Privet drive siempre había sido un lugar pacifico, donde sus habitantes vivían felices con su vida, y orgullosos de si mismos. Sus calles colocadas en perfecto orden, sus casas con sus jardines perfectamente cuidados, sus coches siempre impecables, los vecinos perfectos y totalmente normales. Todos ellos estaban contentos con su vida y se sentían orgullosos de su propia normalidad. Bueno, todos no, había un chico de casi diecisiete años tumbado en su cama que no era normal, ni estaba contento con la vida que le había tocado vivir, su nombre era Harry Potter.
Harry Potter no era normal por un simple motivo, era un mago. Incluso dentro de la comunidad mágica, Harry tampoco era normal, debido en gran parte a una cicatriz en forma de rayo que tiene en la frente, desde que un día un mago tenebroso lo había intentado matar cuando tenia poco menos de un año, no lo había conseguido y el resultado fue que Harry ahora tenia esta rara cicatriz y el mago tenebroso, el cual se hace llamar Lord Voldemort, quedo como poco mas que un alma. Pero, hacia ya dos años, ese mago tenebroso había regresado y había invadido cada rincón del mundo con su oscuridad.
Incluso en las pacificas calles de Privet drive había llegado esa oscuridad en forma de niebla. Harry pensaba que esa neblina era producto de que los dementores, seres repugnantes que apoyaban a Voldemort, se estaban reproduciendo.
Harry Potter no estaba contento por varios motivos, el primero era la tendencia que tenían las personas que él quería a morir; Primero sus padres, intentando protegerle; el segundo su padrino, en el ministerio de magia también protegiéndole; y él ultimo pero no menos importante, Albus Dumbledore el hasta entonces director del colegio para magos Hogwarts, también intentando protegerle.
Todo el mundo que tuviese una leve inclinación a protegerle salía herido, mal parado y hasta muerto.
Lo único que ahora ocupaba la mente de Harry día y noche como una obsesión era encontrar y destruir los horrorcruxes, que eran fragmentos del alma de Voldemort, encerrados en unos objetos mágicos, ya habían conseguido destruir tres de ellos y Harry sospechaba que podían existir otros cuatro. Pero era el haber encontrado el ultimo horrorcruxe lo que torturaba a Harry, por que fue lo ultimo, prácticamente, que había hecho Dumbledore con vida. Poco después lo había asesinado el hasta entonces profesor de Harry, y miembro de la Orden del Fénix, Severus Snape. Harry temblaba de rabia contenida cada vez que pensaba en ese hombre y en todo lo que había hecho.
Harry se levanto de la cama lentamente, esa noche casi no había podido dormir por culpa de las pesadillas que lo acosaban cuando estaba durmiendo. Se dirigió lentamente al cuarto de baño para ducharse y poder sacarse esa sensación de suciedad que tenia cuando se levantaba tras una pesadilla especialmente horrible.
Entro en el alicatado baño, y dirigió su mirada, sin proponérselo, hacia el espejo que había allí.
Al verse se sorprendió al comprobar que le empezaba a salir una barba, que no era una barba si no mas bien una pelusilla. Todavía no sabia como afeitarse y tenia miedo de hacerlo mal así que decidió que en cuanto el señor Weasley le dejase en la madriguera al día siguiente, pedirle a alguien que se lo explicase.
Cuando salió del cuarto de baño, después de hacer lo que tenia que hacer se dirigió a la cocina para desayunar con los Dursleys. Lo cierto es que no le apetecía nada. Desde que el año pasado fuera Dumbledore a recogerle y nombrase delante de los Dursleys la fortuna que le había dejado su padrino se habían desvivido en atenciones para con Harry. Ese verano Harry paso de ser un anormal delante de sus parientes a ser un principito. El cambio en un principio no es que molestase a Harry, pero a medida que pasaba el tiempo esas atenciones que antes le parecían graciosas ahora no podía ni soportarlas. Hasta su primo Dudley lo estaba tratando bien.
Cuando llego a la cocina vio que los Dursleys no estaban y sintió como un alivio en el corazón. Decidió desayunar solo un vaso de zumo que había en la nevera, y luego ir a pasa el rato a un parque que había cerca de ahí, no le apetecía alejarse demasiado por si acaso pasaba algo.
