Prólogo.
Esto es un fanfic de Slayers sin ánimo de lucro y que no pertenece a la historia oficial hasta el punto en que cambio edades de personajes y sucesos en sí. Cada vez que haga un cambio significativo lo explicaré con una nota a final de capítulo, asimismo aclararé la información oficial que se tenga sobre los temas tratados tanto como sea posible, pues el autor original, Kanzaka-sama, guarda muchas cosas sólo para las novelas o reveladas únicamente en entrevistas, es por eso que aún hoy en día hay material de Slayers revelador.
Para empezar diré que la historia transcurre años antes de que Lina saliese a conocer mundo, que en verdad ella y su hermana sólo se llevan 2 años pero yo lo he cambiado para hacer una historia diferente (con Lina siendo una niña pequeña y su hermana una adolescente). Ya aparece Gaarv como desaparecido pero aún no se sabe mucho sobre sus planes, así que lo nombran pero no saben realmente qué quiere hacer.
También aclarar que el tema de los demonios es complicado, no es que tengan un sexo masculino o femenino realmente, su apariencia no suele nombrarse ya que es un aspecto falso, así como Zellas Metallium es realmente una gran bestia, un licántropo con armadura gigantesco con alas, suele aparecer con forma de mujer, pero aún así hablan en masculino sobre ella (quizá los demonios estén confundidos en ese tema XD)
Prólogo (pero de la historia de verdad XD)
Para todo tipo de existencia hay un contrario, para un bien hay un mal, para Ceiphied era Saburanigdu. A pesar de tener a sus cuatro sirvientes, los cuatro dragones elementales, Ceiphied acabó muriendo en la gran batalla final contra el ojos de rubí, el cual fue dividido en 7 partes y fueron reencarnadas en humanos, esperando que con ello se fuesen purificando a medida que se reencarnaban continuamente en esos cuerpos humanos. Pero el Dios dragón no murió del todo ya que el concepto de muerte no es el mismo que para los seres vivos como los humanos, su alma también entró con el tiempo en un cuerpo humano al que llamaron "el caballero de Ceiphied".
Con la guerra de resurrección perdida, la barrera mágica creada por los demonios aisló la región de la lucha del resto del mundo, por ello se incrementó el poder de la magia negra, la cual provenía de esos mismos demonios, pero a su vez su magia sagrada quedó completamente extinta… o eso fue lo que se creía, pues había alguien dentro de esa barrera que aún podía usarla. El caballero de Ceiphied siguió las instrucciones de los dragones dorados de las montañas de Kaatart para luchar contra los demonios aún siendo muy joven, pero sin motivo aparente abandonó la lucha. Muchos dijeron que había vuelto a su hogar, pero ningún mortal sabía con certeza dónde era, y los dragones lo mantuvieron en secreto para evitar que los demonios intentasen darle caza.
De entre todos esos seres tan contrarios había dos que pertenecían a la misma raza, la raza de los demonios, un general cuya fuerza excepcional había logrado ganarse el respeto de los amos a los que servía, siempre atacando de frente, sin engaños ni estratagemas, odiando todo tipo de juegos y secretos, la general de Dolphin del mar profundo, Riksfalto. Por otro lado estaba el sacerdote-general de la gran bestia Zellas Metallium, con aquella engañosa expresión en su cara que le hacía parecer inocente, su estúpida sonrisa de niño bueno ocultando su naturaleza, Xellos.
-¿Por qué tenemos que perder el tiempo aquí?- Se quejó Riksfalto.
-Oh, querida Riks.- Se oyó la risita burlona del sacerdote. –Nos han encomendado la misión de rastrear esa magia sagrada tan lejos de las montañas de Kaatart…
-Corta el rollo.- Casi le escupió a la cara la general. –Yo sólo voy a cargarme lo que haya por aquí de poder sagrado, no entiendo por qué tanto alboroto por un dragón dorado fuera de su casa, es casi como tirar mi poder a la basura, me lo cargaré sin problemas.
-Pensé que eso era mi especialidad.- Le recordó Xellos dejando que el sol del atardecer reflejase en sus medallones. –Aunque claro, es normal que quieras hacer algún mínimo logro para llevarte algo de reconocimiento en el tema, así tu amo podría al fin ser el favorito…
-Tsk.- Le giró la cara.
