Al destino no se le puede escapar
Resumen: Shindou fue sacado de Japón para salvarlo, atrás quedo Yuuto el valiente hermano mayor que se sacrifico por el pequeño ciego, convirtiéndose en el amante de Fudou. Pero ahora Shindou a vuelto a Japón para salvar a su hermano, pero el destino es el destino y con quien primero tropieza al llegar a Japón es con aquel por el cual lo alejaron de su tierra, Tsurugi.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen la historia si ^^
Advertencia: Historia Yaoi y Mpreg, si no os gustan estos géneros, largo!, si os gustan bienvenidos ^^
Capítulo 1: Caminos Cruzados
Shindou era un joven hermoso, de cabellos marrón-grisáceo hasta la parte superior de los hombros, ondulados con suavidad, piel pálida y suave; no era muy alto, y sus ojos, sus preciosos ojos eran rojos, pero sin vida. Sí, sin vida, Shindou era ciego.
Shindou era hijo de un rico empresario japonés. Su padre, Reiji Kageyama, era un rico empresario que se movía en el bajo mundo de la mafia, y su madre, Haruna Kidou, era una hermosa mujer.
Su padre se había enamorado de su madre y Haruna lo había rechazado, pero a un yakuza no se le rechazaba, así que Kageyama la había secuestrado y obligado a casar con él. Al parecer el tiempo los hizo amarse o simplemente acostumbrarse.
Y entonces, su madre quedó embarazada de su primer hijo, Yuuto, un precioso niño de cabellos castaño claros, piel pálida y ojos rojos como los de Shindou.
Apenas cinco años después llegó él. Desde que su madre quedó embarazada, las pruebas arrojaron que aquel bebé era un varoncito fértil. En aquel entonces Kageyama estaba metido en problemas, así que no dudó ni un sólo momento en hacer lo que más le convenía.
Le ofreció su hijo por nacer y fértil, en matrimonio para cuando este cumpliera los quince años, al gran jefe de los Yakuzas para su hijo, un pequeño de siete años llamado Tsurugi, y que se decía que era un mismísimo demonio como su padre, el gran Fudou Akio.
Fudou serio le dijo que no, así que resignado Kageyama ofreció al niño como amante para Tsurugi cuando este cumpliera los quince años. Fudou se lo pensó apenas unos minutos, pero aceptó; La esposa de Kageyma, Haruna, era una mujer hermosa y de apariencia angelical, así que sin duda aquel bebé sería una belleza.
El bebé nació y fue llamado y registrado como Shindou por su madre, antes de que Kageyama, quien había estado de viaje, llegara al país y pudiera opinar sobre el nombre de su hijo más pequeño.
Pero apenas llevaba el bebé unas horas de nacido cuando los médicos lo descubrieron. Shindou había nacido ciego, por problemas y mal manejo de los médicos a la hora del parto. Aquellos ojitos rojos como los de Yuuto, nacieron sin luz.
Temeroso de que Fudou rompiera su sociedad, pues aún estaban en problemas económicos, Kageyama ocultó el detalle; de momento, ya cuando tuviera el dinero para pagarle a Fudou le diría y le reembolsaría el dinero prestado.
Shindou era consentido grandemente por Haruna y por Yuuto, su hermanito mayor. Y a pesar de que era un niño ciego y sus ojitos carecían de vida, era muy inteligente.
Sabía distinguir casi todos los sonidos y los olores.
Cuando Shindou cumplió cinco años y por ende Yuuto cumplió los diez años, Haruna descubrió el cruel trato que había hecho Kageyama sobre su hijo menor para salvar la fortuna de la familia. Así que decidida guardó silencio y preparó su huida con sus hijos.
Le tomó tiempo hacerlo, pero cuando Yuuto cumplió once años y Shindou seis, todo estuvo listo. Con apenas una mochila pequeña con ropa de sus hijos y de ella, y muchísimo dinero en su bolsillo, emprendió la huida. Pero fue descubierta y las alarmas empezaron a sonar en toda la gran mansión Kageyama.
