Los Intrusos

A South Park fanfic, by Wanderer93

Capítulo 1

En la oscuridad, solo se oía la voz de Kyle, persuasiva y suave.

"Ahora, niños: ¿Están cómodos? …Entonces comenzaré. Escuchen con cuidado y presten atención:

Esta historia comenzó hace muchos miles de años… pero terminó en solo siete días.

En aquellos tiempos, ninguna de las cosas que podemos ver ahora… el sol, la luna, las estrellas, la tierra, los animales y las plantas… ninguna de ellas existía.

Solo Dios existía, y solo Él podía haberlas creado.

Y así lo hizo."

..

Era muy temprano en la mañana, una mañana fría, y llena de silencio. La figura de la gran mansión, en su victoriana belleza, rodeada de bosques frescos y césped verde, comenzaba a dejarse ver entre la densa niebla que envolvía esa propiedad. Solo el susurro de la briza se oía, o tal vez el grito lejano de alguna gaviota hacía eco en la distancia.

Jersey, Las Islas del Canal.

Inglaterra. 1945.

El grito desgarrador del joven atravesó el aire de mañana como un cuchillo. Kyle despertó de su horrible pesadilla apenas a tiempo para cubrirse la boca. Aun así, el terror no le permitió calmarse fácilmente, y necesitó varias respiraciones profundas para poder recomponerse. Sus ojos verdes estaban hinchados y fijos, gotas de sudor se cristalizaban en su frente blanca, y rizos rojos como brazas se adherían a ella, en su humedad.

En cuanto logró reponerse un poco más, se secó la frente y los ojos ansiosamente con sus delgadas manos. Echó un vistazo al reloj de bolsillo en su mesa de noche, luego lo dejó y se incorporó, aun alterado. Tras varios suspiros exhaustos, consiguió al fin las fuerzas suficientes para levantarse y empezar el día.

Afortunadamente, pensó él cruzando el amplio y luminoso cuarto matrimonial, el dormitorio de los niños estaba lo suficientemente lejos. No había ninguna posibilidad de que lo hubiesen oído.

….

No mucho después, tres figuras se abrían paso por el jardín, entre la neblina que comenzaba a disiparse, hacia la puerta de entrada. Dos de ellas reían, en su conversación.

Eran tres hombres jóvenes. No parecían pasar de unos treinta y pocos, dos rubios y uno moreno. Iban bien abrigados, aunque vestidos de la forma más peculiar; su ropa, aunque en bastante buen estado, estaba muy pasada de moda, aun para ese entonces. Estaba más que claro que los tres eran humildes, pero había algo indefinido en su aspecto que parecía llamar más la atención.

Delante de la comitiva, venía un joven de cabello muy dorado, que sobresalía por debajo de una gruesa bufanda naranja que envolvía su cabeza y su cuello como un chal. Tenía oscuros ojos azules, solo un poco traviesos, y una afable sonrisa a medias. Era bastante atractivo, de piel sana y rubicunda, pero que de algún modo, parecía llevar dentro a un hombre de sesenta años, con su respectiva experiencia y sabiduría.

Detrás de él iba uno muy alto, no mucho mayor. Era delgado aunque de aspecto fuerte y serio, con unos ojos negros y ausentes y cabello como el ala de un cuervo, peinado con prolijidad hacia un costado. También era bastante bien parecido, a pesar de su aire sombrío, pero con ese traje que parecía demasiado grande para él, lucía igual que un sepulturero.

Al último, siguiéndoles el paso de cerca, estaba un muchacho pequeño y delgado, que no parecía mayor que un adolescente. Era el peor vestido de los tres, y su cabello color platino estaba muy desordenado. Se veía muy nervioso, y miraba al suelo, escondiendo las manos en la ropa color verde pino añejado. Tenía ojos verdes amarronados y la piel muy pálida, la mirada tímida y la boca sellada como un ataúd.

-El viejo Garrison… ¿Qué habrá sido de él?- iba preguntando el primero.

-Imagino que está muerto, como los demás.- respondió el otro con monótona tranquilidad.

-¡Ah, qué tiempos eran…!- dijo nuevamente el rubio, en lo que llegaban al pórtico.

Se detuvieron allí. Al subir los escalones, el primero llamó a la puerta. Acto seguido, examinó a sus dos acompañantes.

