"Debemos dar una vuelta al mundo para ver si han dejado abierta una puerta trasera"
-Sobre el teatro de marionetas.
Prólogo
Londres, Inglaterra
El velo de la noche fue cortado por la hoja dorada de una espada. Su portadora tenía una mirada felina, una mezcla entre ira y diversión. Cuando el arma terminó su recorrido, trazado en un arco, la bestia calló al suelo entre sangre y humo.
Sopló ligeramente para apartar un mechón de cabello rubio que le caía en el rostro. El filo del reluciente hierro choco ligeramente con el asfalto. Todas las noches eran lo mismo, no podía quejarse, era su destino.
-Eficiente, como siempre. – Su mirada, en ese momento dorada como su espada, atravesó al recién llegado. – Capitán, me informan que ha aparecido un espécimen rango C a unas pocas calles de acá. –
-No perdamos tiempo entonces.-
Enfundó su espada y sin esperar contestación por parte del pelinegro emprendió la carrera. Para el joven seguirla no era tan fácil, resultaba difícil mantenerle un paso estable. Esa muchacha era como el viento. No obstante dio un respetable esfuerzo para mantenerse a la par de su capitán.
-¿Qué te parece, Haruka? ¿Será cierto lo que dicen? – La aludida no volteo a mirarlo.
-¿Qué dicen?-
-Dicen que a partir del rango C, los demonios son capaces de destruir ciudades enteras.-
-No, son estupideces, Kunz. De ser así, es nuestro deber mantenerlos a raya.-
-Seguramente hasta el presidente lo cree. – Insistió el pelinegro – Si no lo creyera ¿para qué esos escuadrones militares secretos y esas bases misteriosas?-
-Para pasar el rato, asumo yo. No soy muy fan de la politiquería.-
El joven de ojos azules asintió. Tenía una extraña sensación, alguien los estaba observando mientras avanzaban.
Al llegar a las calles en donde deberían encontrar al sujeto rango C, solo encontraron silencio. No había rastro de algún alma que se atreviera a pasar por ese solitario lugar. Haruka dio un par de pasos, inspeccionando la calle con su mirada. A pesar del estricto entrenamiento que habían recibido, el crujir de un vidrio les hizo saltar a los dos.
Ninguno emitió palabra. Haruka hizo un gesto para que su compañero vigilara la calle mientras ella daba unos pasos hacía el callejón de donde provino el ruido. El pelinegro asintió; las manos le empezaban a sudar; desearía tener los nervios de acero que la rubia aparentaba tener.
Haruka dobló la esquina. Sus ojos dorados se abrieron a la par que salía disparada hacía atrás, aterrizando con brusquedad sobre su espalda. La bestia media aproximadamente dos metros cincuenta, dueño de una figura alargada, sus manos terminaban en afiladas y aterradoras garras, los ojos inyectados de un negro profundo con la pupila roja y su boca sonriente empapada con la sangre de los compañeros de escuadra a la que pertenecía la rubia. Haruka pudo jurar que al observarlo con más detalle, el demonio tenía un brazo cercenado atorado en uno de sus dientes.
Kunz empuñó su arma, una guadaña de color rojo como los ojos de la criatura. La rubia se incorporó de inmediato, desenvainando su espada en el acto. Ella siempre había disfrutado con las batallas, sentía que su pasión se disparaba. Una sonrisa se instaló en sus labios, la parte que más le agradaba era cuando podía aplastar a esos molestos sujetos.
El rugido del demonio le aturdió. Pudo sentir su aliento ardiente penetrando su piel, avivando su sed por la sangre del enemigo. A espaldas un lado el demonio, Kunz mantenía una lucha por controlar su respiración. Sujetó con más fuerza el mango de su hoja rúnica. Un gruñido brotó de su garganta.
Sintió como sus músculos se tensaban, dispuestos a atacar. El demonio volvió a rugir, contorsionándose de una manera sobrenatural haciendo crujir sus huesos, pero Haruka no retrocedió.
-¡Kunz! ¡¿Pero qué haces idiota?!-
El grito de Haruka llamó su atención. El chico había iniciado un torpe ataque por el flanco derecho del enemigo, balanceando con poca maestría la guadaña que llevaba en las manos. El golpe dio de lleno y el gigante, que a pesar de su tamaño era un poco lento, este se tambaleo, babeando y buscando a su agresor. Kunz lanzó otro ataque y entonces el demonio descubrió la marca de su derrota, el tribal yacía tatuado sobre el hombro izquierdo. Aprovechando la distracción del enemigo, Haruka blandeo su hoja con tal fuerza que le arrancó limpiamente el brazo.
-Tsk, no alcancé a darle en el hombro. – Escupió en un susurro.
El brazo cayó al suelo, deshaciéndose entre humo y sangre. Kunz y Haruka rodearon al demonio, quien alternaba las miradas. La sangre del contrincante era tan ardiente que la rubia pudo sentir como se le dificultaba respirar. "Eso no pasaba con los demás demonios de clase A y B" Pensó. El demonio carcajeo y al instante evaporó su ser. Haruka maldijo. Se le había escapado. Como odiaba cuando eso sucedía. Como odiaba cuando Kunz atacaba sin su consentimiento.
La hoja dorada de la rubia emitió un brillo. Kunz la miró con duda.
-Está hambrienta.- Respondió simplemente.- No vuelvas a hacer eso.-
La sangre que había salpicado su rostro, estaba quemándola, la limpio con el dorso de su mano y acto seguido limpió su espada rúnica sin importar que el líquido le quemara los dedos. Sus ojos empezaban a perder el tono dorado y eran reemplazados por un esmeralda celestial.
