eso ellos no lo entenderían. Era imposible que no nos sintiéramos atraídos el uno por el otro, vivíamos como adultos desde antes de empezar la adolescencia, nos educaron con estándares diferente a cualquier niño, incluso a mis amigos, que estaba seguro no llevaban una responsabilidad tan grande como nosotros dos.
-Aquel que diga algo en tú contra, de tu honor y de nuestro bebé, no vivirá para osar burlarse.- Le dije con seguridad, pues estaba dispuesto a defenderla a toda costa.
-Tendrás que callar muchas bocas, en ese caso.- Me dijo tranquilamente; mientras sus ojos me miraban con intensidad.
-Me basta con tener tu confianza para saber que puedo hacerlo- Pronuncié con temor de ser rechazado y de que ella me reclamará mi falta de responsabilidad.
-La has tenido siempre, aun cuando las cosas no siempre están a tu favor.- Escuché de sus labios, aquello fue para mí un regalo hermoso, aun con todo no dudaba de mí.
-Los sé, es otra alternativa la que tengo que tomar. – Confesé, trataba de entenderla, nuestra actual relación estaba flotando sin tomar un rumbo fijo.
Cualquiera que nos mirara en aquella banca, no le cruzaría por la cabeza semejante locura. No parecíamos una pareja, cada uno caminaba por su lado, miraba el paisaje menos los ojos del otro. Sin embargo, dentro de mí no cabía la menor duda que quería a Anna tanto como a mis amigos, pero el cariño a ella era especial e inigualable.
Anna había sido la persona que me había hecho responsable desde el primer momento en que la conocí. Nunca había tenido deseos de proteger a alguien cuando la conocí, entonces algo en mí cambió desde ese día. Matamune fue mi primer espíritu acompañante, pero había sido la itako quien había sanado las heridas de mi frío corazón.
No sabía a ciencia cierta lo que sentía por ella, la quiero de eso estoy seguro, la amo por su entereza y valor. Probablemente ya la amaba antes del día en que ella y yo tuvimos nuestra primera experiencia; sin embargo, la figura de mi hermano aun prevalecía en mi mente y corazón, sabía que en cierto momento del torneo de shamanes, Anna había sentido cierta flaqueza con Hao, rió a su lado y manifestó un cierto agrado por los halagos que él le dirigía.
Nos detuvimos a comprar un helado cerca del lago. Y a pesar del silencio, nada en nuestro entorno parecía incomodo. Los pensamientos y sueños con Hao me hacían perder el equilibrio. Estaba seguro que Anna me amaba, de lo contrario jamás hubiese tenido algo que ver conmigo. Pero yo… ¿Acaso podría ser un buen prospecto para ella? ¿Confiaba plenamente en ella? ¿Heriría sus sentimientos si le confesará que nuestro sueño juntos tal vez se pueda convertir en un infierno?
-Anna, yo tengo que confesarte algo…
Su mirada se posó en mí al instante. Eran tan duras las palabras que le diría que me destrozaba el corazón. Intentaría no lastimarte, aunque tenga que partirme el alma en mil pedazos.
Sin embargo, aquellas palabras nunca llegarían a sus oídos, pues los dos espíritus de mi padre llamaban poderosamente su atención, tanto así como su preocupación.
-¿Qué ocurre, Anna?.- Atiné a preguntarle con un gesto de alarma, pues su rostro no reflejaba nada bueno.
-Tu padre, él… murió.- Me dijo con pausas, como tratando de disimular la triste noticia.
Un accidente automovilístico había provocado su muerte, aquel que una vez consideré mi papá, simplemente se fue sin dejar rastro alguno.
Fuimos al lugar del accidente, corrí más a prisa que Anna y llegué con mayor rapidez a donde aún se encontraba tendido su cuerpo. Su máscara había salido volando de su rostro, aquel que pocas veces en mi vida vi.
-¿Quién es usted?.- Me preguntó con rudeza un oficial.
-Es su hijo.- Escuché decir a Anna con seguridad, había agradecido tanto que ella estuviera a mi lado.
-Lo lamento mucho.- Me dijo en señal de arrepentimiento por la rudeza de sus anteriores palabras.
Anna había observado tenuemente la sombra de un espíritu. No era necesario abordar palabras, sabíamos de antemano de quien se trataba a la perfección. El oficial se retiró para darnos un poco de privacidad; mientras Anna se acercaba a mí.
-Estaré cerca. – Me dijo con clara señal de apoyo, pues sabía perfectamente lo que había que hacer o al menos lo que pensábamos hacer.
