Ya no lo soportaba más. ¿Porqué tuvo que haberse fijado en él? A su entender, Edward Cullen era un monstruo; uno muy responsable, pero un monstruo, al fin y al cabo. Siempre tan respetuoso, educado y...guapo, a quién engañar.
Pero tan frío e insensible. Un dios griego, una estatua fría y sin emociones, carente de casi toda la humanidad que la comprendiera a ella, a Rosalie Hale. ¿porqué?
El la apreciaba, ya se lo había dado a entender, como a una hermana, nada más, pero no como ella a él. Ella tenia la leve intuición que, en un principio Carlisle la había transformado para que fuera la pareja de su hijo.
Carlisle los había salvado a ambos de la muerte, igual que a su esposa, Esme, pero los había condenado a su vez, a la inmortalidad. La inmortalidad y la belleza. Rosalie soltó una risa amarga. Belleza: su belleza fue la causa de su "casi" muerte, como ella decía. Porque murió, pero seguía viva. Porque seguía viva, pero estaba muerta.
Y ahora padecía la inmortalidad, con belleza, pero de una manera fría. Porque,¿ quien ansía una eternidad sin alguien importante con quien compartirla...?
Rosalie... hasta el nombre era hermoso. En la habitación de abajo se escuchaba el piano, la canción favorita de Esme. Arrugó la nariz. Ya no lo aguantaba más. Se iba. No podía seguir en aquella casa sin volverse loca.
Se quitó su camisón blanco ( le parecía una tontería tenerlo, pues no iba a dormir con él puesto, ya que no podía hacerlo) y escogió lo primero que se le antojó de su armario. Un vestido claro, con pequeños volantes. Le gustaba el tacto de la tela... la olisqueó y, humm, seda.
Se vistió deprisa y se calzó unas chinelas bastante monas. Tal vez cazaría algo, así que quería ir cómoda. Llegó en un instante al baño de la habitación y se toqueteo el cabello. Se arreglo un poco los rizos y se puso un lacito negro en un lado, recogiéndose el flequillo. Quien lo diría... a su madre le encantaban los detalles así. Pero le faltaba algo...rebuscó en un kit y cogió el eyeliner negro. Se maquillo con mas cuidado que de costumbre, haciendo resaltar sus ojos dorados (por su dieta vegetariana) y sus carnosos labios de color rojo intenso. Y se sintió vacía de nuevo.
Maquillaje, belleza, inmortalidad, dinero...pero seguía vacía y triste.
Se pintó una pequeña lágrima con el eyeliner al lado del ojo opuesto al lado del que llevaba el lazo y se guardo el artilugio y un pintalabios en el escote.
Bajó muy dignamente por las escaleras y se lo encontró tocando el piano.
La miró fijamente, tocando una cadencia enternecedora. Dejo desaparecer la ultima nota y cerro los ojos.
"Oh, no.." pensó para si misma. Lo estaba volviendo a hacer. Leería sus pensamientos y sabría lo que se proponía. Durante unos minutos que parecieron horas, siguieron mirándose, sin decir nada. Edward suspiro y volvió a cerrar los ojos.
-¿estas segura de querer marcharte de aquí?-susurró, intentando controlar la voz-ya sabes que no tiene por que ser así...
-no le digas nada a Esme- se limitó a contestar. Sin voltearlo a ver siquiera, Rosalie se dirigió hacia la puerta. Todo lo que había pasado esos años con los Cullen, le vino a la mente antes de atravesar el umbral.
Su transformación, la explicación de Carlisle, la sed, su primera caza, como aprendió a tocar el piano y a hablar francés...
De no ser por ser lo que era, en ese momento le habrían rodado lagrimas por las mejillas, estaba segura.
-Lo siento de verdad, Rosalie...-murmuró, empezando a tocar la canción que había compuesto para ella. Roses...así la había llamado. Razón de mas para irse. Asintió, con un nudo en la garganta yéndose de allí... para no volver más.
