Una promesa que sí voy a cumplir.
Me
encontraba en la habitación de las chicas de sexto curso de
Gryfindor. Estaba con el ánimo por los suelos y trataba de no
desesperarme con las imágenes que rondaban por mi cabeza.
Sirius
Black. Igual que había utilizado a millones de chicas, me había
utilizado a mí. Todo lo que me dijo era mentira. Promesas sin
fundamento...
Me levanté resignada y metí una camiseta
dentro de mi baúl. Esos pensamientos me llevaban persiguiendo
durante horas. Lo sabía, sabía que en algún momento terminaría
pero, siempre tuve la esperanza de que aquel chico mujeriego
cambiara. Debería haberme dejado claro desde un principio que eso
era imposible. Pero así soy: testaruda y cabezota, la típica
persona que se mete algo en la cabeza y no cambia de opinión a menos
que no haya otra opción. Por eso mismo, no he llorado ni voy a
llorar por Black. Algo que me prometí al empezar la relación hace
ya mes y medio.
Me senté de nuevo en la cama y me dispuse a
doblar otra camiseta más. Era monótono y eso me tranquilizaba:
sentarse en la cama, doblar una camiseta, levantarse, meterla dentro
del baúl, sentarse en la cama, doblar una camiseta, levantarse,
meterla dentro del baúl. Así hasta que estuviese lista. Claro, el
estar preparando mi equipaje para las vacaciones no hacía que no
pensase en Black y en su estúpida razón para cortar conmigo. Me
acuerdo perfectamente, fue ayer mismo en nuestra Sala Común.
El
que entonces era mi novio se separó de mí mientras nos dábamos uno
de los miles de besos que nos habíamos dado. Yo también me separé
y respiré un poco; hasta el momento me fue difícil conseguir aire.
Él me miró a los ojos y dijo:
- Helen, esto ha ido muy lejos,
demasiado lejos –levanté la vista. Sabía lo que venía, lo sabía.
No le respondí.
- Mes y medio es mucho. Sé que te ha
gustado pero esto se queda aquí. Ha sido la relación más larga que
he tenido.
Sé que te ha gustado, sé que te
ha gustado, sé que te ha gustado. No era demasiado lógico que
esas fuesen las palabras que estuvieran resonando en mi mente pero
así fue.
- Y eso quiere decir que a ti no te ha gustado –no
era una pregunta.
- Nunca he dicho tal cosa.
Fue lo último
que me dijo; en ese momento me levanté y me fui. Él se quedaría
con esa sonrisa suya de "me da igual, es muy afortunada por
haber probado los labios de Sirius Black".
Eso a mí ya no
me parecía ser afortunada. Los tres de los cuatro cuartos que
componen a la sociedad femenina de Hogwarts han probado los labios de
Black. Creo que no es muy selecto.
Decimotercera camiseta y
pasamos a guardar los vaqueros.
De nuevo toda la escena de la
ruptura pasó, imagen a imagen, por mi mente.
- Ya está bien. No
te importa que se haya acabado-dije en voz alta tratando de imponerme
autoridad a mí misma. Ilógico. Últimamente pocas cosas tienen
lógica para mí.
Media hora después ya había terminado el
equipaje y no tuve más remedio que despedirme de la monotonía y
bajar hasta la Sala Común.
Abrí la puerta lentamente, sin
prisas. Habría sido mejor para mi orgullo no haberla abierto de
ninguna manera. Ese que hace menos de veinticuatro horas era mi novio
estaba gustosamente intercambiando saliva con una cualquiera, sentado
en uno de los sillones más cómodos. Noté como, en contra de mi
voluntad, las lágrimas se me iban acumulando en los ojos. Parpadeé
intentando retenerlas pero fue en vano. Empezaron a hacer su trayecto
por mi cara: desde los ojos hasta perderse en algún lugar de mi
túnica. Me di la vuelta tratando de pasar desapercibida y subir a la
habitación de nuevo. Y, ¿cómo no? El estúpido, digo encantador,
de Jim ya se estaba acercando. No tenía ningunas ganas de darle
explicaciones por lo que salí corriendo.
Jim me acompañaba en
Hogwarts desde primero. Era mi mejor amigo y, la verdad, es que se
merecía que le hubiese contado "mis penas". Pero no lo
hice. ¿Por qué? Pues porque no. Era mi mejor amigo pero él no lo
comprendería, haría como si lo hubiese comprendido y me consolaría
pero eso no me sirve. Además, él tenía sus propios problemas, no
tenía porque agobiarlo con tonterías amorosas. Puede que me hubiera
pasado con lo de estúpido pero no estaba de humor.