Yuuto también un niño muy inteligente para su edad, miró a su madre.
- Deben huir madre, pero alguien debe quedar atrás para entretener a padre o nos encontrará a los tres.
Haruna asintió.
- Lo sé - Dijo entregándole a su hijo mayor la manita de su hermano menor - Yo me quedaré, en Grecia os recibirá mi medio hermano Demonio Strada. - Pero Yuuto no aceptó la manita de Shindou, y dándole un beso en la frente lo empujó hacia su madre.
- Yo me quedaré madre, ahora salva a Shindou y háblale de mí y dile que lo quiero.
El pre-adolescente se dio la vuelta y corrió hacia la casa sin ninguna duda. Los ojos de Haruna se llenaron de lágrimas, pero tomando a su hijo pequeño en brazos corrió hasta donde la esperaba un coche que la llevó a una pista clandestina, y de ahí partió hacia Grecia, un lugar donde jamás Kageyama Reiji la buscaría.
Durante cuatro años más, Kageyama pudo ocultar a Fudou la huida de su hijo y de su esposa. Pero cuando Yuuto cumplió los quince años, Fudou lo descubrió todo.
Descubrió que el bello Shindou, de quien sólo había visto foto, no estaba en un colegio inglés con su madre y que Kageyama no tenía ni idea de dónde estaban ambos, y que para colmo, aquel precioso niño había nacido ciego.
Él mismo fue con sus hombres aquella sorpresiva noche a la mansión Kageyama a vengarse y matar a Kageyama y a su hijo mayor Yuuto, quienes los informes indicaban que a sus quince años vivía con su padre.
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Yuuto oyó un escándalo en la parte baja de su casa y se despertó alarmado, tomó su arma automática de debajo de su almohada, y le quitó el seguro. Se levantó con sólo el pantalón de su pijama, que era negro, sus pies estaban descalzos, sus ojos carmesí, estaban alertas, y sus cabellos recogidos en una coleta llena de rastas. Era joven, pero aun así poseía un cuerpo esbelto y elegante, en pocas palabras Yuuto Kidou pues solía usar el apellido de su madre para siempre tenerla presente en su corazón era un joven muy guapo y una vez eras capas de aparta tus ojos de sus ojos carmesís no tardabas ni un segundo en darte cuenta de este echo. Oh los ojos de Kidou eran tan hermosos que este solía usar googles para que la gente no se distrajera y se quedara mirándole como estúpido pero esa noche solo con el pantalón de su pijama y su arma en mano no se los puso… no tenia tiempo para eso.
Bajó y se encontró con un tremendo tiroteo en la planta baja de su casa, casi toda la guardia Kageyama estaba muerta, por unos extraños hombres vestidos de negro, con un desconocido emblema plateado en el hombro izquierdo, una especie de rosa cubierta por un fuego rojo.
Vio a su padre peleando con tres hombres, los cuatro armados con katana. No dudó en levantar su pistola y disparar con una puntería letal. Asimismo usó todas las balas de su pistola hasta que se quedó sin ellas, y tomando una katana que había perdido uno de esos hombres con aspecto de samurai, empezó a pelear, cortando gargantas y miembros por igual, hasta que llegó junto a su padre, y espalda contra espalda lucharon.
- ¿Quiénes son?
Le preguntó Yuuto a su padre.
- Los Fudou.
Respondió Kageyama.
- Te dije que nunca debiste de hacer la locura que hiciste al engañar a esa gente.
Dijo Yuuto serenamente, matando a dos con un certero tajo circular de su katana cercenándole las gargantas.
Los dos peleaban con todo, pero pronto no quedó ni un sólo hombre de la guardia Kageyama con vida, y los Fudou eran muchos aun. Pronto fueron sometidos.
