No voy a disculparme por esto si los dos idiotas no se disculpan por el final del último episodio.

Que sí, que subo muchos fics últimamente, me ha entrado la locura... pero... pero... a ver de qué os váis a quejar, se que tocaba "Regina Mills Legendary Lawyer", pero es que soy débil. Además, os he subido dos escenas por SQ en dos días, así que no admito quejas. El único fic prometedor que considero dejado es Skyward Star vs The Queen... y ese lo subiré cuando vea una peli decente de superhéroes para inspirarme. De momento fic nuevo. Dejadme un review... anda XD

Especial agradecimiento a mi Amiga Ely, pues diseñamos juntos la idea original, y es la causante principal de que este fic exista.


Emma Swan

El funeral había sido triste, para todos, pero para nadie más que para Regina. Podía ver frialdad en sus ojos mientras dejaba la flecha sobre el ataúd. Yo la entendía, mejor que nadie. Ambas habíamos perdido a la persona más importante del mundo para nosotras. Pero ella no lloraba. Y no era capaz de entenderlo. Porque yo llevaba llorando sin parar desde que había perdido a Garfio.

Estaba preocupada, así que la seguí después del funeral. Me encontré las luces de la mansión apagadas. Pero aun así me adentré en aquella casa que ya me resultaba tan familiar que ni tan siquiera necesitaba luz para recorrer. Sin embargo, en el salón pude distinguir la luz de una vela. Regina estaba allí, moviendo algo.

Cuando me acerqué más, pude distinguir lo que estaba haciendo. Estaba haciendo una maleta, de forma metódica y estudiada. ¡Se iba! No, eso no podía permitirlo. Me adentré en la cocina y encendí la luz, Regina se volvió de inmediato.

_ Tendríamos que dejar de encontrarnos así, señorita Swan._ Me miró. Aún parecía tener fuerzas para sonar sarcástica. De hecho, sus ojos parecían inmutables. A pesar de que yo la había visto llorar a pleno pulmón el día anterior, ahora estaba tranquila.

_ ¿Dónde vas?_ Le pregunté, furiosa, apuntándola con un dedo acusador.

_ A Boston… a Nueva York… no estoy segura. Quizá me vaya a China._ Dijo, encogiéndose de hombros._ Ahora mismo carece de importancia, siempre que salga de aquí.

_ ¿Te estás rindiendo?_ Pregunté, mirándola fríamente._ No puedo creer que…

_ Suficiente._ Dijo, provocando que me callase._ Me estoy rindiendo, sí. Ya he perdido demasiado, demasiadas veces. Estoy cansada, Swan.

_ ¿Y qué pasa con este pueblo? ¿Con la gente que te necesita? ¿Qué pasa con Henry?_ Le pregunté, alzando la voz.

_ No me importa._ Su voz sonó fría y mi superpoder me dijo, bien claro, que estaba siendo sincera.

Por un momento no lo entendí, hasta que me fijé una vez más en la maleta. En una de las esquinas, junto a los calcetines, había un cajón de madera, bien sujeto, con especial cuidado de hecho. Yo sabía muy bien lo que había ahí dentro.

_ No._ Le dije, plantándome delante de ella._ No voy a dejar que vagues por el mundo descorazonada. No voy a dejar que te vayas y no vuelvas. ¡No puedes hacerle eso a Henry!

_ Es una lástima._ Dijo ella, con tono práctico._ Porque no puedes detenerme.

Y eso era cierto. Sabía bien que mi magia, aunque más poderosa que la de Regina, se quedaba en eso, simple fuerza bruta sin el menor control. Algo que usaba en contadas ocasiones y que era totalmente incapaz de controlar.

_ Entonces iremos contigo._ Dije, decidida.

_ ¿Iremos?_ Preguntó._ ¿Quizá planeas llevar a tus padres de viaje alrededor de mundo?

_ Estaba hablando de Henry y de mí._ Dije, mis ojos aún estaban llorando._ Nos iremos los tres juntos, ¿Te parece bien?

_ Suena bien para mí… Bueno, lo haría si no esperaba escucharte llorar cada noche._ Dijo, suspirando._ Escúchame, Swan. No tengo tiempo para lloros ni lamentos. Ya tengo bastante con mi propia pérdida. No quiero cargar con la tuya.

La miré, y vi que no sentía nada. Nada le importaba. Ni su hijo, ni la ciudad… ni la pérdida de su amor verdadero. Y entonces un pensamiento oscuro que llevaba rondando por mi cabeza durante todo aquel tiempo, se materializó y se convirtió en parte del alocado plan que estaba tramando.

_ Entonces… arranca mi corazón también._ Dije, mirándola._ Entonces no te molestaré con mi pérdida.

_ Vaya… confieso que eso me sorprende. ¿Tenemos un trato, señorita Swan?_ Me preguntó.

