N/A: Hola! Ya sé lo que van a decir "¿Qué piensa ésta chica que no actualiza pero viene con una nueva historia?" Y sí, ya saben que aunque lo intento, mis actualizaciones son cada equinoccio o algo así. Entonces he decidió traer algo para que se entretengan mientras tanto, algo pequeño y humilde que se me ocurrió a eso de las tres de la mañana que es mi hora creativa y que se suponía que sería un one-shot pero terminó siendo algo más grande xD. Disfruten la lectura y si les apetece dejar algún comentario, las recibiré con gusto y amor~ Saludos ^^
30 días.
Por: PerlhaHale
Día 1.
Makoto podría presumir de muchas cosas, pero nunca de haber tenido alguna aventura loca en sus 22 años de vida.
Ha decir verdad, la vida de Makoto Tachibana era aburrida y sin chiste. Era tan normal, con estudios normales, amigos normales, familia normal y días normales y grises que pasaban detrás de una ventana de cristal que le impedía sentir el sol.
Era del tipo de chico aplicado en los estudios, con un registro de asistencia perfecto desde primaria y al que todos sus compañeros acudían para resolver sus dudas. Era de los que se postulaban para presidente de clase y hacían voluntariado en la biblioteca pública a la que ya nadie acudía. De los que eran el hijo perfecto, el hermano perfecto, el amigo perfecto. Quien iba a misa todos los domingos y se unía al grupo de jóvenes de la parroquia porque pasar un momento agradable y pacífico hablando de la palabra del Señor parecía una buena forma de pasar el fin de semana.
Aburrido.
Y Makoto no se quejaba, o al menos intentaba no hacerlo. Le gustaba su vida, su tranquilidad y la manera en la que todo parecía en orden a su alrededor. Le gustaban los gatos y ayudar ancianas. Le gustaba su tediosa carrera de contador y su departamento de paredes blancas y desnudas.
No tenía problemas, todo lo contrario, la vida siempre le sonreía. No sólo era bueno, inteligente, bondadoso, sino que Dios lo había bendecido con unos ojos verdes hermosos y una cara de ángel. Definitivamente la suerte siempre le había sonreído, pero aún así su vida parecía estar destinada a ser la misma mancha gris carente de emoción que había sido desde que tenía memoria.
Excepto que en esa vida aburrida y monótona que vivía, no encajaba para nada el techo enorme de mármol con el candelabro que vio al abrir los ojos, ni las paredes borgoña con extravagantes cuadros y pequeñas esculturas que parecían más caras que la hipoteca de su casa, ni las suaves sábanas blancas de seda que cubrían su cuerpo desnudo y...
Esperen... ¡¿Desnudo?!
Makoto se incorporó en la cómoda cama en la que estaba acostado a la velocidad de la luz, aún con la amenaza de un infarto en el pecho y tuvo que tomar un segundo para frotarse las sienes ante el infernal dolor de cabeza que lo asaltó por la brusquedad del movimiento y luego otro segundo más para mirar alrededor de la habitación y preguntarse qué demonios estaba sucediendo ahí.
No cabía duda, estaba en una lujosa (muy, muy lujosa) habitación de hotel que en definitiva no era en la que se había hospedado hace unos días. La cama en la que yacia era King size, la más cómoda en la que jamás había estado. Había una pantalla smart TV del tamaño de media pared en un lado y un ventanal de cristal en lugar de pared del otro.
Makoto se levantó y caminó con pasos temerosos hacia la ventana, con la sábana aún colgando de sus caderas y cubriendo su desnudez; corrió las persianas que bloqueaban la vista de lo que había del otro lado y lo que lo recibió fueron los fuertes rayos del sol de medio día en el rostro y la imagen de una ciudad que no era el ranchito en Nevada en el que había estado ayer.
Miró a todos lados de la ciudad, confundido. El hecho de que no recordara nada de lo que hizo ayer y la migraña le indicaron que, en efecto, se había puesto hasta las chanclas el día anterior. Temió por un segundo qué locuras habría cometido en su inconsistente estado de ebriedad, considerando que Makoto nunca había bebido alcohol antes en su vida, así que todo eso era algo nuevo para él.
