Los cabellos de ella se mecían al compás del viento al mismo tiempo que su vestido desgarrado. Una mirada de frialdad y determinación brillaba en sus rojizos ojos. Un cuerpo delgado y bien formado por parte de la muchacha, hacía gala de grandes movimientos y de la fuerza que nunca creyó poseer. El pequeño Loki, de ojos hermosamente verdes y en apariencia de niño, estaba delante de ella, apoyado en una pared de roca natural, cansado. Pero no pensaba rendirse. Intentó aguantarse él sólo, sin la necesidad de tener detrás de él la pared para sostenerse en pié por sí solo. Fenrir y Yamino, ambos, hijos de él, se interpusieron rápidamente entre Mayura y su padre, al ver cómo ella se disponía atacar de nuevo.
-No conseguiréis nada, interponiéndoos... sólo conseguiréis salir más lastimados! – gritó la chica alzando la enorme y fina espada que sostenía entre sus manos. Yamino, con la ayuda de su hermano, crearon un campo de fuerza lo suficiente poderoso cómo para hacer que el ataque de la chica fuera absorbido por el mismo.
-Padre, debes transformarte ahora! – le animaba Yamino, mientras miraba a Mayura con determinación.
-No... tengo el poder suficiente...
-Utiliza el que ha absorbido el escudo! – le dijo Fenrir, mirándolo con impaciencia y espanto.
Loki pareció darse cuenta entonces de las palabras de sus hijos, y entonces, cómo pudo y de la manera más torpe y elegante que sus reduídas fuerzas le permitían, empezó a recitar un hechizo, intentando absorber la fuerza suficiente cómo para poder transformarse en su forma verdadera, con la que tendría un mejor margen de la situación.
Mientras todo esto sucedía, Yamino y Fenrir aguantaban el escudo, absorbiendo los constantes y rabiosos ataques de la que antes fuera su amiga, para que su padre pudiera recoger la suficiente energía. Loki cada vez iba adquiriendo más energía, hasta el punto en que los ojos del pequeño detective se hallaran rojos en vez de esmeraldas. Una explosión paró los ataques de la chica, agotó las fuerzas de el perro y el mayordomo, y cegó a los demás dioses, testigos de la lucha.
Cuando la luz desapareció, la lluvia empezó a caer por encima de los cuerpos quietos y silenciosos que habitaban el bosque en ése momento, rodeando una extraña pared de rocas. Algunos de los dioses fueron corriendo a socorrer a los hijos del gran Striker, que caían exhaustos por el agotamiento de la lucha. A pesar del ruido de las pisadas que hacían para ir a ayudar, todo estaba sumido en un melancólico silencio. Sólo el chapotear de las gotas en las copas de los árboles hacían ruido alguno.
A la bella diosa Freya se le escapó un suspiro de angustia al ver, detrás de Yamino, Fenrir, su hermano Frey y Narugami, que estaban ayudando a los dos primeros a incorporarse a pesar de su debilidad, una figura, un bulto inmóvil tirado en el suelo. Toda la atención se desvió hacia ése lugar, dónde, por desgracia de los dioses, Mayura también había posado la mirada, y, con una sonrisa malvada, se dirigía hacia allí.
- No te lo permitiré! – dijo con lágrimas en los ojos violáceos la diosa Freya, mientras con creciente furia se abalanzaba sobre la chica humana con otra espada en mano. Mayura se paró a medio camino, esperando el ataque de la enfurecida diosa, que, con todas sus fuerzas, se había lanzado sobre ella. Con el simple movimiento de elevar la espada frente a ella, un potente viento se descargó sobre Freya, haciéndola volar y estallarse brutalmente hasta un árbol, destrozándolo por la fuerza ejercida sobre él. Las tres hermanas Norms se acercaron a ella con rapidez, ayudándola, y mirando a Mayura con temor. Con una mueca desdeñosa, la chica siguió avanzando.
Sus ropas, antes un bonito vestido negro con algunos volantes blancos, estaba desgarrado y manchado de barro y sangre. Mayura sostenía entre sus manos, una espada de filo plateado y poderoso, con mango dorado por el oro y con la brillantez de algunos diamantes incrustados, formando extrañas palabras y dibujos, representando la oscuridad de los corazones humanos. El brillo de sus ojos era un brillo sincero, de felicidad... ¿maléfica? Un destello de tristeza y locura ocupaba sus cuencas oculares.
