Arien salió de su habitación y se dirigió lentamente y con sus manos cruzadas en el pecho hacia la puerta principal del edificio, la Corporación Cápsula. Era una chica no muy alta pero tampoco baja, delgada, de apariencia frágil, pero fuerte en realidad. Tenía el cabello suave, de color castaño claro y con ondulaciones. Sus ojos eran de color verde, brillantes, grandes y muy expresivos, y tenía las pestañas espesas y largas. Vestía de forma extraña para una chica de su edad, su ropa había sido ancha y la había estrechado ella misma, vestía camisetas grandes, con las mangas y el cuello cortados, a modo de tirantes que se le caían a los lados de los hombros continuamente, y pantalones desgastados, con bolsillos a los lados que siempre estaban llenos de cosas inverosímiles: destornilladores, bujías de moto…
Mientras caminaba los metros que la separaban del dintel de la puerta principal, comenzó a temblar y el nerviosismo se apoderó de ella.
- No seas estúpida Arien! – Se reprochó a si misma, sacudiendo la cabeza – Si te ve así pensará que eres una cobarde, y no lo eres. Debes aguantar. Debes resistir hasta su regreso. Y debes hacerlo por él y por Bulma. Se lo debes.
Se frotó los ojos y respiró profundamente un par de veces, para tranquilizarse, antes de salir al exterior. Allí fuera, entre los cascotes, la máquina del tiempo se hallaba preparada para emprender el camino, y Trunks guardaba en cajas todo lo que creía que iba a necesitar. Bulma se hallaba en un estado parecido al de Arien, pero el nerviosismo vencía a su miedo y se entretenía en repasar la lista que había elaborado ella misma para que su hijo no olvidara nada que fuera de importancia. Cuando levantó la vista del listado se encontró con la chica, que en silencio observaba todos los movimientos que hacían.
- ¡Arien! ¡Estás aquí! Ven, ayúdame a repasar esta lista. Estoy tan nerviosa que estoy segura que se me olvidará algo. – dijo mientras le cedía la lista a la chica – voy a la cocina, Trunks necesita llevar bebidas y comida para llenar la nevera.
- ¡Mamá! No levantes peso, espera a que termine de guardar estas cosas y ahora voy a ayudarte, no quiero que te hagas daño. – Dijo Trunks mientras cerraba una de las cajas especiales que podían convertirse en cápsulas, y apretaba un botón.
Al momento siguiente el compartimiento había desaparecido y entre el ligero humo que lo había sustituido se encontraba una pequeña cápsula que Trunks recogió y guardó en un estuche.
Bulma se dirigió al interior del edificio en ruinas. Arien observaba las maniobras que realizaba el chico y metió la mano que tenía libre de la lista que le había dado Bulma en su bolsillo para tocar algo que había guardado allí cuando estaba en su habitación. Hizo rodar una cápsula entre sus dedos y dudó unos instantes. "Arien, estás loca. Él nunca entenderá tus sentimientos, ponte en su lugar. Es un guerrero, y siempre se ha mostrado muy serio, salvo en contadas ocasiones. Su vida es la lucha y el entrenamiento, no tiene tiempo para tonterías. Además, seguro que no siente nada por ti aparte de la amistad que siempre os ha unido".
Arien disertaba para sí misma mientras movía las piedras del suelo con sus pies. Mordió su labio inferior y levantó la vista. Trunks estaba agachado y de perfil organizando el interior del último compartimiento. "¿Y si es la última vez que le veo? ¿Y si no regresa del pasado? ¿Y si los androides acaban con nosotras antes de que él vuelva? Apartó un mechón de su pelo que había caído sobre sus ojos, lo colocó con cuidado detrás de su oreja, y volvió a mirarle. "Precisamente por eso, necesito que él sepa, por lo menos que se haga una idea de lo importante que es para mí, aunque no me atreva a decírselo personalmente". En ese momento, Trunks levantó la vista del interior del compartimiento y la miró. Arien se sobresaltó en sus cavilaciones y le sonrió tímidamente, mientras bajaba la vista al suelo de nuevo y volvía a jugar con las piedras.