-Craig- dijo luego al más alto, y refiriéndose al más pequeño-, ¿podrías enseñarle a Tweek a abotonarse la camisa como corresponde?- de inmediato, el pelinegro se adelantó hasta el menor y acomodó su ropa rápidamente- ¡Y ayúdale un poco con ese cabello, por todos los cielos!- rio un poco; y así se hizo. Mientras Craig lo peinaba lo más prolija y prontamente que podía, el pequeño no pudo evitar sentirse apenado por su descuido. El mayor logró calmarlo un poco posando su mano sobre su cabeza en cuanto hubo terminado, y éste asintió, con algo más de confianza.

Hecho esto, el mayor se volvió a apartar, y los tres se acomodaron en el sitio justo a tiempo para que el dueño de casa abriera la puerta, a medias.

Kyle se asomó al pórtico, sin tener idea de a qué podía deberse la visita, ni quiénes eran ellos.

-¿Sí?- dijo con cautela. Al verlo, a los visitantes les fue fácil asumir quién debía ser.

-Buen día, joven.- dijo el primero envuelto en su capucha, con mucha cortesía, dando por hecho que un muchacho como él sería sin duda el hijo de los Señores de la Casa- Vinimos para—

-¡Ah, sí, claro!- se adelantó el pelirrojo, cayendo en cuenta del porqué de su presencia. -Pasen, por favor.- y les abrió la puerta rápidamente. –No los esperaba tan pronto.

Ambos rubios intercambiaron una mirada intrigada. ¿Cómo podía estarlos esperando? Entraron.

Kyle cerró la puerta tras ellos. Era un joven no mucho mayor de veinte años, muy esbelto y apuesto, y elegante sin duda, con un traje grueso de color vino. Su muy ondulante cabello rojo estaba perfectamente acomodado hacia un costado y uno de sus mechones descansaba con cierta sensualidad sobre su ojo izquierdo. Pese a su rostro fresco y agraciado, y el vivo verdor de sus ojos, se notaban sus modos severos y tensos. Sin duda su crianza había sido dura.

Los tres visitantes permanecieron en el recibidor, mientras el muchacho cerraba. Se veía en el lugar un cierto aire de austeridad, con muy pocos muebles alrededor, y la atmósfera era principalmente gris e impasiva. Sin embargo sus amplios espacios y arquitectura refinada eran realmente impresionantes. El primero se descubrió la cabeza dorada.

Contrariamente a lo que imaginaban, el pelirrojo no fue en busca de sus padres, ni de nadie. De inmediato se acercó a los recién llegados, y se dirigió al rubio de la bufanda.

-¿Ustedes son…?- inquirió él como si fuera el patrón. Sus dedos delicados se entrelazaban ágilmente. Los otros tres supusieron que el Señor lo habría dejado a él a cargo por algún rato.

-Kenneth… McCormick. -se apresuró a decir él, amablemente- Mi apellido es muy difícil de recordar, pero me puede llamar "Sr. Kenneth". O Kenny, si quiere.

-Señor Kenneth. -dijo Kyle muy formalmente, dándole la mano- Kyle Parker. -se presentó también, como un hombre de negocios o cosa parecida.

-…Y éste es Craig Tucker. -continuó Kenny, señalando al alto hombre a sus espaldas.

-Un gusto conocerlo. -dijo el aludido, adelantándose para saludar.

-Debe ser el jardinero. -dijo el pelirrojo al estrechar su mano. Aquello pareció tomar por sorpresa a Craig en alguna forma.

-Sí, claro… el jardinero. -dijo- …Aunque puedo ocuparme de muchas cosas, si hace falta.

-Bueno, estoy seguro de que encontrará por aquí mucho con qué ocuparse.

-…Y este jovencito es Tweek. -Kyle examinó al chico de arriba abajo, haciendo que el pequeño se estremeciera de vergüenza. Temió por el estado de su cabello, que aunque ahora estaba bastante peinado, estaba largo, y caía enmarcando sus mejillas y hasta su nuca.

-… ¿Tweek?- preguntó el pelirrojo, alzando una arqueada ceja. Su voz era clara y mediosa, en un perfecto inglés. El muchacho miró al suelo, en intimidado rubor.

