El tronar de los cascos de los caballos perturbaron el silencio del bosque, iluminado apenas por el sol cayendo en el ocaso, tres figuras apearon sus monturas para aumentar su velocidad, debían llegar a la taberna antes de que anocheciera por completo o se verían rodeados por ladrones y eso no convenía a su propósito, no mientras viajarán de incógnito.
Incluso cuando alcanzaron su destino procuraron cubrir sus rostros con los mantos que los protegían del inclemente frío, siempre custodiando al más pequeño de los viajeros, como si de un enorme tesoro se tratara.
- Maestro, hay algo que no entiendo. - un joven alto y fornido de cabellos azules casi del mismo tono del cielo nocturno y mirada penetrante preguntó al hombre que presidía la mesa en la que se sentaban.
Alejados del bullicio del lugar, comían tranquilamente en la esquina más alejada del local, tratando de pasar desapercibidos. El mayor, hombre de edad, cabellos castaños donde pequeños tintes grises ya se asomaban, mirada serena en la cual se notaba determinación y fuerza, se limitó a mirarlo con aquella paciente calma propia de su carácter.
- El guerrero Kurogane es un hombre del estado Qin, así que, ¿por qué se retira?
- Ese estado es como una bestia en la actualidad. Debido a su fracaso en la integración de los seis estados hace diez años, aún mantiene un rencor difícil de eliminar, desde ese momento ellos tratan a los demás con dureza y crueldad, y Fei Woong, uno de los líderes políticos de ese estado, es un hombre astuto, él ayudó al rey Hien a sembrar discordia entre el señor Xinling y el rey Anxi, su intención era debilitar el estado de Wey, e hizo que nombrara heredero al hijo de la Consorte Ieran de Zhao, XiaoLang, asi podria tomar el trono una vez que su padre pasara al otro mundo, esto con el propósito de superar a otros ministros y extender su poder político. - el hombre de cabello castaño, quien parecía ser el líder suspiro con verdadera tristeza. - Creo que el guerrero Kurogane no está dispuesto a vivir en el mismo estado con un hombre como el ministro Fei Woong, asi que está dispuesto a abandonar a Qin.
- Padre, una vez dijo que nuestro estado de Wey, con el fin de oponerse al sistema de integración vertical unió una vez fuerzas con el estado de Qin. Para sorpresa de todos, nos conquistó y nos sometió…- murmuró por primera vez el más pequeño de los tres con voz musical y elegante, tan sosegada como si de un susurro se tratara.
- Después de eso el rey de Qin mudó a su majestad a vivir en Yewang. - suspiro lleno de pesar antes de continuar con la dolorosa historia del estado que los había adoptado y de la pequeña aldea que ahora llamaban su hogar - Nuestra historia está abrumada por la pena.
- El objetivo principal de Fei Woong es la unión de la tierra. La guerra entre estados es interminable. Las vidas de los civiles y los súbditos imperiales penden de un hilo. - continuo aquella pequeña figura, aun cubierta por el manto, mientras los dos hombres se miraban con tristeza, dándole la razón. - si los seis estados no se unifican para vencer al tirano rey de Qin, temo que esto terminara en la total destrucción de todo lo que conocemos.
- Menor… - le llamo con cariño el joven sentado a su lado, posando delicadamente su mano en su cabeza - no es inferior a ningún hombre. Su conocimiento de la corte es extraordinario.
- Por supuesto. - contestó este con seguridad y burla impresos en su voz, levantando los brazos por primera vez desde que llegaran, imito a sus compañeros y bajo la capucha que cubría hasta el momento el largo cabello castaño y los enormes y hermosos ojos verdes que iluminaban el blanco rostro y las delicadas facciones. - De no haber sido mujer, seguiría sus pasos, padre, y trabajaría en la corte imperial.
El aludido se limitó a sonreír, ocultando la preocupación que lo invadió al escuchar las palabras de su amada y única hija, el único recuerdo de su adorada esposa que había muerto muchos años atrás, su más grande tesoro. La joven sonrió hacia él con amor, tratando de encontrar en las tranquilas facciones de su padre algún rastro de orgullo, hallando como siempre solo el inmenso cariño que le profesaba.
- Vamos, coman antes de que se enfríe. Tenemos muchas leguas que recorrer mañana. - instó a sus acompañantes, quienes, con alegría, asintieron y comenzaron a llenar sus platos y estómagos.
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A la mañana siguiente, a muchas leguas de aquella taberna, un elegante y joven ciervo se paseaba por los claros de las montañas, ajeno al peligro que lo acechaba, presumiendo su cornamenta, si los animales pudieran razonar como los humanos seguramente este se sentiría invencible, intocable.
La punta de la flecha siguió sus movimientos, esperando el momento oportuno, cuando este llegó, voló rompiendo los aires para ensartarse en el cuello del animal, matándolo en el acto.
El dueño de la flecha se adelantó, con orgullo, la castaña cabellera ondeando al viento y los ojos canela observaron a su presa, sonriendo con satisfacción se inclinó para acariciar el suave pelaje, visualizando que es lo que haría con él en cuanto llegara a casa y pudiera disponer de este.
- ¡Llévenselo! - ordenó con voz atronadora a los hombres tras de él.
- ¡Espere! - un pequeño hombre ataviado con túnicas brillantes se hinco a su lado, en la postura adecuada para dirigirse a alguien de su rango. - Majestad, por favor, no lo haga.
- A su majestad no le agrada que lo perturben cuando está de caza - reprobó el guardia personal del joven, siempre a una prudencial distancia de su amo - ¿Qué es lo que quiere?
- Hay una ley en este campo de caza: sin importar quien cace aquí, la presa debe ser entregada al marqués de Chanxing - recito de memoria el joven sin apartar la mirada del ciervo.
- ¡Estupideces! Este animal fue cazado personalmente por su majestad, ¿estas insinuando que ese marques tiene aún más rango que nuestro rey? ¿Cómo es que un simple enviado sea capaz de faltarle al respeto así a su majestad? ¡Apresúrate y pídele perdón!
- Solo estoy siguiendo la ley. No tengo intenciones de ofender a su majestad. La ley en este campo está regida por la reina viuda, sin embargo, su majestad tiene la decisión final, por supuesto.
El joven rey, se levantó del suelo con elegancia, haciendo alarde de su estatura, nadie era más alto que el en ese lugar, y sin apartar la mirada del horizonte rompió el silencio.
- Mi pasatiempo es la caza, pero no es la fuente de mi felicidad, y ya que existe una ley acerca de esto, le regalaré el ciervo al marqués. - continuo con sabiduría, haciendo que todos suspiraran de alivio.
Nadie noto, que, al darle la espalda a sus acompañantes, las varoniles facciones se fruncieron en un ceño molesto, eliminando la tranquilidad que lo había acompañado hasta el momento, apretando los puños y descartando el cuerpo del animal con la mirada, se limitó a empujarlo con la punta de los zapatos de gamuza que usaba, en dirección al enviado.
