Disclaimer: Digimon y sus personajes no me pertenecen.
"En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario" – George Orwell.
.
Corazón Reprimido
.
¿Por qué he de seguir ocultándolo?
No tengo esperanza alguna que me motive a confesar. Nunca hubo una razón aparente que influyera en mí, y de ese modo recibiese fuerzas para quitar el apriete en mi garganta.
¿Le di razones a ella para suponer la verdad?
Nunca fue algo oculto a la vista de terceros, y no pretendo suponer que por ingenua pase inadvertido para ella lo dado por hecho para todos. Aunque sea un joven de corazón, mis sentimientos siempre estuvieron por encima de mi razonamiento. Actuaron antes de que lo pensara.
Detesto la idea de no controlarme…
— ¿Cuál crees que sería un mejor vestido para llevar el viernes en la noche?
Tu mirada inspeccionándome nuevamente me pone nervioso, dudo un instante al verte insegura con los dos vestidos en mano. Reflexiono tomando mi mentón por costumbre, a ti te hace gracia.
— Creo que te ves genial con cualquier cosa puesta —para mí, no tiene caso fingir indiferencia. Tú me ves sonriendo, pero tu reacción vuelve a ser inesperada, pareces enfadada.
— Si realmente te molesta pasar tiempo conmigo, tal vez no debiste venir. Después de todo, podía pedírselo a alguien más.
Sonrío embelesado, tus suposiciones siempre son tan a la defensiva. Te sigo, ignorando tu furia exprés, y cuando ves otro vestido bonito, te acercas corriendo a él, yo camino hacia ti y formulo mentalmente mi siguiente respuesta a tu conocida futura pregunta.
— Este vestido es muy bonito, ¿tú qué piensas? —no te giras para verme y eso me da valor.
— Creo que te verías hermosa, Mimi.
Es tu turno de sonreír, y lo haces con un dejo de victoria. Al parecer, eso era lo que deseabas oír.
— ¡Genial!
¿Me retengo o lo suelto?
El día continuó hasta que nos despedimos al final de la calle. Me propuse para acompañarte, pero negaste con la cabeza bromeando, diciendo que habías tenido suficiente de mí. Insistí indicando que necesitabas protección, pero tú alegaste que si deseabas protección nunca pensarías en mí para pedirla.
Me guiñaste un ojo, lo que me descolocó, y para mi desgracia me abrazaste muy fuertemente, diciendo que lo habías pasado genial.
¿Por qué decidí tal cosa?
Me quedé estático. Te vi marchar y pensé en todo lo que jamás te diré. Pensé en mi maldición de estar viéndote con presión, con recelo, pensé en no querer hablar mucho más porqué al final se daría a conocer el ya conocido desenlace para mí. La realidad de la confesión, la amargura de la verdad…
No hay posibilidad de lo que muchos anhelan que yo haga. Sé que la razón nunca justificará las acciones requeridas, y nunca jamás será suficiente para alterar el efecto de las mismas.
Puedo sentir desde ahora el dolor que en mí deja tu rechazo. Mi visión no define el destino, pero da la probabilidad más cercana.
¿Supongo o advierto lo obvio?
— Tal vez, deba dejar de fijarme en idiotas —dijiste tomando el pañuelo que te tendí y secaste tus lágrimas.
— ¿Fue el consejo que te dio Sora? —indagué sentándome frente a ti.
— No, pero está claro que sólo les gusta lastimarme ¡y todavía no entiendo por qué!
Pienso un instante, luego te veo hacer una mueca que demuestra cómo contienes el llanto, y sonrío como un tonto al ver tan conmovedora imagen.
¡Oh, cielos…!
— ¿Qué es lo que te atrae de ellos, Mimi? —me ves sin entender—, porque hasta donde puedo ver, tienen varias cosas en común los muchachos que te atraen.
— ¿Y por qué lo preguntas, si ya notaste que son todos iguales? —al parecer te enfadé.
— No es a eso a lo que me refiero, yo…
— Pues no importa —sentencias—. Sólo quiero salir de aquí, quitarme este vestido horrible y ponerme ropa decente.
Salimos de la cocina y le explicas a Sora porqué necesitas irte de su boda, ella parece preocupada por lo que le mencionas, pero noto que accede al final. Todos lo hacemos.
Te acompañé a tu casa y esta vez no te molestaste en echarme, ni siquiera pensaste en abrir la boca, y el silencio que compartimos sumergió mi tranquilidad en un abismo obscuro de inseguridad.
Me aseguré de que entraras sana y salva. Cuando cruzabas la puerta, te detuviste y me hablaste.
— Gracias, Koushiro —me sorprendiste con lo dicho—. Eres mi mejor amigo.
Sonrío devastado, y por alguna razón tú también lo haces. Te saludo con la mano y me dispongo a marcharme. Doy un largo respiro y me repito "Ahí lo tienes".
Camino hasta que los edificios se repiten y me encuentro frente a tu departamento otra vez, y otra vez, y otra vez más; Camino hasta que repito el amargo sabor de la verdad cruzar mi lengua hasta mi garganta. Camino hasta que vuelvo a ver mis muchos silencios, hasta que oigo mis muchas contemplaciones, hasta que palpo mis inseguras respuestas…
¿Por qué he de seguir ocultándolo? Pues, porqué sé cuál será el desenlace. No tengo posibilidad contigo, pero también muero al no declararte lo que siento. Claramente siento el peso de un corazón reprimido en un palpitar agitado, siento la presión en mi cabeza que da este intenso bombeo de sangre.
Estoy enamorado de ti, pero ser tu mejor amigo es lo más cerca que jamás podríamos estar. Y me niego a desperdiciar tal oportunidad.
— ¿Sucede algo, Kou? —me preguntas al notar mi escudriño en ti.
Yo sonrío, tu cabello suelto adorna tu suave rostro. La blusa que llevas puesta hace a tu piel parecer más clara. Tu falda da oportunidad de que admire lo bellas que son tus piernas, y tus sandalias engalanan tus pies bien cuidados.
Niego con la cabeza sonriendo y doy un sorbo a mi café.
— No, no pasa nada.
Notas: Comenzó a llover, y escribí casi sin darme cuenta. Aunque es algo nuevo para mí este tipo de historia. Ojalá lo hayan disfrutado.
