Esta historia fue publicada en MundoFanfiction hace al rededor de un año, pero como el sitio se fue a la mierda por una razón desconocida para mí, lo cuelgo aquí.
Este fanfic fue dedicado a Katya el día de su cumpleaños del 2009. Ella puede dar testimonio de la verdad de mis palabras.
Las notas que tenía en MFF:
Bueno, esto no es ni mucho menos la idea que yo tenía pensado para mi primer fic RusiaEstonia y la verdad tiene el mismo trasfondo, lo hice con intenciones totalmente distintas. En verdad es un songfic que hice a partir de la canción "Háblame" —de ahí el título— de Alejandro Fernández. Creo que el tío tiene actualmente más de 50 años y del CD que lo saqué se ve todavía muy joven. De veintimucho o treinta y pocos.
El álbum son puras baladas romanticonas y confieso que me gustan. En el fondo soy una chica sensible *suspira*.
En fin, no es esto lo que tenía planeado para darte como fic pero igual aquí tienes tu regalo de cumpleños, Kat. Espero que te guste y también no haberla cagado mucho con Eduard.
Gracias: a Nanamiii por ser buena y betearme.
Disclaimer: La serie y todos sus personajes pertenecen al Maestro Hidekaz Himaruya. No pretendo robar su trabajo, sólo darle algo de publicidad a la olvidada relación entre Rusia y Estonia.
Estonia estaba en el despacho de Rusia en aquellos momentos. Habían terminado de arreglar unos papeles sobre la coordinación de distintas actividades: una de las pocas cosas para las que Ivan le pedía colaboración. Se levantó y sonrió cordial.
El más grande le devolvió la sonrisa.
Él se puso nervioso.
Es decir, más nervioso de lo que estaba. Tendría que inventar una nueva palabra para aquel estado de ánimo. Estar cerca del ruso siempre le hacía sentir nervioso y presionado, no debía cometer ningún error por su bien. Muchas veces sus manos temblaban ligeramente aunque hacía todo lo posible para que no se notara.
Sin embargo, era distinto cuando el más grande se portaba cordial con él dejando fuera todo tipo de violencia. Distinto e igual, porque estaba nervioso de todas formas pero se sentía diferente. De igual modo procuraba no dejarlo entrever nunca o, quizás, ponía mucha más voluntad en no dejar que se notara.
Él y sólo él se debía dar cuenta de algo así.
Se levantó del sillón e inclinó la cabeza como muestra de respeto, dispuesto a marcharse.
—Estonia —llamó Ivan con su voz dulzona.
—¿Sí, señor Rusia? —respondió automáticamente.
—Busca a Lituania. Quiero hablar con él —fue el amable pedido que le dio.
Y a Eduard le sentó peor que la más cruel muestra de violencia que el ruso le había mostrado en carnes propias.
Ya lo sabía. Porque era él el único al que no llamaba y al que no hería de esa manera; el que curaba esas heridas. Y al menos uno de sus hermanos siempre era llamado después de este tipo de reuniones.
—Sí —fue la escueta y cordial respuesta.
Caminó hacia la puerta, dándole la espalda a Ivan.
Quiso girarse, encararlo pero no vino a su mente qué podría decirle. Quiso mostrarse rebelde, demostrarle que muchas de las cosas que ahora hacía no era posibles sin él, que era necesario pero en seguida se vio incapaz de una cosa así.
Caminar hacia la puerta se le hizo eterno y, por un momento, se preguntó si no estaría yendo más despacio de lo normal.
Antes de tocar el pomo de la puerta su mente reprodujo la voz de Ivan llamándolo, dejando de lado a Lituania por una vez... pero eso no era posible. No importaba para qué si simplemente lo llamaba. Sólo un poco más de tiempo antes de que lo dejara solo.
Claro que eso no sucedió y fue algo que lo hirió.
Salió educadamente de la sala y caminó en busca de Lituania.
No debía albergar esperanzas sobre eso.
¿Esperanzas? ¿Qué demonios estaba pensando? Ni siquiera debería pensar en que me hiciera algo así. Es un acto horrible y doloroso, más que los golpes.
Pero igualmente esa punzada en el pecho no se iba.
Gracias por leer *hearts*
