Esta historia participa en el Intercambio del día de la amistad del Foro El diente de León.

Es un regalo con mucho cariño para Anna Scheler.

Aprovecho para agradecer a Coraline T por betear esta historia y a Bermone por sus ánimos y apoyo.

Disclaimer: Los personajes de los Juegos del Hambre no me pertenecen, sino a la maravillosa Suzanne Collins.

Capítulo 1

Sólo es un resfriado

El despertador comenzó a sonar y Effie estiró el brazo para apagarlo, pero tan pronto lo hizo, el brazo que descansaba sobre su cintura la apretó más.

― Quince minutos más princesa ― le dijo Haymitch y le dio un pequeño beso en el cuello.

― Tenemos que estar en casa de Peeta en una hora para desayunar ― contestó Effie con la voz ronca, le dio unas palmaditas en el brazo y lo movió para sentarse y salir de la cama.

― ¿Cómo te sientes? Sólo a ti se te ocurre traerte esos ridículos mini vestidos al distrito doce en plena primavera, aquí es más frío que el Capitolio.

―No escucho que te quejes cuando te la pasas comiéndome con los ojos o metiéndome mano cuando nadie nos está viendo, y la verdad me siento de maravilla, esas pastillas que me dio Portia son milagrosas, sólo que sigo ronca.

―A mí me encanta esta nueva voz sexy que tienes, con la otra me dan ganas de taladrarme los oídos ― le dijo él con un tono de burla, recostado en la cama mientras cruzaba los brazos bajo su cabeza.

― ¡Eres un grosero horrible! ― respondió Effie mientras lo agarraba a almohadazos y chasqueaba la lengua ―. Dan pena tus intentos de cumplidos ― sin embargo no podía evitar reírse.

Haymitch le quitó la almohada de las manos y de pronto la tuvo inmovilizada en la cama debajo de él.

― ¿Con qué quieres jugar princesa?― la besó lentamente en los labios y después reemplazó sus labios con la frente y se deslizó suavemente hacia un lado rozándole la mejilla con la nariz. Siguió el perfil de su mandíbula hasta llegar a su garganta donde comenzó a plantar pequeños besos, y de pronto notó el húmedo contacto de su lengua, lo que hizo que ella se estremeciera y se le endurecieran los pezones contra la suave tela de la camisa de franela que le había quitado prestada. La mano de él se coló bajo la camisa y se dirigió hacia sus pechos, acariciando el izquierdo mientras con el pulgar y el dedo índice le apretaba el pezón.

Effie cerró los ojos un momento, dejándose llevar por las caricias.

― Haymitch — murmuró.

― Mmm ― respondió él mientras continuaba besándole el cuello y con la mano libre comenzaba a desabrocharle la camisa.

― Haymitch, basta, se nos va a hacer tarde ― le apartó la mano y lo hizo a un lado.

― Hoy es la última sesión de fotos, te regresas en la tarde al Capitolio, ¿no merezco una despedida? ― le dijo levantando varias veces las cejas.

Effie volteó desde la puerta del baño con una sonrisa en los labios. Le gustaba ver a Haymitch así, juguetón, actuaba mucho más relajado ahí en su casa que en el Capitolio. Tenía ya dos semanas trabajando en el distrito doce con las entrevistas y sesiones fotográficas para la boda de Peeta y Katniss, haciendo enlaces en directo con Caesar Flickerman y algunos otros shows de la farándula del Capitolio.

Y la verdad por primera vez desde que empezó a trabajar como escolta de ese distrito hacía ya doce años, realmente estaba disfrutando de su estancia ahí, ya que en esta ocasión no iba a llevarse a dos niños para representar al distrito en los Juegos y, a pesar de estar acostumbrada a la vida acelerada y glamorosa del Capitolio, había disfrutado enormemente y para su sorpresa de la tranquila vida del distrito; estar rodeada de la naturaleza, y poder salir por las noches al porche trasero de la casa de Haymitch, sentarse en sus piernas, compartir una bebida con él y contar por primera vez estrellas reales en el cielo y no hologramas como lo había hecho de niña en su casa del Capitolio le habían traído un poco de realidad a su vida y a la vez fue como vivir en un sueño, donde pudo imaginar cómo sería su vida al lado del hombre que amaba en secreto desde hacía ya varios años.

Y es que los equipos de preparación, Cinna y Portia, el fotógrafo y camarógrafo se habían distribuido entre las casas de los chicos, solo ella se quedaba en la casa del mentor, la cual cabe mencionar estaba muy limpia debido a que Hazelle, la madre del "primo" de Katniss, había comenzado a trabajar ahí encargándose de la limpieza del lugar desde hacía algunas semanas; así que Effie y Haymitch habían aprovechado al máximo ese tiempo a solas.

― Ven a bañarte conmigo y empecemos con tu despedida ― Effie le guiñó un ojo y dejo caer al suelo la camisa de franela.