- ¿Qué estas pensando Arien? – Preguntó Trunks, levantándose del suelo y acercándose a ella – Estás muy callada. – Dijo sonriendo para intentar animarla. Arien sonrió y levantó la vista para mirarle otra vez, se había acercado mucho, tanto que podría abrazarlo por sorpresa antes de que él se pudiera oponer. Pero sus pies estaban clavados en el suelo y no podía moverlos.
- Nada, Trunks. Sólo pensaba en lo solas que nos vamos a quedar Bulma y yo cuando te hayas ido. Voy a echar de menos a alguien con quien hablar, por la noche, alguien que me entienda. – Trunks la miró muy serio, y ella continuó – ¡incluso echaré de menos nuestras discusiones!
- Bueno, puedes discutir con mi madre, si quieres. Pero no te lo aconsejo, es una experta y perderás, no como conmigo que siempre me ganas – dijo Trunks riendo. Arien le miró de nuevo y notó que si se quedaba para verle marchar no iba a resistir el llanto. Su respiración comenzó a acelerarse y sintió que en un momento a otro iba a estallar.
Trunks la observaba en silencio y pudo ver que su expresión era de preocupación y de… ¿tristeza? "Arien nunca está triste. Siempre está dispuesta a animar a quien sea" Pensó Trunks. Poco a poco su sonrisa fue borrándose de su rostro mientras observaba los ojos de la chica, que, comenzaban a humedecerse. – Arien – Dijo el chico, sorprendido – Yo no…. No sé qué decir… - puso una mano en el hombro de la chica – ¿qué te pasa? Siempre estás tan contenta y ahora estás así… No sé… … yo… ¿te ha pasado algo? – Trunks balbuceaba intentando encontrar las palabras adecuadas. Nunca había sabido relacionarse con las mujeres y menos aún reaccionar ante casos como este. Para él, que era un chico tan tímido, eran como un libro cerrado, a veces podían estar contentas y en un momento, cambiar su estado de ánimo por completo. Pero eso nunca le había pasado con Arien. Prácticamente, se habían criado juntos, eran inseparables, y podría decirse que podían leerse la mente el uno al otro, solo con mirarse. Ella nunca dudaba y siempre tenía una actitud decidida hacia todo. Creía que la conocía mejor que nadie, aunque desde hacía unos meses comenzaba a tener esa sensación extraña cuando hablaba con ella, de no saber qué decir, nunca antes había titubeado cuando se había dirigido a ella, y ahora lo estaba haciendo. Arien esbozó una pequeña y triste sonrisa mientras sacaba la mano de su bolsillo.
- Creo que no te olvidas nada. He estado observando lo que había dentro de las cápsulas y coincide con lo que te tienes que llevar de la lista que te hizo tu madre – dijo Arien – Trunks… Prométeme que vas a volver, y que tendrás mucho cuidado. – Dijo la chica. Trunks se quedó un momento callado mirándola antes de contestarle.
- Te lo prometo. Volveré sano y salvo, y destruiré a esos androides cuando lo haga.
Arien bajó la vista y miró la cápsula "¡Es ahora o nunca, Arien!" apretó la cápsula en su mano y la alzó hasta la altura del pecho de Trunks
- Esto es lo que se me había ocurrido que podría hacerte falta, al menos, si alguna vez te sientes solo. Toma- Dijo mientras comenzaba a ruborizarse. – ¡Pero no la abras ahora! Ya sabes cómo soy de desordenada y me ha costado mucho meter las cosas en la cápsula, así que podrías tener que volver a empezar, ¡jajaja!
Trunks cogió la cápsula con una mano, y antes de que ella retirara su mano del todo la tomó con la otra. Arien, sobresaltada le miró a los ojos. Había cogido su mano, un gesto que nunca antes había hecho y la observaba con esa mirada suya tan seria y el ceño fruncido. Pero no estaba enfadado, y no había rudeza en su expresión. Trunks sostenía delicadamente su mano como si se fuera a romper y de repente, Arien vio que comenzaba a ruborizarse y que apartaba la mirada mientras la soltaba, como si creyera haber cometido un error. Arien le miró con ojos dulces, y sonrió otra vez antes de decir:
- Te echaré de menos. Vuelve pronto.
