Nada de esto me pertenece, solo la trama tan absurda.
El Ángel de Shinigami.
I. Introducción.
Hola.
Es algo extraño, si… pero honestamente no sabía cómo comenzar todo esto; me mueve solamente la necesidad de contar mi versión de los hechos, lo que yo viví estando allí en medio de todo ese caos, tratando de sobrellevar mi propio caos. ¿Por dónde comenzar? Es tanta la información, así que trataré de ser lo más breve posible.
¿Saben lo que es estar enamorado de una persona homosexual?
Hablo de un hombre, claro está, no es que yo tenga preferencia por las chicas, aunque sé que no me bajan de marimacho; bueno, siento que es peor que estar con un casado, porque sabes que esa persona jamás podrá corresponder a tus sentimientos por tu género… es decir, no le eres atractivo de ninguna manera por culpa de un cromosoma. Sí, he vivido así por muchísimo tiempo, enamorada de un hombre que jamás va a corresponderme. Más específicamente hablando, de Duo Maxwell.
Estar con él, a pesar de ser la persona que más quiero en el universo, no ha sido más que una tortuosa agonía día tras día; vivir a su lado en la colonia, trabajando conjuntamente, me daba ilusiones de que quizá podría pasar algo más entre nosotros, de vivir como una familia normal, quizá… hasta tener hijos. Eso fantaseaba yo durante las noches en mi cama, entre risas discretas y sueños tormentosos. Pero la realidad era algo completamente diferente; él me quiere, lo sé, pero como se quiere a una hermana, a una buena amiga, a alguien que es parte de tu familia… por eso no se tomaba molestias a la hora de traer amantes a la casa.
Bendita tortura a la que me sometía cuando eso ocurría, escuchando los nada discretos gemidos de mi compañero a través de la delgada pared que dividía nuestras habitaciones, mientras yo me encogía aterrorizada entre las sábanas de mi cama.
Lo gracioso era que siempre había disputas en casa; no entre nosotros, sino yo contra los amantes que tenía en turno. Ellos siempre entraban en la eterna discusión de que yo era demasiado entrometida en su "relación" (como si existiera algo serio para Duo), tratando de menospreciarme al hacerme ver como una lesbiana ruda sin un gramo de feminidad. No me dejaba, por supuesto, y algunas veces me lié a golpes con alguno de aquellos desaventurados; sin embargo, el orgullo les dolía más porque el mismo Duo estaba siempre de mi lado más que del de ellos, defendiéndome a capa y espada como un flamante caballero.
Contradictorio, ¿no?
Pensé que podría aguantar ese tipo de vida, pero Duo se convirtió en un Preventivo, y la afluencia de compañeros de cama aumentó a niveles completamente descarados; todo acabó cuando pasó el incidente del sujeto con el tatuaje en el trasero. [1] Fue allí cuando no pude más, reventé contra él y decidí, con dolor en mi corazón, el marcharme de esa casa. Me dolió, sí, porque él mismo me suplicó que no me marchara.
-¿Me odias? –Me había preguntado aquella fatídica mañana, cuando me miró en la puerta con mis maletas en el suelo. Sus ojos azulados estaban fijos en mí, como un cachorro regañado por una travesura.
-No te odio. –Me atreví a contestarle, aguantando el deseo de soltarme llorando como tonta frente a él. –Solo que no soporto el estar aquí más tiempo, aguantando cómo te dejas usar por esas personas.
-No me dejo…
-Adiós, Duo.
Aquella noche, en el hotel donde me hospedé, lloré casi durante una hora en una videoconferencia con Relena; ella era mi amiga desde hacía un tiempo, pues a veces Duo se encargaba de escoltarla junto con Heero y Wufei en viajes a las colonias espaciales, y fue la que amablemente pidió una habitación para mí cuando le conté lo sucedido. Es la mujer más fuerte, y al mismo tiempo más dulce, que haya conocido en mi vida.
-No te preocupes, Hilde. –Me dijo con voz suave, cuando me disculpé con ella por llorar durante tanto tiempo. –Todos necesitamos sacar nuestro dolor de alguna manera. No sé qué hubiese hecho yo si me topara en una situación así.
-No podría imaginar a Heero en eso. –Intenté bromear, aunque mi voz era un hilo de dolor.
