Hola a todos.

Acabo de terminarme la primera temporada de Magi y hay algunas cosas me han quedado claras: 1º Si hay más fanservice y yaoi semi-oculto, revienta. 2º No hay hombre más atractivo sobre esa tierra que Simbad y nadie puede negar lo contrario o morirá a manos de la princesa del imperio Kou. 3º El seme supremo de todos es Simbad (dependiendo de como Masrur se encuentre ese día). 4º A Judal se le hace el culo Pepsicola cada vez que ve a Simbad y 5º Al final de esta serie se darán cuenta que las mujeres son innecesarias si pueden liarse entre ellos.

Al menos, son los puntos que he podido apreciar. Por eso mismo voy a hacer estas series de fanfic´s que, aunque pongan historia completa, iré subiendo capítulos cada vez que se me ocurra uno.

Como siempre, los derechos de esta serie pertenecen a su autor, sus dibujantes y sus patrocinadores. Yo solo los tomo prestados para hacer estas historias, ¿si?. Hasta pronto.

ALIBABA Y ALADIN

Tras volver a Sindria del calabozo, donde Zagan se había unido al príncipe del imperio Kou, las palabras que Aladin le había dicho en su interior, tratando de traerlo de vuelta de aquel mundo oscuro en el que se había envuelto, resonaban en su cabeza una y otra vez como si fueran alguna clase de hechizo que hubiera colocado en su mente para atormentarlo.

``¡Porque eres tú, Alibaba, al que tanto quiero!´´.

Solo en su habitación, sentado sobre la cama, con una manta sobre los hombros, se estremeció como cada vez que rememoraba esas palabras, como si todo su cuerpo quisiera alzarse para hacerle saber que adoraba oírlas, sobretodo sabiendo quien las había pronunciado.

En la oscuridad del cuarto, se decía a sí mismo que Aladin, como el Magi que le había elegido como candidato a rey, había tratado de animarlo de todos los medios posibles, siendo el primer amigo que había hecho en aquella tierra de la que apenas sabía nada.

Pero, a pesar de saber, de saberlo con increíble precisión, seguía sin poder dormir.

La mera presencia de Aladin a su lado había comenzado a ponerle nervioso, observando al pequeño y como este buscaba con la mirada a mujeres pechugonas, deleitándose con verlas y estas dejando que se acercara, llegando a enfadarse cuando estas reían divertidas mientras el pequeño disfrutaba entre ellas.

Aladin era su magi, suyo y de nadie más.¿Cómo se atrevían a tocarlo?.

Estaba claro que no podría dormir si seguía de aquel modo, así que, levantándose de la cama, se dirigió al cuarto del pequeño, decidiendo que si este tenía que rechazarlo para hacerle entrar en razón, pues que así fuera. Necesitaba un punto y final en aquello.

Los pasillos a aquellas horas de la madrugada estaban desiertos, excepto por algún guardia casual que vigilaba los pasillos, haciéndole una pequeña inclinación de cabeza a su paso, y llegó al cuarto de Aladin sin encontrarse con nadie más.

Tomando aire en la puerta, tratando de que su corazón dejara de sonar como un mar embravecido en una tormenta, temiendo que alguien pudiera escucharlo, llamó a la puerta y retrocedió un paso, esperando a que el ocupante le diera su permiso para entrar.

Sin embargo, tras unos segundos no hubo contestación alguna, así que volvió a llamar.

Después del tercer intento, pensando que este estaría durmiendo profundamente después de la fiesta que parecía tener lugar casi todas las noches en palacio, asomó la cabeza en el interior del oscuro cuarto, visible solo por la luz de la luna que se colaba por la amplia ventana abierta, encontrando sin problemas la cama de Aladin, tan amplia como la plaza de una aldea.

Acercándose con lentitud, aun diciéndose que no tendría que estar siquiera allí dentro, se acercó a la cama, encontrando al magi sobre esta, aun vestido, tirado bocarriba y tan relajado como solo alguien profundamente dormido y despreocupado podía dormir, haciendo que Alibaba luciera una pequeña sonrisa llena de ternura.

Solo con verle se sabía que Aladin era un simple niño. Un magi con la sabiduría de salomón, significa lo que significara aquello, pero un simple niño en el fondo, el cual solo quería hacer amigos, conocer cuanto le rodeaba, recorrer el mundo y, algún día, volver a ver a Ugo para poder contárselo todo.

Debería golpearse solo por pensar de él de otra manera. Lo sabía. Se lo llevaba diciendo a sí mismo durante un día tras otro, pero, aun así, con toda la ternura que este pudiera despertar, la vista de Alibaba fue a caer en aquel pequeño pecho al descubierto, con la chaqueta azul sin tapar demasiado en aquella ocasión.

