Caminaba decidida por el corredor que llevaba a la oficina, acompañada por el armonioso sonido de sus tacones negros. Firme, seria, con sus preciosos y, de alguna forma, intrigantes ojos verdes. Su cabello, negro como el ébano, bailaba a su espalda libre, sin saber ella los suspiros que despertaban sus pasos, el movimiento de sus pelo, sus ojos…
Natsuki Kuga, la agente más joven de la comisaría de la ciudad, aunque nadie lo diría debido a los resultados en cuanto a su trabajo. Los pocos casos que le habían asignado hasta entonces, habían sido resueltos con un éxito… muy inesperado, por parte de sus superiores. Pero claro, ellos todavía no conocían a la agente Kuga.
Como siempre, entró en el despacho con su café en la mano, ardiendo como un demonio, y se sentó en su rincón de la gran sala, mientras otros policías nadaban en un caos de mesas llenas de papeles, un par de esposados, ordenadores encendidos, teléfonos que parecían chillar desgarrados…
"Un paraíso…" pensó la agente Kuga, sonriéndose a sí misma por su silenciosa ironía, mientras observaba la algarabía y cruzaba sus piernas, con sus vaqueros oscuros y pegados, que resaltaba de forma asombrosamente sensual sus esbeltas piernas, trabajadas con horas de gimnasio. Al pensar en esto último, se reprendió a sí misma. "¿Horas de gimnasio, uh?, qué soy, ¿un chulo de playa?"…
Y dirigió entonces la vista a los únicos esposados que se encontraban en la gran habitación, pocos, para lo que solía ser un día normal. Y en consonancia con su último pensamiento, encontró a un orangután lleno de músculos, con un ridículo pendiente en el lóbulo de su oreja izquierda, rapado, y con un tatuaje en el hombro. Llevaba camiseta de tirantes, que resaltaba su espalda ancha, "por supuesto se la ha puesto por eso…", y lo que terminó de repugnar a la joven agente fue la sonrisa de "absoluto matador" de la que fue testigo en el momento en que la descubrió mirándolo detenidamente.
"Mierda, le he dado alas para que se crea alguien… por poco tiempo" Dirigiendo sus ojos a los suyos, le disparó una mirada tan asesina que el pobre diablo bajó inmediatamente el rostro para ocultar, sin duda, su pavor.
"Ja!" celebró Natsuki en su mente. Aunque finalmente, sus deambulaciones mentales terminaron con un cachetito en su hombro, que la hizo darse la vuelta de inmediato, poco acostumbrada como estaba al contacto físico. "Oh… Tokiha…"
-¡Natsuki! – La pelirroja, ataviada con el uniforme de policía, se sentó sonriente al lado de la morena de ojos verdes.
-¡Demonios, Tokiha!, deja de asustarme así, algún día te dispararé por error… "o tal vez no", le dijo, mirándola con fastidio
Haciendo caso omiso de las dagas ardiendo que le lanzaba Natsuki con sus ojos verdes, Mai decidió reírse de la frivolidad de su compañera.
-Deja de llamarme Tokiha, Natsuki… ¿cuántas veces te lo he dicho?
-… no más de cuatro, ya que nos conocimos hace tres días…
La pelirroja rió otra vez.
-Aún así Natsuki, eres dos años más joven que yo, y eres tan seria y formal como mi abuela…
Con un bufido, Natsuki volvió la vista hacia otro lado.
-Intento comportarme, eso es to… espera – un haz de desconcierto atravesó la mente de Natsuki - ¿cómo sabes que soy dos años más joven que tú?
Con un gesto de obviedad infinita, Mai le contestó mientras tomaba el vaso de café de Natsuki, quien lo había colocado sobre la mesa, para darle un sorbo.
-Bueno, pues porque si naciste en el 86 y yo en el 84…
-¡Y tú cómo demonios sabes eso! – claramente aterrada por aquel descubrimiento, su rostro, como un espejo, mostró sus ojos asustados y sus labios trocados en una mueca no menos… adorable
Ante aquella muestra de infinita ingenuidad, la ternura de la pelirroja pareció desbordarse
-¡Jajaja, Natsuki!... no sabía que fueses tan adorable cuando te lo propones – y con una mueca traviesa, palmeó suavemente la cabeza de la morena, quien no pudo evitar reprimir un pequeño rubor en sus mejillas.