Cuando quería, Xellos podía dar en el clavo y ser desagradable con sus palabras, pasándole por la cara que había sido el favorito de su señor oscuro durante la guerra de resurrección regalándole los "sangre de demonio" por su labor al extinguir un clan completo de dragones, o esa fue la versión oficial. Era consciente de que Dolphin seguía siendo uno de los demonios superiores en quien más confiaba Saburanigdu, pero ya todos habían rumoreado en aquel entonces de que ella iba a heredar esos medallones, por eso fue tan chocante que se los entregase a un novato de tercera generación como Xellos.
-Bueno ¿llegamos ya?- Se impacientó Riksfalto.
-Aquí es.- Sonrió Xellos descendiendo.
-Mira que si me estás engañando con algún truco tuyo voy a cabrearme bastante.- Le siguió.
-¿Engañarte?- Se giró hacia ella mientras descendía. –Sólo porque no hayas recibido las órdenes directamente de tu amo no significa que te esté engañando.- Dijo en tono burlón.
-A saber qué te pasa por la cabeza.- Giró los ojos a otro lado.
Había un pequeño templo antiguo, tenía aspecto de que ya nadie lo visitaba, sin embargo la verja estaba abierta y había pisadas recientes. Caminaron hacia su interior y llegaron a una sala donde un altar medio derruido dejaba ver unos escalones al piso inferior.
-Bueno, esto es una invitación.- Comenzó a bajar los escalones Xellos.
-Oye, ¿por qué no lo haces salir y ya me ocupo yo de cargármelo? Odio las edificaciones humanas, son un asco y se rompen con nada.- Se quejó Riksfalto mientras le seguía. –O me cargo todo el edificio.
-Shh.- Le hizo una señal el sacerdote de la gran bestia.- Primero hay que averiguar qué hay de importante aquí.
El piso inferior era un gran salón con columnas dejando en su centro un círculo mágico, en el punto más central del círculo había una figura que por su curvatura se la veía apoyada en un cetro a modo de bastón.
-Oh, invitados.- Sonó gutural la voz de aquella figura. –Y además, justo a quien esperábamos.
Se encendieron algunas velas que rodeaban el círculo mágico y descubrió la figura de un anciano, a simple vista no era más que eso, un decrépito humano, con una túnica con capucha que le ocultaba el rostro, pero al igual que la apariencia de Xellos no era más que una farsa, aquella figura era algo similar. Podían notar un gran poder sagrado que provenía de ese punto.
-¡Qué honor!- Se burló Xellos. –Es la misma sensación que tuve cuando aniquilé todo un clan de dragones durante la guerra de hace mil años.
-¿Eso es un dragón?- Dudó Riksfalto sin impresionarse mucho. –Sí que parece que hay muchos pero sólo veo uno.
-Aún no creemos que con sólo esparcir algunos rumores y dejarnos ver por las cercanías hayan bastado para traerte hasta aquí, sacerdote de la gran bestia.- Alzó ligeramente su cabeza para clavar sus blanquecinos y cegados ojos en Xellos.
-Eh, tío, yo estoy aquí también…- Se quejó la general de aquella falta.
Y era jodidamente pesado cuando pasaba aquello, con la estupidez de que Xellos era un sacerdote-general y por aquella única batalla en la guerra, ya todos se dirigían a él como si los demás sirvientes de los grandes demonios no importasen. Lo odiaba realmente por ello, todas las veces que le había visto retar a Gaarv el dragón demonio y éste le había rechazado era como verse a sí misma retarle a él y que él con su burlona sonrisa dijese que para vencerle tendrían que atacarle a la vez un sacerdote y un general. Una vez incluso le preguntó por qué seguía retando a Gaarv cuando ni siquiera quería luchar contra ella, pero él se asombró y dijo que luchar contra ella no significaba nada, si ganase no lograría nada con ello. Era una respuesta vana y con un significado que no entendía del todo ¿quería decir que esperaba realmente vencer al dragón demonio y ocupar su lugar? Una aspiración bastante ridícula, él nunca podría ser parte de "los 5" de Saburanigdu.
Por su parte, Xellos en ese momento estaba más ocupado en encajar las piezas de su rompecabezas, él tenía toda la información que no había compartido con su temporal aliada y ahora sólo le quedaba comprobar si lo que había aclarado era de verdad.
