I. Cacería:

Era una mañana excepcionalmente cálida, a pesar de ser los últimos días del invierno; podría decirse que la primavera se había impacientado y había decidido irrumpir con su calidez y colorido antes de lo esperado.

Los primeros rayos de sol encontraron a Hiroki Kamijou durmiendo plácidamente por primera vez en días, quizás en años. Desde la muerte de su padre había decidido de manera intransigente e inquebrantable convertirse en un representante de la justicia, no solo para hallar a la mente maestra detrás de la muerte de su progenitor, sino para con eso poder devolverle un poco de paz a su madre y a sí mismo.

"Yo no puedo creer que fue un accidente Hiroki. A tu padre lo asesinaron"

Aquellas palabras brotaron de la boca de su desconsolada madre días después del funeral, después del duelo nacional, después de los méritos post mortem, después de los cientos de periodistas, cuando por fin pudieron sentarse a llorar tranquilos su pérdida.

Y desde ese día se juró develar la bruma detrás de ese misterioso accidente de tráfico, se decidió a descubrir por qué, siendo su padre como era de maniático con su auto, no se había fijado que no tenía frenos. Precisamente cuando había reunido la información necesaria para desenmascararlos.

Eran demasiadas coincidencias juntas, durante años la mente de Hiroki se llenó de teorías, de posibles sospechosos, de una lista casi interminable de enemigos, de gente que sobre todas las cosas quería ver a su padre muerto.

Y por el bien de su manía se decidió a estudiar leyes en la universidad, para convertirse en un fiscal como su padre, para, desde adentro del sistema poder hallar la verdad. Esa búsqueda de la verdad fue su principal motor durante sus años de estudiante, durante sus meses de interino, incluso ahora que por fin había logrado unirse al Ministerio Publico y con eso había ganado el privilegio de encerrar y juzgar criminales.

Pero, cuando perseguir la verdad se convierte en tu principal obsesión y meta en la vida ¿Qué tan lejos estas dispuesto a llegar por ella? y, más importante aún ¿Puedes manejarla una vez la verdad se plante ante tus ojos?

"Sé quién asesino a tu padre y por qué"

Esa nota apareció en su escritorio hace un año cuando se sentía más desesperado por no hallar nada, por sentir que había fallado a su padre al no encontrar al responsable de su muerte, aquella nota escrita con letras recortadas de periódicos lo descolocó totalmente. Tenía que saber quién era, tenía que conocer la verdad.

Durante meses las notas llegaron a su casa, a su oficina, incluso a la casa de su madre, quitándole el poco reposo que la pobre mujer había logrado en su soledad. Todas decían lo mismo, todas lo atormentaban con una verdad que no revelaban. Al borde de la desesperación apareció la verdad como un trueno, cayendo sobre él como una cruz enorme.

"La Corporación Usami está detrás de todo. Ellos lo controlan todo. Ellos mataron a tu padre. Y te matarán a ti también"

La corporación Usami había sido por años motivo de rumores de todo tipo, incluso de cargos y procesos administrativos que jamás se llevaron a cabo por motivos desconocidos. Desde lavado de dinero hasta tráfico de drogas y personas, muchos eran los supuestos crímenes detrás de una de las empresas más grandes y poderosas de Japón. No había mercado que no controlaran, no existía empresa que pudiera competir con ellos.

Pero nadie había podido probar nada en su contra y todos los casos habían sido desestimados, después de eso, muchos de los que lucharon contra ellos desaparecieron sin dejar ningún tipo de rastro.

Pero Hiroki no se rendía, ya tenía una pista, un indicio y no lo iba a dejar ir. Llegaría hasta las últimas consecuencias, así la vida se le fuera en ello.

La alarma lo despertó sin ninguna consideración, hoy era un día importantísimo, hoy era el día en que el misterioso aliado se revelaría y le daría toda la información necesaria para acabar con la farsa que era la Corporación Usami, hoy era el día en que por fin le haría justicia a su padre.

Se levantó movido por una motivación y esperanza casi desaparecidas, su padre era quien había inculcado en el la importancia de la justicia. Y ahora él le daría paz a su alma revelando la verdad al mundo.

