Disclaimer: Los siguientes personajes no me pertenecen, sino a Rumiko Takahashi.

***

-Sesshomaru...

El aludido se giró. A pesar de la sorpresa no dejó que su rostro expresara emoción alguna.

-Kagura- pronunció su nombre, a lo que la mujer esbozó una leve sonrisa.

Su mirada se perdió entre el kimono de Kagura, su recogido, sus hermosos ojos, su sonrisa.... Su sonrisa. Aquella misma sonrisa que le dedicó en su último instante de vida. Se-sshomaru creía que jamás la volvería a ver y que jamás volvería a causarle ese sentimiento tan molesto y delicioso al tiempo.

-Estás viva- simplemente dijo, en vez de decirle tantas cosas que tenía que decirle. Pero él era el gran Sesshomaru; jamás mostraba sus sentimientos.

-No exactamente- dijo ella mirando al suelo.

-Explícate.

-Tan frío como siempre, Sesshomaru.

No respondió. ¿Qué le iba a responder? ¿Que era frío con ella porque no quería decirle lo que realmente sentía? ¿Que los sentimientos tan solo eran una debilidad y que, por lo tanto, no debía mostrarlos ya que tan solo interferirían en su objetivo? Pero, pensándolo bien, ¿cuál era su objetivo en aquellos momentos? Derrotar a Naraku. ¿Pero por qué? ¿Porque había herido su orgullo? ¿Para que la muerte de Kagura no hubiera sido en vano? ¿O por los sentimientos que aquello le causaba? ¿Los sentimientos interferirían en su objetivo de derrotar a Naraku que habían sido sembrado por nada más y nada menos que sentimientos? Deliciosa contradicción.

-Estoy viva siempre y cuando esté viva para ti.- La voz de la dueña del viento le arrancó de sus pensamientos.

-A qué...- empezó a preguntar, pero calló al ver que Kagura se acercaba a él, lentamente. Vio como alzaba su mano y la acercaba a él. En cualquier otro momento la habría apartado con brusquedad, pero algo se lo impedía. Delicadamente, la mano se posó en el pecho de Sesshomaru.

-Mientras tu corazón mantenga vivo mi recuerdo.

La simple reacción de él fue abrir mucho los ojos mientras, Kagura, por su parte, los cerraba.

-Sesshomaru, te quiero.

***

Sesshomaru despertó. Otra vez había soñado con Kagura.

Se incorporó. Siempre ese sueño. Un sueño tan bonito... En verdad era un sueño perfecto, bueno, casi perfecto, simplemente por el hecho de que, además de que nunca respondía al te quiero de Kagura, siempre despertaba. Siempre. Y, cuando miraba a su alrededor, no estaba ahí la dueña de su corazón. Estaba muerta. Pero eso sí, tal como dijo Kagura en su sueño, ella seguía viva en su corazón.

-¿A dónde va, señor Sesshomaru?- preguntó Jaken, al ver que su señor se levantaba para marcharse.

-Jaken, cuida de Rin- ordenó.

-¡Adiós, señor Sesshomaru!- le despidió alegremente la niña.

"Mi conciencia- pensó Sesshomaru- no se quedará tranquila hasta que derrote a Naraku".