Estaba tumbada encima del sofá con la vista perdida y cansada, mirando a la nada porque a quien quería ver ahora sabía que no iba a poder verla nunca más.

Ponía buena cara a todos pero yo necesitaba saber cómo se sentía realmente y no tuve otra opción que espiarla desde la puerta.

Ahí estaba Maya Fey sobre el sofá, alejada de la realidad con un par de lágrimas cayéndole por la cara sin siquiera poner una mueca de sufrimiento o de dolor, era quizás una de las peores cosas que me había pasado en la vida, tenerla delante de mí y no saber ayudarla.

Yo, que presumía de tanto aplomo, que parecía capaz de asumir cualquier tipo de situación estaba apoyado contra una puerta agarrando el pomo de tal manera que parecía que en cualquier momento lo iba a destrozar pero seguía callado, mirándola y me fui sin decirle nada, porque...¿Qué le dices a una persona que acaba de perder a su madre, que la han matado delante de sus propios ojos y ni siquiera has podido hacer nada para ayudarla?

-¿Te apetecen un par de salchichas, Nick?-,y ella le ponía buena cara a todo, otra vez a pesar de los dias...

-No, gracias Maya, la verdad es que hoy no tengo hambre-,ni hoy, ni mañana, ni pasado.

No me lo merecía, no podía salvarla a ella de sí misma, ¿Con que cara podía yo ir a un juicio a salvar a una persona que no conocía de nada?

-Te noto un poco raro últimamente, ¿Estás seguro de que no te ocurre nada?, ¿Es Iris?, has ido a verla últimamente?-

¿Iris? Oh dios, hasta me había olvidado de ella, le había prometido ir a verla al menos una vez a la semana y ya hacía al menos diez días que no me había pasado por allí. Y así aumentaba el número de personas a las que había fallado, un abogado no puede estar orgulloso de tener a un cliente en la cárcel, aunque no sea su culpa.

-Maya si no te importa necesito ir a dar una vuelta, no me encuentro del todo bien-, asqueroso, cobarde, no sé ni siquiera como puedes seguir mirándole a la cara.

-Oye, Nick...Sabes que estoy aquí y que puedes contarme lo que sea, ¿Me oíste?, lo que sea-, no pude evitarlo, se me cayó una lágrima por la cara, tan rápido que apenas me di cuenta menos mal que estaba ya de espaldas a Maya. -Maya, aplícate el cuento si no te importa...-lo dije en voz baja, pero era bastante obvio que ella me había escuchado porque se oyó un ruido, probablemente de la figurita que estaba limpiando al caer al suelo de la impresión y fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que irme de allí, pero ya.

Cuando regresé ya más tarde de la medianoche y hacía un frío invernal. Pearls estaba en la aldea ayudando a una serie de preparativos para una nueva exposición de la señorita Andrews, ¿Por qué Maya no habría ido?, aunque quizás era mejor no preguntármelo pero tampoco la encontraba por ningún lado. Mierda!, había pisado un par de cristales que había en el suelo, desde luego tenía que empezar a utilizar las zapatillas de una vez, y sí, era aquella figurita la que estaba ahora desperdigada por todo el suelo y me pareció bastante raro que Maya no lo hubiera recogido.

-Maya, ¿estás en casa?-, no se oía ni un alma, busqué y nada, ni en su habitación ni en el baño, ni en la cocina, pero bueno ni que el bufete fuera una mansión de 2000 metros cuadrados.

Me calenté la primera cosa que vi en el frigorífico, cené, cogí el móvil y la llamé…Apagado o sin cobertura… Empezaba a llover a mares y sabe dios dónde podía estar Maya, ella no era como Pearls, ella no desaparecía de repente sin dar señales de vida pero claro, eso no le quitaba el derecho que tenía para hacerlo. Volví a llamar al móvil y nada, apagado o sin cobertura, esto ya empezaba a ser preocupante asique fui rápidamente a la habitación para coger los abrigos más gordos que tuviera, uno para mí y otro para ella.

Y allí estaba, agarrando la manta con una cara de frío que no entiendo cómo podía haberse dormido con la temperatura gélida de la habitación y esa poca ropa que siempre llevaba puesta, por no hablar claro, de que no podíamos malgastar el dinero en estufas o calefacción.

Así ya me sentía mucho mejor, si ella estaba allí, cerca, no tenía que estar tan preocupado.

-¿Qué tal dormimos, princesa?-

Ya me había tirado encima de la cama inconscientemente a su lado, tenía que asegurarme de que esta vez no se fuera.

-...me alegra ver que has vuelto...-

Menuda siesta se debía de haber echado,parecía una marmota con los ojos tan entrecerrados.

-Tienes que perdonarme, no tenía a quién echarle la culpa de mis errores y tú fuiste la que estaba más cerca en ese momento-,creo que ya había llegado la hora de ser sinceros.