- ¡Fye!
- Su majestad.
- Regresamos al palacio.
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El llanto de una niña los saludo en cuanto habían amarrado las riendas de sus caballos en el lugar designado, la única mujer del trío corrió tan rápido como sus vestimentas le permitieron, desenfundado ya la espada que siempre llevaba con ella y seguida de cerca por sus compañeros.
Llegaron al lugar justo a tiempo para ver cómo es que la pequeña volaba por los aires, producto del golpe que un soldado le había propinado, la castaña, llena de furia se adelantó un paso, solo para ser detenida rápidamente por su padre.
Una figura enfundada completamente en negro ya sujetaba el cuerpecito de la chiquilla antes si quiera de que la hija del espadachín pudiera replicar, el desconocido depositó a la pequeña niña con cuidado en el suelo antes de embestir con una velocidad cegadora a los soldados frente a él, golpeando casi con delicadeza el oído del responsable del llanto y enviándolo al suelo.
- ¿Acaso estas esperando que te presente a la muerte? - dijo con una calma sorprendente cuando su contrincante se limitó a observarlo desde el suelo.
- Kurogane - el nombre, teñido de sorpresa, abandonó los labios del hombre mayor, mientras no apartaba los ojos de la enorme figura vestida de negro.
Sus compañeros reaccionaron con igual sorpresa, jamás habían visto al famoso guerrero Kurogane, pero si sabían que el arte de su espada estaba a la altura del maestro que los acompañaba y guiaba, aun a pesar de su juventud. Sus cabellos negros como el carbón y facciones toscas y a la vez apuestas fueron reveladas cuando este se deshizo de la capa que lo cubría.
- Debe ser el guerrero Kurogane - se adelantó la de ojos verdes, inclinándose con respeto - Soy Kinomoto Sakura. Mi padre es Kinomoto Fujitaka, comandante en jefe de Puyang del estado de Wey. - él y mi superior me han llevado por muchísimas leguas con el único propósito de encontrarlo, noble guerrero.
Para sorpresa de los jóvenes que lo acompañaban Fujitaka hizo una respetuosa reverencia después de empujar a su hija tras de sí, cruzando sus manos frente a él para hablar con respeto al chico de cabello negro que lo miraba casi con arrogancia.
- Vi la carta que me dejó en la mansión del estado de Wey, es por ello que me apresure aquí a encontrarlo, con el fin de expresar personalmente la esperanza de que ayude a los seis estados.
- Eso es un elogio para mi persona, guerrero Kinomoto, sin embargo, no soy más que un viajero común. ¿Cómo ayudaría a los seis estados?
- No hay grande o pequeño cuando se trata del bienestar de los seis estados. Cuando Qin ataca una ciudad, no hay diferencia entre estos. Todos sabemos que usted, guerrero Kurogane es un hombre de Qin, pero no está de acuerdo con sus ideales políticos, es el mejor espadachín de la tierra, si se une a nosotros en nuestra oposición contra el estado Qin, puede levantar la moral en la gente. - la dulce voz se elevó, interrumpiendo la plática.
- ¿El mejor espadachín de la tierra? Eso es solo un rumor. No es digno de mencionarse. - desestimó moviendo la mano con aburrimiento. - Guerrero Fujitaka, ya que tenemos el honor de encontrarnos en este lugar, hagamos una apuesta, si usted puede detenerme de abandonar el poblado, entonces lo escucharé, si no puede hacerlo, por favor váyase.
Sakura quiso oponerse, a su parecer, estaban jugando cuando algo más grande estaba sobre la mesa, sin embargo, cuando su padre y el guerrero se pararon uno frente a otro, supo que ya no había opción, no podría detenerlos.
Ambos guerreros se miraron fijamente por segundos, midiendo las fuerzas de su contrincante, cuando el joven de cabello negro se adelantó unos pasos, Fujitaka tenso la mano que sostenía su espada, los alumnos de este miraron todo con aprensión y esperanza, conocían el arte de su maestro, sabían que no era nada para dejar de lado, pero también sabían de la leyenda que respalda el nombre de Kurogane, así que el ansia de conocer el final de la batalla los dominaba.
El hombre vestido de negro se detuvo al lado del guerrero mayor, sosteniendo ya la espada, enfundada, que este había puesto en su camino, los movimientos de ambos se hicieron imposibles de seguir gracias a la velocidad de los contrincantes, antes de enfrascarse en una danza, tan sincronizada que costaba creer que era la primera vez que se veían, tan pareja que podían escuchar los jadeos de los hombres.
La mirada de Fujitaka se concentró en el chico, quien por fin había desenfundado su espada y la balanceaba con arrogancia frente a él, el mayor hizo lo propio, ninguno de los dos se acercaba al otro, esperando que fuera su contrincante quien diera el primer paso, entonces el sonido de los metales chocando lleno el lugar, lanzando chispas y ráfagas de viento cuando creían encontrar una apertura en la defensa del otro, sin embargo, ninguno parecía bajar la guardia lo suficiente como para acabar con la batalla.
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El joven rey hizo su entrada sin anunciarse a la lujosa y extravagante habitación, tan arrogante como siempre, tan seguro de sí mismo, solo para escuchar los sugerentes sonidos que provenían del diván real, sus pasos lo llevaron a acercarse más y lo que encontró lo llenó de ira y asco, la reina viuda, su madre, se encontraba recostada mientras reía con deleite y extendía la mano, aún manchada de jugo de dátiles para alimentar a un joven, quien la abrazaba con posesividad y trataba de morder juguetonamente los dedos de la regente.
Se aclaró la garganta para revelar su presencia ahí, los ocupantes del diván volvieron la cara, molestos ante la interrupción para encontrarse con las miradas reprobatorias del rey, su hermano y su leal guardaespaldas.
El joven se levantó de un salto, inclinando la cabeza y retomando su lugar al lado de la mesa llena de manjares mientras la reina se levantaba y con vergüenza trataba de alisar el exquisito ajuar que vestía. La mujer empequeñece al notar la mirada de su único hijo varón, quien parecía querer fulminarla con fuego de ser posible.
- Saludos, madre - tratando de controlar su voz se inclinó frente a ella.
- Yo, Reiki, saludo a la reina viuda. - el hermano pequeño del rey continuó con su ejemplo, atrapando destellos en su plateado cabello mientras trataba de que sus ojos grises no se encontraran con la alta y estilizada figura que le pertenece a Ieran.
Mirar a los hermanos era como encontrarse con el sol y la luna, mientras uno incendiaba el lugar con su ardiente presencia, su seguridad y aquellos ojos color café, el otro calmaba a los presentes con su tranquila mirada plata y ceño inescrutable.
- Sirvientes, ¿por qué no anunciaron que su majestad venía? - trato de controlar el temblor en su voz.
- No permití que lo hicieran. - fue la única respuesta que la dama recibió mientras la expresión de su hijo seguía tan seria como al inicio.