Alibaba se pasó la lengua por los labios de manera inconsciente, notando que se le había secado la garganta al mirarle de aquel modo más atento y, echando un ultimo vistazo a su espalda para asegurarse de que la puerta estaba bien cerrada, se subió con cuidado en la cama, colocando sus brazos a ambos lados de los hombros de Aladin.

La culpa de que estuviera haciendo aquello era de aquel chibi. Si se hubiera despertado alguna de las 3 veces que había llamado a la puerta, él habría entrado en la habitación y hubieran hablado de los sentimientos que ahora le llenaban como dos personas civilizadas que sabían hablar las cosas. Pero no, este había seguido durmiendo como un muerto, como si bien podrían caerse las estrellas del cielo y él seguiría durmiendo.

Sintiéndose como un viejo pervertido por la diferencia de edad y de mentalidad, acercó su mejilla a la del menor y, aun sintiéndose horrible por ello, lo acarició de aquella manera durante un rato, disfrutando de la suavidad de la piel de este contra la suya, llegando a sentirse demasiado bien.

Alzándose de nuevo en la cama, lo observó, asegurándose que Aladin aun seguía profundamente dormido, teniendo la sensación de que podría hacerle cualquier cosa y este solo lo tomaría todo como un sueño, nada que pudiera recordar al día siguiente, solo siendo un tesoro escondido solo para sí mismo.

Emocionado por la intimidad que allí tenía, en la oscuridad, con el magi bajo él, comenzó a besarle la frente, disfrutando de aquella misma piel suave bajo sus labios, sintiéndose cálida, como alguna tela delicada que podría rasgar si no llevaba cuidado y, armándose poco a poco de valor, fue descendiendo con sus besos lentos por los ojos, el puente de la nariz, las mejillas, la comisura de los labios y, finalmente, notando a su corazón tronando de nuevo, besó aquellos finos labios que había pronunciado las palabras que tanto le habían desarmado.

``Ojala estuviera despierto para decirle que abriera la boca´´, pensó el rubio, frunciendo el ceño con una cierta molestia, sintiendo que aun no había conseguido todo lo que quería de aquellos labios.

Sin embargo, se conformó con seguir bajando, besando el blanco cuello, teniendo el cuidado de no hacer succión para no dejar marcas, mordisqueando la clavícula que se notaba através de la piel y llegando al final hacía los pequeños pezones erguidos de este.

Cuando se dio cuenta de eso, alzó la cabeza para mirarlo, comprobando si este había despertado. Pero no era así. Con la cabeza de lado sobre la almohada, Aladin seguía durmiendo, pero había acercado un puño cerrado a su boca, como si intentara contener algo.

Después de eso, Alibaba volvió a descender la cabeza, emocionándose con la idea de que el magi podía notarlo através de sus sueños. Tomó aquellos dos puntos rosados que había lamido y había hecho rodar con su lengua con sus dientes, intentando que este lo notara aun más en su cuerpo sin despertarlo, moviéndose sobre su cuerpo con el cuidado de una pantera y, cuando notó la propia reacción de su cuerpo a lo que le estaba haciendo, ascendió de nuevo hasta sus labios, besándolo otra vez, rogando porque este aun no despertara y le dejara hacer aquello un poco más.

Cuando, con los ojos cerrados, casi hiperventilando, intentó hacer una tentativa con su lengua, los labios de Aladin se abrieron con un suspiro, como si hubiera estado esperando aquello tanto como él y, sujetándose a las sabanas para tratar de refrenarse a sí mismo, exploró aquella cavidad como si pudiera beber algo de él.

Arrastrando la lengua del pequeño lentamente al interior de su boca, una de sus manos descendió hacía el borde de los pequeños pantalones que este siempre solía usar y, profundizando el beso, acabó por sacárselos, disfrutando de la piel que dejaba al descubierto.

``Permite tocarlo más´´rogó a quien quisiera escucharlo, al tiempo que, volviendo a lamer, descendió hacía allí donde había dejado al descubierto, notando el temblor en la cintura de Aladin cuando pasó más abajo de su ombligo.

El magi había comenzado a soltar pequeños suspiros, parecidos a gemidos, conforme Alibaba trabajaba, llegando a la unión de las piernas de este, como si ni él mismo en sueños pudiera evitar excitarse con lo que el rubio le estaba haciendo, emocionándolo aun más por ello.