Hace un par de semanas el misterioso aliado por fin se decidió a llamarlo. Acordaron reunirse en una bodega en las afueras de la ciudad y allí acordó entregarse y decir todo a cambio de una reducción en la pena. Con eso por lo menos podía reabrir el caso de su padre y tantos otros olvidados o, mejor dicho, callados gracias al poder de los Usami.

Se vistió con celeridad y llamó un taxi. Su corazón latía dentro de su pecho con una velocidad irregular, sus manos sudaban y su mente daba miles de vueltas con teorías y motivos.

—Y hoy, a un año de la desaparición en extrañas circunstancias de Ritsu Onodera, periodista del diario Emerald, sus familiares y su prometida claman por justicia y porque se retome la búsqueda del reportero, quien investigaba supuestos actos de corrupción que involucraban a importantes políticos y a empresarios poderosos como Akihiko Usami, presidente y heredero de la corporación Usami —recitaba una voz femenina en la radio del taxi—. Los asesores legales de la Corporación Usami enviaron un comunicado esta mañana donde condenaban las falsas acusaciones de los familiares de Onodera y aclaraban que la investigación sobre ellos se había cerrado por falta de pruebas...

—Como para variar —bufó Hiroki con un chasquido.

— ¿Dijo algo? —preguntó el taxista con cortesía.

—No, nada. No se preocupe —contestó para no dar demasiadas explicaciones.

Cuando su teléfono vibró dentro de su chaqueta, sintió que la poca calma que había logrado reunir se disipaba en un instante. Su corazón volvió a latir con fuerza y sus manos temblaban ligeramente.

Pero muchas veces la verdad es escurridiza y el destino es cruel.

—Kamijou, soy yo —dijo la voz del interlocutor. Hiroki soltó un suspiro de decepción.

—Miyagi. Pensé que era...

—De eso precisamente quería hablarte —dijo Miyagi con voz sombría. Hiroki sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esa voz de su superior solo precedía malas noticias—. ¿El punto de reunión con el testigo era en la bodega abandonada de la empresa Kan?

—Sí, allí era —respondió con el corazón en la garganta.

—Bien. Lamento decirte esto pero... Tu testigo está muerto en esta bodega.

Sintió como el corazón se le bajaba al estómago y las fuerzas lo abandonaban. De no haber estado sentado en el taxi posiblemente se habría desplomado al piso.

Cuando llegó a la bodega, habían decenas de policías y forenses haciendo pesquisas al sitio y levantando el cadáver que estaba en el piso en medio de un charco de sangre. Hasta donde alcanzaba a ver su cabello era marrón avellanado y tez blanca, era muy alto... Aparentaba unos 20 o 21 años. Llevaba una chaqueta de deportes y pantalones de jean.

Miyagi estaba junto a unos policías recolectando información para abrir el caso. You Miyagi era el supervisor de Hiroki y jefe del departamento donde ellos estaban; era una persona discreta y responsable en su trabajo, algunas veces demasiado distante pero igualmente confiable. Hiroki en el fondo le tenía respeto, puesto que era una persona de trayectoria dentro de ese mundo, y fue subordinado de su padre antes de que muriera.

—Shinnosuke Tōdō. 22 años. Es una pena —dijo cuándo se acercó a ellos. Lo miró con empatía—. No tenías que venir. Ya yo me hice cargo de todo.

—No. Tenía que venir. Tenía que verlo —replicó Hiroki tratando de ocultar su abatimiento—. Estuve demasiado cerca ¿no?

Miyagi le dio un par de palmadas en el hombro y tuvo que tragar el nudo en su garganta para no llorar delante de todos.

—Tómate el resto del día —le dijo en tono más como un hermano mayor que como un superior—. Lo necesitas.

Miyagi por lo general era un tipo bromista y demasiado confianzudo, para Hiroki que era demasiado serio y rígido era insoportable a veces, no obstante, en ocasiones decía esas frases que podían reconfortar a cualquiera, era un gran jefe y amigo cuando se lo proponía.

—Creo que no —musitó recuperando un poco la firmeza—. Si voy a casa solo me sentiré peor.

—Bueno, si te vas a quedar ayúdame con esto —le dijo dándole unas carpetas llenas de formularios—. Se supone que llevaría esto a la oficina. Shinobu está esperándolos.