El accidente había ocurrido cercano a la pensión y era fácil que Anna pudiera comunicarse con alguno de los muchachos. Tras fallecer Fausto, el único que podía revivir era Jun Tao y Ryu, que al parecer habían aprendido las artes del equipo gandala. Observé como aquel espíritu se detenía delante de mis ojos.
La máscara brillaba por su ausencia en ese reflejo casi transparente. Sin embargo, su sonrisa no desaparecía de sus labios. Era feliz siendo libre, que no puede evitar cuestionarme por qué de su felicidad en nuestra incertidumbre.
- Es tiempo de dejar las ataduras en el pasado y vivir con plenitud.-
-Aún estás a tiempo, Mikki.-Le dije esperanzado de que esas palabras sólo fueran ilusiones y no verdades
-No, Yoh. Para mí ya no hay tiempo, sólo me dediqué a mal gastar mi tiempo y me olvidé de los demás. Sólo quiero que le digas lo mucho que la quise y que deseo que sea feliz.
-¿Y que es lo que piensas hacer? .- Le dije casi como un reproche, su actitud no me parecía justa, especialmente para mí.
-No lo sé, haré lo que siempre estuve destinado a ser… un vagabundo.- Intenté contradecirlo, mas él ya se había adelantado.- Yoh sólo quiero que me prometas algo, no la dejes ir. No cometas mis errores y se un buen padre.- Pronunció con lagrimas en los ojos, de estar vivo estoy seguro que habría caído en mi cabello.
Sin embargo, se había desvanecido. Ni una despedida, ni una lagrima hubo en mis ojos, sólo la ultima frase me había quedado grabada. Probablemente si él no hubiera dicho eso, yo mismo hubiese cometido un error que hubiese acabado con mi existencia.
Esa noche viajamos a Izumo, Anna no había comprendido cabalmente que había pasado con el espíritu, pero no quiso indagar más. Ella fue quien le dijo propiamente a la abuela del incidente, movió sus contactos y Manta había realizado algunos trámites para llevar el cuerpo ante mi madre. Supongo que esperaba que yo lo hiciera, pero me sentía un poco conmocionado por todo ese asunto, ya que a pesar de ser shamanes, la muerte no dejaba de ser trágica.
De un momento a otro no supe como pasó el tiempo tan rápido, veía a Anna descansando en el tren y al siguiente mi mente traía a mi madre. Comunicarle la noticia era una tarea que la abuela había hecho, pero ella se negaba a aceptar esa muerte de manera tan natural.
Aun veía a mi madre gritarme y reclamarme el por qué de mi decisión. Mis palabras poco salían de mi garganta, pues aunque no fue la figura ideal paterna, era mi padre. Ni un lamento había salido de mi boca, nada.
-Él ha muerto, nada queda por hacer.- Dije con serenidad, tratando de reprimir las lagrimas. Ahora era yo la fortaleza.
Manta entendió a la perfección mis sentimientos, aunque no mis razones. Salió con Ryu al patio, quien se había enterado e inmediatamente había llegado a casa de mis abuelos. Pero nada ocurrió, él lo había decidido y así sería, mi padre Mikihisa Asakura no reviviría nunca.
-No puedes hacer esto, aun queda una solución.- Gritaba casi desesperada mi madre, jamás la había visto en ese estado, pero algo era seguro, estaba furiosa.
-A veces las soluciones no siempre nos llevan a algo bueno.- Expresé con tristeza en mi tono de voz.
Oí sus sollozos en esa noche oscura. Anna se acercó a ella con cautela, y tocó su hombro con suavidad, en busca de brindarle su apoyo de manera más cercana que la mía. Me miré en aquellas bellas perlas, sabía que estaba siendo duro, lo bastante como para herirla a ella también. Suavicé mis palabras y me acerqué a mi madre, cogí su brazo y le miré con suplica me perdonase mi falta. Me dolía tanto como a ella, pero había una máscara en mí que no quería reflejar, al menos no delante de ellas, Mikihisa había sido duro al no concederme a mí el mismo acto que a Hao.
Mi madre buscó refugio en los brazos de Anna; mientras ella expresaba palabras de consuelo en su oído. Su fortaleza y entereza era impresionante, hacía unos momentos la había visto derramar lágrimas por mi padre, y ahora calmaba de forma impresionante a mi madre y con ella a mí.
En ese momento no dudaba de mi realidad, Anna era la perfecta esposa, por desgracia eso estaba lejos de mi alcance si deseaba seguir con ella.
Continuará...
N/A:No espero milagros, pero con franqueza éste es uno de mis favoritos, de no ser el que más me ha gustado escribir, lo dejó a su criterio.
Nos veremos pronto
Annasak2
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