- Hoy no me he sentido muy bien, tenía un terrible dolor de cabeza, así que le pedí a Lao Ai que masajeara un punto de presión. - trato de excusarse fingiendo incomodidad ante la luz y sentándose en su diván, lo única cosa que consiguió fue que la imperturbable mirada canela se posara en el joven a su lado. - ¿Hay algo que usted quiera de mí su majestad?
- Madre, todo para la ceremonia de coronación ha sido preparado. Hoy iré rumbo a la ciudad de Yong. Reiki ira conmigo.
- Es un alivio. Has estado esperando esta coronación por mucho tiempo. - casi ronroneo, feliz de que al parecer su único hijo ya había olvidado la escena. - una ocasión tan feliz, con su hermano siendo testigo de ello. El anterior rey se sentiría dichoso.
El silencio se apoderó de la sala, cargado de reproches y vergüenza, mientras una vez más el rey fulminaba al hombre al lado de su madre.
- Al ver al marqués algo viene a mi memoria. Mientras cazaba, en el monte del oeste le dispare a un ciervo y note algo divertido, no solo los caballos, sino que también el campo de caza, todo le pertenece al marqués de Chanxing - apuntó con voz divertida y sarcástica, casi como si fuera un suceso sin importancia.
- Es cauteloso e inteligente. Su majestad siempre está ocupado con los asuntos del estado, solo le asigne pequeñas cosas para ayudar a que su carga de trabajo disminuyera. - respondió la reina, retorciendo sus manos con nerviosismo, asustada por lo que significaba para ambos que el rey supiera la verdad de su relación.
- Si a su majestad le gusta ese venado, enviaré a alguien para que se lo devuelva inmediatamente- se apresuró a contestar el asustado marques.
XiaoLang lo recorrió de arriba a abajo con la mirada, sopesando la amenaza que podria suponer para él, si bien era atractivo, le parecía insignificante, destinado a valerse de las simpatías que pudiera despertar en la gente a su alrededor, un adulador por naturaleza. Pero este vulgar hombre había enredado a su madre e incluso se atrevió a instituir leyes sin su aprobación, lo cual solo lo hizo odiarlo.
- No es necesario, a pesar de que era una hermosa presa. Es extraño que usted haya vuelto a este palacio, así que se lo regalaré como muestra de mi sinceridad madre.
- Gracias majestad por su regalo - contesto rápidamente el joven mientras Ieran sonreía con alegría al creer sortear el campo minado que era el carácter del rey.
Sin embargo, XiaoLang, harto de la situación que todos creían que desconocía, apretó la quijada, en un intento de no hacer que ejecutarán a su madre y a su amante.
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Cerca de 15 minutos era lo que los espadachines se habían tomado para la batalla, aun así, les parecía eterno a los espectadores, no podían seguir los movimientos de los contrincantes y sólo podían adivinar quién era el que iba ganando en base a quien retrocedía y quien avanzaba.
En un descuido de Fujitaka, quien se apresuró a terminar el combate, Kurogane lo golpeo con el mango de su arma en pleno pecho, haciéndolo retroceder y el joven con el acero negro dirigió el filo de su espada al cuello de su compañero, dando por terminada la pelea.
- ¡Padre!
- ¡Maestro!
Los acompañantes de Fujitaka se acercaron rápidamente, dispuestos a defenderlo, Kurogane bajo la espada, satisfecho mientras miraba la expresión calma y resignada del mayor.
- Merece ser llamado el mejor espadachín de la tierra. Yo, Kinomoto Fujitaka, aceptó hoy mi derrota.
Cuando se inclinó en señal de reconocimiento y respeto, su pupilo lo miró con incredulidad, tratando de averiguar dónde estaba la trampa ante semejante muestra de reconocimiento.
- Nunca me involucro en los asuntos de la corte - respondió mientras enfundaba su espada - pero dado que me encontré con usted hoy, le diré esto; cuando dejé Qin, vi al general Wu conducir tropas fuera de la ciudad. Su aldea siempre ha sido tema en la corte del estado Wey, si Qin se expande por el este y rey de Wey, decide protegerse entregará a Puyang como intercambio.
Ante la mención de su hogar, los viajeros se miraron entre sí con alarma, apretando las armas que llevaban consigo.
- Espero nos volvamos a ver. - se inclinó con desinterés mientras dejaba tras de sí, con las palabras que acababa de pronunciar, una estela de desesperación.
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Las pisadas llenas de furia llenaron el pasillo del palacio mientras el rey trataba de alejarse de los aposentos de su madre, siendo seguido con dificultad por su comitiva y hermano.
- ¡Esto no puede continuar así! - grito con furia, haciendo que todos tras de él se encogieran ante su potente voz - ¿podría tener un poco de auto control? Es una sanguijuela que se limita a alimentarse de una reina adicta a… no puedo pensar en palabras más degradantes para esos dos, sería faltarle al respeto a mi señora madre, aún más de lo que ella ya lo hace.
- Hermano, no debes molestarte con un oficial de rango bajo - su hermano se atravesó para detener el furioso avance, logrando que este frenara de golpe aun jadeando por la furia - es bien sabido que Lao Ai es de un porvenir humilde, vulgar y no es muy inteligente, solo porque gano un favor inesperado se ha vuelto arrogante, pero…
- La gente murmura que no es un verdadero oficial y que es un falso eunuco, que la reina solo lo favorece por su apariencia atractiva. ¡Y por no sé cuántas cosas más! - grito mientras desviaba su mirada, avergonzado por mirar a la cara a su pequeño hermano después de lo que presenciaron. - se dice que mi madre duerme con él. Reiki, ¿tú lo crees?
- Si es asi, ¿que deberíamos hacer? Si lo castigamos y el rumor se extiende, solo confirmaremos las sospechas y perjudicaría la reputación de la reina viuda. - hablo con voz pausada, tratando de controlar a su hermano mayor.
- ¿Cuando ella se ha preocupado por eso?
Reiki abrió la boca para decir algo, pero se había quedado sin palabras para refutar, bien era sabido que la reina viuda adoraba la compañía de hombres jóvenes y vigorosos, no era muy clara la razón, pero no se necesitaba ser un genio para ver detrás de las mentiras que soltaba para conseguirlos, sin embargo, Lao Ai, ya llevaba mucho tiempo a su lado sobrepasando a todos los demás.
- Hermano, tu mayor preocupación en este momento es pelear contra el canciller, olvida lo que pasa en el harem.
El rey enfureció aún más ante la mención de Fei Woong, no por nada el había investigado cada movimiento, cada respiración, cada mirada que el canciller hiciera, y el descubrimiento que vino con eso, aun lo hería profundamente, el secreto que develo y que ya sospechaba le quemaba por dentro, alimentando sus ansias de venganza.
- El canciller y mi madre están juntos en esto. Si uno quiere debilitar al rey, debe comenzar con el harem. - fue todo lo que dijo, su voz destilando ácido y sus facciones oscureciendo con el deseo de verlos pagar.