_ Sí._ Le dije, mirándola con decisión.

Regina no fue para nada cortés cuando su mano atravesó mi pecho. Pero cuando el dolor físico desapareció, también lo hizo el emocional. Me sentía bien, calmada. Reflejada en una de las cacerolas podía ver como mis ojos azules, me devolvían una mirada completamente fría. Pero ya no dolía. Y eso era suficiente para mí.

Regina hizo un gesto con la mano y un segundo cofre de madera apareció sobre la encimera. La vi guardar mi corazón en él y lo metió en su maleta, que después cerró con presteza. Había guardado todo ya. Toda su vida en esa maleta.

_ Supongo que debemos pasar por su casa para que recoja sus cosas._ Me pasó un frasquito de lo que deduje era una poción._ Una poción de sueño. Durará unas tres horas. Suficiente para que tus padres no molesten mientras recojas. No queremos que nos interrumpan.

_ No, desde luego._ Dije.

Ya no me importaba hechizar a mis padres. No me importaba abandonarlos sin dejar siquiera una nota de despedida. Nada importaba, y eso empezaba a gustarme. No tener sentimientos, no tener responsabilidades. Había vivido una dolorosa vida, y de haber sabido lo que significaba quitarte el corazón, lo habría hecho mucho antes.

Regina hizo otro pase con la mano y la maleta desapareció. Comenzó a caminar en dirección a su coche, y yo la seguí.

_ ¿Va a llevarse ese horrible escarabajo amarillo, señorita Swan?_ Me preguntó, mientras me subía en el asiento del copiloto.

_ Sí._ Dije, sin más. Sencillamente, no quería abandonarlo.

_ De acuerdo. Me parece bien._ Dijo Regina. Cada palabra que decía sonaba más fría que la anterior.

_ Propongo que vayamos a mi piso de Boston._ Sugerí._ Es algo pequeño, pero aún es mío, y creo que podemos quedarnos allí hasta que podamos comprar algo más grande.

_ Me parece bien._ Regina parecía seguir sin darle la más mínima importancia a nada.

Regina Mills

El dolor había sido demasiado intenso. Y ahora, mientras conducía de camino hacia la casa de Mary Margaret, camino de un hogar sin magia, de una vida sencilla, me sentía bien. Y además, tendría a Henry conmigo. Era cuanto necesitaba. Había aparcado frente a la casa, esperando que Emma hiciera su trabajo. Volvió un rato después, con Henry entre los brazos.

_ No quiso venir, y no tenía ánimos para discutir._ Me dijo.

_ De modo que usaste la poción de sueño._ Dije._ Bueno, ya lo hablaremos cuando hayamos llegado.

_ Tengo mis cosas en el recibidor. ¿Podrías?_ Me preguntó.

Hice un gesto con la mano y dejé su coche completamente atestado. Demasiadas cosas, propio de ella. Hice otro gesto y parte de sus trastos acabaron en la parte de atrás de mi Mercedes. Iba a extrañar mi magia, pero era un pequeño precio perderla a cambio de dejar esa ciudad de una vez por todas.

Emma arrancó, y yo la seguí, sintiendo que andaba a paso de tortuga. Ese maldito escarabajo era la cosa más lenta que había visto en mi vida. Pero no podía hacer nada más que continuar con aquel ritmo. A fin de cuentas yo ni siquiera sabía dónde estaba el apartamento de Emma.

2 horas más tarde

Aquel espantoso escarabajo finalmente aparcó, justo antes de terminar de colmar mi paciencia. Por suerte encontré un aparcamiento cercano y cogí una de mis maletas. Yo subiría lo mío de una vez, pero a Emma probablemente le llevase cuatro o cinco viajes a ambos coches. Y eso sin contar el primer viaje, en el que llevaba a Henry.

Una vez llegamos, Emma cogió un juego de llaves de una maceta y abrió la puerta. El polvo se había acumulado en aquel lugar. Iba a costar limpiarlo, pero lo cierto es que una vez que estuviese hecho, no sería demasiado difícil habituarse. Era algo pequeño, pero acogedor.

_ Puedes quedarte ese juego de llaves._ Dijo Emma, mostrándome que había otra en el colgador junto a la entrada. Yo dejé el mío y me acerqué al sofá. Una montaña de polvo se levantó cuando lo hice, pero a pesar de todo, necesitaba descansar un poco y asumir todo lo que estaba sucediendo.

Emma seguía dando viajes, y mientras tanto yo cogí uno de los folletos que había junto al teléfono. Comida china. Sí, decididamente era algo que me apetecía. Llamé y, para mi sorpresa, dado que el folleto era de seis años antes, me contestaron. Mi Pedido fue algo complicado, ya que el menú había cambiado, pero con todo, juraría que había hecho un buen pedido para tres personas, por si Henry finalmente despertaba.

