Disclaimer: Nada me pertenece. Los personajes son de Atsushi Okubo, y jamás me entregara la custodia de Soul.


¡Si, no nos quieres a todas, no quieras a ninguna!

I-: Cita a ciegas, gritos, sangre.

«El amor es un acto de perdón interminable... Una mirada tierna que se convierte en hábito.»

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Tonto. Definitivamente no tenia cura.

¡Maldición!

Me encontraba en un sitio deprimente; Paredes blancas, piso de madera y ventanas pequeñas. Había decidido quitarme todo el peso de una semana agobiante con aquella salida. Pero, para que todo este "gran plan" de una velada relajante se viniera abajo, sólo necesitaba una palabra; Soledad.

Y había que aceptarlo, para pasarme toda la tarde aburrido y pensando en mis problemas, hubiera sido más simple y cómodo quedarme en casa. En mi tibia cama; Tan calida y reconfortante como una botella de whisky para un alcohólico en rehabilitación fallida. Y, en cierto modo, también. Deseaba poder difuminarme entre una gama de colores hasta un blanco tan cristalino como el de la pared, y terminar desapareciendo; Desde el primero de mis cabellos, hasta la suela de mis zapatos.

Pasaron tranquilos los segundos. Y aquella suave melodía; Ocasionada por las voces a mí alrededor, me recordo que no podía hablar de soledad estando rodeado de personas; Que si bien no se percataban de mi existencia, de algo contaban. (Creo) Y quizás yo seguía allí, por estos desconocidos, quizas muy por dentro estaba ansiando a que alguien me notara.

Toque la mesa de color café con mis dedos. La gente a mi alrededor se veía ocupada; Comiendo, riendo, algunos, incluso trabajando. —Sus rostros opacados y cansados lo mostraban. — ¡Eso me recuerda que yo también debería estar trabajando! En un informe para la universidad...

Bufé por milésima segunda vez, y sostuve la taza de café en mis manos, estaba calida. Gire mi silla hacia la derecha, hasta el ventanal. Afuera hacia un lindo día; Un sol carmesí que se estaba ocultando receloso, entre nubarrones anaranjados, y las sombras de los árboles brindando un aspecto mágico e inesperado a toda la escena.

"Maravilloso..."

Cerré los ojos lentamente, esperando. Quizas, solo era cuestión de tiempo, para dejar de sentirme así.

—Soy un idiota. Quién se queda esperando seis horas en un café tan malo con gente tan...—Me detuve al sentir unas suaves agujas clavarse en mi espalda. Abrí los ojos lentamente, mientras un vago y molesto sentimiento se percibía en el ambiente—me estaban observando—.

Ya que para mi sorpresa, la gente alrededor de mí, dejo de hacer lo que estaba haciendo, y me observaron curiosos, esperando a que dijera algo más. Me avergoncé, y les sonreí de una forma torcida; No se bien si se asustaron o que, pero dejaron de observarme.

Gire mi rostro una vez más, para seguir mirando por la ventana. Estaría en estos momentos conquistando una chica y no esperándola.

¡Maldito sea Black Star!

¡Él y sus entupidas citas a ciegas! Si estuviera aquí no le quedarían dientes en la cara. ¡Me dijo; "Espérala vale la pena!" "¡Es una gran chica!" "¡Es la chica de tús sueños Soul!"

Tomé el resto de mi café con un solo sorbo; Tenía un suave gusto a vainilla, dulce, como a mí me gustaba. No quise pensar en nada más que no fuera en mí. Ya que de un momento a otro, habia pasado a sentirme, extraño. Estaba... ¿Nervioso?("¿Yo el gran Soul Eater nervioso?") Sí, —mucho—ya que era la primera vez, que me juntaba con alguien, de quien no sabía nada; Ni su nombre, ni su edad... Nada. Pero había algo que me incomodaba mucho y me turbana en cierta forma espeluznante; ¿Cual era la vision de Black Star de mi chica perfecta?

Mordí mi labio inferior y decidí concentrarme en otra cosa. Ya que el café dulce frente a mí, parecía apaciguar en algo los retorcijones de estomago.

Porque aun teniendo mucho éxito con las chicas, mis relaciones duraban poco, era como si... No se, perdiera el interés por decirlo de alguna forma, era como si las amara y luego... No. Tampoco era algo de lo cual me sintiera orgulloso, ni nada parecido. Dejar a las chicas llorando simplemente no es cool.

Y aunque pasaron unas cuantas horas más, ella; "La chica de mis sueños" Seguiria siendo eso, y nada más que eso. Ya que hasta aquel café, no llego.

Me habían dejado plantado.