Una vez a
salvo en las escaleras, empecé a subirlas a paso normal. Estaba
enfadada conmigo misma. Ni siquiera una promesa que me hago a mí
misma puedo cumplir. Si no puedo reprimir las lágrimas cuando
quiero, ¿cómo voy a poder tener un autocontrol efectivo? Ese, sin
duda, no era efectivo en absoluto.
El siguiente problema que tuve
ese día fue qué hacer en una habitación en la que no hay nadie
porque cada una de las chicas que la comparten contigo están con su
novio. Bien, lo resolví de la siguiente manera:
Volví a sacar
toda mi ropa del baúl y volví a guardarla. Estuve repitiendo el
proceso hasta que llegó la hora de la comida y no pude resistir el
hambre que me perseguía desde la hora de la merienda.
Al entrar
en el Gran Comedor tuve la sensación de que todo el mundo me miraba
pero, por supuesto, eran imaginaciones mías. ¿Quién iba a fijarse
en la penúltima conquista de Sirius Black? Es normal que la
penúltima conquista de Black tuviera los ojos rojos. Pasaba siempre.
Bueno, alguien sí se fijó y ese fue Jim. Para bien, o para mal. Me
indicó por señas que me sentase al lado suyo. Y yo, como niña
obediente que soy, lo hice.
Estuve ignorando sus preguntas
durante toda la cena. En realidad, estuve ignorándolo a él, y a sus
preguntas. Asentía, negaba, gruñía, etc., siempre que era
necesario y además, me daba cuenta. Él parecía satisfecho con mi
interés pero claro, no pudo mantener la boquita cerrada en cuanto a
Black se refiere. Con sólo la mención del nombre de ese perro le
dejé claro a mi querido Jim que se callase.
Sirius me miró
cuando escuchó lo que le dije al perrito faldero que tenía a mi
lado. No gracias, no quería ni verle la cara. Desvié la mirada y me
dispuse a terminar el pastel de carne. El que tenía al lado me dijo
varias veces que no me preocupase. Por fin terminé, me levanté
dispuesta a marcharme de nuevo a la habitación y cerrar el pestillo.
Jim se levantó de un salto al ver que había acabado y no pude hacer
nada por evitar que me acompañase. Estaba esperando a que terminara
para levantarse. Llegamos a la sala común y nos sentamos en dos
sillones que estaban enfrentados. Empezamos a hablar. Él preguntaba
y yo respondía. Él hablaba y yo escuchaba sin prestar mucha
atención. No parecía comprender que quería estar sola. Al tiempo
llegaron Black y la que estaba pegada de su boca. Se sentaron en un
sillón en frente mía, detrás del de Jim. No,
otra vez no, pensé cuando volví a notar como las lágrimas se
me iban acumulando en los ojos. De nuevo empezaron a rodar por mi
cara, Jim se acercó hasta mi sillón y me abrazó. Así, tal cual.
Me hizo bien ese abrazo y me reconfortó bastante, pero Black y la
otra seguían en mi campo de visión. Solución: enterré mi rostro
en la camisa de Jim y dejé que me consolara.
Había sido injusta
con él. Él me quería, de la manera que fuese, pero me quería. Me
había apoyado desde siempre y yo sólo había pensado en Black, en
Sirius Black. Él dejó que le mojase la camisa de lágrimas sin
objeciones. Entonces me di cuenta de una cosa: a quien yo quería era
a Jim y sólo a él. Lo peor de todo era que me había obsesionado de
una manera increíble con Sirius y él pasó a segundo plano. Todo
eso fue por mi culpa y lo sentía. En ese momento me hice una promesa
y estaba segura de que esa la iba a cumplir: nunca dejaría que nadie
me distanciara de la gente a quien yo quería por muy Black que
fuera. Entonces ya sólo me faltaba una cosa.
Me separé un poco
de Jim y le dije:
- Lo siento.
Por toda respuesta él me
sonrió. Estaba casi segura que no sabía de qué me estaba
disculpando pero no me importaba. Lo importante era que me perdonaba
lo que fuese y que seguíamos siendo amigos. Volví a enterrar el
rostro en su camisa, ya no lloraba, estaba feliz por tener a alguien
como era Jim.
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Hola, sí has llegado hasta aquí te felicito. ¡Has terminado de leer el fic! Si te ha gustado, me gustaría que me dajases algún comentarillo de nada para saberlo y si no, pues también, para conocer tu opinión y así mejorar.
Besos
Kleine Prinzessin