Su hermano lo observó, él lo conocía y sabía que detrás de esa expresión se ocultaba algo oscuro, aquellos que osaran en subestimarlo pagarían y desearían no haber nacido, pero era su madre de quien hablaban, ¿acaso él se atrevería a lastimar a la persona que le dio la vida?
- Majestad - saludó su guardaespaldas, que se había ausentado minutos antes de abandonar el palacio de la reina viuda. - me he encargado del venado como lo dispuso.
- Bien.
Fue entonces cuando el príncipe Reiki retrocedió con pánico, el rostro apuesto de su hermano se había deformado para dar paso a algo más cercano a un demonio, la sonrisa que lucía no podía ser augurio de nada bueno.
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La reina descansaba, satisfecha después de una tarde placentera, abrigada en los brazos de su amante con tranquilidad, su mano se alzó en una caricia cariñosa y sintió algo húmedo y pegajoso resbalando entre sus dedos, confundida abrió los ojos y lo que vio la llenó de horror, sus dedos estaban empapados de sangre, aún tibia, recién extraída del cuerpo, se levantó con rapidez, descubriendo al joven en el lecho, notando que no solo su negro cabello, apenas teñido por algunas canas, también estaba lleno de aquel líquido, sino que también el pecho del hombre a su lado estaba manchado. En desesperación, lo sacudió, haciendo que despertara de golpe, su corazón se llenó de alivio cuando al ver la tranquila reacción, no lo comprendía, si él estaba bien, ¿entonces de dónde provenía esta sangre?
Lao Ai observó el rostro lleno de pánico de su mujer mientras sentía calidez en el pecho, al bajar la mirada noto la enorme mancha carmesí y gritó, sus manos trataron de hacerla desaparecer, fue en ese momento en el que se dio cuenta que no estaba herido y, aun así, el miedo no desapareció.
Los amantes se miraron directamente, preguntándose qué es lo que había sucedido, sin prestar atención a la sensación cálida que se extendía desde sus pies, el hombre, al notarlo, levantó el manto que los cubría para descubrir no solo una alarmante cantidad de sangre, sino también las vísceras de un animal, demasiado desfigurado como para saber su especie, si no fuera por la cornamenta que sobresalía de entre el amasijo que eran la piel, músculo y órganos, jamás habrían descubierto que se trataba de un ciervo.
Gritaron con terror, esperando que los sirvientes los ayudaran, pero nadie acudió a su llamado, el hombre en un ataque de valentía tomó todo lo que sus manos pudieron abarcar del cadáver y lo lanzó tan lejos como pudo para regresar y abrazar a la reina quien temblaba ante la velada amenaza que acompañaba el horror que acababa de presenciar.
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Los viajeros por fin habían terminado su viaje, hicieron que sus caballos galoparan tan rápido como pudieron sin matarlos y lograron llegar al anochecer al punto de encuentro, donde ya los esperaba, caminando en círculos, un joven alto, un cuerpo que había claramente trabajado desde tierna edad, de ojos oscuros y con un permanente ceño que solo se suavizó cuando reconoció a los tres jinetes.
- Maestro, hermanos. - saludo en cuanto alcanzaron su rango de audición. - los he esperado por mucho tiempo en este lugar. Estaba preocupado en caso de que se encontraran con los soldados de Qin.
- Hermano, ¿cómo está la situación en Puyang? - preguntó la única mujer del grupo cuando el aludido se dirigió a ella para ayudarla a desmontar.
- Por lo que se, el ejército de Qin construyó un campamento a diez millas de Puyang, podrían desplegar sus tropas en la noche. - comenzó el joven que los esperaba en cuanto tomaron asiento.
- Los soldados de Qin no han peleado contra los soldados de Wey en una década, ahora que están aquí es muy probable que vengan preparados. - comentó pensativo el mayor analizando todos los pros y contras de la situación en la que se encontraban. - quieren desmantelar nuestra ciudad con una pelea y yo liderare las tropas para proteger la ciudad. - suspiró, tratando de dibujar un mapa con su dedo sobre la mesa, mientras sus acompañantes se inclinaban con avidez, queriendo ayudar a defender su hogar. - Touya, Eriol, ustedes protegerán las puertas del oriente y occidente de la ciudad, ayudaran a los ciudadanos a dejar la ciudad con seguridad, no permitirán que la guerra hiera al inocente.
- A sus órdenes. - dijeron al unísono mientras se miraban con la complicidad y entendimiento que venía con años de entrenamiento.
- Padre, ¿qué hare yo?
- Sakura, la ciudad será caótica mañana - comenzó Fujitaka mientras tomaba con amor reverente las manos de su única hija y la hacía mirarlo directamente a los ojos antes de dirigir una fiera y seria mirada al de ojos azules - Eriol, debes cuidarla.
- Lo obedeceré. - contestó antes de mirar con duda tanto a su maestro como a su hermano de armas, en confusión al notar que el mayor le entregaba a su tesoro más grande, cosa que no había hecho ni siquiera con el joven que los acompañara desde que llegaran a China provenientes del mar.
- Pero padre, no es justo, ¿por qué ustedes tienen deberes mientras yo debo quedarme quieta? - protestó con fuerza al aferrarse a las manos de su padre, reclamando su atención. - aunque soy una mujer yo también poseo la fuerza y el corazón para proteger mi hogar - miro a sus compañeros con reproche antes de continuar con su protesta. - Si mi hermano y el superior Eriol pueden ayudar a escapar a los civiles, yo también puedo hacer lo mismo.
- Sakura no dudo de tu determinación para proteger a tu hogar, pero en este momento las tropas de Qin se mueven hacia nuestra ciudad y el daño que recibirá no es ninguna broma. Eres la única descendiente de la familia Kinomoto y me preocupa que descuides tu seguridad por la de los demás. - continuó su padre con amor, acariciando su largo cabello.
- En el pasado, mi madre sacrificó su vida por protegernos - apretando los labios continuó en un intento de parar las lágrimas que el ambiente había provocado en ella, frustrada por la injusticia que se presentaba ante ella. - ahora, usted se sacrificará de la misma forma. ¿Este es el único método de la familia Kinomoto para mantener su exclusiva descendencia restante?
- Nuestro estado está en peligro y yo estoy protegiendo mi hogar. - continuo con decisión al notar el carácter de su hija aparecer.
- ¿Es tan importante ser un guerrero noble? - gritó con desesperación para sorpresa e incomodidad de sus hermanos de armas. - incluso si la familia Kinomoto se llena de héroes y logra la grandeza, ¿cuál es el punto si yo soy la única sobreviviente?
- Sakura, basta, no digas más. - la callo el menor de los estudiantes con suavidad, quien respondía al nombre de Eriol, poniendo una mano sobre su brazo para frenar su avance.