Shinobu Takatsuki era la más reciente adquisición del departamento. Se había integrado hace poco más de un año y era un muchacho inteligente y capaz. Aunque por una extraña razón Hiroki sentía que no era del agrado del chico.

—Está bien, se los llevaré —aceptó algo dubitativo. Por lo general estar a solas en la oficina con Shinobu era un poco incómodo.

Cuando llegó al departamento donde trabajaban, el castaño estaba sentado en su escritorio transcribiendo algunos documentos en una computadora. Levanto el rostro para mirarlo, no estaba ceñudo como siempre, más bien su mirada era compasiva y un poco triste.

—Miyagi me contó por teléfono lo que sucedió. Lo siento.

Hiroki se sintió extrañamente conmovido por el gesto del chico, habían días en los que no le dirigía la palabra en todo el día y si lo hacía era para lo extremadamente necesario.

—Gracias, Takatsuki —le respondió con una ligera sonrisa luego de colocar la carpeta que había enviado Miyagi en su escritorio—. Miyagi mandó esto.

Shinobu revisó las carpetas para verificar que todo estaba en orden, al parecer encontró algo extraño, porque después de leer una pequeña nota al final de una de ellas se puso rojo como un tomate.

— ¿Está todo bien? —preguntó extrañado.

—Eh, ah... s—sí. Todo está en orden —contestó en un hilo de voz.

El resto del día Hiroki estuvo distraído y desanimado, así que sólo se dedicó a procesar documentos y hacer papeleo. La idea de haber estado tan cerca de su meta, el haber tenido por lo que tanto había trabajado casi al alcance de su mano le generaba una profunda tristeza, tuvo que controlarse varias veces para no llorar en la oficina.

Pero las palabras en aquella nota hacían eco en su memoria con una fuerza impresionante...

"La Corporación Usami está detrás de todo. Ellos lo controlan todo. Ellos mataron a tu padre. Y te matarán a ti también"

Hiroki también recordó la última conversación que tuvo con Tōdō antes de reunirse...

— ¿Estás seguro que quieres meter tus narices en esto?

—Quiero la verdad —contestó con determinación.

—Conoces mis condiciones, quiero salir vivo de esta.

—Haré lo posible, pero pon de tu parte.

—Van a comenzar a cazarte. Nadie toca el imperio Usami... y nadie huye o se esconde de él.

Incapaz de ir a su casa y lidiar con sus pensamientos, Hiroki entró a un bar cerca de la estación. No era persona de ir a bares o beber, sin embargo... hoy era un día para regalarse esa excepción.

— ¡Kamijou! —exclamó sorprendido el alegre bartender. Era un hombre algo mayor, sin embargo conservaba una juventud casi irreal en su rostro, era muy atractivo para ser un hombre.

—Ijuuin. Dame lo de siempre por favor —dijo mientras se sentaba en la barra lanzando un profundo suspiro.

—Mal día ¿eh? —comentó Ijuuin con empatía sirviendo un poco de whisky en un vaso corto con hielo.

—Podrías llamarlo el peor de todos —confesó Hiroki mientras probaba un sorbo del trago.

— ¿Tan malo así? —interrogó con el rostro lleno de franca preocupación.

—Tuve la verdad casi en mis manos. Y me la arrancaron, otra vez. —Suspiró frustrado—. Toda mi vida había trabajado para esto. Ahora tengo que empezar de cero.

Ijuuin estuvo a punto de hablar, pero otra voz se le adelantó.

—Al menos tiene la oportunidad de volver a empezar —dijo una voz amable. Cuando Hiroki se volvió al inesperado participante vio a un joven de cabellos negros como la madrugada en pleno apogeo y tez muy blanca; estaba vestido de negro y sus ojos azul intenso miraban el vaso que sostenía en sus manos mientras agregaba.

—Algunos ni siquiera tienen esa oportunidad.

Sus palabras eran amables, pero al mismo tiempo tristes y nostálgicas. Hiroki halló en la mirada de aquel hombre una tristeza más profunda que la suya, y eso era decir bastante.

—Supongo tienes razón, pero...

—Es inevitable sentirse frustrado, lo sé —irrumpió el pelinegro—. Pero, siempre que pueda empezar de nuevo, habrá una oportunidad de encontrar esa verdad que tanto busca ¿no lo cree usted?