De alguna forma se las había arreglado para emborracharse, terminar en una suite de un hotel en una ciudad extranjera que no conocía y desnudo en una cama que compartió con sabrá Dios quien.
La amenaza de infarto volvió.
Se acercó a la mesita de noche donde estaba su celular y vio que eran las 11:39 am, estaba ahí también su cartera con todas sus cosas y su ropa estaba tirada en diferentes partes del suelo alrededor de la cama.
En ese momento, mientras recogía sus prendas del suelo fue cuando notó el extraño peso que tenía sobre su dedo. Lo miró y frunció el ceño cuando vio el objeto de metal alrededor de su dedo anular; le habría dado taquicardia si hubiese encontrado un anillo ahí, de verdad, pero lo que encontró en cambio fue una tuerca.
¿Por qué tenía una tuerca en la mano? Makoto se la quitó y la observó con atención, como si el pequeño objeto fuera a darle las respuestas que estaba buscando acerca de lo que había sucedido ayer por la noche. Aunque obviamente la tuerca no le dijo nada.
Lo que sí le dio alguna pista fue el celular que vibraba en el otro lado de la mesita de noche, del lado del espacio vacío que lo había recibido al despertar. Se acercó, incapaz de contestar un celular que no era suyo, porque no era correcto. En la pantalla se leía "Rin" y Tachibana dejó que el aparato vibrara hasta que el tal Rin se cansó de no recibir respuesta y colgó.
Al lado del teléfono habían unas cuantas cosas que llamaron su atención también: primero que nada, unas gafas de sol negras que no eran suyas en lo absoluto, las llaves de algún lado, una tuerca igual a la suya (¿qué demonios había con las tuercas hoy en día?), el envoltorio roto de un condón que (de acuerdo al sonrojo que lo asalto y al ligero dolor en su espalda baja) le confirmaron que tuvo sexo casual con algún extraño. Se murió de pena unos segundos, cerrando los ojos con fuerza como si con eso lograra que las cosas fueran diferentes y que al abrirlos de nuevo todo resultara ser una pesadilla.
Lo segundo que llamó su atención cuando abrió los ojos de nueva cuenta fueron unas fotografías. Eran un par de instantáneas tomadas en alguna cabina fotografica de no tan buena calidad. En ellas estaba él, con la misma ropa que llevaba el día anterior, una sonrisa que parecía más ebria que otra cosa y un muchacho rodeando sus hombros con su brazo del otro lado.
Era pelinegro, de su complexión, algo más alto. Tenía una cara muy atractiva, una sonrisa enorme e intensos ojos turquesa que Makoto sintió que le recordaban a algunas cosas. Algunas cosas como besos húmedos, al sabor del whiskey y esos mismos ojos mirándolo, hambrientos, por encima de él mientras grandes manos ajenas se aferraban a sus caderas y Makoto sentía que moría.
Vaya, así que había sido con él. Al menos era un hombre atractivo. Era una sorpresa que alguien así pudiese haberse interesado en él y que hubiesen, bueno, eso.
Aunque eso no significaba que no estaba shockeado y que, más que el dolor de cabeza, sentía unas ganas enormes de salir corriendo y huir de regreso a Japón y a su casa.
Lo tercero que atrajo su vista fue un papel debajo de la segunda foto donde él y el pelinegro se besaban. En lo poco que pudo leer, en lo que su escaso conocimiento de inglés y el mareo le permitían, el castaño pudo distinguir las palabras "Registro Civil del estado de Nevada"
—Así que ya estás despierto —le habló una masculina voz, en un perfecto japonés, sobresaltándolo.
Makoto se dio la vuelta en un movimiento rápido, encontrando al pelinegro guapo de las fotos frente a él. Gracias a Dios ya llevaba la ropa puesta, pero su cabello estaba húmedo como si recién se acabara de bañar. Era un espécimen impresionante, más guapo en persona que en las instantáneas y con una mirada que le puso a temblar las piernas y logró que un sonrojo se hiciera paso hasta sus mejillas.
—E-Eh... yo...—el ojiverde tartamudeó unos segundos, sin saber qué decir al extraño y luego murmuró tímidamente, pero sin olvidar ser educado. —Buenos días.