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- ¡El marqués de Chanxing tiene un llamado de armas proveniente de la reina viuda! - el grito retumbó por todo el campamento, los soldados se irguieron con mayor fuerza como reacción.
- Esta mañana, en la ciudad de Yong se coronará al actual rey. Hace unas horas recibí un comunicado que decía que su majestad, nuestro rey anterior había sido asesinado por XiaoLang - Lao Ai grito aun con más fuerza, inyectando a su voz el dolor e indignación suficiente para hacerlo creíble, enfundado en una armadura y con una espada en su cinto, aun parecía destrozado. - En este momento, quien se encuentra en Yong es un traidor. ¡Es un falso rey! - la guardia se miró entre sí, confusa e incrédula, Lao Ai supo que los estaba perdiendo, asi que levanto la mano izquierda, donde tenía un símbolo hecho de bronce, marcado por los caracteres chinos para la palabra "movilización", ante el cual los soldados quedaron mudos - tengo el símbolo de su majestad, la reina viuda y es su decreto que las tropas me sigan para asesinar al falso rey y vengar la muerte de su majestad. ¡Vamos!
Fue lo último que se escuchó antes de que las tropas contestaran a viva voz su aprobación y comenzarán a marchar con rumbo a Yong donde con suerte llegarían antes de que la coronación terminará.
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Las trompetas marcaron el inicio de un nuevo día y con él la coronación daba su inicio, el joven rey XiaoLang había pasado toda la noche anterior inclinándose ante el nombre de los antiguos reyes, sus antepasados, rogándoles por sabiduría y valor para gobernar a su estado, pidiendo su bendición para que lo que planeaba hacer.
Los ministros lo rodeaban, imperturbables ante lo que sucedía en el exterior, deseando que el nuevo rey continuará con el enriquecimiento a la gran Qin.
Fei Woong, canciller principal se adelantó para poner sobre la castaña cabeza la corona ceremonial que marcaba el inicio de una nueva era, mirando con orgullo al hombre que se alzaría sobre el estado como el máximo gobernante, quien estaba seguro uniría al mundo.
XiaoLang se levantó con arrogancia, sin apartar la mirada de los símbolos frente a él, dejando atrás los miedos e inseguridades que en algún momento lo dominaron, a partir de ahora, nadie estaría sobre él, nadie sabría más que él y sin importar el precio que tendría que pagar, el mundo le pertenecería y obedecería, podía jurarlo, y lo hacía, seria aquel que uniría al mundo bajo su mandato, por su nombre, sus antepasados y todos los dioses, nadie quedaría fuera de su ley.
- ¡Felicitaciones Majestad!
El rey sonrió con satisfacción al escuchar las voces de su ejército, que lo aclamaban con alegría.
- Su majestad - su guardaespaldas personal interrumpió los vitoreos antes de hincarse frente a él con un rictus de preocupación. - El general Wu ha atravesado las puertas de Puyang. Lo está usando como regalo por su coronación.
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241 a. C
El general Wu de Qin ataca Puyang.
Gritos, sangre, el olor a carne quemada y la atmosfera cargada de desesperación y dolor invadieron a Fujitaka, quien observaba como las murallas de su amada ciudad eran destrozadas, decenas, sino es que cientos de hombres las atravesaron en tropel y se permitió por unos segundos sentirse derrotado, no sabía cómo saldrían de esta, ya no quedaban muchos de sus soldados en pie y los pocos que aun permanecían con vida estaban heridos o a cargo de evacuar a los ciudadanos.
- ¡Touya!
- Maestro… - su discípulo se acercó a él, notando la armadura llena de sangre, si era perteneciente al mayor, este parecía no notar las heridas, ya que se erguía con seguridad frente a la última puerta intacta.
- ¿Cuantos hombres quedan?
- No muchos… ¿podríamos retrasarlos lo suficiente como para darles tiempo a los ciudadanos que quedan de salir de aquí?
El general observo al joven espadachín con tristeza, negando sin palabras, Fujitaka podria ser alguien legendario con el arte de su espada y su discípulo mayor no estaba lejos de alcanzarlo, pero ni siquiera ellos podrían frenar al ejército que estaba a punto de atravesar la última puerta, que ya se separaba de sus gozones.
- No lo abandonare maestro. - comprendiendo la situación, desenvaino su espada, preparado para entregar su vida por la protección de su hogar.
- Has sido un gran alumno Touya, desde que te encontré en aquel puerto cuando tenías 6 años, supe que serias grande y llegarías muy lejos. Nadeshiko te amo como a un hijo. - continuo con cariño Kinomoto, ante sus ojos, la imagen del niño que fue Touya siempre estaría grabada con fuego, porque para él, este huraño muchacho siempre seria su hijo mayor.
- Fue culpa mía que la señora Nadeshiko muriera, si tan solo yo hubiera controlado mi espada mejor, ella no habría tenido que sacrificarse por nosotros.
- No Touya, nunca te he culpado por la muerte de mi esposa, ella tomo las decisiones pertinentes para proteger a aquellos que amaba, pero sobretodo lo hizo por sus dos hijos, por nuestros hijos.
Los ojos negros de Touya se encontraron con los de su maestro, por primera vez notando el orgullo y cariño que había en ellos, un nudo en su pecho le hizo derramar un par de lágrimas, en este momento, en el que la muerte los esperaba, no podía sentirse más feliz.
La madera de las puertas fue destrozada, los soldados se abalanzaron contra ellos y alumno y maestro pelearon valientemente lado a lado, moviendo sus espadas en perfecta sincronización, diezmando las tropas, Touya creyó, por instantes, que tal vez podrían ganar tiempo suficiente, incluso tal vez podrían salir vivos de esta, al menos hasta que su maestro lo empujo, evitando que una espada lo degollara.
- ¿Maestro?
- Esos son los cuatro grandes maestros de las artes marciales del estado de Qin. - respondió señalando a cuatro hombres de gran tamaño, sus espaldas fornidas rebelaban los años de práctica en las artes marciales y sus rostros, imperturbables al horror que los rodeaba, los hacia inconfundibles - Viento, Montaña, Fuego y Bosque.
Touya tuvo que controlarse para no temblar, por toda la tierra se habían escuchado rumores de aquellos maestros, invencibles cuando se unían, una máquina de guerra perfectamente aceitada, nadie que los hubiera enfrentado vivía para ver la luz de un nuevo día. Fujitaka miro a su alumno y a pesar de que sabía que la vida que habían escogido no sería muy larga, comprendió que no soportaría verlo morir.
- Touya, yo me encargare de bloquearlos, protege a los ciudadanos y vete.
- ¡Pero, maestro…!
- Deja de dudar. ¡Corre, vete! - haciendo uso de todas sus fuerzas lo empujo tan lejos como pudo. - Eres el único en quien puedo confiar para que saques a los ciudadanos.
- Maestro…
- Vete. Busca a Sakura y protégela, yo los alcanzare más tarde. - le obsequio una calmada sonrisa antes de volver su mirada a sus contrincantes.
