Disclaimer: applied. Este fic está adaptado de la película animada "Enredados"


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PRÓLOGO

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Una nueva vida siempre producía muchas reacciones: amor, felicidad, adoración y ternura. La llegada de Hinata Hyuga produjo todo eso y además expectación, en sus bonitos y grandes ojos desprovistos de color se hallaban un tesoro nacional: el Byakugan.

Muchas cosas se habían susurrado a través de las eras sobre ese poderoso don ocular que se manifestaba en la familia real de la nación del agua: que era capaz de ver a través de cualquier objeto, que podía manejar el chakra para incrementar o disminuir la fuerza de una persona e incluso, llegando al punto de la fantasía completa, podía curar toda enfermedad.

Si era cierto o no, Hana Hyuga no tenía deseos de comprobarlo aun. Sudorosa, cansada pero radiante miraba a la bebé en sus brazos con adoración. Sus ojos, del mismo tono blanquecino que la pequeña, admiraban sin pudor al fruto de su amor. Durante años había deseado un hijo y, finalmente, tras años de intentos los cielos habían oído sus ruegos, no podía pedir más.

Hiashi Hyuga, su esposo y el rey, acarició su hombro con sutil ternura, mirando con suavidad a su primogénita. Era tan delicada y bonita que parecía ser solo un sueño: piel pálida, ojos blanquecinos y apenas un mechoncito de cabello tan oscuro que se tornaba azulado ante la luz.

Era su tesoro, un regalo precioso que cuidarían con ferocidad y devoción, y no porque fuese heredera del Byakugan (el poder ocular que pocas veces se había manifestado a lo largo de la historia), lo más importante para ambos reyes era que esa pequeñita era su hija.

Abrazados y rodeados de sus súbditos más cercanos escucharon pronto estallar fuegos artificiales y las alabanzas y bendiciones del reino entero celebrando por todo lo alto el nacimiento de su princesa heredera, la que algún día no solo crecería para convertirse en la próxima reina sino también para llevar prosperidad y gloria a la nación con su herencia especial.

Deseado y ambicionado eran solo eufemismos, el Byakugan despertaba tan grandes pasiones como lo hacía el Sharingan y el Rinnegan. Todos celebraban por la princesa pero también por ese poder ocular, y aunque los reyes no quisiera admitirlo, demasiado absorbidos por la felicidad y el sosiego, la avaricia creció conforme creció la princesa.

En el mundo en que vivían, separados por grandes naciones, gobernados por familias reales y con alianzas selladas, todo era paz y tranquilidad, solo un pequeño grupo a las órdenes directas de las familias reales se entrenaba en un arte mortal: el ninjutsu. Los guerreros más capaces y letales, los mejores espías, los mejores asesinos, las mejores armas que se podían pedir.

No obstante, ni siquiera con tal grupo bajo sus órdenes pudieron impedir la tragedia.

Los reyes embriagados de una falsa sensación de seguridad y éxtasis no reforzaron las fronteras cuando se celebró el primer cumpleaños de la princesa.

Muchos acudieron a tal celebración: Minato Namikaze y Kushina Uzumaki, reyes de la nación del viento, llevando a su heredero: Naruto; Fugaku y Mikoto Uchiha, reyes de la nación del fuego, junto a sus hijos Itachi y Sasuke; y Rasa y Karura No Sabaku, reyes de la nación de la tierra junto a sus tres hijos. Amigos mutuos con los cuales había sido posible extender los grandes períodos de paz que gozaban desde hace casi dos décadas.

Para conmemorar ese día lanzaron una antorcha flotante al oscuro cielo plagado de estrellas como una ofrenda, como un agradecimiento eterno a la plegaria que la reina había enviado por años. Fue una noche de muchas risas y bromas, de más acuerdos y más felicidad que acabó de forma espantosa.

Cuando la fiesta terminó y entraron a su recámara, la reina besó la frente de su hija dejándola en la cuna sin poder adivinar que esa sería la última vez que la vería. Las ventanas estaban abiertas, el viento se colaba y los tres dormían profundamente cuando una sombra entró sin hacer el menor ruido.

Una mujer muy hermosa de mirada fría se acercó hasta donde la bebé reposaba en calma, la admiró con avidez y acarició su delicada mejilla con cierta brusquedad que la despertó.

El llanto de la niña alertó a sus padres pero cuando se levantaron era tarde: lo único que alcanzaron a distinguir fue una sombra tirándose del balcón y la cuna…vacía.

Buscarla fue en vano, no importaba cuanto lo intentaran o dónde lo hicieran, Hinata había desaparecido de la faz de la tierra.

Hana se deprimió profundamente, Hiashi se volvió arisco y frío, cada uno lamentando su ingenuidad a su modo. Solo una vez al año dejaban caer sus barreras, solo una vez al año se consolaban al otro, en cada cumpleaños lanzando junto a todos los habitantes del reino miles de antorchas flotantes al cielo haciendo un nuevo pedido: que su princesa regresara a ellos.

Diecisiete años pasaron desde entonces y, aun así, nadie había podido hallarla.

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Editado (10/05/17): Por favor, tomen nota de la fecha de publicación, si este fic les suena (o sea que se les hace conocido) solo puede ser por dos motivos: porque han leído la versión original hace años o porque han visto la película animada "Enredados" de la cual hice la adaptación.

Tomé la decisión de editar todos mis fics, los one-shot y los long-fics y por eso he eliminado todos los capítulos para arreglarlos, como ya dije en otras de la historias, no serán cambios muy drásticos, solo quiero hacer algo más coherente y agradable la lectura.

Gracias.

Besos, Bella.