-Así que me "esperabais".- Dio a entender que era en plural, que no sólo era ese viejo, o al meno no sólo esa figura.
-¡Mil años, maldito demonio!- El anciano empezó a iluminarse mientras le gritaba y su cuerpo cambiaba. –Nuestra muerte no fue en vano, nuestras almas se han unido y se han hecho más poderosas.
Cuando golpeó el suelo con el cetro, la bola azul superior comenzó a brillar más intensamente, las almas de los dragones estaban ahí realmente, miles de espíritus atrapados que comenzaban a liberarse, y como bien dicen "lo que está muerto no puede morir" por lo que es inútil luchar contra fantasmas, pero siempre se puede romper su contenedor.
-Tsk, tsk.- Chisteó Xellos agitando el dedo delante de ellos. –Tanto odio en seres de energía sagrada no es bueno, sois unos dragones corrompidos.- Se burló.
-¡Ja, ja, ja!- Comenzó a reírse el "anciano" sorprendiéndoles. –Somos servidores de la luz sagrada, haremos lo que sea por salvar este mundo ¡lo que sea!
Con aquello finalizó la charla, el anciano cambió su forma y todos los espíritus y energía se concentraron en él dándole forma de un dragón humanoide más pequeño que los dragones habituales. Fijó su mirada en el demonio sacerdote y lanzó un ataque, un aliento de dragón como no habían visto jamás, no sólo eso sino que además parecía capaz de dañar el espacio de la zona llegando incluso al plano astral.
-¡Bien!- Exclamó tranquilo Xellos esquivando el ataque. –Es tu turno.
Como en una partida de ajedrez, para Xellos las fichas ya estaban dispuestas.
-¿Eh?- Riksfalto se había tapado la nariz porque siempre había pensado que el aliento de dragón apestaba. -¿Me estás pidiendo que luche en tu lugar? Mira que a mí me encantan las batallas y todo eso, nunca digo que no a una buena pelea, pero ¿a qué viene esto?
Xellos desapareció por el plano astral, reapareció detrás del dragón y usó uno de sus ataques más potentes contra él, sin embargo sólo logró empujarle, no le había dañado en absoluto, luego volvió a aparecer al lado de la general.
-¿Ves? Tienen protección contra mi propia fuerza gracias a ese cetro.
Cuando vio su gesto de "hala, bonita, lucha tú" entendió lo que había pasado, aquello no era una misión de Dolphin y Zellas conjunta, simplemente la había llevado con él para que luchase contra un enemigo que estaba inmunizado a él pero así mismo llevarse él los méritos por haber descubierto algo que seguramente ya sabía desde el principio, un cetro capaz de neutralizar energías demoníacas específicas.
-¡Maldito Xellos!- Gritó airada Riksfalto. -¡¿Cómo osas utilizarme?!
-Venga, querida, no es para ponerse así.- Se echó las manos detrás de la cabeza el sacerdote.
El dragón volvió a atacar, pero Riksfalto se quedó mirando cómo hería a Xellos.
-Buenooo, me lo merezco.- Se puso el sacerdote la mano en el costado herido. –Entiendo tu enfado, pero podríamos llegar a un acuerdo… ah… casi habría preferido tratar con Ralshart…
-¡Cállate!- Explotó al fin Riksfalto tras aquella ofensa. –Éste es el trato, el dragón te revienta y yo reviento al dragón.
Porque insinuar que era mejor tratar con aquel general sirviente de Gaarv tan debilucho a sus ojos era despreciarla. Si Xellos quería cabrearla para que luchase, le había salido el tiro por la culata.
Por su parte el dragón seguía atacando porque poco le importaba las disputas entre demonios, estaba tan cegado por el odio y su "misión" de librar al mundo de tal amenaza que ignoraba completamente a la general hasta el punto en que antes de darle un golpe mortal a Xellos ella se abalanzó sobre aquella mole dorada y lo hirió gravemente mientras le arrebataba su cetro.
-Ah…- Gimió Xellos ligeramente destrozado en apariencia física. -¿Puedes sostenerlo?
-¡Mierda!- Gritó Riksfalto pasando el cetro de una mano a otra. –Está tan lleno de poder sagrado que me quema con sólo tocarlo.- Miró hacia su compañero tirando al suelo el objeto ardiente. –Tú lo sabías.