-Yo tampoco, honestamente. –Lo pensó un poco, con un gesto inocente en su rostro.
Reí en ese momento, quizá un poco histérico.
-Hilde, si te sientes mal, puedo…
-No te preocupes, Relena. –Intenté calmarla, aunque calmarme a mí misma me costaba trabajo. –No me gustaría que interrumpieras tu trabajo por una nimiedad así. Has hecho mucho por mí solo escuchando mi tormento.
No se miraba conforme, y no la culpaba. Era demasiado dulce como para enredarla en mis caóticos temas.
Al final, terminé en un departamento pequeño en un complejo de varios pisos en la misma colonia; era algo pequeño, pero me sentía cómoda en él. Poco tardó Duo en averiguar dónde estaba viviendo, y desde ese momento prácticamente vivía conmigo cuando no se encontraba en servicio, solo usaba la casa que compartíamos para dormir; esto, en vez de alejarme de él, hizo que solo siguiera sintiendo amor conforme pasaban los días. Traté de tener relaciones también, salir con muchachos… cosa que no funcionaba, pero al menos me despejaba la cabeza.
Bueno, todo comenzó un fatídico día de abril… ¿Ya les hablé de Dorothy Catalonia?
Por Relena pude conocer finalmente la esfera terrestre, pude conocer otras colonias espaciales, satélites de recursos, todos con fines turísticos en vez de militares, como era a lo que yo estaba acostumbrada; y entre aquellas cualidades también conocí a Dorothy, la mujer más excéntrica que haya conocido en toda mi vida.
Era rara, RARA en el sentido de la palabra; su tono de voz siempre amenazaba con romper tímpanos, su extravagancia hacía que todos sintieran pena ajena por ella… pero no era mala persona en realidad. Solo estaba loca. Era muy amiga de Relena, por eso ella también me adoptó e intentó sumergirme en su mundo de fantasía, locura y extravagancia; tenía el cabello rubio corto e irrealmente lacio, siempre peinado con una diadema, y sus cejas eran como las de Heero Yuy, en gris, imposibles de no mirar. Se había operado los pechos, de un tamaño que me costaba creer que pudiese sostener, y siempre mentía acerca de su edad para poder obtener bebidas alcohólicas, a pesar de que siempre usaba vestidos más bien clásicos y aburridos. Rara, sí.
Había tenido unos días muy tranquilos, pues Duo estaba haciéndola de guardaespaldas de Relena en su tour por las colonias espaciales; llegué de trabajar un día como mecánico espacial, manchada de aceite y tierra, notando que en mi puerta había un vistoso sobre color rosa pegado justo en medio. Extrañada con aquello, y percibiendo un perfume familiar que a primeras no pude identificar, se me ocurrió mirar a los lados para ver si el dueño del objeto estaba cerca aun.
-Espero no sea una carta de amor tuya, Xavier. –Dije en voz alta, despegando la carta y manchándola un poco de suciedad.
Abrí la puerta y arrojé mis cosas al sofá, mientras me disponía a abrir la dichosa carta rosada; dentro había una nota en una tarjeta blanca, la cual estaba escrita a mano y curiosamente estaba cubierta con brillante papel celofán. Dibujé una sonrisa sin poder evitarlo.
"Querida Hilde: El día diez de abril es el cumpleaños de… ya sabes quién, ¡la señorita Relena! Así que queremos hacerle una fiesta sorpresa de cumpleaños en la playa, estás cordialmente obligada a ir, por supuesto. Tu vuelo sale a las 0730 horas, tu jefe ya fue informado de tus vacaciones y ha aceptado a punta de pistola… ¡Jajajaja! Es broma. No demores demasiado. Atentamente Dorothy Catalonia. PD. Sí, el papel celofán es porque sé que tus manos están llenas de aceite. PD2: Los boletos están en el celofán, ábrelo cuando te hayas limpiado. ¡Saludos!"
Y si, Dorothy me tenía bien marcada a pesar de todo… no dudé ni un poco que hubiese amenazado a mi jefe para que me diera vacaciones tras año y medio sin ellas. Tuve que reírme un poco de todo aquello.
En fin, vacaciones. El inicio de una aventura tormentosa.
-.-.-.-.-.-
Yuy.