-Ese es su nombre, Señorito. Créalo. -habló Kenny en su defensa. Kyle se acercó un poco a él.

-Hmm. No parece mucho mayor que yo. Esperaba a alguien un poco más experimentado.

-No deje que esa cara de ángel lo engañe. -dijo Craig, como si del clima se tratara.- Es mayor de lo que aparenta. Y nosotros también.

El pelirrojo finalmente decidió preguntarle él mismo.

-No es muy común que se le enseñe a los varones el oficio de la limpieza de hogar. ¿Has tenido mucha experiencia en el servicio? -moduló sus palabras con una natural suavidad.

Tweek asintió, atreviéndose por fin a mirarlo a la cara.

-¿Sabes planchar?

Nuevamente, Tweek asintió, esta vez con evidente énfasis. Se le veía más seguro.

-¿Qué sucede? -se sonrió Kyle, inclinándose- ¿El gato te comió la lengua?

El rubio palideció, mirando a Kenny en busca de ayuda.

-Él no puede hablar. -dijo- El pobre es mudo.

Kyle se irguió con el rostro aún más pálido, sintiéndose atrevido por ello.

-¡Pero es muy trabajador! -se apresuró Kenny a aplacar el malestar- Eso se lo prometo.

-…Bueno, muy bien. -Kyle se recompuso pronto, y retomó su aire profesional. –La chica que había antes hablaba demasiado igualmente. …Síganme.

Acto seguido atravesaron el vestíbulo. A su derecha, pudieron ver las amplias escaleras desnudas de roble, que se retorcían complejamente hacia arriba. Luego se detuvieron y Kyle se dirigió a los dos rubios, manos cruzadas frente a sus piernas.

-Señor Kenneth, usted y el muchacho pueden dormir en el desván, al final de las escaleras. -y luego a Craig- Y usted, Señor…

-Tucker. -completó él, sin cuidado.

-Tucker. -repitió Kyle- Usted puede usar el cobertizo que está atrás. Es amplio y lo bastante cómodo. -él asintió- Como verán, la casa está muy descuidada, ya ha pasado algún tiempo desde que los sirvientes desaparecieron.

-¿Desaparecieron por completo? ¿Sólo así? -preguntó Kenny.

-Sólo así. -luego los tres siguieron al joven a través del corredor. Sus pasos eran veloces- Sin ningún aviso; todos ellos. Ni siquiera cobraron su salario, o se llevaron sus pertenencias.- en seguida llegaron a la puerta lateral, y Kyle sacó de su bolsillo un gran juego de llaves.

-¿Por qué alguien haría algo así? -siguió hablando Kenny mientras tanto. Kyle se volvió hacia él antes de contestar.

-No tardarán en darse cuenta… de que hay días en los que esta casa no es exactamente el lugar ideal para vivir. -la llave destrabó la puerta- Es por eso que pedí en el anuncio del periódico a gente honesta y trabajadora. Imagino que lo entenderá. -se abrió, y Kyle se hizo a un lado para dejarles paso. Kenny hizo pasar con un gesto a Tweek primero y luego lo siguió, con Craig a su espalda.

-No hay gente más honesta y trabajadora que nosotros -respondió-, ¿no, Señor Tucker?

-Ah, sí… Somos muy honestos. -dijo el en tono desinteresado, mientras terminaba de entrar a la cocina. De inmediato, la observó de arriba a abajo- Y muy… trabajadores.

El pelirrojo entró al último y le dio una mirada sospechosa al jardinero. Luego cerró la puerta, también con llave. Ese lugar era mucho más cálido y agradable que la estancia. Era acogedor e igualmente espacioso.

-La cocina. -dijo Kyle, con ese mismo aire correcto, y se paseó por allí hasta llegar frente a ellos. Siempre repitiendo sus movimientos sofisticados- Yo desayuno a las ocho, y los niños a las nueve. El almuerzo se sirve a la una, la merienda a las cuatro y media y la cena a las ocho.

Notando que el joven de la casa solo había hecho mensión de sí mismo y de los niños, Kenny se sintió obligado a preguntar, antes de que llegara hasta la siguiente puerta:

-¿Y los Señores, Señorito? -Kyle se detuvo a pocos pasos, dándoles la espalda.