En un mero intento por parte de Heimdall por intentar que Mayura no se acercara al bulto inanimado del suelo, la chica volvió a elevar la espada, esta vez con una sonrisa mayor, haciendo que el pequeño Heimdall se quedara paralizado. La proyección de los deseos y la mirada de la chica dentro de su mente se filtró en su cuerpo cómo si de veneno se tratara. El miedo era tan elevado que no se sentía ni con fuerzas de respirar.
- Japonesita de mis sueños! Yamato Nadesiko! ¿No me reconoces? Soy tu amado! Atúrate! No quiero hacerte daño! – intentaba con poco éxito Frey, ganándose una mirada de la pelirosada chica. Ante la sorpresa de todos, la chica se aturó y se acercó a él. Cómo Frey estaba arrodillado, con Yamino cogido por el hombro con una mano, la chica se agachó junto a él, acercando su rostro al de él lentamente.
- Mayura! No lo hagas!
A apenas unos milímetros de los labios del dios, la chica se paró, mirándolo a los ojos. Con una rapidez inusitada, desvió la mirada hacia Yamino, volviéndola a conectar a la de Frey instantes después.
-¿Qué quieres que haga? – le preguntó, ante la sorpresa creciente de los demás, a Frey. Éste se quedó visiblemente sorprendido. Mientras, Urd, junto a Freya y sus hermanas, miraban la escena aterrorizadas. Una imagen se formó entonces en la mente de la diosa del pasado.
-No... – empezó ella, al ver las intenciones de la pelirosada chica.
-Que pares con todo esto, y que no te acerques a Loki... – le susurró Frey a la mortal, que sonrió de medio lado.
-¿No prefieres otra cosa? – le susurró ella seductoramente, muy cerca de él.
-No – respondió con determinación.
-Entonces creo... que tendrías que dormir para aclararte las ideas! – susurró la chica con creciente alegría.
-No! Frey, aléjate de...! – pero Urd no alcanzó a acabar la advertencia. Ante la mirada de todos, Mayura había besado brevemente al dios enamorado, con un rápido movimiento, en la comisura de los labios. Al instante, en la frente del dios apareció, marcada con un signo conocido por todos, una estrella de cinco puntas en ella, con lo que Frey cerró los ojos y se desplomó, mientras la chica se reía en voz alta.
-Hermano! – gritó Freya hecha un mar de lágrimas.
-No te preocupes, tu estúpido hermanito despertará cuando yo quiera... no está muerto... – le dijo a la diosa, Mayura.
Mientras se volvía a enderezar, Yamino la observaba. La chica, volvía de nuevo a acercarse al bulto del suelo, que estaba sin moverse en el mismo sitio. Finalmente, tras vencer en media fracción de segundo a Narugami, Skuld y Verdandi, logró llegar al cuerpo que yacía inerte en el suelo des de la explosión. Las pupilas de la chica se dilataron al ver aquél hermoso rostro en el suelo, con los ojos cerrados, con expresión angelical, a pesar que de ángel tenía menos que un demonio.
-Hermoso... – fueron sus palabras al verle el rostro. Parecía inconsciente. Loki Hakusai parecía ajeno a todo aquello. Con un destello algo maligno, pero sin perder el brillo característico de sus ojos, la chica se agachó junto al atractivo joven de ojos verdes, que en ese momentos se hallaban cerrados.
La muchacha de ojos rojos se quedó con el rostro inexpresivo, borrando de inmediato cualquier signo delator de aquella admiración interior que pudiera debilitarle frente a otros. Con sus blancas manos, la chica dirigió la mano sin titubeo alguno hacia el cabello del joven, pero se paró a tan solo unos milímetros de uno de sus mechones. Con una mirada dura, apartó la mano, reprochándose a sí misma el haberse dejado impresionar por semejante angel.
Mayura volvió a levantarse y con aspecto duro elevó un poco la espada que aún sostenía entre sus manos. Posó el frío metal en el costado de la chaqueta roja del angel caído, apoyándola ahí.
-Que lástima... - mencionó la chica, observando a Loki aún en el suelo.
-Suéltalo, asquerosa mortal! - gritó Freya, deshaciéndose de las Norms.
-¿Quieres volar de nuevo sin necesidad de desplegar tus alas, diosa Freya? - preguntó Mayura, sin mirarla. Por alguna insana razón, la chica estaba empezando a ponerse nerviosa, mirando al que antes fué su compañero de misterios. Algo no encajaba. Todo estaba demasiado tranquilo.
