Esta historia está basada en un sueño que tuve recientemente, pero cambiando la mansión por un...parking. Sí. Con sótanos infinitos.

Me parece que me he viciado demasiado a HetaOni. Espero que esta historia no se le parezca mucho u originalidad!Fail *se dispara*

Nota: La mansión no está terminada (para ser honestos, sólo tengo un par de habitaciones dibujadas en un mapa que hice para orientarme ._.U), de manera que me encuentro abierta a sugerencias.

Disclaimer: Ni Hetalia no HetaOni (ya que lo menciono), me pertenecen. El sueño en el que me basé sí~ XD

¿Disfrutad? Eso espero XD


PRÓLOGO

Era un día soleado, con alguna que otra nube juguetona, pero ni la más mínima amenaza de lluvia. Un buen día, sin duda, para dar un paseo con tu pareja por la ciudad, ir de compras, hacer un picnic con los amigos en el parque mientras los pájaros pían a tu alrededor…

—¡Vamos, Italia! ¡Más rápido! —apremió Alemania

—¡Vee! —gimió el susodicho

….o para entrenar.

Alemania suspiró, corriendo varios metros por delante de la nación mediterránea. Llevaban entrenando años. ¿Cómo podía seguir siendo tan débil? Más de una vez se preguntó si realmente era el nieto de Impero Romano. Y se lo preguntaría más seriamente si el mismo Roma en persona/nación no se hubiese presentado de madrugada en su habitación porque quería ver a su nieto… Aunque al menos el asistía al entrenamiento, no como Japón, el cual había desaparecido del mapa desde que esa mañana Alemania había pronunciado la palabra "entrenamiento". Bueno, Japón no necesitaba entrenar tanto como Italia, se lo perdonaría por esa vez.

Alemania suspiró. Tendría que tomar medidas drásticas. Después de todo, si había algo en lo que los italianos fuesen expertos era en… huir. Alemania miró hacia atrás y puso cara de sorpresa, ante un Italia a punto de desfallecer del cansancio.

—¡Italia, cuidado! —le gritó—¡Inglaterra está detrás de ti!

Dicho y hecho. Italia aceleró y adelantó a Alemania en cuestión de segundos, berreando cosas sobre rendirse, que no le hicieran daño y que no tuviera que comerse comida inglesa. Lo cierto era que huía tan rápido que Alemania no tardó ni cinco minutos en perderlo de vista. Se detuvo, jadeando por la carrera, y se llevó una mano a la cara. Ya les tocaba a Japón y a él buscarle por toda la zona. ¿Qué había hecho?


En su alocada y desenfrenada carrera, el moreno no se había dado cuenta de por dónde iba, y terminó en un jardín, frente a las puertas de una mansión. Dado que no sabía cómo volver (y no estaba realmente seguro de si quería volver aún; es decir, se libraría del entrenamiento), decidió llamar para ver si podían ayudarle, y ya de paso, darle algo de pasta, puesto que le había entrado hambre.

Pasaron varios minutos sin que nadie le abriera, de manera que Italia agarró el pomo de la puerta. Sorprendentemente, esta se encontraba abierta y pudo entrar sin dificultad.

—¡Vee! Ciao? ¿Hay alguien? ¿Hay pasta? —gritó a la penumbra, desde la entrada.

Detectó un movimiento frente a él. Al final de las escaleras había una figura. Se tensó, algo nervioso al ver que se trataba de Alemania, cuando le miró más fijamente; y se dio cuanta de que en realidad no era Alemania.

Italia abrió los ojos, atónito, y palideció.