Ahí fue cuando Kenny se percató de que muy probablemente al muchacho no le gustaba ese nombre. Él guardó frío silencio por un momento, pero de inmediato se repuso y se volvió para contestar, llaves en las manos.

-Mi madre murió hace poco de fiebre. -dijo, tan compuesto como le fue posible- El Señor murió en la guerra, y mi hermano adoptivo se reportó como desaparecido hace casi un mes. No he recibido noticias desde que la guerra terminó. -esa última parte se oyó más amarga.

-Oh, lo lamento mucho. -dijo Kenny, y fue sincero. Kyle asintió con la cabeza brevemente como única reacción.

-La casa y los niños están a mi cargo. Así que agradeceré que me llamen "Señor" de ahora en adelante. -dijo simplemente, y los tres asintieron- ¿Quién de ustedes sabe cocinar?

-¿No tiene más familia? -preguntó el rubio.

-¿Quién de ustedes cocina? -su tono severo no dio cabida a más interrupciones.

-Ambos sabemos, Señor. -señaló Kenny al pequeño y a sí mismo, algo apenado por incomodarlo.

-Bien, veamos. -se dirigió Kyle a Tweek- Tú puedes encargarte de limpiar los dormitorios todos los días, y al menos tres otras habitaciones: el comedor, la cocina y los baños. ¿Entendido?

El muchacho asintió firmemente. Kyle continuó:

-Las habitaciones son muy grandes, pero contienen muy pocos muebles. Así que no te darán muchos problemas. –mientras hablaba, daba algunas vueltas pensativas, tocándose la barbilla y los labios. Parecía más natural ahora- Y también puedes preparar el almuerzo. -se detuvo frente a él al final- Podrás manejarte, ¿no?

Nuevamente, Tweek asintió, dando a Kyle por satisfecho al respecto.

-¿Y qué hay de mí, Señor? -preguntó Kenny, en lo que Kyle se dirigía a la puerta trasera nuevamente.

-Usted puede ayudarlo cuando necesite una mano en algo. Y el resto de la casa. -respondió mientras abría la puerta con otra llave. De nuevo les abrió el paso, ellos cruzaron el umbral- ¿Qué edad tiene?

Kenny y Craig intercambiaron una breve mirada de sapiencia.

-La suficiente. -se atrevió a decir Kenny, poniéndose serio por primera vez, aún a riesgo de sonar insolente por dar una respuesta así. Kyle sin embargo la validó tanto como a cualquier otra.

-¿Ha cuidado niños alguna vez? -cerró la puerta tras de sí, y los sirvientes lo siguieron por otro estrecho corredor, mientras buscaba entre las llaves del juego la que necesitaba.

-Oh, sí, Señor. Son mi especialidad. Fue mi primer trabajo, y el que más he hecho. -respondió él, aún más amable que antes- Adoro a los niños.

Kyle les abrió y todos entraron al cuarto de música. Inmenso, pero casi totalmente vacío. Solamente había un hermoso piano de cola, junto a las grandes ventanas.

-No contaría con eso en su lugar. -dijo él- Mis niños… no son como los demás. No se confíe.

-Sí, Señor. -dijo, aunque no comprendió. Kyle cerró la puerta, y mientras le echaba llave, explicó:

-Notarán lo que estoy haciendo. -pronto fue tranquilamente hasta ellos- En esta casa, no se debe nunca abrir una puerta sin haber cerrado antes la anterior. Es fundamentalque lo recuerden. -señaló muy claramente- No es tan fácil como puede parecer. Hay quince diferentes llaves para todas las cincuenta puertas, dependiendo de en qué área de la casa estén. –luego se dirigió sólo a Kenny- Señor Kenneth, a partir de mañana le dejaré una copia de mi juego.

-Sí, Señor. –sonrió él. Kyle siguió su recorrido.

-El Cuarto de Música. El viejo piano ya estaba aquí cuando nos mudamos. Por favor, no deje que los niños jueguen con él. A mi madre le daba migrañas… y ahora me las da a mí. -aquella última parte no era del todo cierta, pero eso no era relevante- El silencio es algo que apreciamos mucho en esta casa, desde siempre. Por eso es que no encontrarán aquí ninguna radio, teléfono u otro artefacto ruidoso. …Y temo que tampoco tenemos electricidad. Durante la guerra los alemanes la cortaron, y aprendimos a vivir sin ella. Continuemos.