—Buenos días —el hombre lo miró a los ojos fijamente, luego al papel entre sus manos y luego nuevamente a él. No dijo nada, sin embargo, y parecía esperar a que fuera Makoto quien hablara primero.
Tragó saliva, nervioso. Y eso hizo; se dispuso a hablar.
—Yo... verás... —respiró hondo, tomando valor. Era sin duda la situación más incómoda que había experimentado en toda su vida. —Siento preguntar pero ¿Cuál es tu nombre?
El extraño cambió su curiosa mirada por una extrañada y contestó:
—Sousuke.
"Ah, Sousuke" repitió en su mente. "Tiene cara de Sousuke"
—Yo soy Makoto.
—Lo sé —dijo Sousuke; Makoto lo miró confundido. —Me lo dijiste ayer.
El ojiverde bajó los ojos a la alfombra roja en el suelo, sintiendo un calor intenso en sus mejillas y la mirada fija de Sousuke cuando comenzó a hablar.
—Bueno, es que... verás... digamos que no estoy muy acostumbrado a beber —confesó el castaño algo avergonzado. —Y ayer creo que tomé ¿algunas copas de más?
—¿Crees?
—Y, así de patético como suena, no recuerdo mucho... o nada, de lo que pasó la noche anterior. Así que si pudieses ser tan amable de explicarme aunque sea en dónde estamos...
—Espera —lo interrumpió Sousuke con su voz grave llena de dudas. Tachibana al fin se atrevió a mirarlo. —¿Estás diciendo que no recuerdas nada?
—No.
—¿Nada de nada?
—Nada de nada —confirmó el castaño.
Sousuke soltó un largo suspiro y se pasó los dedos por su oscuro cabello semi mojado. Se le veía con una expresión difícil en el rostro, como si no supiera qué hacer a continuación.
—Okay, esto complica las cosas un poco más de lo complicadas que ya están —dijo, más para sí mismo que para el muchacho. —Deberías tomar asiento primero. —le aconsejó.
—¿Puedo ponerme primero la ropa? —preguntó, avergonzado al recordar que no llevaba nada más que una delgada sábana encima.
—Hazlo después —Sousuke lo miró sin demasiado interés y caminó hasta uno de los pequeños sofás que estaban junto a la cama, tomando asiento e invitando a Makoto a hacer lo mismo. —De todas formas, no es como si no hubiese visto lo que hay debajo de esa sábana con anterioridad.
Makoto se sonrojó profundamente, incluso si Sousuke no lo dijo con alguna intención en especial. Se aferró aún más a la tela y siguió a Sousuke a los sillones; tomando asiento frente a él.
—Me llamo Sousuke Yamazaki —comenzó. Makoto asintió, eso ya se lo había dicho. —Estamos en Las Vegas.
—¡¿Las Vegas?! —Tachibana abrió sus enormes ojos verdes, alarmado.
¿Cómo demonios había pasado de un pueblito en lo más recóndito del estado de Nevada a Las Vegas? ¿Cuando y cómo fue que llegó ahí? No tenía sentido.
—No te diré que yo recuerdo mucho de lo que sucedió ayer, creo que recuerdo quizá las primeras dos o cuatro horas, no estoy seguro. —Sousuke frunció el ceño, debatiendo algo mentalmente consigo mismo. —Soy bueno con el alcohol, pero ayer creo que sí me pegó mal. Muy mal. —eso último lo murmuró con voz oscura. —En fin, yo estaba en un bar en la carretera cuando te vi entrar, no me preguntes en cuál porque de tantos bares que he visitado ya no recuerdo los nombres, pero era uno de muy mala reputación. De verdad que sigo sin saber qué hacia alguien como tú ahí.
Ante las palabras de Yamazaki, el castaño pareció empezar poco a poco a recordar esa parte de la historia que el otro contaba.
Claro, Makoto estaba haciendo un voluntariado para el Programa de Protección del Medio Ambiente al que se había inscrito y había viajado a Estados Unidos, al estado de Nevada, con la finalidad de salvar el hábitat de los osos de los bosques de una pequeña comunidad, cuyos arboles estaban siendo talados por grandes compañías constructoras y que estaban destruyendo la naturaleza del lugar.