Cogiendo sus muslos entre las manos crispadas, intentando mantener sus piernas separadas, descendió la cabeza hacía el miembro que elevaba hacía él, sintiendo la garganta nuevamente seca, dedicándole una pequeña mirada a este antes de introducirlo en su boca y, utilizando su lengua como un cojín, cerró los ojos, casi temblando de éxtasis por poder tenerlo de aquella manera, dejando salir un gemido más adulto que los que Aladin dejaba escapar momentos antes de empezar un vaivén con su cabeza, trabajándolo.

Todo lo del magi parecía crear un oleaje para su propia excitación, tomándolo en su boca como nunca imaginó que hiciera con nadie, deseando, solo por un segundo, que este estuviera despierto para oírle gritar su nombre mientras lo tomaba, agarrado a su cabello.

Esa simple imagen envió un disparo a su propio miembro, obligándolo a alzar la cadera de la cama por temor a culminar él primero por su propia fantasía, tomando todo rastro de humedad que el pequeño dejaba escapar, lamiendo desde la punta a la base y ascendiendo de nuevo, lamiendo la pequeña hendidura donde aquella humedad manaba para tomarlo en su boca, recreándose con su sabor mientras no podía evitar volver a gemir.

El cuerpo de Aladin se estremecía con cada una de las pasadas de su lengua y sus piernas se habían encogido de tal manera que hasta sus dedos de los pies se hallaban apretados, tal vez conteniéndose a sí mismo del placer que Alibaba le estaba dando sin saberlo.

``Ahhh. Quiero más de esto´´ pensaba Alibaba, notando su mente cada vez más ida, nublada por el olor de la excitación de Aladin, deseando ser capaz de hacer algo más. Quería poder hacer más de aquellas cosas, excitarlo aun más, pero con el consentimiento de este, con el mismo deseo que él por ello.

-Ahgg...Ahg, no...Pa...para, Alibaba...kun-murmuró Aladin, haciendo que el rubio se detuviera de golpe, alzando la cabeza hacía él, asustado porque de repente hubiera despertado y hubiera descubierto lo que le estaba haciendo.

Pero, tras observarle durante unos instantes, totalmente inmóvil, paralizado como una estatua, esperando expectante por lo que fuera a pasar, comprobó que este solo había hablado en sueños.

Con una sonrisilla lasciva, comprobó que, incluso en sueños, Aladin solo podía pensar en él si notaba tal placer en su cuerpo y, descendiendo de nuevo la cabeza, lo tomó hasta el fondo de su garganta, tomándolo sin delicadezas, deseando que le diera de una vez lo que el magi había estado conteniendo, queriendo tomar aquello de él aunque solo fuera aquello.

Aladin, alzándose en la cama, aun gimiendo,moviendo su cabeza de un lado a otro sobre la almohada, culminó en el interior de la boca de este, mientras Alibaba solo podía estremecerse de igual modo, saboreándolo en su boca de tal forma que sabía que no lo olvidaría nunca.

-¿Aliba...ba-kun?-murmuró la voz del menor.

Y cuando el rubio abrió los ojos, intentando arrancarse a sí mismo del placer que había sentido, vio que este se había despertado y parecía algo desconcertado por aquel momento, con él entre sus piernas mientras notaba el desahogo de su cuerpo.

-¿Qué...qué estas haciendo?.

A Alibaba le hubiera gustado poder hablar, decir cualquier cosa que aliviara aquel extraño momento incomodo que se había creado pero, nuevamente, notaba su boca seca y, ahora que el menor se había despertado, lo único que se vio capaz de hacer fue ascender por su cuerpo hasta volver a sus labios, sorprendiéndolo aun más.

-Abre la boca, Aladin-murmuró en la oscuridad del cuarto, notando como el pequeño parecía tan perdido que ni siquiera se veía capaz de moverse.

Y no supo si era porque aun seguía desconcertado o no, pero, cuando volvió a besarlo, la boca de este lo dejó pasar y, emocionado, rozando sus caderas con las, aun desnudas, del menor, Alibaba profundizó aquel beso sin la menor delicadeza, ahora sin el temor de despertarle, apretando el azul cabello de este entre sus puños, obligándole a levantar la barbilla hacía él, profundizando aun más el beso, acoplándose de tal manera que deseó no poder separarse nunca.

Cuando Aladin se alejó, tratando de tomar aliento, Alibaba le besó a un lado del cuello y lo giró, haciendo que el pequeño volviera a quedarse sin aire por la impresión.

-¿Qué estás...haciendo?-preguntó, sonando algo asustado.

-Tú solo...relajate,¿si?.

Contenerse a sí mismo durante tanto tiempo había sido demasiado duro. El olor de Aladin solo lo había empeorado y saber que ya no tenía que esconderse lo había acabado de desatar, tanteando la entrada de este.

