El sol brillaba con fuerza sobre los tejados de las casas de Pueblo Paleta, un bonito pueblo situado al suroeste de Kanto. Unos cuantos niños acababan de toparse en un jardín con una extraña criatura de color morado, con grandes orejas y un cuerno en la frente.

- ¿Qué vamos a hacer? - preguntó una niña, temerosa.

- Ese pokémon no nos deja jugar tranquilos - se quejó un niño.

- ¡Tranquilos, yo tengo una pokéball! - anunció otro niño, de aspecto valiente.

- ¿De dónde la has sacado? - preguntó el niño de antes.

- Se la robé a mi papá - respondió el crío, como si nada -. ¡Le capturaré y así nos dejará en paz!

- Espera - dijo una tímida niña, de cabellos rosados -. Así no vas a conseguir nada.

- Bleh, cállate - gruñó el niño -. ¡Adelante, pokéball!

Lanzó la bola roja y blanca, que chocó contra la cabeza del pokémon, sin producir ningún efecto.

- ¡Oh! - exclamaron los niños.

- ¡Jajaja! - rió alguien por detrás -. ¡Así no vas a conseguir nada!

Aunque habían sido las palabras que la pequeña tímida había pronunciado antes, esta vez fueron acogidas con mucho más júbilo:

- ¡Es Red! - exclamó otra de las niñas, sonrojándose.

Acababa de llegar un chaval algo más mayor, de pelo negro azabache revoltoso con una gorra colocada hacia atrás.

- ¡Dejádmelo a mí! - exclamó Red -. ¡Lo primero que hay que hacer para atrapar un pokémon es debilitarlo! ¡Adelante, Poliwhirl!

Red lazó un pokéball, que se abrió, y de ella salió otro gracioso pokémon de cuerpo redondo, de color azul, con un círculo blanco en la tripa que mostraba una espiral negra.

- ¡Pistola de agua! - exclamó Red.

Poliwhirl disparó un chorro de agua. El pokémon salvaje, al no ser muy poderoso, cayó derrotado con este ataque. Red tomó la pokéball vacía del niño:

- ¡Adelante, pokéball! - exclamó, lanzándola.

Y el pokémon salvaje quedó capturado.

- ¿Veis? - mostró Red.

Los pokémons son criaturas especiales que habitan en los bosques, en el mar, en las zonas de hierba alta y en algún que otro sitio más. Todos tienen poderes especiales, y existen diferentes tipos de cada uno. Cuando un entrenador atrapa un pokémon salvaje, éste se convertirá en su fiel compañero y le obedecerá siempre. Algunas personas prefieren considerar a sus pokémons amigos o seres de compañía, mientras que los entrenadores los usan para luchar, sin dejar de ser fieles compañeros.

- ¡Eres genial, Red! - exclamaron los niños, mientras algunas niñas reían y se sonrojaban.

Sólo la niña tímida del pelo rosa no decía nada.

- Toma - dijo Red, entregándole la pokéball con el pokémon dentro al intrépido niño -. Cuídalo bien y entrénalo para hacerse más fuerte.

- ¡Sí! - exclamó el niño.

Red se ajustó la gorra y siguió su camino. Los niños volvieron a ponerse a jugar, pero la niña del pelo rosa salió corriendo detrás de Red:

- ¡Hermano! - exclamó.

Red se giró y la miró:

- ¿Por qué no te quedas jugando con los demás niños, Pink? - le preguntó.

- Es que … - titubeó Pink, sonrojándose -. ¡No me gusta jugar con niños más pequeños que yo!

Red se quedó mirando fijamente a su hermana pequeña:

- Cada día me saltas con una excusa - dijo finalmente -. ¿Por qué no me dices la verdad? ¿Otra vez se han metido contigo?

Pink se sonrojó más y bajó la cabeza. Poliwhirl se acercó a ella y le colocó una mano sobre el hombro.

- Se ríen de mí porque aparento menos edad de la que tengo - murmuró Pink -, y también me dicen que no soy digna de ser la hermana menor del famoso Red.

Pink era como uno o dos años más mayor que los niños con los que habitualmente jugaba, ya que su corta estatura y algunos rasgos de su rostro y personalidad le hacían parecer menor.

- Pues entonces, deja atrás tu timidez - dijo Red, muy serio -, ¡y demuéstrales lo que vales!