-Señor -Kenny intentó llamar a su Amo, siempre con una sonrisa-, no es necesario que nos muestre toda la casa. Nosotros ya—

-. -lo cortó Kyle, suavemente pero con seriedad- Sí es necesario. -y se volvió, intentando explicarse- Porque aquí la mayoría del tiempo no podrá ver por dónde va. –y se le fue acercando lentamente, ante la mirada confundida de los sirvientes- No sabrá cuándo habrá un mueble, una puerta, un muro… o uno de mis hermanos, jugando a las escondidillas.

- … ¿A qué se refiere?- preguntó Kenny en nombre de todos, muy intrigado por el inquietante aire de misterio que de pronto adoptó el Amo. Éste calló por un momento, y lo meditó.

-Tal vez sea mejor que se los presente. -dijo, a medias para sí mismo.

Pronto todos regresaron al corredor. Kyle se acercó a una cómoda, en donde había una lámpara de aceite. Mientras se disponía a encenderla con unos fósforos que había sacado de su bolsillo, se volvió hacia Craig. Kenny vio que no necesitaba ver lo que hacía.

-Señor Tucker, usted ya puede ir al jardín. Necesita mucha de su atención. Encontrará herramientas en el cobertizo.

-Sí, Señor. -asintió, aún bastante ensimismado, y se retiró. Luego se volvió a los otros dos.

-Y ustedes pueden empezar a cerrar las cortinas.

-En seguida, Señor. -Kenny indicó a Tweek con un gesto que se dirigiera a la gran ventana a su derecha, mientras que él fue a la de la izquierda.

-Todas ellas. –enfatizó el Amo. Y enseguida se hizo con el resto.

En un instante toda la luz del día desapareció, como si algún monstruo se la hubiese comido. El aire se hizo negro y los muros fueron engullidos por una densa oscuridad. El propio Kenny se sintió de pronto mucho más inquieto que hacía unos minutos. Sólo el blanco rostro de Kyle y su pecho podían verse, y hacia allí fueron los dos.

Kyle se alejó de las escaleras y éstas también fueron cubiertas en tinieblas. Se reunió con sus acompañantes antes de decir otra palabra.

-Síganme a arriba. –y así se hizo. Aunque de modo muy intranquilo.

Siguieron a Kyle por los oscuros pasillos, luego él giró a la derecha y en seguida se encontraron frente a otra puerta. Dejó la lámpara encendida en una mesita junto al umbral, y antes de hacer nada más, se volvió hacia ellos otra vez.

-Voy a despertarlos. -susurró suavemente. Tweek y Kenny asintieron.

Luego el Amo sacó otra llave y abrió rápidamente, pero no entró de inmediato.

-No importa lo que hagan, noabran las cortinas. -y la importancia de esa orden se vio clara en sus ojos. Los otros dos asintieron de nuevo.

Y entró, a lo que se vio enseguida era la habitación más oscura de toda la casa. Su figura desapareció en la negrura, y por primera vez desde su llegada, Kenny y Tweek vieron una puerta quedar a medio abrir.

-Despierten, despierten… -le oyeron canturrear con esa voz tan suave desde dentro del cuarto. Los dos rubios compartieron una mirada inquieta. Tweek parecía algo asustado- ¿Durmieron bien, angelitos? -y oyeron los besos que les dio a ambos- Vamos, hora de levantarse. Quiero que vengan a saludar a alguien.

-¿Ya están aquí? -preguntó una voz de niña en la penumbra.

-Sí. -respondió su hermano mayor.

-¿Cómo son?

-Como los demás. Ni mejor, ni peor.

-¿Van a dejarnos también? -dijo otra voz pequeña.

-Nadie va dejarnos. -dijo Kyle- Ahora… Ojos cerrados, manos juntas.

Las dos voces de niños recitaron a la vez, casi como cantos susurrantes, una plegaria:

"Bendito sea, a la luz del día, Jesús, a quien yo rezo.

Bendita sea la Virgen Pura, a quien alabo con fe.

Bendito sea también San José, esposo amable, leal y fiel.