-¡Alibaba-kun, somos dos hombres!-exclamó Aladin, que, sin embargo, se mantenía inmóvil y, sonrojado, miraba hacía atrás, observándole.

-¿A tí te molesta eso?-le murmuró en el oído, lamiéndolo poco después, dejando un estremecimiento en el cuerpo del menor.

-N...no. No me...molesta-acabó diciéndole este, notando como Alibaba se había detenido, esperando su respuesta.

-Pues entonces solo relajate.

Aladin realmente intentó hacerlo, pero era demasiado estrecho. Por mucho que hubiera llegado a su culminación en primer lugar, no servia de mucho para que lo acogiera.

-¡Alibaba, duele!-se quejó el magi, restregando la cara contra las sabanas, tratando de alejarse.

-Tranquilo. Si...si lo hago bien, pronto no te dolerá.

Daba por sentado que Aladin seria casi como una muchacha virgen, así que, tras un dolor inicial, si sabía hacer las cosas como debía, ese dolor que ahora estaba sintiendo tendría que acabar transformándose en placer.

Notando que él realmente quería hacerle caso, extendió la mano hacía delante, agarrando el miembro de este entre sus manos y, oyendo como Aladin soltaba un gemido, comenzó a acariciarlo de esa manera mientras volvía a intentar fundirse con él.

Y, sorprendentemente, poco a poco, conforme lo trabajaba por delante con su mano, en verdad consiguió entrar en él.

Sintiéndose abrumado por la sensación del cuerpo de Aladin acogiéndolo, tomándolo en su interior, Alibaba dejó la cabeza contra la espalda de este, jadeando como jadeaba este también, tratando de contenerse mientras este se adaptaba a su tamaño.

-Ali...baba-kun-murmuró Aladin, volviendo la cabeza hacía atrás, mirándolo.

Y, sin poder más, este empezó a mecerse.

Al principio, con suavidad, asegurándose de que el menor en verdad podía acogerlo, disfrutando de él a su alrededor. Pero, entonces los gemidos de Aladin se elevaron de volumen, haciendo que el poco control que había conseguido mantener se rompiera y empezó un vaivén rápido y duro, olvidando incluso que aquella tenía que ser la primera vez del pequeño.

Quería oír más aquella voz que nunca había oído, gimiendo su nombre, gritando gracias a sus embestidas, siendo aquel momento mucho más erótico que cualquier cosa que Alibaba podría haber llegado a imaginar. Quería que gritara aun más su nombre, que se abandonara aun más en sus brazos mientras con su mano lo trabajaba al mismo tiempo, observando como el pequeño sollozaba contra las sabanas.

Sabía que aquellas lagrimas eran de placer, ya que cada vez que descendía sobre él, Aladin elevaba las caderas a su encuentro, deseando aquello tanto como él. Y solo pudo mordisquear su espalda y su nuca, dejando su marca en él mientras se dejaban llevar.

-¡Alibaba!-gritaba ya Aladin a aquellas alturas, encogiendo de nuevo los dedos de los pies, notando los estremecimientos de este en su propio cuerpo.-¡Ya viene, Alibaba!.¡YA VIENE!-gritó, retorciéndose sobre la cama.

El rubio posible rey, alzó la suya hacía el cielo mientras dejaba ir totalmente las caderas, clavandole aun más en el sitio y, notando el temblor incontrolado de su bajo vientre y en el interior de sus muslos, se abandonó por completo en el cuerpo de aquel que le había estado volviendo loco durante tanto tiempo.

Cuando el calor del momento pasó, ambos se abandonaron en la cama, dejándose caer de cualquier manera, buscando algo de aliento.

El pequeño magi observó a su rubio amigo, sintiéndose avergonzado de pronto, recordando lo que habían hecho.

-¿Cómo lo sabias?-murmuró.

-¿Qué?-preguntó Alibaba, volviendo la cabeza hacía él, aun tratando de tomar aire.

-¿Cómo has...sabido...lo que había estado soñando?-preguntó, escondiendo la cara contra la almohada, evitando mirarlo.

Alibaba abrió ampliamente los ojos al entender esas palabras y, estirando poco a poco la mano, la dejó descansando sobre el cabello del peli-azul, notando como este temblaba débilmente, con las orejas encendidas de rojo.

-¿Tú también querías esto, Aladin?.

Y este asintió, aun sin mirarle.

-¿Desde cuando?.

-Desde...desde que...dormimos juntos...por primera vez.

Tras esas palabras, Alibaba alzó la vista al techo, tratando de comprender lo que le estaba confesando el pequeño.