"Bien" pensé. Una vez que me toque a mí. No herirá mi ego... Por lo menos no demasiado.

Inhale masoquistamente el líquido suave y espumoso frente a mí. Iba por mi tercer café ya estaba rendido, pero el café era simplemente exquisito. Desde su aroma a vainilla, también canela, hasta el dulce y empalagoso sabor que emanaba de este.

Black Star, y sus tontos intentos de animarme... Incluso cuando desea hacer algo bueno lo hacia mal.

Este... Bien, aun así no puedo enojarme, después de todo intento animarme... ¿No?

Recordé mi escena de momentos atrás.

¡Pero aun así es un completo idiota...! Y no él único...

¡Este ni siquiera era barrio! ¡Genial soy un genio! ¡Aplaudan mi inteligencia!

Había tomado tres buses para llegar y ser plantado...

— ¿V-vas a tomar algo más...? —tartamudeó, la voz de una chica a mi lado. Ella comenzó a sonreírme amable; Sus mejillas sonrojadas y su cabello, también rojo, le hacían ver divertida e incluso inocente. El delantal que llevaba esculpía con gracia su linda figura, y en un pequeño cuadrado de color blanco estaba escrita la identificación personal con el nombre; "Maritza", con letras negras e imprentas.

—No, Maritza no es necesario. —intente que mi voz sonara dos tonos más bajos de lo normal. Y vi como se estremecía, al tiempo en que daba un pequeño brinco al sentir mi mano sobre la suya. Esto era simple; Simple seducción. —Pero, podrías sentarte conmigo... Y así... —estaba diciendo algo cuando de pronto... Perdí el hilo de la conversación.

—¡Ah! ¡No! ¡Por favor!—escuche, un desgarrador grito femenino rompiendo en dos los hilos de todo lo que deseaba por decir.

Me levante rápidamente de la silla, y me apoye con mis dos manos sobre la mesa de color café. Mire por la ventana, ya que el grito provenía de la calle.

¡¿Qué estaba pasando? ¡¿Se encontraría bien?

¡Yo, tengo que ayudarla...!

...

No.

...

No...

No me incumbe después de todo... Alguien la salvara, este café esta lleno de hombres. Sí, eso... Esto... No me incumbe, en nada.

—¡Ayuda! ¡Por favor! —el grito se escuchaba más débil ahora.

Mire a mi alrededor; Las personas seguían en sus burbujas: Algunas comiendo, algunas hablando, otras seguían trabajando, y a ningún hombre o mujer, le interesaba ayudar aparte de mí. ¿Era qué no la escuchaban? No. Claro podían oírla. Solo la ignoraban.

Ni siquiera a la dulce camarera a mi lado parecía importarle.

"¿Qué a mí era al único al que le importaba?"

Espere a escuchar otro grito, pero nunca se escucho. El miedo me invadió pronto.

Silencio, silencio y nada más que aquel silencio.

—¡¿Por qué no va nadie a ayudarla? —chillé furioso.

Todo el café quedo en silencio, las personas volvieron a observarme en una confusa furia y curiosidad. Pero, esta vez no me interesaba en lo más mínimo lo que ellos tuvieran que decir.

—¡Baja la voz! — me regaño la camarera, sosteniéndome la mano con fuerzas. Indicándome que volviera a sentarme —Lo que allí pase ha nadie le incumbe. —dijo encogiéndose de hombros— ¿No eres de por aquí o sí?

En ese instante toda la belleza que había visto en ella momentos atrás, se había desvanecido; Ni sus ojos marrones, ni su sonrisa, ni mucho menos su cuerpo. Esa mujer era fría y desinteresada.

Eso es... Todas las mujeres con las que salgo son hermosas físicamente, pero son un asco en otros aspectos, mi amor era superficial igual que yo, por eso no...

Dura nada.

—¿Y entonces...? ¿Puedo sentarme contigo...? — se mordió el labio inferior.

— Yo... —intente prestarle atención. Pero mi mente estaba en otra parte.

Me preocupaba demasiado la chica ¿Estaría bien? Ya nadie la ayudaría, solo estaba yo....

Solo estaba yo... Y si yo no hacia algo pronto...

Respire hondo, a pesar de que no lo necesitaba; Y me pare de un salto, levantando mi chaqueta de cuero junto conmigo.

—¡Oye! —me cuestiono Maritza en un grito, mientras negaba rápidamente con la cabeza. —¡No me ignores!

Salí, por la puerta como un loco desenfrenado, corriendo a todo lo que mis pies podían dar.

¡Corrí, esperando escuchar otro grito, una mínima señal de vida! Mi pecho subía y bajaba, pero, ¿Hacia donde mi dirigía exactamente? ¡Maldición!.