Touya quiso quedarse, pero su maestro tenía razón, tenía que proteger a su hermana, porque no solo la amaba como tal desde que la sintió por primera vez en el vientre de la señora Nadeshiko, sino que cuando esta murió, mientras se desangraba en sus brazos y la vida se escapaba de su mirada, la joven señora le hizo jurarle por sobre lo más sagrado que siempre la protegería, y ahora que fallaba en acompañar a su maestro, el único padre que había conocido, en la muerte, también hacia un juramento hacia él, encontraría a Sakura y la mantendría viva.
Con esta decisión, el de cabello negro le dedico una última mirada a su maestro y se marchó.
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- ¡Majestad!
La celebración aun no había comenzado, el nuevo regente ni siquiera había abandonado el palacio ceremonial cuando un soldado, juzgando por su vestimenta un enviado del exterior de las murallas, ya hacía notar su presencia con fuertes gritos.
- ¿Qué pasa?
- Tengo que reportar, que el marqués de Chanxing ha movilizado el ejercito de la reina viuda, clama que el rey coronado en la ciudad de Yong es un impostor y que la reina ha declarado como heredero al príncipe de XiangYang con el propósito de corregir la línea sanguínea.
- ¿Dónde está el ejército traidor?
- Ya han cruzado la ciudad de Mei, incluso llevan el emblema de movilización de la reina viuda.
El golpe que sufrió el joven rey en el pecho ante las palabras no podía describirse fácilmente, traición, eso era lo más cercano a los sentimientos que en este momento lo invadían, odio hacia su madre, que lo había abandonado a favor de su amante.
- ¡Tonterías! La reina viuda nunca se ha involucrado en la milicia. - clamo Reiki al notar la expresión de su hermano. - ¿Cómo es posible que ella tenga un símbolo de movilización en sus manos?
- La reina viuda vivió en Yong por mucho tiempo, el terreno es principalmente infértil… yo le entregue ese símbolo con el propósito de protegerla. Majestad debe creerme, jamás pensé que ella lo usaría con este canalla propósito - se apresuró a excusarse el canciller Fei Woong, un hombre que podria rivalizar en estatura con su rey si no fuera porque la edad ya lo hacía encorvarse, su rostro, marcado ya por los signos de los años, se frunció con preocupación y miedo.
XiaoLang, tan imperturbable como siempre, experto en ocultar las emociones que hervían en su interior, se limitó a observar al canciller, quien retrocedió ante la fuerza de su mirada, aquella que se reflejaba perfectamente en el color de ojos que compartían.
- ¿Canalla? Ese sería un excelente objetivo para describir a la persona que le ofreció a la reina tantas cosas… - no solo se refería al emblema, había algo mas y solo ellos dos conocían lo que era. - Fye, prepara los caballos.
- Majestad, lo acompañare en la búsqueda de nuestros enemigos. - replico con decisión su hermano menor quien recibió una reverencia sutil de agradecimiento.
- Guardias, escuchen mi orden… yo personalmente debo matar a Lao Ai, su sangre servirá para bañar los campos que él ha mancillado con sus mentiras, y su cuerpo solo servirá para alimentar a los carroñeros. - no grito, pero su voz resonó en todo el patio, provocando que sus soldados lo vitorearan.
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- Superior… - llamó Sakura a su compañero mientras extendía la bota de agua por quinta vez, siendo igualmente ignorada.
El joven espadachín estaba distraído desde que salieron de la ciudad en una caravana con todos los ciudadanos que pudieron reunir esa madrugada, sus manos no dejaban de mover su espada con nerviosismo y evitaba en todo momento a su protegida.
- Mi padre nos pidió encontrarnos aquí, ¿cierto? Me preguntó como estará, ¿habrá dejado ya la ciudad a salvo?
- Eriol, quiero que estés consiente de esto, si Puyang permanece, yo permanezco, si la ciudad muere, yo muero con ella, es parte de mi juramento.
Trato de eliminar la voz en su cabeza, estaba nervioso, deseaba ayudar a su maestro, quedarse a su lado, pero también comprendía que la misión que le había dado, proteger a su única hija, era igual de importante, aun asi, no podía quitarse de la cabeza la idea de regresar a ayudarlo.
- Superior, respóndame. - golpeando su rostro con delicadeza provoco que los ojos azules se posaran en ella y al encontrase con aquellas lagunas esmeraldas, no pudo seguir mintiendo.
- El maestro… no vendrá. - repuso con voz entrecortada.
- ¿Que está diciendo?
- El me confeso que protegería la cuidad hasta su último segundo. No quería que muriera a su lado, asi que me pidió que la alejara. - confeso conteniendo el llanto.
Las manos de Sakura cayeron flácidas a sus costados, el sentimiento de traición la rodeo, no solo su superior le había mentido, quien fuera el más cercano a ella y en quien confiara más, sino que también su padre lo había hecho, la había mantenido fuera de peligro a costa de su vida. El dolor invadió su corazón, tal vez si corría aun podía alcanzarlo, arrastrarlo fuera de la ciudad o morir a su lado.
- ¿Por qué lo hizo? ¡¿Por qué me mintió al igual que mi padre?! - alzo la voz como pocas veces en toda su vida había hecho.
Eriol bajo la mirada, demasiado lastimado y avergonzado como para enfrentarse a esa mirada que quemaba y reprochaba su falta de lealtad, tanto para su maestro, como para su amiga de la infancia. La mujer se adelantó, dispuesta a dejarlo todo por su padre, después de la muerte de su querida madre, a quien apenas recordaba, no iba a perderlo.
- Sakura, no… - el enorme cuerpo de su compañero la bloqueo, impidiéndole seguir su camino.
- Apártate… - el joven no la escucho y tuvo que usar toda su fuerza para quitarlo de su camino. - ¡He dicho que te apartes!
Corrió, deseando ser lo suficientemente rápida y astuta como para encontrar a su padre en un campo de batalla, sin darse cuenta que alguien la perseguía.
Sakura deseaba tener la rapidez de un caballo, sus piernas ardían, seguramente había recorrido ya la mitad del camino que cubrieran esa madrugada, pero no se detendría, ayudaría a su padre, no disminuyo su velocidad ni siquiera cuando vio a Eriol correr a su lado, aunque él no la miro, seguía marcando el ritmo al que ambos se movían.
Ya podían vislumbrar el humo y las ruinas de las murallas cuando notaron el inusual silencio, esperaban escuchar gritos, el sonido de los metales al cruzarse, los tambores o los caballos, nada de eso estaba presente, ni siquiera gemidos llenos de dolor de los heridos, Sakura temió lo peor y apretó el paso, aunque nunca imagino lo que vería en cuanto entro en el camino de la puerta este.
- Padre… ¡Padre! - lo llamo en cuanto vio su figura, vencida en el suelo rodeada de sangre.
- ¡Maestro!
