N/A: Buenas a todos, este fan fic originalmente es un SS/LE, sin embargo quiero hacer una pequeña variación del mismo. Espero no forzarlo, besos. Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a JK Rowling; por lo tanto esta historia es sin fines de lucro
Severus's Lady
HORAS:
Doce con cinco, una con veinte y cinco, dos con cuarenta.
Un sonido fuerte retumba por toda la habitación. Tras ese ruido de lapso breve alguien abre los ojos.
Se ha levantado tarde. Con desesperación, como si le persiguieran, corre hacia un calendario que el sol ya ha dejado amarillento. Éste está rasgado casi al completo, a excepción de un mes y, concretamente, un día. El círculo rojo que envuelve ese día se ve ya descolorido. Su nombre está escrito con una letra débil y temblorosa. Su mano se afloja al tratar de arrancar la página; como si el no hacerlo pudiese lograr que ese día perdurara por siempre.
La ventana frente a él se empieza a descongelar con el paso del viento y la casa trata de recuperar su clima normal. Su corazón comienza a dar leves latidos luego tras estar meses en una prisión que él mismo pareció imponerse. Se desespera por un momento, no cree poder soportar un día más sin ella. Intenta hallarse, y se encuentra mirando una taza de té, que ha rodado a través de la mesilla de noche y ha terminado en mil fragmentos esparcidos por el suelo. Mira su reflejo en el líquido derramado y recuerda la razón de su dolor.
¡Fue su propio enemigo! ¡Todo el tiempo conspiró contra sí mismo! Estuvo a punto de conseguir el amor de la mujer que más deseaba, y lo único que hizo fue dañarla de la forma más patética y vil que jamás alguien hubiera imaginado.
Y eso es evidente, ya que sólo está siendo él al final, está siendo el imbécil que solía ser siempre. Incapaz de tomar la decisión adecuada, de ver lo simple, de tan siquiera sincerarse consigo mismo. ¡Qué escoria es! ¡Qué asqueroso ser vive llevando su nombre!
Patea una silla con una fuerza e ira descomunal, grita muchas veces pidiendo perdón por lo que ha hecho y como un pequeño niño se tira al suelo a llorar su nombre.
Se la imagina toda de blanco, la ve constantemente mientras duerme, caminando hacia un altar que se desluce frente a ella. El sueño se hace tan lento como su caminar, las flores en su pecho respiran su aroma y se nutren de él, y su sonrisa ilumina todos los rincones.
¡OH! ¡Dichoso el hombre que la posea, el hombre que sienta su piel! Dichoso el que al despertar a su lado se encuentre con esos ojos de color caramelo.
Todavía conserva recuerdos de esa mujer. Los felices son pocos y se ven opacados por los más amargos.
Otro sonido fuerte se escucha y sabe que su tiempo se ha acabado. Oye los minutos que pasan, uno tras de otro y, aún con lágrimas, va memorizando una y otra vez aquellos felices momentos que ya están muertos, que jamás volverán; mientras tararea una triste marcha nupcial que consuma un matrimonio doloroso y su matrimonio obligado con la soledad.
