¿Que hubiera pasado si la pequeña Alicia no hubiera regresado a casa para terminar sus asuntos pendientes con su familia en su aburrido hogar, luego de derrotar al Bandersnatch el frabulloso día en Wonderland?
¿Si le hubiera hecho caso a ese loco y demente sombrerero en quedarse en aquel lugar que hasta ese día no supo que iba a extrañar tanto?
¿Que había sido del país de las maravillas una vez Alicia partió a su mundo?
- ¡Cuchara!-Se escuchó gritar a la enérgica liebre mientras lanzaba una de las cucharas que antes pose a su taza rota de té al ver acercarse lentamente a un hombre alto con un cabello anaranjado, color calabaza acompañado de un hermoso sombrero en el mismo.
Terrant había entrado en escena llegando a la fiesta de té como todos los días desde que su Alicia había partido, estaban presentes en la extensa mesa: su amiga Mallymkum, los peque os Tweeledlee y Tweedledum y la ya mencionada liebre sosteniendo una muy animada conversación, pero no era lo mismo. Nada era lo mismo sin aquella chiquilla traviesa que apreciaba tanto, no desde su partida. No se sentía igual desde que 'ella' lo había abandonado, por decir así. Y encima partió sin contestar su pequeño acertijo Que osadía! ¿Que tienen en común un cuervo con un escritorio? ¡Ni idea! Bueno, aquella niña siempre había sido muy osada, era parte de su ostentosa pero grandiosa muchosidad. Aquella 'muchosidad' que nadie mas poseía. Al fin había encontrado a alguien tan demente como el! ¿Pero de que servía eso ahora, si ella ya no estaba? Se había ido, como todos los de su clan. Maldecir a Cheshire, el tramposo gato color purpura que ademas de no haber hecho absolutamente nada para ayudar contra la maligna Reina Roja, ahora se había sumado a la fiesta. Y no los iba a traer de vuelta, lo sabía.
Se le había cruzado por la mente muchas veces la idea de que ella jamas volver a y eso realmente le espantaba. ¿Cuanto tendría que esperar para que volviera a aparecerse ante el? ¿Demasiado? En ese otro mundo no iba a divertirse tanto como aquí con ellos. No había un solo d a en el que no se comunicara con la Reina Blanca para saber si había conseguido alguna noticia de la peque a. Se sentó en su silla correspondiente en el fondo de la mesa con el fino mantel blanco algo desgarrado por la antigüedad y terriblemente desordenada con una ancha sonrisa de oreja a oreja que resaltaba sus ojos bicolores.
-¡Hagamos de la vida una fiesta de té!-exclamó alegremente ahora el del sombrero ante todos los presentes que se pararon en seco al escucharlo, con una sonrisa divertida por parte de la mas baja del grupo y una expresión de confusión en el rostro de los gemelos-
Mientras esperamos a nuestra querida y dulce Alicia...