Ambos corrieron evitando los cuerpos que se cruzaban ante ellos, la mujer se inclinó con desesperación notando que su pecho aún se movía y sin importarle que su blanco hanfu se manchara con la sangre.
- Padre…. - los ojos de Fujitaka parpadearon confundidos, buscando el sonido de la voz que lo llamaba y que el mismo había convocado en sus últimos momentos.
- Sakura, ¿por qué estas aquí? - preguntó apenas con aliento, las múltiples heridas que cubrían su torso le quitaban fuerza.
- Padre…
- Eriol, te pedí que la mantuvieras lejos…- su voz contenía reproche, aunque al final podria ver a su hija una vez más.
- Soy un discípulo inútil, no fui capaz de ayudarlo. - se disculpó con lágrimas en los ojos mientras levantaba con suavidad el cuerpo de su maestro para dejarlo descansar en su regazo. - ¿Cómo podria reparar lo que he hecho?
- Eriol, si puedes proteger a mi Sakura, con eso será suficiente… - sus ojos se nublaban, pero estaba seguro de que su discípulo lo escucharía y acataría su petición, después de todo, tenía una razón para hacerlo.
- Padre, por favor aguante, encontraremos un médico y lo ayudara. - susurro con desesperación tratando de sujetar su rostro, sin lograrlo ya que sus manos resbalaban por la sangre que corría desde su cabeza
- No es necesario. Estoy acabado. Mi adorada Sakura, puedes ver que, en este mundo, la gente está dispuesta a pelear hasta morir por poder, asi que recuerda mis palabras, no vivas para los demás, siempre vive por ti y para ti, que no te importe lo que los demás te digan, ahora, que me reuniré con mi amada Nadeshiko he comprendido eso.
- Padre no…
Siempre vivió como un hombre tranquilo, nadie, excepto en batalla lo había visto cambiar esa expresión llena de calma, el creyó que asi como vivió, también dejaría este mundo, pero al final todos somos humanos y Fujitaka, a pesar de ser el gran guerrero que hacía temblar a sus enemigos con solo una mirada, también era un hombre, la desesperación y el miedo a la muerte lo invadió en sus últimos minutos, su cuerpo luchaba por seguir funcionando, su espíritu gritaba por continuar al lado de aquellos a quienes amaba pero su tiempo ya acababa.
- Protege a Sakura…- fue lo último que dijo con todo lo que le quedaba de fuerzas, apretando las manos de Eriol.
- ¡Papá! - el grito de Sakura se escuchó en gran parte del bosque, la chica abrazo el cuerpo inerte de su padre y se sumió en un incontrolable llanto.
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XiaoLang y Reiki dirigieron personalmente las tropas contra Lao Ai y establecieron una emboscada, destruyendo al ejercito traidor, cuando entraron a la ciudad y al notar que el comandante del ejército había huido, el rey ordeno masacrar a todos, nadie podía quedar vivo, el actuó activamente en la búsqueda, atravesando con su espada a quien quiera que se cruzara frente a él, ni siquiera parpadeo cuando degolló a un padre protegiendo a su familia antes de ordenar que se aniquilara a los demás.
Su hermano observo todo desde su posición a su lado, temiendo por primera vez a su hermano mayor, quien se alzaba aun en sus ropas reales, manchadas de la sangre de tantas personas, y gracias a su atractivo, como un ángel vengador, aunque a juzgar por su expresión, parecía mas un demonio.
- Soldados, escuchen mi orden; busquen a Lao Ai y llévenlo ante mí, vivo…. - fue lo último que dijo, después de asesinar al último habitante de la ciudad y aun con su espada manchada que miró con asco, monto su caballo y los dirigió de vuelta al palacio.
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La reina viuda caminaba por los pasillos de su palacio en la ciudad principal de Qin, esa misma tarde, después de que masacraran a todos los soldados que la rodeaban, había sido rescatada del lugar donde la había encerrado su amante, aun asi, se sentía nerviosa y aterrada, conocía de sobra el carácter impulsivo y explosivo de su único hijo, sabia de lo que era capaz, temía las represarías que el tomaría en su contra porque al final, su emblema había sido usado por nada menos que su amante para intentar asesinar al rey.
- Madre…
Ieran retrocedió al escuchar la sosegada voz que provenía de la puerta. XiaoLang se adentró a la habitación, cerrando tras de sí y solicitando a todos los sirvientes los dejaran solos. La mujer tembló, desde que era un niño pequeño ella había sido dura con él, probablemente lo había golpeado una o dos veces, pero todo con el propósito de hacerlo fuerte, sin embargo, nunca supo si él lo entendía. Aun lo recordaba, pequeño e inocente pero ya con una fuerza interna que la sorprendía, ahora, era evidente que su hijo había crecido, ella siempre había sido alta, pero tenía que alzar la mirada para poder encontrarse con sus ojos, el cuerpo que en su niñez era bastante escuálido ahora era fornido y ancho, además era bien conocido que estaba versado en las artes de la guerra, sin embargo, lo que más le asusto, fue su mirada, penetrante y llena de odio solo dirigida hacia ella.
- XiaoLang, yo también he sido engañada por el marqués. Nunca le di mi símbolo y tampoco creí que el iría contra ti. - suplico mientras retrocedía rápidamente y extendía las manos frente a ella para detenerlo.
- Pero le diste un título, poder y tu cuerpo. - susurro entre dientes, sin detenerse por la barrera que se había interpuesto entre ellos. - Como reina de Qin ha sido controlada por un oficial de bajo rango, ha sido el hazme reír de la gente. ¿Todo esto ha sido un engañado de Lao Ai?
Ieran no pudo refutar los cargos, y ante la imponente presencia del rey no pudo hacer más que caer y observarlo con suplica desde el suelo, sin embargo, no encontró ni siquiera pena en la varonil expresión.
- XiaoLang, no lo entiendes, solo soy una mujer, no me importa la política y la guerra…
- ¡¿Entonces tienes permitido hacer estupideces solo porque no te importa?! - grito contralado por la rabia, levantando su espada y amenazando con ella el cuello de su madre.
- No comprendes cuanto sufro. No entiendes cuan sola estoy… - sollozo sin apartar la mirada suplicante de su hijo, apelando al lado noble que creía que tenía.
- ¡Majestad, deténgase por favor! - la voz del canciller Fei Woong detuvo por un instante la espada que ya cortaba parte del ajuar de la reina.
- Fei Woong… - ante la distracción la mujer aprovecho para alejarse del arma y con dificultad ocultarse tras la espalda del canciller.
- Alteza, la reina viuda ciertamente tiene la culpa por ser engañada por el marqués, pero es su madre y lo llevo en su vientre, aun si fue engañada, su amor por usted permanece. Le suplico la castigue suavemente.
Podrían haber esperado que se marchara intempestivamente, que gritara lleno de ira, incluso que llamara a los soldados y los sacara a rastras del palacio, pero para lo que no estaban preparados fue para las risas que llenaron el lugar, verdaderas carcajadas llenas de diversión, temían que el rey enloqueciera.