-Yo…lo siento…es solo que…-
-Pareces asustando, Kunz. Pero si te consuela, a la mayoría de novatos les sucede. La calidad de los aspirantes es muy pobre.-
Haruka la había sentido y no había visto la necesidad de levantar la mirada: ella estaba ahí.
-¡Líder!- Exclamó el pelinegro
-Me asombra tu gran observación, Kunz.- Ella no le habló. La voz venía de sus espaldas. Haruka había terminado de acicalar su espada y estaba procediendo a enfundarla.
La armadura de color aqua resplandeció bajo la luz de un foco de la calle. Haruka se mantuvo en una postura recta y su armadura dorada con tintes acuosos imitó a la de la recién llegada.
-¿Qué haces aquí? si los demonios te encuentran…-
-Tómalo como una feliz coincidencia. – Interrumpió con una leve sonrisa.
Kunz, que se había mantenido en silencio apenas había atado los cabos; solo un aradura brilla de esa manera cuando su poseedor se encuentra cerca de la persona con la que se imprima. Casi se atraganta con su saliva al darse cuenta de la situación.
-¡Ustedes dos son pareja! –
Los ojos marinos se posaron sobre él. Haruka carcajeo.
-Es nuestro aniversario, Querido Kunz.- Comenzó con suavidad la dueña de la armadura aqua. – Pero las cosas se pusieron feas y ella tuvo que salir con su escuadra…- Al terminar la frase hizo un ligero mohín. – Pensaba en pasear juntas. –
Kunz había abierto la boca para decir algo pero una cuarta voz lo interrumpió.
-¡Vaya! Haruka, Kunz, no esperaba verlos aquí, en Londres. – Era un hombre buen mozo. Vestía la ropa de un monje, llevaba una estaca de plata atada al antebrazo y en el pecho, bordado, la marca de la primera división de los cazadores pertenecientes a la Elite Liquid Blue.
El pelinegro de armadura roja con visos aquas balbuceo mientras veía al hombre de cabello plateado acercarse.
-Bryn, que sorpresa. – La voz de Haruka era profunda, Kunz creyó que estaba enfadada.
-Londres es mi responsabilidad. –
Haruka intercambió miradas con Michiru, quien observaba la situación en silencio.
-Estamos acá para apoyar la artillería.- Continuó la rubia.
-No deberías subestimar esta división.-
-Bryn, no somos enemigos. – El tono de Haruka se escuchaba forzosamente amable.
-Si, lo sé. Pero odio que tengan que enviar refuerzos, eso no me ayuda en lo absoluto. Lo lamento.- Con velocidad sorprendente se abalanzó sobre la rubia. La chica gruñó al verse tomada por sorpresa. Pero el golpe nunca llegó.
-Lo lamentamos nosotros, Bryn. – La voz autoritaria de Michiru resonó por toda la calle. Bryn entonces notó la presencia de la aguamarina. Sin dificultad alguna, la joven aqua había detenido el golpe certero de la estaca de plata.
-¡Líder Michiru!- El peliplateado se veía avergonzado.
-Es una falta de respeto que hayas ignorado mi presencia.- Una sonrisa se dibujo en los rosados labios de la muchacha. Bryn tembló. – Pero lo que me ofende aún más es que hayas intentado atacar a mi pareja. –
Los ojos azules de la mujer sufrieron una transición hasta convertirse en color violeta. Con violencia dobló la mano de Bryn y de su mano propia hundió la estaca en el corazón del peliplateado. El aullido del hombre casi le rompe los tímpanos a Haruka. Trato de arrastrarse para alejarse de la enfurecida líder pero su cuerpo no le respondía bien. Michiru lo sujeto del cuello y sin mucha fuerza quebró su cuello. El cuerpo cayó al suelo desintegrándose con lentitud.
Kunz miró la escena horrorizado, trago saliva y meneo la cabeza.
-Si la haces enojar nadie te salvaría, Haruka. – Murmuró.
-Esas cosas pasan. – Haruka recogió el emblema de la segunda división. – Y tú, Michiru, que dijiste que el milenario cabecilla de la segunda arca peleaban tan bien…-
Michiru volteó a verla con una mirada irritada, sus ojos eran azulados nuevamente.
-Tal vez solo lo tome por sorpresa.- Se defendió.
-¿Qué dirán en su división?- Se animó a preguntar el pelinegro.
-Ser asesinado por la líder no tiene porque ser cuestionado. – Explicó la rubia mientras entregaba el emblema a la peli aqua.
Michiru sonrió educadamente.
-Les pedí a la segunda arca de Londres que protegieran al país. – La voz femenina de la líder se escuchó como un susurro. – Bryn hizo mal el trabajo. Si un demonio tipo C pudo llegar hasta acá...probablemente lo harán otros de mayor rango.-
Los ojos de Kunz temblaron, no sabía si estaba asustado o emocionado.
-Debemos hacernos cargo de estos cuerpos.- Sugirió Haruka mientras contemplaba los destrozados cuerpos de los miembros de su cuadrilla. Cuando se habían enfrentado al sujeto.
-Por supuesto. Una calamidad la pérdida de estas personas. –
La Líder dirigió la mirada hacía el cadáver de un castaño mientras Haruka se inclinaba para retirar la insignia de su división. Los tres se reunieron alrededor de los cuerpos y en un suspiro pesado y afligido dieron comienzo a una plegaria que la Elite Liquid Blue rezaba a sus muertos.
Eran conscientes, ellos sabían perfectamente que, a partir de ahora, necesitarían toda la ayuda de Dios.