Kageyama, que tenía una bala en su pierna y que había perdido mucha sangre, ya no luchaba, pero Yuuto, quien parecía tan fresco como si acabara de llegar al combate, se debatía como una fiera, lanzando mordiscos, patadas y puños, hasta que entre cinco lo sometieron.
Entonces a la mansión entró un impresionante hombre de cabellos castaños y ojos verdes. De rodillas en el suelo, donde lo tenían sometido aquellos cinco hombres, Yuuto levantó sus ojos carmesí y miró directamente a aquel hombre recién llegado, y que era obviamente el líder de los Fudou.
Al ver aquellos hermosos y desafiantes ojos rojos, que a pesar de saber que iban a morir no tenían miedo y lo desafiaban, Fudou Akio quedó sin aliento, y supo que aquel niño de quince años sería suyo, completa y absolutamente suyo.
- Mátenlo.
Indicó señalando a Kageyama con un gesto de su cabeza. Kageyama miró a su hijo en despedida.
- No, padre.
Gritó Yuuto, pero fue muy tarde, el gatillo había sido jalado y la cabeza de su padre perforada por un certero tiro.
Yuuto se desplomó en los brazos de sus captores sin luchar más, dejando que fuera lo que el cielo quisiera de él, total, estaba seguro de que moriría.
Sintió unos pasos detenerse frente a él, no le importó, siguió mirando al suelo; su largo cabello en rastas que hacia rato habían escapado de su coleta cubría su rostro y él lo agradecía, pues no quería que nadie viera sus lágrimas.
Kageyama había cometido muchos errores y no era el mejor padre en el mundo, sus errores lo habían separado de su madre y de su precioso hermano pequeño, pero aún así, Kageyama era su padre y él lo amaba como tal.
Pero la persona que se había puesto frente a él, se inclinó y tomando su barbilla con las manos lo hizo levantar la cabeza y le retiró el cabello que llegaba hasta media espalda del agraciado y en ese momento triste rostro.
Era el mismo Fudou Akio. Verde y rojo se volvieron a mirar fijamente.
- Mío - Sonrió maquiavélicamente el hombre.
Yuuto no supo por qué pero se estremeció por primera vez con verdadero miedo.
- No temo a la muerte.
Dijo orgulloso y altivo. Fudou sonrió de medio lado.
- Tú no morirás. Tu padre ofreció un amante fértil para mi hijo, pero ese amante huyó así que tú tomarás su lugar, pero en mi cama, no en la de mi hijo.
Yuuto jadeó asombrado.
- Jamás.
Fue todo lo que pudo decir. Fudou levantó la mano y lo abofeteó, la cabeza de Yuuto giró y el muchacho sintió cómo su mejilla picaba y quemaba.
- No tienes opción. Tráiganlo.
- No - Gritó Yuuto, debatiéndose como una fiera para evitar que lo arrastraran.
En eso llegaron hombres subiendo del área que era el sótano de la casa, y con ellos arrastraban a las mujeres que al comienzo del tiroteo se habían ocultado. Todas mujeres o niñas del servicio.
- Bien - Dijo Fudou maliciosamente. - Ya que el joven aquí es tan orgulloso - Dijo volteándose a ver a las mujeres - Ustedes chicos podrán divertirse con estas hermosas mujeres de la mansión Kageyama. - Le dijo el hombre a sus guardias. Los hombres lanzaron gritos de júbilo y se lanzaron contra las mujeres, menos dos gigantescos hombres que sostenían a Yuuto.
Se abalanzaron sobre las mujeres como verdaderos salvajes. Las mujeres gritaron asustadas y aterradas. Yuuto reaccionó y soltándose de los hombres que lo sostenían y que tenían la guardia baja se arrodilló frente a Fudou bajando su rostro.
- Haré lo que quiera, por favor, pero deje a las mujeres.
Rogó Yuuto hubiese preferido pelear pero el solo contra todos no podía hacer nada esta era su única oportunidad. Fudou se agachó ligeramente y tomándolo de la barbilla lo hizo mirarlo a los ojos.
