Lo vio de reojo, por la ventana de su cocina y volteó a ver enseguida, sin encontrar a nadie.

No era la primera vez que ocurría, por lo que respiró hondo y continuó leyendo.

Un mes pasó y nuevamente lo notó.

Pero esta vez, escuchó un sonido, que más bien era un gruñido, dentro de su propiedad.

Extrañado, entró a ver de qué se trataba. No había nadie, pero observó que la puerta del refrigerador estaba abierta y, como las otras veces, faltaba la mitad de la comida.

-¡Qué fantasma más desconsiderado! Mira que asaltar la nevera de un pobre anciano como yo…

Con algo de desconfianza y algo de resignación, cerró la puerta y pensó en una solución.

Días después, mientras nuevamente estaba en su actividad favorita, lo vio.

Pero esta vez no hubo gruñido, en cambio, se oyó un grito desgarrador de dolor.

Entró y encontró al intruso, con la cabeza atrapada, dentro de la nevera.

-¡Gokú! ¿Eras tú el que robaba mi comida?

-Lo siento mucho, maestro... Pero es que Milk ¡Otra vez me dejó sin cenar!