Más veloz que un rayo Haymitch se paró a su lado como Dios lo trajo al mundo, y a penas el agua de la ducha comenzó a salir caliente, el mentor la pegó contra los azulejos; el frío de éstos en su espalda llenó a Effie de escalofríos, pero lo olvidó tan pronto sintió las manos de Haymitch recorriendo su cuerpo y su erección presionando contra su vientre. Effie se apoyó en sus hombros y lo abrazó con las piernas por la cintura mientras él comenzó a besarla casi de manera violenta y la penetró, lo que hizo que ella gimiera contra sus labios.

La mayoría de las veces que tenían sexo era de esta forma, algo salvaje, apasionada, y a ella le gustaba porque ningún hombre del Capitolio jamás la hizo sentir como él.

― Te voy a extrañar― dijo Effie entre gemidos, lo agarró fuerte del cabello y comenzó a besarle el cuello y chupar las gotas de agua que le resbalaban por la garganta ―. No quiero regresar todavía al Capitolio.

― Cuidado cariño, voy a creer que te gusta en verdad el distrito doce ― dijo él mientras la embestía con fuerza.

― Más que el distrito doce, yo diría que su mentor ― le susurró al oído y luego le mordió el lóbulo.

― Dentro de tres semanas es el anunció del Vasallaje y en tres meses nos volveremos a ver princesa.

Se quedaron en silencio por un rato, y lo único que se escuchaba era el ruido que hacían sus cuerpos al unirse bajo el agua y los gemidos que soltaban ambos, hasta que se vinieron casi al mismo tiempo susurrando uno al otro su nombre.


Regilla Trinket era famosa por sus elegantes fiestas, grandes o pequeñas, siempre aventaba la casa por la ventana. Y ahí se encontraba Effie, "atrapada" en una de las fiestas que su madre había organizado para buscarle marido.

―Euphemia ― la llamó su madre, quien vestía de azul tornasol y sobresalían de su vestido y tocado plumas de pavorreal ―. Organicé esta fiesta para ti y te la has pasado sola casi toda la tarde.

―Organizaste esta fiesta para ti, madre, no para mí. No me interesa conocer a ninguno de los prospectos que invitaste ― replicó Effie.

―¡Cómo te atreves a hablarle así a tu madre! ― contestó Regilla entre dientes, a la vez que sonreía a los invitados que pasaban cerca de ellas ―. No es propio de una dama no ser una buena anfitriona en su propia fiesta, pero debo decir que no me sorprende, tantos años trabajando como escolta del peor de los distritos al lado de ese vulgar borracho han hecho mella en tus modales.

―Madre, te recuerdo que en estos últimos juegos ganamos, y no con uno, sino con dos vencedores, y te encanta presumir con todos que tu hija ayudó a que salieran victoriosos.

―Si, bueno, si estuvieras en el distrito uno, habría podido presumir más. O mejor aún, si ya estuvieras casada como tu hermano y con hijos, podría presumir a mis nietos. Pero aquí estas a punto de cumplir treinta y cinco años, solterona, viviendo una vida mediocre, con un trabajo mediocre, al lado de gente de la calaña de Haymitch Abernathy.

Effie apretó los labios para no responderle a su madre y evitar así que la siguiera insultando. Desde que era una niña había hecho de todo para complacer a sus padres, dejó de lado su interés en la arquitectura e hizo su carrera en el modelaje para poder cumplir los sueños frustrados de su madre y complacerla, después aceptó el trabajo como escolta en los Juegos del Hambre, porque según su progenitora le daría más proyección y conocería a muchos hombres poderosos.

Lo que nunca imaginó que pasaría era que iba a enamorarse de un hombre de distrito, secreto que sólo guardaba para sí misma. Pero no importaban todos sus esfuerzos, el mayor orgullo de sus padres siempre sería su hermano mayor, Helius Trinket, quién había seguido los pasos de su padre y trabajaban juntos en su propio despacho contable donde administraban las cuentas de personas ricas y famosas.

―¿Y qué esperas madre? ¿Crees que me voy a enamorar de uno de estos señores muy pronto, casarme y tener hijos?

―No seas rídicula Euphemia, ¿Quién habló de enamorarse?, no puedes seguir creyendo en los cuentos de hadas, solo busca a un hombre rico y poderoso que pueda tratarte como una reina.

Ella abrió mucho los ojos ante los comentarios de su madre y se preguntó si habría amado alguna vez a su padre.

―Ahí está Marcus Whitmore, es abogado y tiene su propio buffet, es amigo de tu hermano y no ha dejado de mirar en esta dirección ― Regilla levantó la copa de champagne que traía en la mano en su dirección ―. Bien, Euphemia, ahora que tienes su atención, sonríe y ve a platicar con él.