- Canciller Fei Woong… - apunto con su espada a su pecho, aun riendo suavemente. - me dirijo a usted como mi tío, ¿acaso también quiere que me dirija a ese traidor de Lao Ai como mi padre adoptivo? Además del anterior rey, cuando hablamos de títulos paternos, tengo una gran lista de padres, ¿no lo cree? - la espada comenzó a hundirse produciendo un quejido en el canciller.
- XiaoLang no puedes matarlo porque él es tu… - suplico con desesperación la reina.
- ¡Cállate!... - grito con todo humor drenado de su voz hundiendo aún más la espada. - La reina viuda confabulo con aquel rebelde para asesinarme, no puede ser la madre de mi nación. Serás exilada a la tierra de Yong, escoltada y vigilada siempre por soldados.
- ¡No! XiaoLang no puedes tratarme asi, no puedes… - se hinco, aferrándose a las ropas de su hijo, pero este ni siquiera la miro.
Con un suspiro y controlando con esfuerzo sus ansias de venganza, tiro la espada lejos y se alejó de los llantos de la mujer que le dio la vida y la mirada atónita del canciller.
- Estoy perdonando sus vidas, tomen en cuenta eso cuando clamen por algo más de mí, ya no les debo nada.
La puerta se cerró con fuerza tras él, y cansado se recargo en las paredes, había tenido un día pesado y seguía sin comprender como es que incluso la gente que lo había traído al mundo podía traicionarlo de esta manera.
Invadido por la tristeza, acudió a lo único que podía hacerlo sentir mejor en momentos como este, con extremo cuidado saco el pequeño pañuelo que siempre lo acompañaba, estaba raído por la antigüedad y manchado de sangre seca, pero era la única prueba que tenia de que aquella noche realmente había existido.
- ¡Rápido súbeme, por favor!
- Superior… no me suelte, súbanos.
El recuerdo de su infantil voz lleno sus oídos y casi pudo jurar que vio los enormes ojos esmeraldas frente a él, aquellos que en ese momento lo había visto con preocupación y miedo mientras trataba de subirlo del acantilado por el que había caído. La pequeña niña castaña se encontraba boca abajo, apenas sujeta por los tobillos por el niño que la acompañaba, aun asi no dudo en su agarre.
- No te sueltes…
Los ojos canela no se apartaron del objeto, deseando encontrarla, jamás había visto a alguien como ella, ni antes, ni después y solo ella se había preocupado por su bienestar aun sin saber su identidad.
- ¡Estas herido! ¿Por qué no lo dijiste antes? - lo regaño antes de llevar su mano, lastimada por un corte y sangrante a sus labios para depositar un casto beso. - mi madre siempre hacia esto cuando me lastimaba, mi padre aun lo hace a veces y siempre me hace sentir mejor. - rio con diversión mientras envolvía su herida con el pañuelo que ella llevaba.
XiaoLang a esa edad ya era desconfiado, sin embargo, miro con sorpresa a la niña que lo trataba con confianza y que arriesgo su vida para salvar la suya dos veces esa noche.
- ¿Les parece si hacemos un juramento? La luna siempre escucha y no importa que suceda siempre aparece en el cielo, cada noche sin falta, es perfecta como símbolo de un juramento, asi que juremos… - sin esperar respuesta se puso en pie, halando a los dos niños mientras ella tomaba el collar del cual colgaba una diminuta pieza de jade que adornaba su cuello y lo ponía frente a ella entre sus pálidos puños, que parecían plateados bajo la luna. - Nosotros tres hemos sido unidos por el destino debajo de esta luna. Ruego porque podamos estar seguros, sanos y que seamos amigos para siempre, también deseo que haya paz en el mundo y que las guerras terminen.
- Yo deseo ser lustrado en artes marciales y que mis habilidades alcancen la perfección, para que pueda acompañar a mi maestro y ayudar a los débiles. - grito entre risas el niño de ojos azules que acompañaba a su salvadora, animado por la declaración de esta.
- Yo espero ser alguien temido por las personas para asi poder proteger a los que amo. - grito con decisión el ahora actual rey.
Lo había cumplido, pero ahora esa promesa comenzaba a carecer de sentido, todos lo que amaba lo traicionaban, se estaba quedando solo, a menos, que la encontrara, que al fin pudiera hallar a aquel ángel que lo había salvado de tantas maneras aquella noche de luna llena.
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Sakura seguía sentada frente a la improvisada tumba que habían cavado para su padre, acariciando con los dedos la lápida que Eriol había tallado para él, la noche había caído y el aire frio movía sus castaños cabellos, pero ella parecía no sentirlo. Su compañero, de pie tras ella la miraba con tristeza.
- Vivir en este mundo, es muy solitario. Las guerras nunca se detendrán y más perdidas como esta ocurrirán. ¿Qué puede una mujer débil y sin talentos como yo hacer por la gente del mundo? - sollozo a la nada, esperando que su padre la escuchara, donde quiera que estuviera.
Eriol levanto la mano, deseando consolarla, para bajarla minutos después al sentirse indigno, no había podido salvar a su maestro y ahora, la única sobreviviente de los Kinomoto estaba sola y era una extranjera en su propia tierra, ¿cómo podria aspirar a compartir su dolor y su vida?
¡Hola!
Primero que nada, quiero dejar en claro que esta historia es una ADAPTACION, si, la llamo de esta manera porque para la creación de esta me base en una historia que me ha encantado, desde que la vi por primera vez no pude dejar de pensar en Sakura y Shaoran, pero como dije anteriormente, es una base, cambiare muchas cosas que en la historia original no están previstas.
Segundo punto, no es un libro, o si lo es, no lo conozco, esta historia fue televisada, asi que si tuve que anotar ciertas cosas más allá de adaptarlas a los personajes para que sean coherentes.
Tercer punto, hare un crossover con varios personajes creación de CLAMP e incluso meteré mezclare un poco de la historia de Tsubasa World Chronicle, asi que será una pequeña revoltura de mundos XD
Y, por último, pero no por eso menos importante, quiero aclarar que soy una escritora que ha estado subiendo un pequeño fic de creación mía a esta plataforma que al final tal vez se una en esta como una seudo precuela.
No he querido subirla en mi cuenta principal por todos los problemas que han venido sucediendo por las adaptaciones actualmente y la discusión y opiniones diversas que todos tienen y no me gustaría tener problemas con esa cuenta ya que le tengo mucho cariño.
Ah, antes de que lo olvide, ya que es una historia un tanto larga como se puede ver, las actualizaciones probablemente sean mensuales, a menos que me dé un ataque de inspiración.
Bueno, espero les guste, y disculpen por la enorme nota de autora, pero era muy importante sacar eso de mi sistema, espero le den mucho apoyo y si les molestan un poco las adaptaciones realmente espero que no la odien.
Sin más que decir, me despido.
Bye bye.