La noche era fría y se burlaba de mis intentos por encontrarla. Las ráfagas de viento movían mi cabello blanco, rápidamente, mientras intentaba recordar como se la hacia para respirar.

—¡¿Estas bien...? ¡Chica! —no podía permitir que algo malo le ocurriera; Jamás me lo perdonaría... — ¡¿Estas bien?

Sólo el silencio podía oírse de entre la noche. La luna de plata bañaba el cielo, los árboles cubriendo cada centímetro de tierra entre las calles deshabitadas, y las suelas de mis zapatos jugando a dejarme recostado sobre el piso.

—¡Ah! — se escucho un tercer grito; Pero esta vez distinto, era de un hombre.

Me dirigí al callejón de donde provenía el chillido, la vereda polvorienta dificultaba mis inútiles intentos de llegar rápido y rescatar a la chica...

Cuando al fin llegue...

La comisura de mis labios se abrió, mi quijada bajo.

Ante mi se posaba una chica de cabellos color ámbar; Se encontraba sobre el piso— sentada sobre el—. Sus finas y pálidas piernas contrastaban con el color negro-ceniciento, de la grava, mientras sus pies desnudos se movían inquietos, y como un simple gesto de ternura los oculto bajo su vestido. Llevaba un lindo vestido blanco; Que aun estando roto en uno de los tirantes, (al igual que en el encaje) seguía conservando un lindo bordado a mano.

Sus ojos tan verdes como la primavera, me observaban con aquel miedo, confusión y curiosidad, que solo los niños pequeños pueden llegar a profesar. Quede embobado con su imagen, era... Simplemente perfecta.

Luego cuando salí de mi trance, me percate de la imagen con mayor claridad. En aquellas manos pálidas había una sustancia carmesí... Sangre. Esto me preocupo pero, ¿Era de ella realmente?

—¿Estas bien? —mi voz sonó débil y apagada, como mi fuerza de voluntad. E intentos de ser heroe.

—Mya... — balbuceo nerviosa, mientras se alejaba un poco de mí.

—¿Cómo te llamas?— insistí.

—¡Mya!— se giro para quedarse mirando hasta pared. Cruzo sus dos brazos sobre su pecho y un lindo puchero se desdibujo en su boca. En cierto modo, esa chica era adorable a su manera; Nada de lo que yo había visto—o esperaba ver—. Sonreí inconcientemente, cuando me acerque hasta ella. (En torpes zancadas) Con la chaqueta sobre mi mano derecha y un nudo en la garganta, sostenido por aquel silencio perturbador.

— ¿Tú gritabas? —

—Mya... —contestó, mientras se giraba un poco para observarme a la cara. Asintió suavemente con la cabeza, para darme a entender que me entendía perfectamente.

— ¿Por qué gritabas...? — le pregunté.

—Mya... — con su dedo me señalo hasta el piso; En el había un pequeño charco de sangre. Y me quede inmóvil, al darme cuenta de que aquella sustancia con olor a metal, no era de la chica. Quede frío.

¡¿Maldición, en que lió me metí? ¡Yo y mis intentos de ser super héroe! ¡Apuesto a que Superman jamás paso por algo como esto!

—N-no, no temas. —me encogí de hombros, restándole importancia, mientras levantaba débilmente la palma de mis manos. Esto hacían en las películas... Sólo espero que no sea muy distinto a la vida real— No te haré daño... —le sonreí.

Me observo aun más asustada; Y exploto en llantitos, tanto inquietantes como infantiles.

Nota mental: No debía sonreír nunca más...

—Esto... ¿Estas... Bi-?— le toque los hombros con cuidado.

El flequillo le cubría los ojos.

Por alguna razón; Sentí miedo. Esta sensación me recorría la espalda y me decía que corriera. Pero ¿De qué se supone debía huir...?

—¡No me toques! — grito mientras me observaba con ira— ¡No te me acerques! —bajo la mano al escote de su vestido, y introdujo su mano en el, sin saber lo que ocurriría al hacer esto... Ella estaba dándome una vista completa de sus senos.

Esa reacción no la esperaba, ni tampoco lo que ella provocaría en mí.

Ya que pronto, chorros y chorros de sangre comenzaron a salir de mi nariz.

Había visto el cielo.

La chica se sonrojo y grito como luchadora de lucha libre—¡Pervertido! — de su escote saco un librito pocket*(de bolsillo)

Y con toda su fuerza lo hundió en mi cabeza.

Todo se volvió negro de un instante hacia otro. Había caído del paraíso al infierno, de la mano de un ángel.