La primera vez que los dos habían dormido juntos había sido hacía ya mucho tiempo ( o eso era lo que le parecía a él), en aquella casita que tenía cuando aun trabajaba para Boodel.

-Estabas...tan adorable mientras hablabas de la magia, muerto de sueño como estabas, que casi tuve que besarte. Pero Ugo estaba conmigo, así que...no pude hacerlo-siguió confesando este, de cara a la almohada.

Alibaba volvió la cabeza hacía él, aun casi sin creérselo.

Aladin prácticamente llevaba pendiente de su persona desde que se habían conocido y, sin embargo, cuando él se había encontrado con Kassim, había estado totalmente dispuesto a dejarlo de lado para ayudar a un viejo amigo. Incluso había recorrido kilometros, reencontrándose con Morgiana, para encontrarlo.

¡Qué egoístas e infantiles eran sus deseos!.

-Si de verdad te he atraído desde hace tanto...¿por qué te vuelves loco cuando ves a una mujer con pechos grandes?.

-¡Porque los pechos son lo mejor del mundo!-exclamó este felizmente, volviéndose hacía él tan rápido que hasta consiguió sobre saltarlo.-Mientras estaba con Ugo, leí que los niños sobrevivían gracias a la leche de sus madres.¡Y esa leche sale de sus pechos!.¡Cuanto más grandes los tengan, más fuertes se tendrán que hacer los niños,¿verdad?!-le explicó.

Alibaba puso una extraña expresión, dándose cuenta que, al parecer, Aladin veía a todas las mujeres del mundo como vacas lecheras.

Esperaba que no se le ocurriera contarle eso a ninguna.

-¿Quieres decir que solo por eso te gustan?.

-También son suaves y se siente bien cuando escondes la cabeza entre ellas-siguió explicando este con una sonrisa en la cara.

Desde luego aquella seria la contestación que se esperaría de un niño.

-Yo no tengo pechos-le recalcó, como si este no se hubiera dado cuenta de ello.

-Da igual. Los pechos me gustan, pero a ti te quiero, Alibaba-kun-le soltó este tan feliz.

El rubio no pudo evitar sonrojarse por aquellas palabras, dichas de la manera más inocente del mundo y que, sin embargo, volvió a removerle por dentro.

Girándose hacía el menor, lo sujetó entre sus brazos hasta que lo tuvo pegado a su pecho, sin intención de dejarle marchar. No al menos hasta que amaneciera.

-Oi, Alibaba-murmuró este, acomodándose contra él, como si la incomoda postura no le supusiera ningún problema.

-Dime-le dijo este, aun abrazándole fuertemente, deseando que pudiera fundirlo en el interior de su cuerpo para que no se tuvieran que volver a separar jamás.

-Ahora que he contestado a tus preguntas y eso...¿podría besarte?.

Había bajado el tono al hacerle la pregunta y, cuando el rubio abrió los ojos y bajo la vista, pudo ver de nuevo a aquellas orejas pintadas de rojo, ya que había escondido la cara en su pecho.

-Tú has hecho lo que has querido hace un rato, así que lo justo es que ahora me toque a mi,¿verdad?-se quejó el menor, al percatarse que Alibaba no le contestaba.

Sin embargo, este los hizo rodar en la cama, mientras rompía a reír, dejando a Aladin sobre él, sorprendido por el repentino cambio de postura, dejando las manos en su pecho para asegurarse en el lugar.

-A partir de ahora puedes hacer todo lo que quieras. Absolutamente todo.

Y el pequeño, sonriendo feliz por el permiso, descendió la cabeza hasta que pudo besar los labios de Alibaba como bien le hubiera gustado la primera noche, de manera suave, dulce, probando, tanteando mientras que el rubio esperaba que no pensara torturarlo con aquellos besos suaves antes de que pudieran repetir lo que ya habían hecho allí.

Fin de este capitulo.

Ummm. No imaginé que pudiera terminar este fic en una tarde, pero así fue. Me puse a escribirlo sobre las 5 y algo y a las 8 y cuarto, antes de irme a la ducha, ya estaba terminado.

Al parecer, las partes de Alibaba y Aladin se escriben solas.

Lo único que me queda por decir es que espero que os haya gustado este primer fic de la serie y que no me matéis cuando vaya subiendo los demás con el tiempo. En verdad, paso por etapas en las que me dan por escribir, dibujar o leer y voy alternando porque si no, al parecer, me bloqueo y no puedo hacer nada.

Los que estaban leyendo mi historia de Fruits Basket pueden confirmarlo (Pobrecillos, lo que tuvieron que aguantar).

Pero dejaré de desvariar de una vez.

Manteneos sanos y nos leemos.