Se supone que en dos días termina su semana de viaje y que Makoto iba a marcharse a la habitación de hotel que había rentado a descansar la noche anterior, pero sus compañeros (que ya sabían que era un aburrido sin vida) lo habían arrastrado a un bar a divertirse. Makoto es pacífico e inteligente, pero también es incapaz de decir que no a algo si se le insiste lo suficiente.
Y así terminó en el bar del que hablaba Sousuke. Un lugar viejo, con música de rock pesado que le lastimaba los oídos por el volúmen. Rodeado de desconocidos llenos de tatuajes y barbas desalineadas; humo de cigarro que se le metía en los ojos y un olor a alcohol perpetuo en cada rincón del lugar.
Recordaba las ganas que tuvo de salir corriendo, pero no lo hizo y aceptó quedarse a una sola cerveza con los muchachos. Y lo hizo porque tenía curiosidad, porque nunca había bebido y quizá la experiencia de una cerveza en un bar de mala muerte en el extranjero podría servir como algo que podría contar a sus nietos acerca de sus días locos de juventud; ya que hasta ese momento lo más loco que había hecho había sido... bueno, nada.
Eso es lo último que recordaba, ya que "una sola cerveza" terminó siendo Makoto tomándose hasta el agua de los jarrones. Y hay un espacio en blanco después de eso. Bueno, no tan blanco, en realidad hay algunas escenas, algunas imágenes que pasan tras sus ojos de manera demasiado rápida para ser distinguidas, por eso no puede tomarlas mucho en cuenta por el momento.
—No estabas tan ebrio cuando me acerque a ti —prosiguió el pelinegro. —pero sí lo suficiente para seguirme la corriente. Bebimos, charlamos unas horas, quizá nos besamos un par de veces o muchas. Te repito: no estoy seguro. Sé que hicimos todo eso, pero no recuerdo el orden exacto ni las cantidades. Aunque no creo que sea tan relevante en la historia.
A Makoto le sorprendía la manera en la que Sousuke le contaba las cosas, como si fuera una historia cualquiera. Mientras tanto él sentía sus orejas arder al pensar en la imagen de él y Sousuke besándose; no recordaba eso, pero si se esforzaba lo suficiente, podía recordar un fantasma de la sensación de lo que eran sus suaves labios contra los suyos.
Sacudió la cabeza levemente, deshaciéndose de las ideas que ya estaban empezando a afectarle el cerebro.
—Quiero aclarar, antes que nada, que no tengo idea de lo que estábamos pensando y que dudo que siquiera estuviésemos pensando...—las palabras de Sousuke lo anclaron de nuevo al mundo real. —y ya sabes que con alcohol hasta la idea mas estúpida puede parecer genial.
—En realidad, es la primera vez que me emborracho o que tomo alcohol en la vida.
—Vaya...—Sousuke pestañeó asombrado ante la revelación. —Eso empeora las cosas, creo.
—¿De qué...?
—Okay, Makoto. Sé que estás confundido, yo estaba casi histérico cuando desperté. —se recargo en el sofá. —Ha decir verdad, no estaría aquí charlando contigo si no estuvieramos en ésta... situación. No soy de los que socializan a la mañana siguiente con un polvo de una noche. Prefiero ahorrarme las conversaciones incómodas.
Eso hizo sentir algo mal a Tachibana, ser llamado 'polvo de una noche' era algo que no le gustaba, pero no lo dejó entrever.
—Entonces ¿por qué sigues aquí?
Otra vez la expresión difícil en el rostro de Sousuke.
—Porque viajamos kilómetros en mi motocicleta (sorprendentemente, sin morir, ni matar a nadie en el camino) hasta la primera capilla que encontramos en Las Vegas y... —se puso de pie, caminó hasta la mesita de noche y tomó entre sus manos el papel que Makoto había tenido anteriormente entre sus manos y se lo entregó otra vez. —nos casamos.
El mundo de Makoto Tachibana se detuvo por 0.01 segundos, luego dio vueltas demasiado rápido, de una manera en la que se sintió mareado y el corazón amenazó con salirse de su garganta.
¿Que ellos qué?
¡¿QUE ELLOS QUÉ?!