-En verdad…- Rió débilmente Xellos flotando en el aire. –No estaba seguro.
-Te has burlado de mí otra vez…- Se encendió la general. –Sólo fingías que te estaba venciendo para que atacase y le quitase el cetro.
-Sí, tampoco ibas a dejar que acabase conmigo realmente, soy muy necesario para nuestra causa.- Fanfarroneó el sacerdote.
-Por eso no escapabas al plano astral…- Meditó ella. –No sabes cuánto te odio…
-Gracias.- Respondió él.
-No, en serio, no sabes cuánto te odio, tú y tus mentiras, tus secretos, esos secretos acabarán contigo, sino, lo haré yo, es más, puedo hacerlo ahora mismo.- Agitó hábilmente en el aire su arma con forma de espada tridente. -Además, no puedes huir de mí, en cuanto asomes las narices por el plano astral te haré pedazos.
Estaba debilitado, aunque su forma física se hiciese pedazos, era su parte astral la que lo mantenía con vida, pero ahora mismo ella estaba "entera" y tenía un gesto más que amenazador, era esa aura asesina la que hizo preocupar a Xellos y pensar que quizá tenía algo de razón al cabrearla tanto, con un poco habría bastado para que se cargase a aquel dragón de las miles de almas que ahora estaba agonizando en el suelo, pero había cruzado la línea y estaba empezando a temer por su propia vida.
-Demonios…- Murmuró el moribundo dragón. –Demonios… están aquí… aquí…
Xellos comenzó a escapar por el plano astral cuando el cetro se iluminó desde el suelo donde lo había tirado la general, pero no fue a tiempo, aquel objeto parecía tener vida propia y cruzó el aire llegando hasta él.
Desapareció de la escena y reapareció en otra parte alejada del templo con la parte puntiaguda del cetro atravesándole el pecho, intentaba mantenerse en el aire mientras aquel dolor punzante y ardiente le rasgaba desde el interior. No podía volver a trasportarse hasta que se le pasase el enfado a Riksfalto, esperaba que ese pequeño vuelo le alejase suficiente de dónde ella pudiese rastrearle, no le quedaban fuerzas para ir directo a "casa" y no podía usar su poder sin atraer a los seres sagrados que aún notaba por la zona.
Como un calambre, el punto donde tenía clavado el cetro había empezado a absorber su poder, su energía, su aura astral, le dejó abatido desde lo alto para caer como un meteorito en medio del bosque. Recordó que estaba cerca de la ciudad de Zephilia y se sintió aliviado por caer fuera de ella, habría sido un blanco fácil cayendo en el castillo para todos aquellos héroes, espías y asesinos que habitaban la ciudad.
Así que ahí estaba él, tumbado en el suelo, notando cómo aquel maldito cetro absorbía su vida y sin ser capaz de encontrar una solución. Miró al cielo entre las hojas de los árboles, ya era completamente de noche y desde su posición veía la enorme luna llena pensando en que debía estar desesperándose, luchando por vivir, suplicando por su vida a cualquier entidad, pero él no, recordaba aquellas palabras "sé siempre un orgulloso miembro del clan demoníaco" y era algo que nunca había olvidado de su admirado señor oscuro.
-La próxima vez…- Murmuró casi en un gemido. –Intentaré no cabrear a quien tenga que ayudarme…
Notas de la autora:
-Hago un pequeño repaso por las dos guerras más importantes para poner en situación al lector, la primera guerra entre Ceiphied y Saburanigdu, es verdad que al ser vencido Ceiphied volvió al caos a recuperarse (aún está por ahí...) y su "alma" anda reencarnándose en humanos, curiosamente aunque su alma está en un cuerpo, su memoria está en otro, pero eso no viene a cuento XD
-Riksfalto aparece en los mangas de Knight of Aqualord.
-En verdad los Demon Blood se le entregaron a Xellos por hacerle un "gran favor" a su señor oscuro que es un secreto y NADIE sabe qué fue... (en aquel entonces estaba el alma de Saburanigdu en Lei Magnus, el hechicero creador del Drag Slave)
-Lo de Xellos retando a Gaarv y querer subir de puesto me lo he inventado, no os comáis el coco con ello XD
-"Lo que está muerto no puede morir" es una frase de Canción de Hielo y Fuego (Juego de tronos) y mola bastante