Jesús, María, Rosa intacta, protégenos durante este día."

Pronto Kyle reapareció a la luz, con sus dos hermanitos, uno a cada lado. Sus rostros eran casi tan blancos como sus ropas de dormir, y tenían entre ocho y diez años. La niña parecía la mayor, con un liso cabello pelirrojo pálido, casi rubio, recogido a ambos lados en dos colas con cintas blancas, ya algo deshechas y despeinadas, que no iban más abajo que sus hombros. Y tenía unos grandes ojos grises, con una mirada algo molesta. El niño era algo más bajito, con el cabello negro y corto revolviéndose sobre la frente, y rascando uno de sus ojos oscuros, casi como si la luz de la lámpara lo mareara.

-Aún están medio dormidos. -dijo Kyle, con una mano sobre el hombro de cada uno. Con la misma gran sonrisa, Kenny se inclinó hacia ellos, y descansó sus manos en sus rodillas.

-Qué niños tan dulces… -Kyle sonrió, en algo similar al orgullo.

-¿Bien? ¿Qué se dice? -les indicó a los niños.

-Buenos días… -dijo la niña.

-Buenos días. -repitió el niño.

-Buenos días, niños. -les sonrió Kenny cariñosamente- Me llamo Kenneth McKormick, pero pueden decirme Kenny si quieren. Y él es Tweek. -el muchacho a sus espaldas los saludó con un gesto, y su propia versión de esa sonrisa- ¿Y ustedes cómo se llaman?

-Ruby… -dijo la niña, tras echarle una mirada de permiso a su hermano mayor.

-Ike. -dijo el menor, tímidamente.

-Ruby y Ike. -repitió Kenny con gentileza- Qué bonitos nombres.

-Antes teníamos una nana. -dijo Ike- ¿Vas a cuidarnos tú ahora?

Kenny miró al Amo, expectante, y éste asintió en aprobación.

-Sí, pequeños. Voy a cuidarlos ahora.

-Es hora del desayuno. -dijo el pelirrojo, aun cuidando de no elevar mucho su voz. Entregó la lámpara y sus llaves al menor de los dos- Tweek, ve a la cocina y cierra las persianas.

Tweek tomó todo y rápidamente desapareció. Tras unos instantes de oscuridad, Kyle fue hasta la mesita que estaba frente a ellos, y sacó su caja de fósforos.

-Los doctores nunca pudieron encontrar la cura. –dijo mientras tanto.

-¿Para qué? -preguntó Kenny, y la tenue luz del cerillo alumbró de ámbar su rostro cálido.

-Su condición. -respondió el Amo, y encendió la lámpara- Los niños son fotosensibles. En otras palabras, sufren de una seria alergia a la luz. Jamás deben ser expuestos a una luz mucho mayor que esta. -en cuanto hubo terminado de regular la pequeña flama, la tomó y regresó donde los niños- De lo contrario, en cuestión de minutos comienzan a brotarles ampollas y quemaduras -la lámpara alumbró sus pequeños rostros- , y empiezan a sofocarse… Eventualmente, puede ser fatal.

-¡Cielos Santo! -exclamó en voz baja el rubio. Pesada cruz para unos niños tan pequeños.

Poco después los niños estaban sentados a la mesa, uno frente al otro, desayunando. Ruby y Ike llevaban ahora sus pequeñas batas de cama, y tenían el cabello algo más arreglado. Comían sus tostadas a la luz de la lámpara, que se las arreglaba sin embargo para alumbrar toda la cocina de modo casi acogedor. De espaldas a ellos, Kenny entibiaba su leche para el té que bebían. Dejó un pequeño plato con galletas de avena en la mesa y volvió a lo suyo.

-Su leche ya está lista. –dijo, justo antes de servirla en las tasas de ambos- Su hermano me dijo que me asegurara de que se la beban toda.

-No me gusta esta tostada. -dijo Ruby de mala gana.

-¿Por qué no? -preguntó el joven, jarra en mano.

-Sabe raro -dijo-; me gustaba más antes.

-Eso es porque, antes… alguien más las preparaba. –respondió él, muy pacientemente.

-¿Van a volver alguna vez? -preguntó ella. Kenny calló por un momento, luego se acercó a la niña y posó su mano sobre su cabello, apenado.