También era la hermana menor de Red, aunque sólo se llevaban un año. A sus cortos diez años, Red era conocido en Pueblo Paleta por su habilidad en las pequeñas batallas pokémon que tenían lugar, y destacaba por su carácter valiente y decidido.

- Yo nunca seré como tú, hermano - sentenció Pink, con la cabeza gacha -. Tú eres guay … yo soy sólo una niña tímida y llorona.

En cambio, Pink era excesivamente tímida y sensible, todo lo contrario que Red podía ser.

- Pero ese es problema tuyo - dijo Red, haciendo volver a Poliwhirl -. La única persona que puede ayudarte a cambiar eres tú, Pink.

Red se giró y siguió andando.

- Vuelve a casa - dijo, sin girar la vista.

- ¿A dónde vas? - preguntó Pink.

Pero no obtuvo respuesta.

Capítulo 1 - ¡Red, el revoltoso entrenador de Pueblo Paleta!

Red se dirigía a las afueras de Pueblo Paleta, donde se encontraba el laboratorio del más famoso científico de Kanto. Había ciertas palabras que Red no conseguía quitarse de la cabeza:

- **Según me dijo el dependiente - pensaba Red -, el Prof. Oak está eligiendo a los entrenadores pokémon a los que entregará, nada más ni nada menos, que una pokédex diseñada por él mismo**.

El Prof. Oak no sólo era famoso por sus conocimientos, sino también por la multitud de aparatos que creaba para los entrenadores pokémon. La pokédex era el mejor hasta el momento, una enciclopedia tecnológica que recogía los datos de los pokémons que se encontrasen por el camino. El problema era que sólo fabricaba unas tres o cuatro cada vez, y no se las entregaba a cualquiera.

- **¡Le demostraré a ese viejo que valgo para tener una pokédex! - pensó Red, apretando el puño -. Siempre ha sido mi sueño salir a recorrer Kanto en busca de aventuras … ¡Y esta es mi oportunidad perfecta!**.

Divisó el laboratorio a lo lejos.

- **Pero por lo que tengo entendido … - pensó Red, frunciendo el ceño -, una pokédex ha sido ya entregada, por lo que quedan SÓLO dos. Lo que me da más rabia es que esa pokédex ha sido entregada al nieto del Prof. Oak, que se dice que ha vuelto de su entrenamiento en Johto más fuerte que nunca … ¡Pero no por eso deja de ser enchufe!**.

Incapaz de soportar la tensión, Red echó a correr. Llegó al laboratorio y llamó a la puerta, jadeando.

- **Vaya - pensó, fastidiado -. Encima ahora parece que no hay nadie …**.

Probó a empujar la puerta … y se abrió. En Pueblo Paleta nunca solía haber problemas y había confianza entre sus ciudadanos.

- **Qué oscuro …** - pensó Red, acercándose a unas estanterías -. ¡Wow!

Los estantes estaban llenos de pokéballs con pokémons dentro. Red se acercó a mirar, cuando de repente se encendieron las luces.

- Oh … - murmuró Red, girándose.

Se encontró cara a cara con un hombre de pelo canoso pero mirada energética que le observaba con no muy buen humor.

- ¡Ladrón! - exclamó.

- ¡No! ¡N … no! - exclamó Red, dando unos pasos hacia atrás -. ¡No se confunda, yo sólo …!

Red tropezó y cayó encima de una máquina, pulsando accidentalmente un botón, con lo que todas las pokéballs de los estantes se abrieron.

- ¡¿Pero qué has hecho, niñato? - gritó el Prof. Oak.

Los pokémons, en cuanto se vieron libres, salieron huyendo por las ventanas y pos la puerta abierta.

- ¡Oh, no! - exclamó Red, llevándose las manos a la cabeza.

- ¡Tú! - gritó el Prof. Oak, agarrando a Red del cuello de la camiseta -. ¡Me vas a ayudar a recuperar a TODOS los pokémons!

- S … ¡Sí! - exclamo Red.

Cogieron las pokéballs que habían quedado vacías, el Prof. Oak se montó en una bici y Red echó a correr. Formaban una estampa de lo más curiosa, un chaval de diez años corriendo al lado de un científico mayor montado en bicicleta.

Un rato después, habían recuperado algunos de los pokémons más lentos, pero los más rápidos habrían llegado a la frontera con Ciudad Verde (la ciudad de en frente). En cierto momento, pasaron por delante de la casa de Red. Pink se encontraba en el jardín regando las plantas:

- ¿Red? - preguntó, sorprendida.