Hiroki se quedó mudo, no se había dado la oportunidad de ver las cosas de esa manera, había estado tan ensimismado en su propia desventura que había descartado por completo que ya tenía un indicio, que lo único que hacía falta era reunir las pruebas, si la verdad se rehusaba a aparecer ante él. Él entonces iba a encontrarla y a mostrarla ante todos. Él iba a desenmascarar a Akihiko Usami y todos sus crímenes. Iba a hacer justicia.

—Gracias —dijo con discreción, pero con sinceridad.

—No tiene por qué darlas, todo estará bien. Usted es una persona impresionante, sé que podrá lograrlo.

Hiroki se sonrojo, nadie había dicho que él era impresionante de buenas a primeras... jamás.

—Soy Nowaki, a propósito —se presentó el hombre con una sonrisa franca mientras extendía su mano. A Hiroki le tomó un par de segundos reaccionar.

—K—Kamijou. Kamijou Hiroki —dijo un poco avergonzado de sí mientras devolvía el gesto estrechando la mano de Nowaki.

—Es un placer conocerte, Hiro. —Sonrío sosteniéndole la mirada con dulzura. Hiroki notó como un leve brillo aparecía en sus ojos azules.

Charlaron casi toda la noche mientras bebían. Por alguna extraña razón, Hiroki se sentía totalmente en confianza, toda la conversación resultó tan natural y fluida. Hablaron desde las cosas más triviales y tontas hasta las más profundas.

Se veían y compartían por primera vez, y aun así, Hiroki sintió que conocía a Nowaki de toda la vida.

Eran alrededor de las 3 de la madrugada cuando el taxi que Nowaki le llamó lo dejó en su departamento, en un impulso le dejó su tarjeta con su dirección y mail. Seguramente en la mañana se arrepentiría cuando el efecto de los tragos hubiera pasado.


Nowaki estaba durmiendo en su departamento después de haber conocido a la que quizás hubiera sido la persona más maravillosa que había encontrado en la vida. Tenía unos ojos marrones que evocaban a las hojas cuando caen de los árboles en otoño y una piel blanca como la nieve, además era una persona muy culta e instruida, podía hablar con él de casi cualquier cosa y no aburrirse. Lo conoció abatido y triste en la barra del bar que solía frecuentar, pero después cuando mostró una sonrisa modesta al darle las gracias fue cuando se dio cuenta...

Se había enamorado de aquella persona tan increíble.

El teléfono vibro en la mesa de noche y tuvo que volver al mundo real para vestirse y atender al llamado. Él no podía enamorarse de nadie, él debía permanecer impávido, imperturbable, calculador y centrado. No podía darse el lujo de enamorarse.

Los asesinos como él no tenían derecho a amar a nadie.

Abordó el ascensor con su característico traje negro hasta el penthouse donde estaba su oficina como un empleado más.

Un hombre de cabello avellanado y rostro severo lo esperaba en la puerta. Llevaba un traje café y una corbata azul cobalto.

—Puntual como siempre —le dijo con media sonrisa orgullosa.

—Asahina —saludó Nowaki respetuosamente con una reverencia.

—Lamentamos llamarte, sé que tu último trabajo fue hace poco, pero ya sabes que él...

—No se preocupe —interrumpió Nowaki con tranquilidad—, no es ninguna molestia.

Cruzaron una puerta de madera y entraron a una enorme y lujosa oficina. Tres de las paredes estaban decoradas con exquisitas pinturas y la restante era enteramente de cristal transparente develando la hermosa vista de la ciudad.

Se detuvieron frente a una mesa finísima de madera. Un sillón de cuero les daba la espalda mirando hacia la ventana de cristal.

—Señor, Nowaki está aquí —dijo Asahina con cortesía.

La elegante y sobria figura de Akihiko Usami se giró hacia ellos.

—Gracias por venir. De nuevo debo confiarte un trabajo importante —le dijo mirándolo fijamente mientras deslizaba un sobre frente a él. Nowaki caminó hacia la mesa para tomarlo.

—Este sujeto es demasiado problemático. Hay que eliminarlo antes de que sepa de más.

