Eleanor Rigby

Un día, en un pueblo en el campo de Inglaterra, vivía una mujer muy loca que se llamaba Eleanor Rigby. A esta mujer le gustaba mucho ir asustando a los niños del pueblo y a veces a los adultos también, con un disfraz que se llevaba en la cara. Este disfraz era muy feo y espantoso y ella lo guardaba en un jarro cerca de la puerta de su casa. Cuando no llevaba el disfraz, ella actuaba muy normalmente, pero cuando sí lo llevaba, actuaba como si fuera un monstruo.

También en este pueblo vivía un hombre que se llamaba Father McKenzie. Él trabajaba como sacerdote en la iglesia local. Vivía solo, haciendo los quehaceres de la iglesia y preparándose para las misas. Father McKenzie había seguido una vida muy extraordinaria anteriormente, trabajando como vaquero, astronauta, pirata y dentista, pero ahora solamente quería calmarse en un lugar quieto. Desafortunadamente, él escogió el mal lugar.

Todos los días, Eleanor Rigby se escondía detrás de las esquinas y en los callejones, esperando a niños que caminaban por la acera para que pudiera asustar y mandarles corriendo y gritando a casa. También, mientras que iba asustando a la gente, ella causaba mucho ruido, especialmente durante la noche cuando todo el mundo ya se había acostado. La policía trató muchas veces de arrestarla por haber molestado a la gente, pero ella corría más rápidamente que nadie, por eso no tuvo éxito.

Entonces, ocurrió que una noche Eleanor estaba huyendo la policía porque trataba de arrestarla. Ella les había asustado a una anciana y sus nietos que estaban caminando a casa desde un restaurante. Se escondió en la iglesia y se puso la oreja a la puerta para escuchar el paso de la policía. Después de varios minutos, lo oyó. Aliviada, ella se levantó y se dio cuento de que estaba en la iglesia. De repente, oyó un ruido y fue a investigarlo.

Father McKenzie estaba zurciendo sus calcetines en su estudio. Había descubierto muchos agujeros en ellos esa mañana y a él le pareció como si un ratón los hubiera hecho, pero en realidad era sólo que sus calcetines eran muy antiguos. De repente, ¡Eleanor entró en el estudio y empezó a gritar! Le espantó tanto a Father McKenzie que él se cayó de su silla y tiró sus calcetines por todas partes de la sala. Antes de que él pudiera levantarse, Eleanor fue corriendo por el pasillo, todavía gritando. Father McKenzie trató de perseguirla, pero él era viejo y no podía correr tan rápidamente como Eleanor.

-Yo sé capturarla, pensó él.

Regresó a su estudio para construir algunas trampas. Las puso por todas partes de la iglesia y se colocó a esperar. Durante este tiempo, Eleanor todavía estaba corriendo y gritando en los pasillos como si hubiera visto una fantasma.

–Espero que ella no se haya lastimado, dijo él.

Después de más de una hora, ella llegó al lugar donde Father McKenzie había puesto sus trampas, pero ¡era tan rápida que ninguna podía atraparla! Father McKenzie trató de agarrarla, pero otra vez ella era demasiada rápida. Él corrió por el pasillo para perseguirla, pero ella se escondió en una puerta hasta que pasó. Cuando él se paró para descansar, ella salió de su lugar de esconder y comenzó a caminar muy quietamente detrás de él.

Estaba por asustarle a él otra vez, cuando se miró en un espejo a su izquierda. Su propia imagen fue tan horrible con su disfraz espantoso y vestido feo, que en ese momento ella tuvo un infarto y se murió. Father McKenzie oyó el ruido, dobló y vio el cuerpo. Se dio cuento de lo que había pasado.

–Dudo mucho que me crea la gente si le digo como ella se murió. Es probable que vaya a pensar que yo la maté, dijo él.

Por eso, Father McKenzie recogió el cuerpo y lo enterró en el cementerio. Luego huyo a Florida, donde estableció una panadería que tuvo mucho éxito y todos vivían alegres por siempre porque ya podían dormir por toda la noche.