Aquel cuerpo de mujer con un rostro tan niño y adorable, era al mismo tiempo algo casi irresistible, y sin pretenderlo, Natsuki Kuga se había ganado entre sus compañeros el puesto más alto de mujeres desgraciadamente inalcanzables. Era "demasiado bueno para ser real", como se había comentado por los pasillos de la comisaría durante los primeros días en los que Natsuki había entrado en el cuerpo.
Ella, en cambio, parecía ajena a los susurros y risitas, y se dedicaba plenamete a su trabajo, una de las pocas pasiones que poseía en su vida por aquel entonces.
-¡Para!, ¡Para, demonios…! – la morena, con clara exasperación en su voz por aquella repentina confianza, intentaba escabullirse de las palmaditas de Mai, quien reía con ganas ante tantas reacciones diferentes en los registros de la vergüenza e incluso el miedo.
Tras ellas, de repente, se escuchó un carraspeo impaciente. Ambas quedaron congeladas en la posición en que estaban, con miedo incluso de respirar.
-Agente Tokiha… - dijo una mujer vestida con un traje de falda de corte recto y chaqueta, ambas gris oscuro, que parecía ya entrada en años, pero con una voz enérgica y potente, que haría incluso que las paredes temblaran – Acaba de ser transferida aquí y ya está causando problemas…
-Lo… lo siento, comisaria María. – dijo Mai mientras miraba hacia el suelo y ocultaba el color de la vergüenza de sus mejillas.
Con un suspiro que indicaba clemencia, la comisaria añadió:
-Como nueva responsable de los archivos de nuestra comisaría, usted debería estar organizando carpetas, revisando expedientes y atender el teléfono del departamento de administración – Fue entonces cuando Natsuki comprendió el por qué la pelirroja sabía su fecha de nacimiento "ha leído mi expediente… mierda", ¡qué fastidio estar en manos de alguien tan escandaloso!
-Iba ahora mismo, Miss, solo estaba conociendo a mis compañeros… - y dedicó una sonrisa de complicidad a Natsuki, la cual le respondió con su mirada asesina.
Dicho esto, saludó a la comisaria, y partió perdiéndose en uno de los pasillos que llevaba a los despachos.
-Me sorprende encontrarla de esta manera, agente Kuga – la mirada de la comisaria María no se alejaba de la que Natsuki le acababa de lanzar a Mai.
-Fue Tokiha, Miss… - farfulló la morena – oiga… ¿y dónde está Shiho?, ella era la encargada de llevar el departamento de administración.
-Como sabe, su madre se encontraba muy enferma. Temen por su vida, y necesita muchos cuidados en este momento… - Por un instante, los ojos de la impasible comisaria se iluminaron con un deje de compasión.
-Comprendo… - respondió Kuga. No había tenido muchas oportunidades de hablar con Shiho, pero se había acostumbrado a su presencia en el centro.
Natsuki Kuga no disfrutaba con nuevas compañías, nuevos amigos, nuevas relaciones… no le gustaban demasiado los cambios… y menos si ello incluía cierta fastidiosa pelirroja.
Otro suspiro de impaciencia
-Bien Kuga… vamos a lo que nos atañe hoy – y con un gesto de la mano, le indicó que la siguiera.
Fue entonces cuando Natsuki reparó en el otro esposado de la sala, frente al cual se detuvieron ambas mujeres.
-Este tipo dice llamarse Tate Mishima… - dijo la Miss, cogiendo un papel que se hallaba sobre la mesa frente a la cual estaba sentado y esposado el insurrecto
-Natsuki observó detenidamente a Mishima. Pelo corto y de punta, muy oscuro, al igual que sus ojos, que en aquel momento miraban hacia sus manos esposadas. Vestía unos vaqueros anchos, y una camiseta negra, con un símbolo trivial de color rojo en el centro. Sus zapatillas blancas se hallaban manchadas de barro.
-¿Y qué pasa con él? – Natsuki sintió entonces cómo los ojos de Mishima se clavaban en ella, una mirada escrutiñadora y curiosa.
-Ha intentado cometer un asesinato esta madrugada. Uno de los encargados de seguridad del barrio estaba montando guardia, y lo encontró escondido tras unos matorrales, armado con dos pistolas y una catana a la espalda.
El tipo, cuando oyó la descripción de todo aquello, miró hacia otro lado. "¿Avergonzado?" pensó Natsuki, quien le había estado aguantando la mirada hasta aquel momento.
-Y… ¿Quién era su objetivo? – dijo Natsuki, cruzándose de brazos, con su camisa blanca y algo escotada, de media manga, que dejaba ver en sus transparencias un sujetador negro.
-Shizuru Fujino