- Ya es muy tarde para eso, Yuuto, esto te servirá de lección, pequeño Kageyama. Pero si aceptas, puedo hacer que las niñas se salven y sean intocables, ¿qué dices?
Yuuto miró a las niñas que eran las más aterradas que estaban y a varias mujeres que con la mirada, echadas en el suelo por los hombres que las ultrajaban, rogaban por que él aceptara. Yuuto volvió a mirar a Fudou y la mano que le extendía. De sus hermosos ojos rojos salió una lágrima de rabia mientras bajaba la cabeza derrotado, y ponía su mano sobre la que el otro le tendía.
Fudou lo jaló hacia él haciéndolo levantarse y chocar con su cuerpo. Le rodeó con un brazo la cintura, mientras con otro le tomaba la barbilla y levantándolo del suelo, lo besaba. Yuuto mantenía sus derrotados ojos cerrados y se dejaba hacer mansamente. Cuando Fudou rompió el beso, apretó su cabeza contra su pecho.
- Te odio.
Le susurró Yuuto. Fudou sonrió por eso.
- Las niñas son intocables.
Advirtió a sus hombres. Estos no les importó, estaban muy entretenidos con las mujeres y las niñas les daban igual.
Fue así como Yuuto se convirtió en el intocable amante de Fudou Akio, el líder de los Yakuza.
-o-o-o-
Mientras, ocultos en Grecia vivían Haruna y Shindou, en una casa pequeña con jardín que les había comprado su tio Demonio Strada. Shindou había aprendido a leer, pero no a escribir a mano, aunque tenía una computadora que decía las letras y las teclas por las bocinas permitiéndole así al chico poder escribir y pues la costumbre le hacía saber dónde estaba cada tecla. También tenía un teléfono celular, que decía los números permitiéndole hacer llamadas por teléfono.
Guiándose por el tacto podía saber cuando una persona era bonita o cuando era fea. Leía y hablaba japonés, inglés y griego. Obviamente, su lectura era en libros de ciego escritos en braille.
Pero dentro de su ceguera, Shindou era un niño normal de clase media con una madre amorosa y trabajadora.
Pasaron los años y Shindou creció hasta que cumplió dieciocho años. Cuando cumplió los dieciocho años, su madre murió, pero no antes de dejar muy bien asegurado el futuro de Shindou con todo lo que había invertido, su seguro de vida y las joyas con las que huyó a Grecia. También dejó un diario escrito especialmente para ciegos, para que Shindou lo leyera después de su muerte. Su tio Angelo Cabrini el esposo de Demonio fue quien se lo entrego en persona.
Pues Haruna sabía que moriría, pues aunque no le dijo nada a Shindou, Haruna tenía leucemia y poco a poco la enfermedad la fue matando así que le había dejado encargado a su cuñado este pequeño favor.
Mientras en Japón, Yuuto Kidou, quien tenía ya veintitrés años y estaba durmiendo en la cama con Fudou, se levantó llorando en el momento en que su madre murió, y sin saber cómo supo que su madre había muerto.
Al ser mayor de edad y ser independiente, a pesar de su ceguera, los servicios sociales no se pudieron llevar a Shindou además de que ni Demonio ni Angelo lo hubiesen permitido.
Fue cuando leyeron el testamento de Haruna Kidou y Angelo le entrego el diario que le había dejado Haruna que Shindou supo toda la verdad.
Supo que su verdadero nombre no era Shindou Kidou, sino Shindou Kageyama Kidou. Supo toda la historia que lo rodeaba a él y a su madre, pues ahí Haruna lo contaba todo, y supo de Yuuto, alguien a quien amó, nada más leer su nombre en aquel diario.
Fue por Yuuto que se decidió a volver a Japón, él no sabía si Yuuto lo recordaría o tan siquiera si lo quería ver, pero él necesitaba conocerlo, agradecerle y decirle que lo amaba. Aun contra los sabios concejos de Demonio, Shindou estaba decidido a ir a Japón.
