Prólogo: El amanecer

Sin darse cuenta ya estaba dormido una vez más. Se había vuelto una costumbre dormir con los ojos llenos en lágrimas. Los años estaban por pasar y su odisea solo por comenzar, mientras que sentía la fuerza de una tristeza inmesurable consumiendo el cuerpo que caía ya en el mundo de los sueños.

El pobre chico no tenía ni idea de lo que le deparaba su vida, ser el heredero de la tienda de Ichihara Yuuko no era una tarea fácil, y sabía que antes de comenzar a continuar el camino que ella le había dejado, algo iba a pasar, algo malo.

Estaba retorcido en la cama, no podía alejar el sentimiento de angustia que ardía en su pecho, ni el dolor del cambio que estaba experimentando su cuerpo. Se preparaba para no envejecer, para detenerse, el dolor era insoportable, quizá así se sentirían los vampiros al ser convertidos, pensó.

-¡Watanuki!

Fue la única palabra que escuchó, estaba dentro del sueño, pero podía escuchar lo que había fuera de él.

Una voz lo llamaba desde fuera del sueño. Una voz que cruzaba el atardecer que caía en el instituto. Nunca había estado vestido de la forma en que lo estaba ahora. Un uniforme completamente blanco, que parecía un terno, un traje de gala. Se acercó a las rejas de unos dormitorios, mientras que chicas uniformadas de negro lo veían con algo de admiración y terror.

No entendía donde estaba, pero sabía que no pertenecía a ningún grupo. Podía escuchar las risas arrastradas por la brisa del viento y podía ver algo, una silueta extraña. No, no era una silueta, aquel objeto no poseía forma alguna. Era un aura, un aura que pudo reconocer de inmediato con terror. Lo sobrenatural.

Estaba nervioso, como siempre, sin embargo ahora el dueño de la tienda, iba a pasar por cosas peores, iba a tener que astiarse a ver espíritus y parecidos por un buen trozo de la eternidad, así que ¿Qué tenía que temer? Que la esencia era hostil, por supuesto. Y venía de un chico de cabello alvino que lo veía con odio en sus ojos purpura.

La noche comenzó a caer rápidamente, y los estudiantes se alejaban, sin embargo en medio de la escuela, que debio ser construida al menos dos siglos atrás, había un olor que capto rápidamente. Sangre, su sangre. Estaba tosiendo sangre y cayó al suelo débil, mirando al alumno, quien a su vez le devolvía ojos resentidos, llenos de ira y sufrimiento.

-¿Por qué sufres?

El chico no contesto.

-¿Deseas librarte de ello? ¿Deseas que te conceda ese deseo?

El joven quedó perplejo mirando a Watanuki sin comprender, estupefacto, como si lo que escuchase fuese tan esquisito para sus oidos que no llegase a procesarlo.

Demasiado bueno parar ser cierto. Eso piensa La suposición de Watanuki no podía estar más cercana a la realidad.

-¿Me devolverías lo que he perdido?

-Necesito un pago del mismo precio.

El sueño cambio abruptamente. Ya el escolar alvino no estaba frente a él, sino que se encontraba una joven, que por la forma de llorar llamaría niña. Estaba tan desconsolada.

Esta noche tengo mucho trabajo Y era solo el comienzo de sus odiseas. La chica sintió como Watanuki acariciaba sus cabellos color chocolate y se calmó. De un lejano cerezo cayeron petalos en el oscuro espacio de tiempo en el que se encontraban flotando.

La chica finalmente se aferró al brazo de Watanuki por instinto, como si sintiese cierta protección en ellos, y Watanuki se la brindó. No podía dejarla sufrir, sentía en ella el sentimiento expresado de Yuuko, podía sentir que aquellas lágrimas eran exactamente las mismas que Yuuko no dejó salir jamás. No pudo sino abrazar a la pobre chica. Y tan pronto como sus brazos la sujetaron se dio cuenta de su naturaleza.

Tragó saliva. No sabía como reaccionar, si Doumeki estuviese allí lo habría sacado de inmediato, lo habría apartado de ella, sin embargo estaba solo, solo con una vampireza cuyas intenciones no podía garantizar. Sin embargo sabía que sus lágrimas eran sinceras, y por más que sus células y su instinto le ordenasen apartarse, simplemente no podía, porque no solo le recordaba a la tristeza de Yuuko, sino a la de su madre. La madre que no recordaba. Los matices de sus llantos estaban retratados en esta pequeña niña. Como cuando cayó del tercer piso y bordeo la muerte. En esa instancia su madre no expreso su dolor en llanto, en cambio esta joven sacaba todos los llantos de las mujeres a las que les ha tenido afecto. Yuko, Kohana, Himawari, su madre, Sakura. Todas, todas ellas retratadas en una pobre vampireza perdida.

-¿Cómo te llamas?

-Yuuki- dijo tranquilizandose-. ¿Y tú?

-Watanuki Kimihiro- le dijo abrazandola más fuerte-. He venido a cumplir tu deseo.