-No van a volver, linda. –luego se giró hacia el brasero, mientras la pequeña meditaba al respecto.

-Igual que papá y Stan. –habló Ike de pronto. Sus palabras llamaron la atención del mayor, y lo hicieron sentir bastante incómodo en lo que los niños intercambiaban miradas.

-Stan va a volver. –repuso Ruby, como corrigiendo a su hermano- Kenny, nuestro hermano del corazón está peleando en la guerra de Francia como papá.

-Es la Guerra Mundial. -repuso Ike.

-Lo sé, pero está en Francia. -respondió ella. Luego de un momento, agregó- A mamá no le gustaba que lo dijéramos, pero yo quiero más a Stan que a papá.

-Yo también. -dijo Ike, como lamentándose- Papá y mamá se enfadaban mucho. Pero Stan nunca se enfadaba. Y antes Kyle tampoco. Antes era más amable.

-Yo quiero que Stan sea nuestro papá. -luego dio una gran mordida a una galleta.

-Sí… -respondió el menor, en lo que parecía imaginárselo.

-¡Debería casarse con Kyle cuando vuelva! -continuó Ruby, como quien dice una gran idea. Kenny vio en los ojos de Ike que estaba de acuerdo. Pero no debían decir esas cosas como si nada.

-Bueno, ya es suficiente charla. -los aplacó él- Terminen su desayuno antes de que se enfríe. -los niños callaron, pero solo por un instante.

-¿Usted también nos dejará? -preguntó la pequeña, mirándolo como si realmente lo temiera. Kenny se inclinó junto a ella, y se dirigió a ambos con una expresión seria pero gentil.

-¡Por supuesto que no! -dijo, antes de incorporarse- ¿Por qué los dejaría?

Hubo unos momentos de silencio. Kenny regresó al brasero, y ambos niños dieron un sorbo a su leche y una mordida a sus tostadas. Pero Ruby aún no sentía que hubiera terminado la conversación.

-Yo sé por qué se fueron. -dijo en deliberado tono enigmático.

-¿Quiénes? -preguntó Kenny mientras apagaba el fuego.

-Los sirvientes. -habló ella, jugando con su pan- Los que estaban antes.

Ike dejó de masticar de inmediato, y dio una mirada alarmada hacia su hermana, como si estuviera por decir una mala palabra.

-¡Cállate! –gruñó con frialdad. Ruby lo ignoró.

-No pudieron soportar a mamá. Ni a Kyle. -Kenny se volteó- Sobre todo después de lo que pasó ese día. -con pasos lentos, el cuidador regresó hasta ellos.

-¿A qué te refieres, Ruby? -nuevamente, esa sensación perturbadora apareció- ¿Qué fue lo que pasó? -la cocina pareció oscurecerse un poco más.

-No pasó nada. -se adelantó Ike. Se veía molesto, pero hablaba bajo, como si nadie debiera oírlo fuera de la cocina.

-Se… volvieron locos. –dijo ella, en el mismo tono misterioso.

-¡No es cierto! -repitió Ike, tratando de callarla.

-Mamá empezó. Se volvió loca y luego volvió loco a Kyle. –ahora Ruby parecía ofendida ante su negación.

-¡Eso no pasó!

-¡Claro que sí!

-¡Claro que no!

-¡Silencio! -la voz de Kyle cortó como una espada todos los ruidos, y tres rostros pasmados se volvieron hacia él. Nadie lo había oído entrar. Caminó hacia ellos, saliendo de las penumbras.

Sus ojos verdes chispeaban con autoritario exaspero.

-¿Qué está ocurriendo? Quiero ver esos platos vacíos en menos de un minuto, ¿está claro? -dijo severamente. Y los niños se apresuraron a eso, asintiendo con obediencia- Señor Kenneth, ¿quiere venir afuera un momento? Quiero hablar con usted.

-Sí, Señor. -el cuidador siguió a su amo al corredor, y allí éste se acercó a abrir una ventana. Luego se volvió hacia él.

-Usualmente el cartero viene cada miércoles. –dijo, antes de acercársele, con pasos ondeantes y pausados- Pero acabo de revisar el buzón, y esta semana no vino.