Algo que sabía hacer Effie a la perfección era fingir. Siempre podía ofrecer la mejor de las sonrisas, hablar de muchos temas y mostrarse interesada en su interlocutor; tantos años de fiestas en el Capitolio desde sus años como modelo antes de convertirse en escolta le habían servido de entrenamiento.

Alisando las arrugas inexistentes en su ajustado vestido rojo con delicadas plumas y haciendo para atrás con una mano el cabello igualmente rojizo de su peluca, se dirigió hacia el amigo de su hermano.

No podía negar que Marcus era ciertamente encantador, pero muy superficial. Y la verdad era que Haymitch la había arruinado de por vida para cualquier hombre del Capitolio. Después de Marcus, se acercó a hablar con ella el Dr. Carmichael. No podía creer que su madre lo hubiera invitado, era un viudo amigo de su padre, pero claro multimillonario y lleno de cirugías que lo hacían lucir mucho más joven de lo que era, así que supuso que sus padres serían felices de emparejarla con él.

Sin embargo mientras charlaban, Effie no podía evitar ver lo delicadas que se veían las manos del doctor y las comparaba con las manos callosas del mentor, y como se sentían éstas cuando recorrían su cuerpo.

― ¿Effie, estás bien? ― le preguntó el doctor.

― ¿Perdón? ― Effie sintió que los colores le subían al rostro; por un momento se sintió expuesta, como si el doctor hubiera podido leer sus pensamientos.

― Por un momento te perdí, te preguntaba si te gustaría ir a cenar conmigo la próxima semana.

Pero Effie no tuvo tiempo de inventar alguna excusa para librarse de la cena, pues en ese momento se encendieron dos pantallas gigantescas colocadas a los lados del jardín y se escuchó el himno de Panem, indicando que iba a dar inicio el anuncio del tercer Vasallaje, el cual era mandatorio verlo.

De pronto Effie sintió un vacío en el estómago, no pudo evitar sentirse nerviosa, pero se reprimió mentalmente, porque sabía que todo estaría bien. O al menos lo estuvo hasta que habló el presidente:

―En el setenta y cinco aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera sus miembros más fuertes son rivales para el poder del Capitolio, los tributos elegidos saldrán del grupo de los vencedores.

Por un momento fue como si hubieran extraído todo el aire del lugar, y Effie solo vio negro; lo último que recuerda, es que gritaban su nombre mientras se desvanecía.

Un fuerte olor a alcohol la despertó.

―¡Effie! ¡Effie! ¿Cómo te sientes? ― le preguntó el doctor Carmichael.

Parpadeó varias veces, volteó alrededor y se dio cuenta de que se encontraba recostada en la sala de su casa.

― Estás en tu casa, en la sala ― le comentó el doctor mientras le tomaba el pulso, al ver que ella estaba un poco desorientada.

―Estoy bien ― logró decir Effie, tratando de controlar sus emociones.

― Bien, pero dime ¿Qué comiste hoy?

―Una manzana por la mañana.

― ¿Y fue todo lo que comiste? Con razón te desmayaste, tuviste una baja de azúcar. Las mujeres y la vanidad, todo por lucir perfectas en sus vestidos… ¿Por favor podrían traerle un jugo?― preguntó el doctor.

― Euphemia, ¡qué susto nos has dado! ― se acercó su madre.

― Si por un momento creí que se había desmayado por el anuncio del Vasallaje ― rio el doctor.

Y Regilla de inmediato lo tachó de bromista, y se rio falsamente con él.

Pero a Effie se le vino el mundo encima. ― Entonces fue real, van a regresar a la Arena los niños o Haymitch ― pensó.

Haciendo su mayor esfuerzo pudo sobrevivir el resto de la tarde, y no fue hasta bien entrada la noche que estuvo sola en su departamento de lujo que se permitió llorar libremente.


Los meses posteriores al anuncio del Vasallaje fueron terribles para Effie. Cuando lograba dormir, sus sueños estaban plagados de pesadillas donde veía morir a Haymitch, Katniss o Peeta, o soñaba con la cosecha y nombraba a Haymitch. Se despertaba sobresaltada y con asco, y todas las mañanas invariablemente corría al baño a vomitar.

Dejó de ir a varios eventos sociales y procuró evitar a toda costa a su madre, quién no hacía más que reclamarle que no hubiera formalizado con ninguno de los candidatos que le habían presentado.

Su ansiedad estaba al máximo ya que no se podía comunicar con ellos aunque quisiera, una porque Haymitch hacía mucho que había arrancado el teléfono de su casa, y otra porque aunque los chicos pudieran contestar no podían hablar mucho, dado que sabía que los teléfonos estaban intervenidos.


Hasta aquí llega el primer capítulo. ¿Les gustó? ¿Qué creen que va a pasar?

Esta es mi tercer historia Hayffie, y va a ser la más larga de todas.

Por favor mándenme un review y díganme que opinan.

Gracias por leer!

Marizpe