Así que compró un pasaje de avión a Japón, hizo los trámites con una agencia especial que se encargaría de su transporte allí, de su hospedaje y de localizar con sigilo a Yuuto Kidou sin que nadie más lo supiera, pues después de haber leído el diario de su madre, a Shindou le quedó claro que se debía de mantener alejado de su padre, lo que él no sabía era que Kageyama estaba muerto y que de quien en verdad debía de cuidarse era de los Fudou.
Una vez en el aeropuerto de Japón bajó del avión ayudado por su inseparable bastón, unos anteojos oscuros cubrían sus preciosos pero muertos ojos, y a su espalda tan sólo una mochila, pues de la otra maleta se encargaba la empresa que había contratado.
Preguntó a la azafata por el cauter de recepción y esta le indicó el camino y se ofreció a acompañarlo, pero acostumbrado a valerse por sí mismo Shindou rechazó la oferta.
Pero el aeropuerto estaba muy lleno y pronto Shindou se desorientó. Metió la mano en su bolsillo para buscar su móvil fastidiado, sin dejar de caminar, pero en un lugar tan lleno como ese ocurrió lo inevitable.
Chocó con otra persona y ambos se precipitaron al suelo, Shindou sobre la persona.
- Idiota, ten cuidado.
Dijo la obvia voz de un hombre. Y si Shindou hubiese podido ver, hubiese quedado sin aliento ante el japonés de cabellos azul oscuro y ojos ámbar.
- Es que acaso es... - El japonés se interrumpió al ver el bastón de ciego que había caído unos pasos más apartado.
Shindou se echó a un lado quedando sentado en el suelo, y se quitó los lentes con una mano, demostrando sus hermosos ojos rojos apagados.
- ...¿Ciego? - Completó Shindou lo que el desconocido no había terminado de decir - Sí, lo soy - Respondió tanteando el suelo en busca de su bastón. -El japonés, que había quedado encandilado viendo a la preciosidad delante de él, reaccionó, tomando el bastón y poniéndoselo en las manos mientras lo ayudaba a pararse. - Lamento mucho el accidente, buscaba la recepción pero temo que me perdí. -Dijo Shindou cortésmente.
- Yo lo llevaré.
Se ofreció presuroso el japonés. Shindou fue a declinar la oferta pero sabía que sin ayuda no llegaría jamás al counter, así que aceptó. El hombre le tomó la mano y la puso sobre su brazo para dirigirlo. Lo llevó hasta el counter, donde había varias recepcionistas.
- ¿Hay algún hombre esperando por Shindou Kidou?
Preguntó el hermoso ciego a una de las recepcionistas.
- Sí, señor Kidou, estoy atrás de usted.
Shindou se volteó hacia la voz. El hombre tomó su mano y la llevó a su rostro.
-Kirino Ranmaru, soy su guía enviado por la agencia.
Se presentó el hombre joven de facciones delicadas y hermosas, por lo que pudo palpar Shindou, su cabello era largo atado en dos coletas. Lo que Shindou no podía ver, pero sí el hombre japonés que lo acompañaba, era que Kirino Ranmaru era una belleza de ojos turquesas y cabellos rosa fuerte.
- Señor... - Se volteó Shindou hacia donde había estado el japonés que no se había movido. - Muchas gracias por ayudarme. Que tenga un buen día. - Le sonrió mientras se agarraba al brazo de su nuevo guía, quien le había pasado una tarjeta escrita en braille que Shindou había podido leer, certificando que Kirino era efectivamente su guía.
El japonés vio a Shindou alejarse y sonrió, que hermoso era ese ángel, cuyos ojos no tenían luz.
- Shindou Kidou - Repitió el nombre del joven ángel saboreándolo - Nos volveremos a encontrar pronto, te lo aseguro mi hermoso extranjero, como que me llamo Tsurugi Fudou.
Continuará...
(Esta historia es corta solo tiene 4 capitulos disfrutenlan ^^)