Trunks levantó la vista y la miró a los ojos. Ella observó esos ojos azules que la volvían loca, por última vez antes de darse la vuelta y salir corriendo hacia el interior de la Corporación Cápsula.
Trunks la vio alejarse corriendo con su pelo al viento, como cuando era una niña, antes de que desapareciera dentro del edificio. ¿Qué le estaba pasando? Siempre había estado seguro de sí mismo, bueno, con las mujeres no, le provocaban una timidez exagerada y no sabía reaccionar ante ellas. Pero Arien no. Ella era su mejor amiga y la conocía más que nadie. Siempre se había sentido cómodo junto a ella. Pero esa reacción de ella de hacía un momento le había dejado confuso.
Pero ¿y qué había pasado con él? ¿Por qué la había cogido de la mano? Ella estaba triste, y estaba nerviosa. Y él no había podido resistirlo. La había cogido de la mano sin ruborizarse y sin sentir vergüenza, para intentar animarla, y había sostenido su mirada un buen rato sin ponerse colorado, al menos hasta que se había dado cuenta de la situación. Su piel era suave, recordó mientras miraba su propia mano. Nunca antes había tomado de la mano a una chica en una situación parecida y se sentía extraño, pero se sentía bien. En ese momento reparó en la cápsula que Arien le había dado e intrigado la guardó en el estuche con las demás.
- ¡Truuunks! ¡Ya está todo lo que necesitarás para el viaje! ¡Puedes venir a buscarlo cuando quieras!
Trunks salió de su trance y se dirigió a la cocina con su madre. La encontró sentada en la mesa y mirándole con ojos inquisidores.
- Pero, mamá, te había dicho que me esperaras – se quejó el chico
- ¿Qué le has dicho a Arien? – Le espetó, muy seria, Bulma.
- ¿Yo? Nada, ella estaba muy rara y ha entrado en casa corriendo - Respondió Trunks, sorprendido por la reacción de su madre.
- ¿Habéis discutido? – preguntó Bulma – Menuda forma de despedirse
- ¿Qué dices? ¡Qué va! No hemos discutido – Se apresuró a contestar, Trunks – Simplemente ella estaba triste, y no quería hablar. Estaba muy pensativa, me ha dado una cápsula y se ha ido corriendo.
Bulma le observó detenidamente y de repente abrió mucho los ojos como comprendiéndolo todo
- Yaa veeo lo que pasa aquí – Dijo Bulma para sí, con voz traviesa. Trunks la miró interrogativamente y se encogió de hombros
- Pues si lo ves, explícamelo. Yo no entiendo nada – Dijo él metiendo sus manos en los bolsillos.
- No. – Dijo Bulma, mirándolo con los ojos entrecerrados – Si quieres entenderlo, tendrás que descubrirlo por ti mismo, y enfrentarte a ello cuando regreses. No todo en la vida son batallas, hijo. Tienes muchas cosas que aprender, por ti mismo, y ya eres mayorcito. Así que, no tardes en volver, porque aquí tienes trabajo – Dijo Bulma, mientras se levantaba de la silla y le señalaba las cajas. Trunks no comprendió la respuesta de su madre, así que fue hacia las cajas y las cargó, una en cada brazo.
- Mamá, ¿porqué las mujeres sois tan difíciles? No entiendo nada de lo que está pasando hoy con vosotras dos – Dijo Trunks, quejándose.
- ¡Pues empieza a acostumbrarte, hijo! – respondió Bulma, dandole un par de golpecitos en la espalda a su hijo. – Ya era hora de que te dieras cuenta de que vives con dos MUJERES, con todas sus consecuencias – Añadió Bulma con una sonrisa.
Trunks se giró un momento con gesto extrañado, para mirar a su madre. Seguía sin comprender nada, como si le estuviera hablando en otro idioma.