- ¡Pink! - exclamó Red, sin para de correr -. ¡Dile a mamá que llegaré tarde a cenar!

Y él y el Prof. Oak siguieron su carrera. Pink parpadeó, sin saber qué pensar.

- ¿Ese no era el Prof. Oak? - se preguntó -. ¿Qué hacía mi hermano con él?

Una hora después …

Red y el Prof. Oak llegaron a Ciudad Verde, donde los pokémons soltados estaban causando algunos estragos.

- ¡Más te vale que espabiles, niño! - exclamó el Prof. Oak.

Dos horas después …

Ya habían recuperado treinta y nueve pokémons en total.

- Sólo nos falta Bulbasaur - dijo el Prof. Oak.

- ¡Se ha metido allí! - exclamó Red, señalando a un edificio con aspecto abandonado y destartalado.

Por dentro, el edificio no tenía mucho mejor aspecto. Telarañas colgaban del techo, había grietas por las paredes … incluso el busto de un hombre que se encontraba al fondo de la sala estaba roto.

- Qué mal rollo … - murmuró Red.

- Deja de gimotear ahora - gruñó el Prof. Oak -. Y apresúrate a recuperar a Bulbasaur.

Bulbasaur estaba agazapado al lado de la pared, debajo de la ventana (con los cristales rotos). Red se acercó a él.

- Vamos, pequeño - decía Red, acercando su mano hacia Bulbasaur -. Vuelve con nos …

Pero Bulbasaur sacó una de sus cepas de su bulbo y le golpeó a Red en la mano.

- Ese Bulbasaur … - murmuró el Prof. Oak -, ha sido uno de los últimos pokémons que he atrapado, por eso aún no es muy manso …

- No te preocupes, abuelo - dijo Red, frotándose la mano dolorida y sonriéndole a Bulbasaur -. Bulbasaur … ya sé que tienes miedo y que estás asustado. Todo ha sido muy repentino y además estás en una ciudad en la que todos se ha alarmado al verte.

Bulbasaur miró fijamente a Red.

- ¡Pero yo quiero ser tu amigo! - exclamó Red, tendiéndole nuevamente la mano -. ¿Qué te parece?

- **Este chico …** - pensó el Prof. Oak, observando la escena.

De repente, apareció un enorme pokémon con cuerpo de color gris musculoso y agitando sus brazos con furia.

- ¡Oh, no! - exclamó Red -. ¡He visto a ese pokémon en una revista de lucha … es un Machoke! ¡Profe!

Red se giró hacia el Prof. Oak, pero a éste le había dado un síncope por el susto y se había quedado desmayado en el suelo.

- Vaya, parece que tendré que pelear - gruñó Red -. Y Poliwhirl está muy debilitado por haberme ayudado con los pokémons de antes …

Red se giró hacia Bulbasaur.

- ¿Puedo confiar en ti, Bulbasaur? - le preguntó.

Bulbasaur asintió. Red intentó valerse de los conocimientos que le habían aportado las revistas para luchar:

- ¡Vamos, Bulbasaur! - exclamó -. ¡Hoja afilada!

Bulbasaur lanzó un montón de afiladas hojas a Machoke, pero no le hicieron apenas rasguños a su musculazo cuerpo.

- Maldita sea … - murmuró Red -. ¡Látigo cepa!

Bulbasaur sacó dos látigos verdes de su bulbo y se dispuso a azotar a Machoke, pero éste agarró las cepas con sus propias y tiró.

- ¡Bulbasaur! - exclamó Red.

Machoke lanzó a Bulbasaur por los aires y lo lanzó contra el suelo, rebotando.

- ¡Bulbasaur! - volvió a exclamar Red, agachándose junto al pokémon -. ¿Qué voy a hacer ahora?

El Prof. Oak recuperó el conocimiento, pero estuvo a punto de volver a perderlo al ver lo mal que iban las cosas. Entonces, un rayo de sol asomó por la ventana. Red tuvo una idea y colocó a Bulbasaur debajo de la ventana.

- ¡Ya sabes qué es lo que debes hacer! - exclamó Red, con decisión.

Bulbasaur empezó a recoger la luz con su bulbo.

- ¡Rayo solar! - exclamó Red.