-Me temo que no lo estoy siguiendo. –dijo Kenny con algo de confusión. Kyle sacó un sobre del bolsillo izquierdo de su chaqueta.

-Esta carta debió ser recogida y entregada al periódico hace cinco días. Es un aviso buscando sirvientes para la casa. –luego cruzó sus delgados brazos frente a su cuerpo, con el sobre sujeto entre los dedos- Ya que nunca fue publicada, ¿le importaría explicarme qué están haciendo aquí?

-Oh, ya entiendo. -sonrió Kenny tranquilamente, y su expresión volvió a entibiarse- Bueno, verá, eso mismo era lo que intenté decirle cuando nos abrió la puerta. -Kyle lo observó, aun sin entender a qué se refería- La verdad es que vinimos aquí a probar suerte. -dijo- Casas grandes como ésta siempre necesitan cuidado de gente que las conozca. -los ojos de Kyle se intrigaron.

-¿Quiere decir que ya han trabajado en casas como ésta antes?

-Tal vez le sorprenda, Señor… pero de hecho, nosotros solíamos trabajar aquí. –y realmente aquello tomó al Amo por sorpresa.

-¿Aquí? -Kenny asintió.

-Fue hace ya algunos años. Y… si no le molesta que lo diga -sonrió el rubio, con algo parecido al pudor- fueron los mejores años de mi vida. -se veía en sus ojos azules un destello de añoranza- Por eso vinimos, porque esta casa… significa mucho para nosotros.

Kyle lo observó por un segundo. Alcanzó bien a ver la verdad en sus palabras. Era un buen hombre.

-Tal vez quiera que le muestre nuestras referencias, y así decida usted mismo—

-No, no se moleste. No es necesario. –lo cortó Kyle suavemente- Entonces, ¿dice que conocen bien la casa? -parecía complacido de oír aquello, incluso le llegó a sonreír.

-Como la palma de mi mano. -dijo Kenny- A no ser que a las paredes les salieran piernas y se movieran mientras no estuvimos. -se atrevió a bromear. Kyle volvió a sonreír, aunque no como antes. Y Kenny se preguntó hacía cuánto que no sonreía.

-Lo único que se mueve aquí es la luz. –dijo, con una clase de melancolía que extrañó mucho al rubio. Se veía… exhausto. Exhausto y triste- Pero lo cambia todo. -y suspiró, en lo que volvía a dirigirse a la ventana- Es más bien difícil, por decir lo menos. -y cerró las cortinas, y la oscuridad volvió a apoderarse de todo- De hecho, podría decirse que llega a ser… insoportable. –se volvió a ver a Kenny una vez más, que no sabía muy bien cómo sentirse ante tal escenario- La única forma de sobrellevarlo es mantener la mente fría. -y fue hasta la lámpara que había dejado ahí antes.

-Sí, Señor. -fue lo único que Kenny pudo pensar en decir. De pronto, Kyle se veía bastante… tenebroso, mientras iba hacia él.

-No me gustan las fantasías. -dijo muy seriamente- Ideas extrañas. ¿Sabe de qué hablo?

-Eso creo… Señor.

-Mis niños a veces tienen ideas extrañas. -continuó el Amo, como si fueran sus hijos- Pero no debe prestarles atención. Los niños son niños. -el mayor estaba más que confundido.

-Sí, claro, Señor. -se esmeró en sonreír. Aquello pareció calmar a Kyle.

-Muy bien. -volvió a sonreír un poco luego de una pequeña pausa, aunque siempre con su aire tenso-No se preocupe, pueden quedarse. El asunto de la carta queda cerrado.

-Muchas gracias, Señor… -Kyle asintió, y Kenny lo vio alejarse entre las sombras, lámpara en mano, hasta que lo perdió de vista. No comprendía en nada lo que estaba pasando en esa casa… pero podían quedarse, y por ahora eso era lo importante.

Cuando regresó a la cocina, los niños ya habían comido y bebían lo que quedaba en sus tazas. Pronto Kenny comenzó a limpiar la mesa, justo antes de que Ruby volviera a hablarle.

- que pasó. -y continuó bebiendo como si nada, dejando al cuidador con una fría sensación en el estómago.

Sin duda algo muy extraño ocurría con esa casa.

Fin del Capítulo 1