Ya en el exterior y con todo cargado en la nave. Trunks se despidió de su madre.
- Mamá, ¿dónde está Arien? Creía que vendría a despedirse de mí. – preguntó el chico, decepcionado. – Voy a ir a buscarla – Añadió mientras echaba a andar hacia el edificio.
- No te preocupes por ella, hijo. – Le detuvo Bulma - Estoy segura de que tiene sus motivos. Dejémosla tranquila.- Respondió ella. "Además estoy segura de que quiere estar sola. Si le pasa lo que yo ya llevaba tiempo sospechando, no creo que quiera enfrentarle de nuevo antes de que se marche. Ya lo ha pasado bastante mal antes, y no hace falta repetir los momentos difíciles", pensó Bulma.
- De acuerdo mamá. Si tú lo dices. – Dijo Trunks, mientras se daba la vuelta – Mamá- Se detuvo.
- ¿Qué, hijo?
- ¿Podrías decirle a Arien…. que…que… yo también? – Trunks terminó su frase un poco ruborizado y su madre le sonrió.
- Que tú también qué? – preguntó con voz pícara
- Sólo eso mamá, dile que he dicho que "yo también" – respondió Trunks bajando la vista, avergonzado – Ella lo entenderá.
- Por supuesto hijo. Así lo haré – Dijo sin preguntar nada más. Trunks le sonrió y le dio la espalda. De un salto se introdujo en la nave y cerró la escotilla. Dijo adiós a su madre con la mano antes de poner la nave en marcha y ésta comenzó a elevarse poco a poco. Antes de desaparecer, Trunks hechó una última ojeada a una de las ventanas del edificio. Allí descubrió una figura observándole en las sombras diciéndole adiós con la mano. Dirigió el mismo gesto hacia ella, mientras decía –
- Te prometo que volveré y no volverás a pasar miedo jamás.
Y la máquina del tiempo desapareció.
Arien observaba todo desde una ventana. Sentada en el alféizar veía cómo Trunks acababa de guardar todo en una nevera que luego convirtió en cápsula.
- Ya está. Ya te vas – Dijo para sí. – y yo no he sido capaz de decírtelo – dijo mientras suspiraba y se recogía el pelo a un lado. Rodeó sus piernas con sus brazos y volvió a mirar al exterior. Trunks le decía algo a su madre antes de elevarse en el cielo para meterse en la nave. – Ojalá yo tuviera el valor de enfrentarme a mis miedos como tú lo haces con los androides y con todos los peligros a los que te has enfrentado. Ojalá yo fuera tan valiente como tú, y pudiera enfrentarme a mis sentimientos, para decirte que… Te quiero, y que no puedo vivir sin ti.
Arien miró como se cerraba la escotilla de la nave, y se encendían los motores. En ese momento, se acercó más al hueco de la ventana sin cristal y le miró, con el corazón desgarrado, mientras la máquina se elevaba. Sin poder contener sus lágrimas, le dijo adiós con la mano, y vió que él le devolvía el gesto antes de desaparecer. Después, todo quedó en silencio un buen rato.
- ¡Adiós mi amor! – Dijo Arien, para sí misma - Intentaré mantenerme con vida mientras tú no estés. Por favor haz tú lo mismo. Debí decírtelo. Debí decirte que… que te quiero ¡Te quiero muchísimo! – Dijo con la voz quebrada.