El sobre que Nowaki sostenía en sus manos tenía el sello de un pequeño conejo negro. Cuando lo abrió había una serie de fotografías, posiblemente de su próximo blanco.

Hiroki Kamijou estaba en todas ellas. Nowaki sintió que se desmayaba por una fracción de segundo.

—Quiero a ese tipo muerto lo más pronto posible —dijo levantándose del sillón y caminando hacia la ventana.

Nowaki no pudo hablar, hace unos minutos había descubierto que estaba enamorado de alguien maravilloso y ¿ahora tenía que matarlo?, era inconcebible.

—Estas pálido ¿te sientes bien? —preguntó Asahina preocupado—. Si quieres podemos dejárselo a alguien más...

—No, yo lo haré —interrumpió mientras la idea más descabellada y arriesgada de todas se armaba en su cabeza.

—Sabía que podía contar contigo —dijo Akihiko con media Sonrisa.

Nowaki apretó las fotografías entre sus manos y salió de la oficina antes de perder la poca compostura que le quedaba.


— ¿Acaso has perdido la cabeza? —Exclamó Miyagi incrédulo ante la disparatada idea de Hiroki—. ¿Que tú qué?

—Voy a iniciar una investigación contra la Corporación Usami —contestó Hiroki, decidido. Las palabras de Nowaki en el bar lo habían ayudado a aclarar su mente y a tomar el coraje que le hacía falta.

—Tú quieres que te maten ¿verdad? —Espetó mientras lo miraba estupefacto—, porque enfrentarte al imperio Usami es suicidio... ¿lo entiendes, Kamijou? SUICIDIO.

— ¿Entonces seguiremos dejando que hagan lo que les plazca impunemente? ¿Para qué estamos haciendo esto entonces?

—Kamijou no tienes pruebas, solo tienes lo que Tōdō te dijo y no sabemos si es verdad porque murió.

— ¿No le parece eso demasiado conveniente? ¡Que Tōdō haya muerto el mismo día que me diría la verdad es claramente obra de Usami! Lo mismo pasó con mi padre, ¡lo mismo le paso a ese periodista!

—Lo de Onodera no está comprobado que ellos tengan que ver.

—Miyagi por favor. Tenga un poquito más de intuición. ¡No son hechos aislados! ¡Usami está detrás de todos ellos!

La discusión se estaba poniendo más acalorada cuando una de las secretarias entró en la oficina muy quedamente.

—Kamijou. Lo están buscando aquí afuera —dijo con voz trémula.

— ¿Quién? —preguntó Kamijou sin reprimir su mal humor.

—Alguien llamado Nowaki. Dice que es urgente.

— ¿Nowaki? —interrogó dubitativo. ¿Por qué estaba buscándolo el tipo que conoció la noche anterior en el bar?— Dile que no puedo atenderlo, Kohinata, por favor.

—Señor, ya le dije eso, pero él dice que es muy urgente lo que tiene que decirle y que usted tiene que oírlo —dijo la joven con insistencia.

—Bien, iré —exclamó hastiado antes de salir de la oficina dando un portazo.

Nowaki estaba sentado en el lobby del edificio con un suéter negro y pantalones grises. Hiroki casi se enrojeció cuando lo vio.

—Nowaki. En realidad estoy muy ocupado ahora. Así que si me permites...

—Lamento interrumpirte Hiro, pero necesito hablar contigo —pidió Nowaki mientras le sostenía la mirada con determinación. ¿De dónde sacaría fuerzas para hacer lo que estaba a punto de hacer?

—Está bien. Dime lo que tengas que decirme —aceptó.

—Podemos ir a un sitio más... privado —susurró con cortesía. Hiroki se sintió un poco mareado.

—Bien, sígueme. Iremos a aquella oficina —exclamó ya fastidiado. ¿Qué era eso tan importante que tenía que decírselo en privado?

Entraron a una oficina al final del pasillo que era el archivo del tribunal. Hiroki cerró la puerta tras de sí y quedaron completamente solos.

—Bien. ¿Ahora que tienes que decirme? —preguntó volviéndose hacía él, pero Nowaki lo miraba de manera fría e impasible.

—Hiroki Kamijou... Soy a quien Akihiko Usami envió a matarte.