-Nick...Si me llegas a faltar tú también no se que podría haber pasado...-

-Pero ya estoy aquí Maya y no tengo ninguna intención de irme,¿Por cierto,que hacías en mi cama?-

Normalmente Maya decía que no le gustaba mi habitación, decía que era muy fría y aburrida, que si fuera ella le habría puesto cien mil cachivaches más para darle un toque acogedor.

-Me sentí mal después de lo que me dijiste y vine a llorar aquí, cuando me di cuenta me había despertado y ya estabas tú a mi lado, lo siento, no quería preocuparte pero me quedé dormida-

No podía imaginármelo, ¿Maya admitiendo que había estado llorando? Era lo más raro que había oído en mucho tiempo, ¿Y quién era el idiota que la había hecho llorar?, el tonto de Phoenix Wright.

-Te había visto llorando y me sentí la peor persona del mundo, quería que me contases lo que se te pasaba por la cabeza, ambos sabíamos que estabas sufriendo y a mí no se me ocurrió ninguna otra cosa que esperar a que tu vinieras a hablar conmigo-

A esos ojos no les podía negar nada, no les podía ocultar un párrafo de mi pensamiento por mucho que lo intentase, Maya era mi debilidad y cualquier persona que me conociera un poco sabría de que estaba hablando.

-¿Sabes?, estamos en pleno invierno, ¿no crees que nos vendría bien al menos una estufa?-

-Lo dice la señorita que estaba hasta hace unos pocos minutos durmiendo como una marmota en la habitación más fría de la casa-

-Pero...es que esta es tu cama...-

Un silencio incómodo, los dos encima de mi cama tumbados a pocos centímetros y ella tenía frío. Me acerqué lentamente y la abracé, quería ofrecerle todo aquello que antes no pudiera darle.

Ella era tan frágil que parecía que si la apretaba un poco más fuerte podría romperla en pedazos.

-Nick,gracias-

Diciendo eso se perdió en mi pecho, se encogió, me agarró muy fuerte de la camisa y empezó a llorar, a soltar todo lo que llevaba dentro y que aún no se había atrevido a enseñar.

Estuvo cerca de unos quince minutos llorando y no la solté ni un solo segundo. Cuando acabó se quedó quieta así que la aparté un momento, me levanté y cogí la manta más caliente y grande que encontré en el armario y la eché sobre nosotros. Me había empezado a coger el frío hacía unos cinco minutos pero no me veía capaz de interrumpirla así que esperé a que acabara.

-Espero que no te haya cogido mucho el frío mientras llorabas-,lo había decidido, no iba a ser yo el que esperara a que ella dijera las cosas pudiéndolo hacer yo, no iba a permitir perderme ni un solo segundo en el que pudiera escuchar su voz.

-No, contigo abrazándome desapareció el frío pero veo que tú si empezabas a congelarte-

Por fin me miraba, tenía los ojos rojos de tanto llorar y el pelo un poco alborotado pero era Maya y estuviera como estuviera ella siempre sonreía. Me moví un poco y con un brazo agarré la manta y nos tapé completamente, a pesar de que era de noche antes se veía bastante bien gracias a la luz de la luna que entraba a través de la ventana pero en ese momento la unas nubes la tapaban y no se veía absolutamente nada. Debajo de la manta me veía libre de sentirme avergonzado o de cualquier manera y supe que no tenía nada mejor que hacer que besarla.

Hacía bastante tiempo que no besaba a nadie, era algo patético pero creo que quizás ella era la razón. El beso fue algo descompasado al principio, principalmente porque ella no parecía esperárselo pero cada vez estábamos más cerca y nuestros besos eran más profundos y con más caricias, yo tocaba su pelo que siempre me había encantado, tan liso y sedoso, y mientras ella me acariciaba la cara y el cuello.

Desde luego Maya había cambiado, aunque en el fondo seguía siendo la misma pero estos tres años la habían cambiado casi tanto a ella como a todos.

Era casi incapaz de imaginarme esta escena cuando la conocí pero hay cosas inevitables y sino podéis preguntarnos a nosotros.

-¿En qué piensas, Nick?, llevas un buen rato sonriendo con cara de tonto-

-Obviamente estaba pensando en ti, y en que quizás este invierno no necesitemos una estufa, ¿No crees?-, Por fin veía las cosas con claridad

-No, creo que ya empieza a hacer algo más de calor-,no sé si era el calor o si estaba totalmente avergonzada porque Maya era un tomate.

-No me digas esas cosas Maya, o más tardé no me podrás controlar-

El sarcasmo de Phoenix Wright estaba en todos lados y cualquier tipo de conversaciones, y esta no iba a ser una excepción.

-No me provoques o acabaremos mal-

-Si con que acabar mal te refieres a lo que yo estoy pensando, empieza ya mismo a provocarme-

-Por cierto Maya, una última cosa... ¿Sabes que lo eres todo para mí no?-,le tenía que gustar que le dijeran eso, me lo imaginé.

-A veces me gusta que me lo digas, yo también te amo, Nick-