_ Me temo que además de mi cama sólo tengo ese sofá-cama sobre el que estás sentada._ Me dijo Emma._ Tendremos que cambiar eso. Mañana deberíamos ir de compras.

_ Me parece bien. Aún tengo ahorros de mi puesto de alcaldesa. Suficientes como para vivir un par de años si quisierámos.

_ No te preocupes por el dinero. Aún puedo volver a mi antiguo trabajo._ Dijo Emma.

_ Yo también buscaré uno._ Dije. Me negaba a quedarme en casa todo el día._ Uno que tenga tiempo libre. Nunca he tenido.

Me levanté y Emma comenzó a desplegar el sofá cama. Me tumbé a su lado, mientras esperábamos a que llegase la comida china. Había un silencio mortal en la habitación, pues ninguna de las dos sabía qué decir.

_ Regina…_ Me giré, volviéndome hacia Emma._ ¿Imaginabas que acabaríamos así?

_ ¿Huyendo juntas de Storybrooke? No, desde luego. No entraba en mis planes, pero no es un mal final para la historia.

_ Bueno, si tengo que huir de Storybrooke con alguien, me alegro que sea contigo, Regina._ Me dijo Emma.

Sentí un escalofrío cerca de la zona donde debía estar mi corazón. ¿Qué había sido eso? No lo sabía, pero lo cierto es que no le di importancia. El corazón debía estar frío dentro de la caja fuerte donde lo habíamos guardado. En cualquier caso, el sonido del timbre llamó mi atención y Emma se puso en pie.

_ Ya voy yo._ Dijo, poniéndose en pie.

_ Gracias, señorita Swan._ Dije, sentándome en el sofá.

Me quedé sola unos segundos, hasta que Emma volvió con la comida. No me gustaba estar sola en aquel momento. Incluso sin mi corazón, era duro. Emma dejó las bolsas en la mesa y tomé uno de los pequeños paquetes de cartón que había traído.

Yo estuve un rato removiendo con el tenedor la comida antes de llevármela a la boca. Emma en cambio ya estaba devorándola con los palillos. Lo cierto es que tenía hambre, pero aun así me estaba costando comer. Mi estómago estaba disgustado. Probablemente de tanto llorar. No tardaría en pasárseme. Ya no iba a llorar nunca más.

_ Esto está muy bueno._ Dije, mirando a Emma.

_ Está alucinante._ Dijo Emma, con un tallarín sobresaliendo de su boca.

Yo me reí. Una risa fría, pero una risa a fin de cuentas, y Emma no tardó en seguirme. Lo cierto es que, ciertamente, Emma Swan era una persona que me comprendía, especialmente en aquel momento. En aquel piso me sentía apartada de todo lo que jamás me había hecho daño. Y en cuanto Henry lo aceptase, tendríamos la vida que siempre nos habíamos merecido. Costara lo que costase.

Cuando me terminé la comida sentí como el sueño se apropiaba del espacio que el hambre había dejado. Me tumbé sobre la cama, y Swan hizo lo mismo, a mis espaldas. Podía oírla respirar. Me sentía bastante sola, a decir verdad. Con el tiempo me giré, y termine aferrando a la joven que tenía más cerca. Estaba cansada de dormir en soledad, de sentir que no importaba a nadie… que todos me odiaban.

Ya no sentía la mella que esos sentimientos causaban en mí, pero sin embargo, veía tonto estar sola si podía estar acompañada. Emma aferró mi brazo, rodeándolo con los suyos, y nos quedamos dormidas. Simplemente disfrutábamos de la compañía de la otra.

Me despertó el sol de la mañana. Era un día de verano, y no tenía razones para dormir. Estaba abrazada a Emma. De hecho, cuando abrí los ojos, la encontré frente a mí. Mi estómago rugió, sonoramente, y me deslicé para coger algunos de los restos de la comida china del día anterior. Decididamente no estaba tan buena como el día anterior, pero seguía siendo comestible.

Emma se incorporó a mi lado y bostezó sonoramente. Estaba despeinada, con los ojos llenos de legañas y en la postura menos digna que había visto nunca a una persona. Había gente que estaba mona cuando se despertaba. Emma Swan, decididamente, no era una de ellas.

_ ¿Desayunando?_ Me preguntó.

_ Obviamente, Swan._ Le dije, negando con la cabeza.

_ Voy a buscar a Henry._ Me dijo._ Estará enfadado, supongo, pero le haré entrar en razón.

Me encogí de hombros, preparándome. Tenía que cambiarme. Estaba en mitad del proceso, cuando Emma irrumpió en la habitación.

_ Regina. ¡Henry se ha escapado!_ Dijo, a voz en grito.

_ ¿Y a qué espera, señorita Swan?_ Dije, poniéndome el sostén._ Tenemos que buscarlo, ¿No cree?