Una poderosa magia y un rápido aumento de temperatura en su mano por un instante, hicieron que la chica saliera de su trance, dejando caer la espada que sostenía mientras se miraba la mano con que la sostenía. Giró sus ojos hacia la rubia, que pese a algunas heridas, se mantenía en pié, mostrando todos sus sentimientos por Loki, con intención de sacrificarse por él.
La mano de ella estaba sangrando, pero poco le importaba. ¿Por que estaban todos en su contra? Loki era un diós maléfico, le había mentido, le había abierto viejas heridas de su corazón que jamá llegaron a cicatrizar del todo. Era el dios que provocaria el Ragnarok.
-Provocará el Ragnarok... es un dios malvado. - mencionó la joven Daidoji con sequedad.
-Eso es mentira! - mencionó Yamino.
-Está escrito! - le prespondió Mayura, mirando de forma extraña al hombre de cabellos verdes.
-Odín nos engañó a todos! Es él quién lo provocará! - contestó la rubia Skuld.
Mayura, incapaz de creerse todas esas tonterias, cogió de nuevo la espada, dominada por la fúria que en ese momento crecía en su interior, y la elevó con violéncia en dirección al Hakusai. Freya intentó evitarlo, lanzando otro de sus conjuros, pero una magia diferente lo anuló en la palma de su mano, sorprendiendo a quienes se habían dado cuenta de ello.
Con extrema rapidez, la espada se dirigía hacia el bulto de chauqeta roja del suelo.
Unos resplandores verdes relucieron de pronto en un mar de profunda tristeza y oscuras sombras.
Mayura, desconcertada, sin dejar de dirigir la espada, abrió enormemente los ojos, algo confusa. El estruendo de la espada al chocar contra el suelo dejó esa parte de bosque en silencio. Mayura, aturdida, levantó la vista del suelo rápidamente para localizar a su víctima. La encontró a tres metros de ella, arrodillao y apoyado en un árbol. Esas dos orbes verdes volvían a mirarla con un brillo amenazador.
-Loki! - gritaron todos de alegría.
-Mierda... - susurró la joven de ojos rojos, cerrando su puño libre con fuerza.
-¿Tú anulaste mi magia? - preguntó desconcertada Freya, mientras se le acercaba y lo abrazaba. Loki no lo evitó, pero tampoco correspondió al abrazo, como tampoco desvió su verde mirar a la rubia. Seguía mantenniendo la mirada a Mayura, quien, con una mueca de asco y desdén estrujaba ahora entre sus dos manos la espada, creando una aura plateada a su alrededor.
-Apartad, chicos... - le susurró el joven a todos los demás dioses.
-Pero...
-Esta batalla es mía, Freya... debo hacerlo – dijo Loki, mirandola.
Con lagrimas en los ojos, la hermosa diosa acercó su rostro al de él, que no lo apartó, causando una mirada aún más peligrosa en la cazadora, y besó a Loki.Besó a Loki con todo su amor.
Besó la mejilla del dios con todo su corazón.
Ella era la diosa del amor, y sabía que si le besaba realmente en los labios, él no la apartaría, pero tampoco le correspondería, lo que le dolería aún más. Ninguno de los dos tenía que pasar por ése mal trangulo.
-Gracias – dijo el agradecido dios, mientras, con una sonrisa seductora, miraba a su compañera Mayura.
-Ganala...
Bajo la atenta mirada de la chica, el joven se puso en pié con agilidad y empezó a caminar hacia ella, hasta que se paró a medio metro de su cuerpo.
-Este es un sitio poco apropiado para luchar.
Las palabras de éste, sorpendieron a Mayura, quien con una mirada de profundo rencor, se mordió la lengua.
-Conozco otro mucho mejor... dónde estaremos mas comodos... - mencionó el joven mientras detrás de la joven empezaba a hacerse un viento inusual que se mezclaba con las gotas que aún caían sobre el lugar. Sin dejarle tiempo a reaccionar, Loki cogió a Mayura de la mano y la guió corriendo hacia la corriente de aire.
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Hola! sta es una nueva historia mía, se me ocurrió y aquí esta. Sé que tengo otras que debería seguir, pero esta ya estaba hace mucho tiempo escrita. Hasta pronto, y espero que os guste!