Casi arrebató el papel de las manos de Sousuke y la leyó con suma rapidez. Sí, ya había leído "Registro Civil del Estado de Nevada" lo que no había leído antes de que Yamazaki lo interrumpiera habían sido las palabras "Acta de Matrimonio".
Llevaba su nombre y a un lado el nombre de Sousuke Yamazaki, algunos datos de ellos y abajo sus firmas y las de un sujeto llamado Bob que había hecho de testigo. Era un documento legítimo.
Sintió que se desmayaría.
—No, no, no, no. Esto no puede estar pasando —murmuró sin despegar los ojos del acta; tratando de encontrar algo que le dijera que todo se trataba de una broma, aunque sabía que no era así.
—Sí, me encantaría que no estuviera pasando —coincidió el pelinegro con los brazos cruzados, totalmente calmado a comparación suya.
—¡¿Cómo fue que sucedió esto?! —Makoto estaba ciertamente histérico. —¡¿Por qué te casaste conmigo si ni siquiera nos conocemos?!
Sousuke frunció el ceño, ofendido ante los reclamos de Makoto, como si él no fuera una víctima más de las circunstancias tal como él.
—Oye, cálmate. No es que yo quisiera casarme contigo. O tal vez sí, anoche, borracho. —le explicó. —Pero ya sabes que la gente cuando toma tiende a hacer tonterías. Algunos le llaman a su ex a las tres de la mañana, otros se tatuan cosas raras en el trasero y hay quienes, como nosotros, se casan con desconocidos en capillas de dudosa legalidad. Esas cosas pasan.
Sí, esas cosas pasan, pero no se suponía que esas cosas le pasaran a Makoto.
Pasó de una normal y pacífica vida a casarse borracho con un extraño en Las Vegas. Todo de la noche a la mañana. Es algo de película, estas cosas no se supone que sucedan en la realidad.
Primero tenía que calmarse y junto a Sousuke (quien se notaba que tampoco estaba muy contento de estar casado con él) debía encontrar una manera de solucionar todo y sacarlos a ambos de esa situación.
—Vamos a divorciarnos —le anunció Sousuke.
Makoto asintió.
—Obviamente. No podemos estar casados más tiempo. —accedió el ojiverde, aún en medio del shock.
—He llamado a mi abogado, está arreglando todo el asunto lo más rápido posible. —suspiró desganado, volviendo a tomar asiento frente a Tachibana. —Aunque me ha dicho que el proceso de divorcio llevara un mes como mínimo.
—¡¿Un mes?! —se altero el chico. —¡No puedo estar casado contigo por un mes! ¡Mi vuelo a Japón sale en dos días!
—No puedes irte a Japón aún. Las cosas se pondrían más complicadas.
—El boleto de avión está comprado y no tengo más dinero para hacer el cambio y rentar la habitación más tiempo y pagar otros gastos... —le explicó.
—No será necesario —Sousuke se puso de pie y lo miró desde arriba. —Te quedaras conmigo. Yo cuidaré de ti y cubriré todas tus necesidades.
—No tienes porqué hacer eso...
—Soy tu esposo —replicó con seriedad. —nos guste o no. Y ésta es la manera más sencilla de terminar con todo. No hay otra opción, Makoto. Espero que lo entiendas.
Makoto tragó saliva y desvió la mirada.
—Como tu dijiste, no hay otra opción.
Sousuke asintió y se dispuso a salir de la habitación para hacer algunas llamadas y arreglar algunas cosas. Le dijo que se bañara y arreglara para que pudieran irse pronto, ya desayunarían en el camino.
Makoto se quedó sentado mirando a la nada por unos segundos. Era sorprendente, era todo tan... increíble. Estaba casado y atrapado por los próximos treinta días con un guapo desconocido llamado Sousuke Yamazaki. Él, que siempre creyó que viviría una vida normal y tradicional en Japón, lejos de las emociones y las extravagancias del mundo.
Ciertamente Sousuke era extravagante y estaba unido a él. Incluso después del divorcio, Makoto sabía que ya era alguien quien marcaría por completo su vida para siempre.
Y ahí estaba. Ya tenía una buena historia que contarle a sus nietos cuando envejeciera.