- Él también te quiere Arien – Dijo una voz a su espalda. Arien levantó la vista, medio nublada por las lágrimas, y vió a Bulma a su lado, con el gesto triste. Esta se acercó a ella y la rodeó con un brazo – Es sólo que aún no lo entiende, cariño. El no sabe qué es el amor, nunca ha sentido nada parecido por una chica. Su vida gira alrededor del deseo de vengar a sus amigos y destruir a los androides, nunca sintió curiosidad por nada más- Arien rompió a llorar abrazando a Bulma y se desahogó como hacía días que necesitaba. – la vida le hizo frío y serio. Su semblante triste lo dice todo. Por eso él te necesita tanto, Arien, aunque no sea consciente de ello. Desde que tú llegaste a esta casa, nos convertiste en algo más parecido a una familia de lo que solíamos ser, le he visto reír más veces contigo que antes de conocerte. Nos has llenado de luz, de alegría y de esperanza, Arien – Dijo Bulma, dulcemente. Arien levantó la vista, con gesto preocupado
- Bulma, lo que pasa es que, él tiene una gran responsabilidad. Es la única persona que puede librarnos del infierno que estamos viviendo y, yo no sé cómo decirle lo que siento. Me da la sensación de que para él los sentimientos son triviales en comparación a su deseo de combatir a los androides. Pero para ello él está sólo, y no deja que nadie le ayude ni a entrenar, ni siquiera a desahogarse, puedo contar con los dedos de una mano las veces que me ha hablado de sus miedos ¡Yo no puedo soportar que cargue con ese peso él sólo, Bulma! Yo no quiero que se sienta sólo, quiero que sepa que yo estaré con él siempre que lo necesite.
Bulma apartó un mechón del cabello de Arien y lo colocó detrás de su oreja.
- Eso es justo lo que necesita oír – Le dijo Bulma, sonriendo - Vosotros sois la esperanza de este mundo. – Dijo Bulma - Los androides no acabarán nuestro presente mientras existan jóvenes capaces de sentir el amor verdadero, como el que tú sientes, hija, y llenos de ilusiones como vosotros dos. Es la señal de que la humanidad sigue latiendo pese a este infierno.
Las dos mujeres se quedaron abrazadas un rato más hasta que el sol comenzó a calentar más la habitación donde se encontraban. Luego, se dirigieron hacia el subterráneo, su verdadera casa. Mientras caminaban, a Arien le asaltaban mil preguntas.
- ¡Ah! Por cierto – dijo Bulma, de repente – no sé qué significa, pero Trunks me pidió que te dijera, que "él también", y que tú lo entenderías– Arien sonrió, poniéndose colorada. "Que él también me echará de menos", pensó, comprendiendo. – No te voy a preguntar a qué se refería, porque él no quiso decírmelo. Supongo que será otra de vuestras bromas, de despedida.
- ¡Exacto! – afirmó Arien, rápidamente, asintiendo con la cabeza - Bulma, ¿me escuchaste en mi habitación hace un momento…. o ya sabías antes lo que sentía por Trunks?
- Arien, ya lo sabía, y desde hace bastante tiempo – Sonrió Bulma, pícara.
- ¡Ah! Y ¿cómo pudiste darte cuenta de que... de que Trunks me gustaba? – preguntó la chica, un poco avergonzada - ¿Tanto se notaba?
- Bueno, no ha sido difícil. Sólo he debido ver cómo le mirabas y los gestos que hacías. Le observabas desde las ventanas de los pisos superiores cuando entrenaba fuera de la casa, te quedabas embelesada mirándole mientras comíamos, o mientras él estaba sentado en el sofá, descansando o leyendo. No es algo muy complicado para alguien que también ha pasado por la misma situación ¿sabes? – rió Bulma – A mí me pasaba lo mismo con Vegeta. Y él tampoco se daba cuenta.
Las dos rieron mientras llegaban al subterráneo y abrían la puerta blindada.
- Pero, entonces ¿cómo reuniste el valor para decirle al señor Vegeta que le querías? – Preguntó Arien, curiosa
- Bueno, no tuve que decirle nada. Resultó que SÍ que se daba cuenta de todo. Pero disimulaba muy bien – se rió Bulma
- Oh! – dijo Arien llevándose las manos a la cara – entonces ¿puede que Trunks también se haya dado cuenta? – Preguntó temerosa – ¡me moriría de la vergüenza! – dijo, tapándose los ojos.
- Mmmpf, No tendremos esa suerte, hija. Creo que Trunks no heredó la picardía de su padre, algo que podía facilitar muchísimo las cosas, porque entre tu vergüenza y su despiste, estamos apañados…