Salió de la casa de los Dursleys no sin antes haberse asegurado de coger su varita mágica, de la cual no se separaba ni para dormir, y la capa de invisibilidad de su padre bien guardada en uno de los bolsillos de la sudadera que llevaba, como le había aconsejado que lo hiciese Dumbledore en una ocasión.
Harry estaba deseando que llegasen las doce de la noche que era la hora en que alcanzaría su mayoría de edad en el mundo mágico y de esa manera podía utilizar su magia y poder hacer el examen de desaparición.
Camino algunos metros hasta encontrar por fin el parque que estaba buscando.
Era un parque muy normalito con su columpio, su tobogán, su parque de arena para que jueguen los más pequeños... como era muy temprano todavía no había ningún niño jugando en el parque.
Se sentó en uno de los bancos de piedra que había cerca del parque de los niños, donde las madres suelen sentarse para vigilar mejor a sus hijos. Se tumbo donde estaba comenzó a contemplar el movimiento casi hipnótico de las ramas de los árboles mecidas por el viento.
Un suave movimiento del aire hizo que los árboles comenzasen a susurrar.
Sus voces se alzaban en una conversación ininteligible, diciéndose cosas los unos a los otros, misteriosas palabras sobre nuevos acontecimientos que comenzaban a alzarse en el mundo, desastres, muertes y destrucción. Pero como es lógico de pensar, nadie que pasase por ahí e intentase escuchar esas conversaciones, solo seria capaz de escuchar el rugido del viento en las ramas de los árboles.
Los minutos pasaban y Harry cada vez se sentía mas a gusto tumbado ahí sin pensar en nada, simplemente tumbado.
De pronto un movimiento hizo que se sobresaltase y se cayese del banco en el que estaba tumbado.
- ¿Que haces tirado en el suelo?.- dijo una voz cantarina a su lado.
Cuando Harry miro de donde provenía la voz tuvo dos reacciones, una de alivio por saber cual era la fuente del movimiento que había visto por el rabillo del ojo y otro de estupor al observar a la persona que tenia frente a él.
Ante él había una chica preciosa, de preciosos ojos azules, largo cabello castaño y una sonrisa traviesa tan divertida como atractiva. Harry calculo que tenia dieciséis o diecisiete años mas o menos.
Me he caído.- dijo Harry avergonzado.
Ah, interesante manera de pasar la mañana.- dijo ella sonriendo con la misma sonrisa traviesa de antes.
No lo he hecho a propósito.- dijo Harry poniéndose en pie de un salto.
Ya lo sabia.- dijo ella riéndose con una risa cantarina.- no hay mucha gente que se divierta de esa manera.
Si.- dijo Harry molesto. No le gustaba nada que se hubiese reído de él y estaba dispuesto a acabar esa conversación en ese momento.
Por cierto, me llamo Clarice Scott.- dijo ella tendiéndole la mano para estrechársela.
Yo me llamo Harry Potter.- dijo Harry estrechándole la mano.
Encantada Harry.- dijo ella sonriéndole.- por cierto vives por aquí.
Mas o menos.- dijo Harry dispuesto a no revelar ningún dato a ningún desconocido.
Así me gusta, no des explicaciones a ningún desconocido, puede ser muy peligroso.- dijo ella sonriendo.- yo estoy pasando algunos días en casa de una amiga de la familia. Eres la primera persona que conozco aquí ¿sabes?.
Que bien.- dijo Harry, sin mucha convicción.
Tal vez la conozcas.- dijo ella sin permitir que Harry diese todavía por terminada la conversación.
No lo creo.- dijo Harry que ya estaba un poco cansado de todo eso y ya se dirigía hacia casa de sus tíos cuando ella dijo.
Su nombre es señora Figg, Arabella Figg.- antes que Harry pudiese decir nada ella se dio la vuelta y dijo.- hasta otra Harry Potter.
Harry se quedo ahí plantado como si le hubiesen pegado los pies al suelo. Varias preguntas venían a su mente sin cesar, ¿quien era en realidad esa chica?, ¿Que tenían que ver ella y la señora Figg?, ¿Por que se había presentado ante él de esa manera?.
Esa chica le había dejado verdaderamente intrigado, no sabia que pensar exactamente de ella. Su corazón pertenecía a Ginny eso estaba claro, esa chica no le intrigaba de esa manera, entonces ¿de qué manera le intrigaba?.