Bulbasaur disparó un enorme rayo de luz contra Machoke, derrotándole. El Prof. Oak atrapó al pokémon para que no causase más estragos y se acercó a Red.

- ¡Muy bien hecho, Bulbasaur! - exclamó, acariciándole la cabeza al pokémon, con el que parecía haber hecho buenas migas.

- Eres un buen entrenador y mejor chaval de lo que me pareciste en un principio - dijo el Prof. Oak, haciendo regresar a Bulbasaur a su pokéball -. Toma, el Bulbasaur es tuyo.

- De … ¿de verdad? - preguntó Red, recibiendo la pokéball en sus manos -. ¡Muchas gracias, profe! Yo … ¡Yo en realidad sólo entré en su laboratorio porque había escuchado que está eligiendo dueños para sus Pokédex y quería que yo fuese uno de ellos!

- Ah, así que era eso - dijo el Prof. Oak, sacándose un aparato de color rojo de la bata -. Desde luego, si algo has demostrado en este batalla, es que eres digno de que te entregue una de mis Pokédex. Pero antes, dime tu nombre.

- ¡Red! - exclamó Red, ilusionado -. ¡Me llamo Red!

- Muy bien, Red - dijo el Prof. Oak, haciéndole entrega de la Pokédex -. A partir de ahora, eres uno de los elegidos para poseer una Pokédex. Buen trabajo.

Hora y media después …

Red llegó a casa un rato después de la hora de comer. Su madre le echó la bronca por haberse ido sin avisar, pero a Red estaba tan feliz que le daba igual. Entró dando brincos en su habitación, donde se encontraba Pink jugando a la consola en la cama:

- ¡Hermano, has vuelto! - exclamó -. ¿Dónde has estado?

- ¡Soy feliz, Pink! - exclamó Red, sacando su Pokédex y la pokéball con Bulbasaur dentro -. ¡Mira lo que me ha regalado el Prof. Oak!

Pink miró con detenimiento.

- ¿Esa es una de las Pokédex de las que estaban hablando el otro día? - preguntó.

- ¡Yeah! - exclamó Red -. ¡Me la ha entregado el Prof. Oak en persona! ¡Y también me ha entregado un fantástico pokémon, te presento a Bulbasaur!

Red sacó a Bulbasaur de la pokéball.

- ¡Vaya! - exclamó Pink -. ¿Te los ha dado porque le ganaste en la carrera?

Red también hizo aparecer a Poliwhirl y se echó a reír.

- ¡Qué cosas tienes, Pink! - exclamó -. En realidad no era una carrera, íbamos a recuperar a los pokémons del Prof. Oak que yo solté sin querer. ¡Y me comporté tan bien con Bulbasaur y luché tan bien junto a él, que el profe me eligió como uno de los poseedores de su pokédex!

- Jiji - rió Pink -, me alegro mucho por ti, hermano.

- Por eso - prosiguió Red -, la siguiente semana la dedicaré a entrenar a Bulbasaur, y el próximo domingo saldré en busca de aventuras por todo Kanto. ¡Seré el mejor entrenador pokémon de Kanto!

En cambio, la sonrisa de Pink se esfumó.

- ¿Nos vas a dejar? - preguntó -. ¡No te vayas, hermano!

- Pink, la edad entre los diez y los once es la idónea para independizarse y partir en busca de aventuras junto a los pokémons - explicó Red -. En caso de que quieras ser entrenador pokémon, claro.

- P … pero … - titubeó Pink.

No sabía qué haría sin Red para defenderla.

- Escucha, Pink - dijo Red, como leyendo sus pensamientos -. Tienes que aprender a no depender de mí. Aún eres pequeña, pero dentro de un año o así te verás en mi lugar, y entonces SÍ que tendrás que espabilar. Yo me marcharé dentro de una semana. Cuida bien de mamá y sé fuerte. ¡Crece! Y así, cuando yo vuelva, podré sentirme orgulloso de ti.

- Hermanito … - murmuró Pink.

Y Red se marchó al jardín de atrás a entrenar a sus pokémons.

Una semana después, Red ya se había aventurado a adentrarse en el bosque de al lado de Pueblo Paleta para entrenar a sus pokémons. Iba abriéndose paso entre los árboles y los matorrales. Cuando de repente vio un resplandor a lo lejos.

- ¿Eh? - preguntó Red, sorprendido -. ¿Qué ha sido eso?