Capítulo 1. Escape
Estaba sentado y miraba al frente, su alrededor se desdibujaba lentamente. La caída era rápida, haría efecto.
Risas contenidas, sollozos por algo inalcanzable, caer era lo primero y luego sentía de sopetón la vuelta a la realidad. No había durado mucho mas mañana volvería a meterse cualquier cosa pero por ahora era suficiente.
—Nos vemos mañana, Charlie— dijo aún un poco atontado. El aludido hizo un movimiento de cabeza pero estaba tan ido que era difícil decir que se dio cuenta de la despedida. Salió de la bodega y fue a su casa, caminaba a traspiés por culpa de los pantalones guangos y grandes que le quedarían a un hombre de 100 kilos con facilidad. Él era tan delgado de por sí pero consumiendo drogas los huesos se le veían asquerosamente marcados.
—Ya llegué— gritó.
Su madre desde la cocina gritó un "¡Qué bueno, hijo!", eso era realmente bueno porque era la primera vez en meses que llegaba temprano a su casa. Subió a su habitación, Paul había, definitivamente, ocupado el cuarto para hacer un verdadero vertedero. Tomó su guitarra y salió de su casa de nuevo. Le dolió que su madre se despidiera de él con un deje de decepción en la voz pero si todo salía bien, algún día ese tono sería de orgullo.
Caminó y caminó hasta llegar a la cochera de una casa bastante bonita pero común. Seguía abierto, un par de chicos rubios esperaban allí, solos.
—Hey— dijo al llegar, un pequeño titubeo se hizo presente pero intento no ponerse nervioso-, ¿aquí son las audiciones?
—Sí, de hecho, eres el último, supongo— contesto el de ojos cafés.
—Bien, buscamos guitarrista, no un rapero pero muéstranos qué tienes— dijo el otro chico rubio en tono aburrido.
Se puso su guitarra y dijo: — ¿Tienen un amplificador? — esos pequeños tropiezos al hablar hacían que el segundo chico lo mirara como si fuese un chiste.
—Sí, claro— contestó el chico de ojos cafés.
Le prestaron el amplificador y él lo conectó, hizo una distorsión y comenzó a tocar. Algo sencillo, el solo de Bohemian Rhapsody. Ambos rubios se quedaron boquiabiertos. Él seguía nervioso pero cuando tocaba, sentía que algo se apoderaba de él, algo más fuerte que el LSD de esa tarde o el pellote que a veces conseguía Charlie.
Terminó y los miró expectante. El rubio de ojos verdes se puso de pie y le tendió la mano.
— ¿Cómo te llamas? — preguntó mientras se daban un apretón.
—Matthew, Matthew Bellamy.
—Pues bien, Matt, yo soy Dominic Howard pero llámame Dom. Bienvenido a la banda.
